Blog dedicado a temas de actualidad, opiniones, comentarios, asuntos de interés, etc... surgido a partir de la necesidad de decir cosas y no contar con el espacio para hacerlo...
Hoy que se han iniciado prematuramente los debates electorales debido a la tan mentada candidatura de Jaime Bayly, que ha despertado inflamadas críticas y respaldos a todo nivel - desde los políticos "tradicionales" que han saltado hasta el techo porque saben que el escritor definitivamente les moverá el piso y amenazará su permanencia en el poder hasta periodistas normalmente agudos e influyentes como Pedro Salinas o Beto Ortiz que, cada quien a su estilo, se emocionan cada semana más con la perspectiva de tener un presidente escritor, me vino a la memoria el primer outsider político: Frank Zappa.
Lo que sigue es un fragmento de The Lost Interview, interesante legado viodeográfico de una larga entrevista que el genial compositor y guitarrista ofreciera en 1991 (dos años antes de morir) en un contexto en el que había anunciado su posible candidatura a la presidencia de los EE.UU. En esta parte del diálogo, el segundo moustache más famoso de los EE.UU. (el primero, por si no lo saben, es el de Mark Twain) dice algunas cosas muy interesantes acerca de cómo acercarse a la política desde fuera del sistema. No sé si nuestro Bayly ha escuchado alguna vez su música o sus declaraciones pero si se decide a tomar en serio este ditirambo que más me parece una de sus tantas bromas pesadas (opinión personal) creo que le serviría prestar un poco de atención a su manera de ver las cosas...
Desde luego que FZ era diez veces más agudo y contracultural que el señorito de terno experto en entrevistar a personajes intrascendentes, que decidió ocultar su cultura en el disfraz de bufón farandulero en el que se ha convertido (por comprensibles intereses económicos, desde luego) pero creo que vale la pena reivindicarlo como el primer outsider proveniente del mundo del rock y la literatura antisistema. Antes que Michael Moore, fan declarado del genio loco de Baltimore...
Transcripcíón mía (desde 0:37 hasta 4:18)
"If I was president? I think I’ll do a fine job because first of all I don’t owe anything to anybody and I don’t believe in a platform of any of the parties so I would start from scratch and make it up everything alone… and there’s no way that anybody in any public office is gonna get a hundred percent of the public liking his or her policies and so you just take that as a giving and you can do things…
OK but you got to get a majority support… would you change your image?
No.
OK… anyway… everybody knows what the problems are… not enough money…
Well… if I were going to run here’s exactly what I will do… first of all I would file as a candidate without party and all I will do is raise enough money to get on the ballot in every state and I wouldn’t campaign… and I happen to think that the news media will call me up to ask me “what do you think about this” and I will tell’em… meanwhile the other guys spend their money in argue about it but just being completely outside of the circuit I think you could get enough information into the marketplace of ideas to let them know what you thought about various things and the day that they got to go to the poll when you’re just sick to death of next seasons or whatever is going to be… there would be an alternative there’ll just be something that you can check on the box that you’re enable to vote against the rest of what politics is… whether is me or somebody else I think that is the key to breaking the way politics is conducted in United States cause it’s going to be a long time before any of this practitioners really change the election procedure… they’re not gonna make it fairer, they’re not gonna make the expenditures lower, they just gonna trying to keep it going the way it is and the only hope that this democracy… and I use the word advisedly in the case of United States because it’s almost evaporated… the only way that you can have a choice is for somebody to come up from nowhere and do it just the way I described completely outside of the system as simple as possible and that will enable the voters that are fed up who were always saying wonder reasons why they don’t go to the polls is cause there is no choices if they know this time they will have a choice no matter whether the candidate is… just to have a third box you could check…
You touched on something interesting: candidates spend hundreds of millions of dollars on commercials… so you’re saying if that they spending the money you can manipulate the media by being so fresh and different that they follow you…
Somebody could… whether that they come and call me and my music is an example I happen to think that they would call me up because they call me now whenever they’re looking for the out wall opinion… but you can imagine the entertainment value of a guy to refuses to campaign sitting at home just saying “look you wanna find out what I think? Come and see me" I’m not gonna spend any money to you know, finance anybody’s network and then go into a hock in case I lose or wind up like John Glenn or some of these other guys who has to make a deal with Keating and all of the retire presidents until dead you know I don’t wanna get into a situation like that but… that is one possible strategy and if you have the right outside character I think it can work…"
PD: que tome Jaime Bayly, que le diga no a José Barba Caballero y a todos los demás y recupere su imagen de contracultural, que no haga campaña como cualquiera de esos... es un humilde consejo de alguien que no piensa votar por él en ningún caso porque lamentablemente no es Frank Zapp. Él está muerto y es muy difícil que salga alguien que se acerque a esa claridad antisistema ni aquí ni en los EE.UU., menos en esta época...
