sábado, 9 de enero de 2016

CAMPAÑA ELECTORAL 2016: OTRA VEZ LAS MISMAS TONTERÍAS


Es inevitable. Apenas culminaron los fuegos artificiales, los brindis y buenos deseos por la llegada del Año Nuevo y ya estamos invadidos por esta galería de personajes impresentables, varios de ellos reincidentes y uno que otro "recién llegado" -las comillas son porque si bien es cierto ya tienen cierto tiempo hablando idioteces en la "arena política nacional", se lanzan por primera vez a la carrera por ocupar el trono desde el cual sueñan con enriquecerse ellos y sus allegados durante los próximos 5 años- que, para repetir las muletillas de los gacetilleros de la televisión y los medios escritos, "calientan el ambiente electoral". Las mismas tonterías de cada quinquenio, que la ciudadanía en tropel -salvo contadas excepciones- asume como parte de su vida "democrática".

A estas alturas de mi partido -estas serán las quintas elecciones presidenciales en las que voto- nadie me vende el cuento de que "van a cambiar al país en los primeros 120 días" como suelen decir, de diferentes maneras, los estafadores que ahora bailan, se abrazan y congregan a multitudes de pobres personas, madres de familia de asentamientos humanos tugurizados o distritos suburbanos empobrecidos y pseudo-profesionales sin dignidad que son capaces de hacer toda clase de ridiculeces -disfrazarse de cuyes, lanzar vivas a empresarios resinosos, batir palmas a ladrones caudillistas- a la expectativa de un trabajito sobre remunerado en el Estado si su "doctor" de ocasión gana las elecciones. No. Decir "ninguno me representa" es la manera políticamente correcta de decir que me producen una severa repulsión, ganas de convocar a los espíritus de Robespierre y Guillotine y convertir las plazas públicas y avenidas en literales mares y ríos de sangre. Porque si a alguien no le queda claro de qué se trata aquello de "refundar la república" que algunos analistas (los más serios y agudos) mencionan pues eso es: deshacerse de todos y empezar desde cero.

Son 19 candidatos y de esa avalancha de mentirosos profesionales, cada uno acompañado de dos vicepresidentes y 130 buitres, los cinco primeros son los peores. Van a la CADE -otro baile de máscaras en donde se reúnen para hablar hasta cansarse, comer bocaditos gourmet y tomarse fotografías para las sociales de papel couché- y se hacen los interesantes por donde quiera que van, se acodan en sillones, entrevistas o en conferencias de prensa con la infaltable gigantografía (el backing) llena de logotipos de sus auspiciadores y sonríen al por mayor, convencidos de que la campaña política es un simple muestrario de superficialidades, que se muestran -valga la redundancia- a una masa que cada vez exhibe una menor, casi inexistente capacidad de apreciación crítica y que, a causa de sus necesidades básicas, bailan al son que les toquen, reciben polos, viseras, bolsas de víveres, 100 o 150 soles por hacer bulto en una portátil y se avientan a la berma central de cualquier avenida, bajo el sol calcinante, a consumir un almuerzo en tupper de tecnopor. Por el apoyo, compañero.

Mientras tanto la prensa cumple un vergonzoso papel validando todo este monumental engaño, armando sus encuestas, lanzando sus pronosticos, preparando sus ediciones especiales -sus "rallies" con animación en 3D y música de fanfarria grandilocuente de fondo-, entrevistando a Alan, a Keiko, a PPK, a Toledo, a Acuña. Llamándolos "señores candidatos" y soltando una que otra risita de mediolado que supuestamente es la máxima ironía de la que son capaces.

Hay una combinación de complicidad con cobardía en estos señorones y señoronas de la prensa, estos líderes de opinión de cartón, estos columnistas y conductores de radio y televisión que tienen décadas en la política peruana (estas son solo mis quintas elecciones pero hay varios de estos periodistas que se han soplado todos los procesos presidencialistas desde la recuperación de la democracia en 1979-1980) y aun no saben -o no quieren- llamar a las cosas por su nombre.

Complicidad porque manejan tal nivel de información que resulta patético verlos reportando sobre "gobernabilidad", "fiesta democrática", "campaña política" cuando ellos conocen, mejor que ningún otro habitante de este país, las reverendas pendejadas y crímenes de los que son capaces todos y cada uno de los cinco que encabezan los sondeos, amañados (unos más que otros).

