Desde que aparecieron en el ambiente musical, en 1968, Yes dio claras señales de no ser una banda común y corriente. En medio de tendencias anquilosadas para cada década - la psicodelia a fines de los sesenta, el rock duro de los primeros setenta y el punk de los segundos, el pop de estadios y el metal de los ochentas, el grunge de los noventas y el repetitivo post-rock de los 2000s - el quinteto siempre se las arregló para marcar la pauta de un sonido propio y distintivo que, a pesar de encontrarse en los linderos de un género específico (el rock progresivo), conseguía trascender, sobre la base de una destreza instrumental superior a la del promedio, cualquier intento de rotulado. Eso, en sí mismo, constituía una declaración de principios por demás rockera, a contramano de sus críticos - de entonces y de ahora - que suelen tacharlos de pretensiosos y demasiado "académicos" para encajar en la concepción rebelde y anti-todo que se asocia al rock.
Musicalmente hablando, Yes se destacó del resto y muy a su manera, estableció el concepto de lo que debía ser un grupo de rock progresivo, por lo demás un concepto que se expande en la medida de la capacidad creativa e interpretativa de sus principales exponentes. Así, el rock progresivo se presenta como un subgénero del rock básicamente paradójico: elitista, pues no admite la simplicidad y, al mismo tiempo, de límites muy abiertos puesto que, en las mentes y manos correctas, las posibilidades de hacer música compleja y adelantada a su tiempo aumenta de manera exponencial dependiendo de cada grupo. Por eso es tan diversa la paleta de sonidos que, tanto Yes, como los otros grandes nombres del rock progresivo, han producido durante cuatro décadas y que, como comprobamos anoche en el Parque de la Exposición, resiste largamente el paso del tiempo.
EL CONCIERTO
Catorce años después de su primera visita, la banda llegó a Lima con un show en el que tocan tres álbumes fundamentales de su larga discografía: The Yes album (1971), Close to the edge (1972) y Going for the one (1977), en una ambiciosa gira por Latinoamérica y Estados Unidos. Esta gira, intuyo, ha sido programada para presentar en sociedad al nuevo vocalista del quinteto, Jon Davison, un cantante norteamericano que apenas se unió a la banda durante el 2012. Como todos los seguidores de Yes sabemos, en el 2011 se lanzó al mercado Fly from here, vigésimo álbum en estudio, grabado con Benoit David como vocalista, en reemplazo del fundador Jon Anderson, quien se había separado por motivos de salud. Curiosamente, David abandonó la banda poco después, también por problemas físicos y, casi de la nada, apareció Davison a completar el cuadro, convirtiéndose en el cuarto vocalista de la historia del grupo.
Poco antes de las 9:00pm, el marco del Parque de la Exposición no podía ser mejor: el auditorio, que debe haber albergado a no más de 10,000 personas, lucía repleto y en la atmósfera se respiraba la expectativa de los conocedores. Todos estábamos advertidos de qué iba el show: tres álbumes tocados íntegramente, de principio a fin y en orden. Lo que no sabíamos era cuál abría el show. Luego de unos cuantos minutos de espera, las luces se apagaron y una serie de imágenes de las épocas doradas del grupo, combinadas con las carátulas de los discos, fotos de sus conciertos por todo el mundo y una extraordinaria música de fondo acompañó la aparición de los cinco músicos quienes, entre aplausos, tomaron sus instrumentos con parsimonia. El viaje astral estaba por empezar.
Close to the edge, And you and I y Siberian Khatru abrieron el espectacular derroche de virtuosismo que estos maestros nos brindaron anoche. Casi cuarenta minutos de uno de los discos capitales de la movida progresiva de los 70s (el cuarto en la carrera de Yes), en versiones más prolijas e impresionantes arreglos, que no hacen más que aumentar el impacto que producen. Luego siguieron Going for the one, Turn of the century, Parallels, Wonderous stories y Awaken, del octavo álbum de la banda, que marcó el límite entre el Yes místico y los primeros coqueteos con un sonido más accesible. La tercera y última parte fue para The Yes album, y sus clásicos Yours is no disgrace, Clap, Starship trooper, I've seen all good people, A venture y Perpetual change. Este disco, el tercero de su discografía es, sin dudas, uno de los favoritos del público. Cada pasaje instrumental en cualquiera de estas tres producciones discográficas parece extraído de una dimensión mágica, sobrenatural. Cuarenta años antes de la llamada "nueva era", esa combinación de teclados, bajos retumbantes y guitarras multifacéticas alternadas con bouzoukis y mandolinas ya presagiaban hacia donde iba la música, independientemente de membretes encorsetados y tendencias programadas con fines comerciales. No conformes con este despliegue de musicalidad, el quinteto nos regaló un bonus track: la poderosa Roundabout, tema emblemático de Fragile (1972), otra joya del progresivo británico.