El pasado martes 19 de enero pasará a la historia de los conciertos en nuestra capital como una fecha especial. Esa noche la ciudad entera se estremeció desde sus más profundos cimientos por una descarga de decibeles nunca antes escuchada. Metallica marcó a fuego las pupilas y oídos de los más 55 mil fanáticos que llenaron el Estadio de San Marcos ávidos de esa catarsis que solo podía brindarnos la banda de thrash metal más importante del mundo. No es un secreto para nadie que Lima ya se encuentra inamovible en la hoja de ruta de aquellos espectáculos con sabor a primer mundo que antes parecían absolutamente inaccesibles para la ciudad. Y no importa quién más vaya a venir en los próximos meses, difícilmente podrá igualar la energía colectiva generada por esta leyenda viva de uno de los géneros del rock más ninguneados que haya surgido jamás. Quizás aun sea la onda expansiva de lo que acaba de ocurrir pero tengo la sensación de que esa noche seguirá siendo recordada aun cuando se produzcan más conciertos de primer nivel en nuestra capital. Porque fue realmente un concierto inolvidable.
LA LARGA ESPERA
Desde que anunciaron la llegada de Metallica a Lima (aproximadamente en octubre del año pasado) miles de personas comenzaron a sentir una ansiedad poco antes vista con tanta anticipación. Quizás los anuncios previos a las visitas de Iron Maiden y Kiss sean las que más se acerquen a este efecto provocado en el público y más allá de cualquier opinión con respecto a cuál de las tres bandas tiene más seguidores o cuál trayectoria es de mayor importancia, resulta obvio que las preferencias de la gente señalan hacia esta música fuerte, controversial, agresiva.
No nos adentremos en aburridas disquisiciones psico-sociológicas sobre el particular, pero es claramente un mensaje que desde el inconsciente colectivo se genera a partir de esta masiva concurrencia a shows de artistas que se caracterizan por una dura presencia en el escenario, un sonido extremadamente agresivo y de pocas concesiones: hay una rabia contenida a nivel social que se expresa, de manera inofensiva, en la conexión incondicional con el metal.
Caminando hacia la puerta de ingreso, en medio de toda esa maraña de gente que ha sido capaz de dejarlo todo para estar presente en el estadio de San Marcos y siendo parte de esa especie de ritual que se produce en los conciertos "a la peruana": tráfico de entradas a última hora, venta de colas, personajes de aspecto amenazante que de no ser porque tienen puesto un polo con algún estampado alusivo al grupo podrían ser desde asaltantes hasta simples transeúntes que viven por la zona, etc. iba contando los minutos dispuesto a no dejarme influir por ninguna de estas distorsiones y de disfrutar al máximo las próximas dos horas y media por venir. Una vez dentro solo era cuestión de respirar hondo y prepararse para que ningún detalle pasara inadvertido. La larga espera había terminado.
EL ÉXTASIS DEL ORO
A pesar de que algunas zonas mostraban ciertos claros (en especial la tribuna occidente y la parte trasera de la cancha, zonas A2 y E) el marco del estadio era impresionante. Eran un poco más de las 9 de la noche cuando las luces bajaron y desde las pantallas surgió la imagen de Eli Wallach en la mítica escena final de The good the bad and the ugly (1966), en la que atraviesa corriendo desesperado un cementerio rústico y abandonado, bajo los acordes de la épica composición de Ennio Morricone, The ecstasy of gold. No estoy seguro cuántas personas presentes en el concierto hayan visto aquella legendaria joya del cine italiano dirigida por Sergio Leone pero el uso que le ha dado Metallica como introducción a sus shows desde el impresionante álbum con la orquesta sinfónica de San Francisco ha convertido a esta portentosa melodía en uno más de sus éxitos.