Y cobardía porque si no dicen las cosas como son no es porque ellos crean que todo es claro y transparente sino porque son, al final de cuentas y con toda su experiencia y su fama y su prestigio como grandes hombres y mujeres de prensa (la gran mayoría), esbirros al servicio de sus jefes, los dueños de los medios que son, a la vez, compadres de los verdaderos dueños del país, los poderes económicos que controlan (casi) todo desde mediados de los 80s: la CONFIEP -que en realidad es hablar de dos o tres banqueros, dos o tres mineros, y ya- y la corrupción que ha carcomido y sigue en metástasis permanente, interminable, carcomiendo todas y cada una de las instituciones nacionales, públicas y privadas.

En este país ya no hay espacio para la tecnocracia y sus conceptos analíticos.  Los expertos en encuestas que salen a hablar de las tendencias y lo que cada candidato esta haciendo suenan ridiculos cuando uno ve los personajes a quienes se refiere. Ridiculos y complices, tambien, de la farsa generalizada. Tampoco hay eapacio para el positivismo que busca replantear las ideas y buscar la unidad.

Lo que realmente necesita este país, que tanto amamos, es que el público, la población, recupere la sensibilidad y le duela el estómago por las arcadas que producen esos carteles oportunistas, esas promesas destinadas a no cumplirse, esas alianzas de programa cómico en donde conceptos como lealtad o ideología suenan a broma de mal gusto, esos discursos paparruchentos que algunos, los menos informados, todavía siguen calificando de inflamados y vibrantes.

Lo que necesita este país es que quienes estamos -o nos sentimos- por encima del debate político simplón, el de los titulares en los periódicos y los asesores de marketing político que cobran millones de dólares por indicar de qué color debe ser la banderola y a qué lado de la cámara debe dirigirse la sonrisa; salgamos a decir lo que pensamos como sociedad organizada y hagamos frente a todos estos personajes de siempre que pasan sus jornadas elucubrando estrategias para engañar a la mayor cantidad de personas posible: jóvenes ignorantes y anomicos ensimismados en sus aparatos y sueños de fama farandulera, familias empobrecidas que hacen cola para recibir un regalito, empresarios interesados en contratos millonarios con el Estado..

Hay que preguntarle a una mujer cuyo marido la haya engañado, o le haya pegado, repetida y sistemáticamente durante décadas, si se encerraría de nuevo con esa persona entre cuatro paredes, a solas, si el maldito reaparece diciendo que ha cambiado, que ahora las cosas serán diferentes. Seguro responde que no sin pensarlo dos veces. ¿Por qué entonces votaria por Alan o por Keiko? O sino pregúntenle a un padre de familia si dejaría la educación de sus hijos, que recién están empezando a leer y escribir, en un tipo deforme que es incapaz de descifrar un párrafo que le han escrito. ¿Cuál sería su respuesta? ¿Por qué entonces votaría por Acuña o por Toledo? O pregúntense mirándose al espejo si quieren ser gobernados por un señor de 80 años cuya nacionalidad no es peruana y del cual nadie, salvo él mismo, es capaz de escribir su apellido correctamente sobre un papel sin consultar en internet.

Este post no va a cambiar las cosas, desde luego. Es solo un ejercicio de catarsis ante la avalancha de bosta mierdosa que nos espera los próximos meses. En dos días nada más, recién disipado el humo de los cohetones del 31 de diciembre, ya hemos visto varias de esas escenas que hacen que mis entrañas de revuelvan: buses interprovinciales trasladando portátiles con polos y banderitas, planchas congresales presentadas en poses triunfalistas -los brazos arriba, las manos entrelazadas, las sonrisas falsas-, entrevistas y columnas de opinión qua atacan a unos, resaltan a otros y ningunean a los demás, según conveniencias, periodistas -viejos, intermedios y jóvenes- que creen que están haciendo el trabajo de sus vidas cubriendo las declaraciones de tal o cual mientras se muerden la lengua para no perder las gollerías del trabajo actual y las expectativas de lo que vendrá si los llaman para unos cuantos eventos o alguna asesoría "in house", con factura incluida. Ya se vienen los ataques arteros, vulgares, los bailes estrafalarios y los carteles malogrando el ornato urbano, los comerciales, los niños mocosos cargados por estos monstruos contrahechos que solo piensan en llegar al poder.

En lo que a mí respecta, viciaré mi voto nuevamente. Hoy más que nunca siento que este es un remedo de democracia. Democracia no significa salir a votar y después sentarte a ver cómo se quema todo (frase excelente del caricaturista Álvaro Portales). Esta elección, con 19 "opciones" es más bien una muestra grosera, obscena y vulgar del tremendo caos sociopolítico en el que vivimos. ¿De verdad creen ustedes que hay 19 visiones diferentes de país, 19 programas de gobierno distintos? ¿por qué me resulta tan evidente la falsedad de todo esto y a los demás no? ¿O también lo saben pero se hacen los tontos?