LOS MÚSICOS DE YES: TALENTO A TIEMPO COMPLETO
STEVE HOWE (guitarras, coros): la increíble versatilidad de este guitarrista de 66 años es impresionante. Desde rápidos ataques rockeros hasta finos arreglos clásicos, desde las reminiscencias de country heredadas de Chet Atkins (y perfeccionadas al máximo) hasta ese toque en octavas de pura raigambre jazzística, Howe hace realidad el sueño de cualquier aspirante a guitarrista: ser capaz de llenar cada segundo del espectro musical con notas precisas y claras. Su arsenal de instrumentos incluye mandolinas, bouzoukis, guitarras acústicas, Fender eléctricas y la imponente steel guitar con la que decora cada pasaje instrumental elevándolo a la estratósfera. Un genio que ingresó a la banda en 1970 y le cambió la cara por completo y que sigue asombrándonos con su toque único. Momentos clave: el solo de steel en And you and I, todo en Yours is no disgrace y particularmente, Clap (hubiera dado lo que sea para que la tocara dos veces). El solo final de Starship trooper fue sencillamente apoteósico.
CHRIS SQUIRE (bajos, coros): la columna vertebral de Yes. Hay personas que no pueden faltar en una banda y ese es el caso de este portentoso bajista, el único integrante de la banda que ha estado presente desde su fundación. El tono profundo y la distorsión aplicada a sus clásicos instrumentos Rickenbacker son parte fundamental del sonido del quinteto. Y su presencia escénica se mantiene inalterable a pesar de que luce un tremendo sobrepeso, tan diferente a como se veía en los lejanos 70s. La naturalidad con la que acomete su función rítmica y la capacidad para entrar y salir de las líneas melódicas lo han convertido en una leyenda viva del bajo. Momentos clave: las armonías vocales en Awaken, Wonderous stories y Yours is no disgrace. El bajo de tres mástiles en Awaken en los que combina afinaciones y efectos. La intro a la última sección de Starship trooper, en la cual se pasea delante del público llenando el aire con largas y profundas notas graves, que parecen capaces de hacer estallar el escenario.
ALAN WHITE (batería): cuando llegó a la banda en 1973, con la difícil misión de reemplazar a Bill Bruford en las baquetas, White ya había demostrado su potencia rockera como miembro de The Plastic Ono Band de John Lennon. Y mientras Bruford se convirtió en un aventurero baterista con tendencial trabajo individual - en paralelo a su trabajo con King Crimson - White se hizo miembro estable de Yes hasta la actualidad, imponiendo su sentido del ritmo y su pulso vital inconfundible. Hoy, armado de baterías electrónicas, le pega con menos fuerza pero mantiene los tiempos de una forma sorprendente, tomando en cuenta que ninguna de las canciones de los tres álbumes interpretados anoche están escritas y arregladas en tiempos únicos. Lo que hace Alan White con la batería no es convencional, es casi como si estuviera pulsando las teclas de un piano, instrumento que, dicho sea de paso, también toca. Momento clave: la intro de Yours is no disgrace, el final apoteósico de And you and I y la sección media de Roundabout.
GEOFF DOWNES (teclados): Yes ha tenido seis tecladistas. De todos ellos, el más recordado es Rick Wakeman. Pero Downes tiene su propia historia con el grupo y con el rock progresivo en general. Antes de reemplazar a Wakeman para la grabación del álbum Drama, Downes (y su socio Trevor Horn) se habían hecho famosos gracias al tema Video killed the radio star, que grabaron juntos como The Buggles. Después de Drama - que contuvo dos clásicos de Yes, Tempus fugit e Into the lens - Geoff Downes participó en la formación del supergrupo Asia junto a Steve Howe, John Wetton y Carl Palmer. Tres décadas después de su primer paso por Yes, Downes fue convocado nuevamente, esta vez para reemplazar al hijo de Rick Wakeman, Oliver, y participó en las grabaciones de la última placa del quinteto, Fly from here. Momentos clave: Close to the edge, Turn on the century y la sección media de Wonderous stories. Un grande de los teclados.
JON DAVISON (voz): la sorpresa de la noche. El timbre de voz de Anderson, que parecía casi irreproducible (tanto Trevor Horn como Benoit David intentaron copiarlo sin éxito), es replicado prácticamente a la perfección por el nuevo vocalista. Pero el parecido no se limita al aspecto vocal. Davison se asemeja físicamente al Anderson del período 1973-1977, sus desplazamientos en el escenario son bastante similares y para colmo, se llama también Jon y su apellido puede relacionarse al del mítico vocalista y compositor. Además, demostró suficiente carisma para no pasar desapercibido por tener detrás suyo a tremendos músicos, y se metió al público al bolsillo desde el principio del show. Momentos clave: Going for the one, I've seen all good people y Roundabout.