En estas épocas de información al instante a través de Internet es poco difícil pensar que nadie esperaba Creeping death como tema inicial pero aun así, la demoledora fuerza de este clásico bíblico de 1984 hizo explotar de emoción al público peruano. El desenfreno fue inmediato y la banda contribuía a atizar el fogón de ese estadio repleto de fans que han escuchado esta música desde hace dos décadas, sin imaginar que tendrían la oportunidad de escucharlas en vivo, frente a ellos. James Hetfield (guitarra y voz), Kirk Hammett (guitarra), Robert Trujillo (bajo) y Lars Ulrich (batería) poseen un magnetismo mortal, incomparable en los predios del metal y los niveles de energía que llegan a adquirir en cada una de sus interpretaciones es realmente impresionante.
Ya no había manera de escapar a la euforia desatada. Temas como For whom the bell tolls (con una alucinante intro de Trujillo en el bajo), Harvester of sorrow y Fuel no dieron tregua a los asistentes que gritaban y saltaban sin cesar. James, líder indiscutible del grupo, permanecía en constante comunicación con el público y la fuerza con la que dispara riffs desde su guitarra solo se compara con la capacidad que tiene para impulsar la respuesta de la multitud. "Do you feel it?... do you feel like I do???" exclamó en la parte final de Fade to black y la masa, convertida en un ente único, con vida propia, se entregó a la velocidad de Kirk en esa coda dedicada al gran Cliff Burton.
La segunda parte del show la dedicaron a algunos temas de su última producción discográfica, Death magnetic. Complejos, de cambios inesperados y ultra ruidosos, estos temas nuevos suenan arrasadores en concierto y fueron bien recibidos por los fans. Después de eso, James tomó el micrófono y preguntó: "¿Están listos?!!! Do you want heavy??? Metallica gives you heavy!!!" y la banda aplastó nuestros oídos con Sad but true, uno de los temas más representativos del álbum negro. Este segmento terminó dos de los temas más esperados de la noche, uno tras otro: One y Master of puppets.
La alegoría bélica y la desesperación de sentirse muerto en vida de este clásico de 1988 fue interpretada de manera explosiva y acompañada por impresionantes fuegos artificiales y enormes lenguas de fuego. En cuanto a Master of puppets, provocó el frenesí en todas las zonas del estadio y ofreció una de las mejores interpretaciones de aquel sublime intermedio melódico en el que James y Kirk (junto a la complicidad rítmica de Robert y Lars) se lucen haciendo una de sus más conocidas armonías a dúo de guitarras.
Broken beat and scarred (otro de los temas del último disco), dedicada a los fieles seguidores de esta aplanadora musical, dio paso a más momentos cumbres: Battery, Nothing else matters y Enter sandman, conectadas otra vez de manera perfecta. Al final del angustiante solo que hace James en la última parte de Nothing else matters el cantante alarga la nota reverberante y le muestra al público, en un plano ultra detalle para la inmensa pantalla LED ubicada detrás de los músicos, la uña oficial con la que estaba tocando y desde allí empezó a tocar los acordes de Enter sandman, otro de los puntos más álgidos de la emocionante noche que parecía no acabar nunca.
Tras la primera despedida, el cuarteto retornó ante las miradas atónitas y las gargantas inflamadas del público haciendo la intro de The frayed ends of sanity, uno de los temas más oscuros del álbum ... And justice for all. Luego de este pequeño "relajo" nos regalaron Am I evil? uno de sus primeros covers (el tema original es de la banda británica Diamond Head), Blackened y cerraron definitivamente con Seek and destroy, la única canción que tocaron del primer álbum, Kill'em all. Para este tema, James dejó la guitarra y bajó para acercarse a las primeras filas y hacerlos entonar el grito de guerra que da título a esta canción... produciendo una vez más la histeria del mar humano que no paraba de cantar.