En el caso del ciudadano de a pie puede tratarse de una necesidad de sentirse parte de un país normal, de no aceptar que vive en la barbarie. Pero en el caso de los periodistas de diarios, canales, radios y páginas web, que ven de cerca todo este asunto, que se saben todas las últimas, que se sientan a comer con los jefes de prensa de cada agrupación, con sus asesores y hasta con los mismos candidatos, de vez en cuando, es una abierta y sinvergüenza hipocresía.

sábado, 2 de enero de 2016

EL ÁLBUM DEL DÍA: 365 DISCOS COMENTADOS DURANTE EL 2015


Vivimos tiempos en que nada tiene valor si no produce dividendos, ganancias, retorno de la inversión. Tanto tienes tanto vales. Y en términos de internet y redes sociales, tu éxito es medido y juzgado según la cantidad de "likes", "comments", "followers" y cuantas veces al año fuiste "trending topic". En ese sentido mi grupo El Álbum del Día es casi un fracaso, no entro a la estadística. Un año después sigo siendo un proyecto nuevo...

Sin embargo esa forma de ver las cosas, convencional y simplona, me interesa muy poco. El 31 de diciembre del 2014 decidí iniciar un grupo de Facebook en el que publicaría una reseña diaria, autoimponiéndome una obligación: tener que escuchar un disco diferente cada día, investigar sobre él, y redactar un comentario. No un post de cinco líneas, sino todo un artículo argumentando mis pareceres sobre el disco elegido por mí mismo. Y aunque comencé con ciertas dudas, llegué al 31 de diciembre del 2015 habiendo cumplido con mi objetivo y, lejos de sentirme desanimado por la magra cantidad de seguidores-lectores (comencé desde 0 y cerré con 120), pienso extender el proyecto para este 2016 también...

La idea original nació con unos posts que empecé a titular "El Álbum del Día", en los que publicaba textos cortos -un párrafo de 10 líneas como máximo- acerca de un disco equis que cerraba siempre con una pregunta, una trivia, acerca de algún detalle de su grabación, del artista, de la carátula, etc. uno de los que más respuestas generó (tomando en cuenta mis promedios por supuesto) fue el Meddle de Pink Floyd. La pregunta era "¿qué es la imagen de la portada?". La respuesta era: el detalle del pabellón de una oreja sumergida en agua. Fascinante ¿no?

Fascinante o no para los demás, y animado por uno o dos de mis lectores habituales -sí, adivinaron, mi esposa y mi hermano- me embarqué en este lío de escribir una reseña diaria el 1 de enero del 2015 hablando del tercer disco de estudio de la banda irlandesa U2, War, de 1983, en donde está la conocidísima canción New year's day, la única que ponen los DJs en radios limeñas cada vez que quieren celebrar el Año Nuevo sin poner Cinco pa' las 12 del salsero panameño Gabino Pampini.

Llevo años escribiendo en internet acerca de lo que me da la gana y nunca he sabido ni experimentado en carne propia aquello de "monetizar" tus contenidos. Será que escribo mal, pienso a veces. O que a nadie le interesan mis artículos. Ambas cosas son debatibles y jamás aparecerán ante mí como temas cerrados, habida cuenta de la enorme cantidad de bosta podrida que encabeza los rankings de páginas webs, perfiles en Facebook y grupos de multitudinaria fanaticada que pueblan las redes sociales y la internet, sobre todo si nos ceñimos a las tendencias reinantes en nuestro país.

Por ello mismo no tuve en ningún momento expectativa alguna de hacerme "viral" con artículos acerca de álbumes, artistas y géneros musicales que (casi) nadie valora hoy en día. ¿Por qué persistir en el empeño entonces? Dos cosas: amor a la música y amor a escribir acerca de música. Nada más. Sin embargo también tenía la posibilidad de contar con algunos aliados para que de todas maneras no quede como un ejercicio onanista, solitario. Si escribo y publico es porque quiero que me lean ¿no es cierto? Entonces decidí compartir mis reseñas diarias con el exitoso grupo cerrado FaceRock, que actualmente tiene más de 4,200 miembros, aunque es necesario decir que no todos interactúan todo el tiempo. Aun así, pensé que un buen número de ellos daría click al botón "Me gusta" de mi proyecto de comentarios cotidianos. No fue así. En 365 días alcancé 120 seguidores, es decir un promedio de 10 por mes. De esos 120, 25 -es decir el 20% aprox.- son conocidos, familiares, amigos...