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
Al final de las casi dos horas y media que duró el concierto, parecía como si una ráfaga de ametralladora hubiera hecho retumbar los tímpanos de toda la ciudad. Algunos satisfechos y otros esperando más disparos guitarreros, las personas se iban retirando del recinto mientras Lars Ulrich decía, con ese tono de voz característico que hemos oídos miles de veces en videos: "I don't know you guys but I don't Metallica have to wait others 29 fucking years to come and see you..". La promesa está hecha, vuelvan cuando quieran.
Metallica vino al Perú y cumplió las expectativas de sus miles de seguidores que abarrotaron las instalaciones dentro y fuera del estadio de San Marcos. Es una banda cuajada por los años, golpeada por la adversidad en más de una ocasión y resulta admirable cómo a pesar de algunas desavenencias internas han sabido mantener su vigencia y su potencia a través de los años. La experiencia de casi tres décadas en el camino los ha convertido en mejores músicos de lo que ya eran en aquellos primeros años y han aprendido muy bien su papel de estrellas del heavy metal y del rock en general. Su dominio del escenario y su actitud hacia la audiencia, dos de las cosas que quizás puedan irritar a los más intransigentes y puristas, complementan la vitalidad y las altas dosis de adrenalina que destilan cada una de sus canciones. Ver a Metallica tocar en Lima fue un sueño hecho realidad. Ojalá se repita pronto.
Para terminar, unas líneas acerca de las dos únicas cosas que no me gustaron del concierto: a) el estadio de San Marcos: es enorme, tiene buena acústica... pero deberían arreglar sus instalaciones porque realmente le quitan prestancia a un espectáculo de esta naturaleza. Si lo van a establecer como opción para otros conciertos grandes e importantes, por favor arreglen esas veredas, recojan esos montículos de basura, hagan algo al respecto y b) el telonero: hay bandas que no deben tener telonero porque simplemente no lo necesitan. No importa que los convoquen miles de firmas en el Facebook por favor. Como ocurrió en Iron Maiden con M.A.S.A.C.R.E. y en Kiss con Daniel F., la presencia de Necropsia fue sencillamente lamentable. No tengo nada en contra de ellos pero francamente hay cosas que, por vergüenza, uno no debería mostrar.
En 1988 yo estaba en tercero de secundaria. De manera bastante inocente e inofensiva vivía una suerte de doble vida: mientras que en el salón era uno de los primeros de la clase pero no del todo recluido en el estudio como para ser denominado un "chancón" (jerga peruana para referirse a aquel alumno que se quema las pestañas aprendiendo de memoria todos los cuadernos, saca las más altas notas pero no habla con nadie, no juega pelota, no hace bromas, etc...), cuando estaba a solas en mi cuarto, escuchaba la música más fuerte que podía, en machacados cassettes piratas que compraba en la puerta de la Universidad Villarreal en la avenida La Colmena, a la que iba siempre después de clases, a mitad de semana.
En esa época - yo tenía 14 años - la televisión local captaba dos extraños canales que para mí fueron, como diría Aldous Huxley, las llaves que me abrieron las puertas de la percepción. Eran los canales 27 y 33 en señal UHF, que a falta de buena señal y de una programación decente se dedicaba a pasar videos musicales y conciertos imposibles de ver en los canales normales de señal abierta, a partir de las 10 de la noche. Ni siquiera los buenos de Gerardo Manuel o Javier Lishner tenían autorización para pasar esos videos porque era más rentable programar a Dire Straits o a The Police.
El horario era perfecto pues ya todos en casa dormían y yo me pasaba horas frente a la pantalla chica forzando la vista por la pésima transmisión y apuntando todo lo que veía, títulos, nombres, fechas, duración de canciones, todo. La obsesión me hacía llegar hasta las tres de la mañana sin pestañear y no importaba si la noche del martes repetían los conciertos de la noche del lunes. Yo, extasiado, los volvía a ver completos.
Así, vi innumerables veces excelentes documentales que iban desde Bob Dylan en Nashville hasta The songs remains the same de Led Zeppelin. Las primeras animaciones de MTV (por ejemplo Bambi meets Godzilla, entre otras), la historia completa de los Doobie Brothers con entrevistas a todos sus miembros, 200 Motels de Frank Zappa, la gira Among the living del Anthrax de los ochentas con Scott Ian al frente haciendo lo que mejor sabía hacer y no convertido en el personaje payasiento de MTV o VH1 que es hoy. En fin, la lista es muy larga...