Pero este ligero análisis numérico no lo hago porque me moleste la idea de no ser popular en las redes, es solo un dato con el que deseo ilustrar los resultados concretos de una aventura que no nace ni del ansia profesional de avanzar en mi carrera periodística digital ni en ganas de generar productos que me hagan emprendedoramente millonario de la noche a la mañana. Pero sobre lo que sí quisiera detenerme en el diseccionamiento del fenómeno es acerca de las razones por las cuales El Álbum del Día no alcanzó, por lo menos, a atraer a un 10% de esa comunidad rockera con la que yo mismo colaboro e interactúo de manera permanente en FaceRock. Porque, si bien es cierto sus personajes más conspicuos (uno o dos de sus administradores y varios de los que siempre cuelgan contenidos en ese grupo matriz) han reaccionado siempre a mis publicaciones, lo cierto es que al grueso de integrantes de FaceRock tampoco le han interesado mucho mis reseñas que digamos...

Por lo que regreso a lo que expresé hace un par de párrafos: quizás escribo mal. Es muy posible, de hecho, que mis niveles de redacción no sean 100% óptimos (quién podría llegar a ser tan huachafo de echarse flores a sí mismo). Sin embargo eso significaría que me leyeron y, como no les gustó lo que leyeron, no pasaron a la acción, el click en "Me gusta". Si eso fue así, entonces quiere decir que El Álbum del Día es un éxito porque a mí me interesa que me lean. Y cada vez que alguien me lee, termina renegando por lo mal que escribo y decide no volver a leerme nunca más. Y qizás la lectura fue tan irritante que lo comentó con otras personas y estas también leyeron, solo para confirmar. Pero como el tema no es tan de su interés, lo dejan ahí. Pero me leyeron. Se entiende el punto ¿no?

La otra es que a nadie, ni siquiera a quienes consumen música por internet y Facebook, le interesan mis comentarios. Eso también es probable, después de todo no soy un líder de opinión ni aparezco en la tele ni soy columnista en Somos. Y de ser así, puedo sentirme también satisfecho porque la intención de El Álbum del Día nunca ha sido figurar en ningún ranking tetudo de las páginas más vistas o leídas. Para eso existen La Mula y El Útero de Marita. Y tener un cenáculo reducido y fiel es la mayor condecoración que puedo haber recibido en un año de trabajo regalado al éter, de intensas noches escribiendo reseñas para tres o cuatro días con anticipación porque salía de viaje, me iba de vacaciones o simplemente porque mis verdaderas obligaciones (en el trabajo, en la casa) me impedían sentarme con mis parlantes a full dejando que las canciones, las épocas, los artistas y las sensaciones me inspiren para escribir mi artículo y así no defraudar(me) y dejar un día sin su disco.

Toda esta voltereta retórica la elaboro porque en realidad me siento muy orgulloso, como se habrán dado cuenta -¿a quién le hablo si solo tengo 120 seguidores?- de haber llegado al final del 2015 sin haber fallado un solo día, publicando una reseña estructurada, extensa, sencilla y directa, sobre el disco que me dio la gana escuchar en mi oficina, en mi casa los fines de semana, en un avión o en un micro, desde mi reproductor a todo volumen o a duras penas entre los correos corporativos, las llamadas telefónicas y los trabajos de verdad, los que me permiten cobrar un sueldo a fin de mes.

El Álbum del Día es un cajón de sastre en donde hay, mayoritariamente, producciones discográficas de rock y jazz, en sus diferentes subgéneros y vertientes, de épocas pasadas (60s, 70s, 80s, 90s y hasta algunas bandas y artistas de los 2000s). La mayoría de discos comentados los he escuchado cientos de veces desde hace años. Otros los puse por primera vez. También hay espacio para la salsa (de verdad), el latin jazz, la música criolla, el reggae, el rap y el folklore, las baladas en español y la nueva era, las bandas sonoras y las rarezas. Y tiene algunas reglas también. No comento recopilatorios por ejemplo ni reediciones corregidas y aumentadas. Tampoco comentaré, nunca, algún disco de reggaetón, cumbia peruana producida desde los 90s hasta ahora, o álbumes de Shakira, Beyonce, Katy Perry, Lady Gaga y afines... En la época del mp3 y el archivo en iTunes me aferro al hecho de atravesar la experiencia de escuchar un disco de principio a fin y que este te suscite alguna emoción, te deje algún aprendizaje, te estimule a averiguar más cosas sobre lo que acabas de oír.

Miles de gracias a quienes han compartido, comentado, leído en silencio. Y también a quienes hayan decidido escuchar o reescuchar algún disco estimulado por haber visto su carátula publicada en El Álbum del Día. El 2016 ya comenzó y yo sigo para adelante. ¿Serán 240 seguidores el 31 de diciembre del 2016? ¿o comenzarán a irse? No lo sé. Y sí, adivinaron otra vez, no me importa...