Una noche quedé impactado con una banda de thrash metal que aparecía tocando una canción fortísima y difícil de entender por la rapidez y los cambios que tenía. El sonido era de pésima calidad y la imagen tuvo un poder indescriptible en mi mentalidad adolescente de entonces. Cuatro cabelleras larguísimas que azotaban el aire al ritmo imparable de las guitarras, un bajista enloquecido que parecía salido de otro mundo. La única cámara que grababa el concierto se acercaba y alejaba sin soltar la toma en picado desde la izquierda y mostraba un escenario pequeño, austero, con algunas escaleras y a ambos lados del baterista, unas cruces como de cementerio... esto era algo especial... esto era Metallica.
Desde esa primera vez, cada noche me sentaba frente al televisor a esperar que repitieran el video y para mi suerte, eso sucedía casi a diario. Vi el video completo infinidad de veces hasta aprenderme de memoria las secuencias, las escenas, las canciones. Poco después llegó a mis manos un fanzine limeño (que los metaleros escolares de entonces deben recordar bastante bien) llamado Cuero Negro, impreso en estensil, con fallas ortográficas y fotocopiado en hojas gruesas de papel bulky. Allí, un comentarista anónimo hacía una reseña muy descriptiva acerca del Master of Puppets, el tercer álbum de Metallica y decía que había salido en 1986 (dos años antes) y que la banda se encontraba de duelo y en receso por el trágico accidente que le había quitado la vida a ese espectral y extraordinario bajista llamado Cliff Burton en cuyo homenaje habían lanzado el home-video que yo veía todas las noches en el Canal 27 UHF.
En ese momento, Metallica se convirtió en una de mis bandas favoritas. Tenían la actitud, el sonido, la fuerza y la agresividad que tanto me atraían de otras bandas como Iron Maiden, Black Sabbath, Venom y otras que también pasaban en esas noches musicales y el extremado virtuosismo que siempre me llamó la atención en cuanto grupo de rock clásico y de jazz que ingresaba a mi base de datos.
Todo lo anotaba en cuadernos, recortaba periódicos y buscaba información sobre ellos. En una época sin Internet, sin cable y con la televisión local plagada de los antecedentes de la basura que hoy domina las programaciones, eso era una tarea titánica. Entraba a las tiendas de discos (Discocentro en Larco y Phantom en Diagonal) y miraba las carátulas de los discos, sacaba mi cuaderno y pedía permiso (a veces no) a los vendedores para apuntar nombres de canciones, productores, duración de los temas, años, etc., etc. De todo lo que me gustaba y en especial de Metallica. Después me iba La Colmena, me compraba los cassettes y los ponía en casa mientras hacía mis tareas. A bajo volúmen para que nadie supiera que me había convertido en un headbanger de cuero negro y pelo largo, oculto detrás de un uniforme de escolar con mochila a la espalda.
Faltan dos días para el show en Lima y no hago otra cosa que escuchar sus canciones y me imagino a James Hetfield y a Kirk Hammett callando con la potencia de sus Flying-Vs a los Hermanos Yaipén y a Lars Ulrich reventando los tambores hasta dejar sordos a todos los integrantes de Aventura y del Grupo 5 y a un fantasmal Cliff Burton, ayudado por los aun vivos Jason Newsted y Robert Trujillo (actual bajista del grupo) empujando al abismo a todos los que aparecen en los comerciales de cerveza y los que bailan reggaetón en las discotecas del sur. Fantasías de adolescente eterno (ya no tierno). Fantasías que empezaron a gestarse con este video...
Creeping Death (clásico del segundo álbum, Ride the lightning, 1984), tocado durante su gira como teloneros de Ozzy Osbourne en 1986) sacado del DVD Cliff'em All... un video casero con una sola cámara y un pésimo sonido... oro en polvo...
24 años después, ante más de 50 mil personas y filmado con extremada calidad, la banda continúa con la misma fuerza...
¿Qué significa ser fan de Metallica? Hace un par de días durante una conversación entre compañeros de trabajo, alguien se atrevió a cuestionar mi categoría de "fan de Metallica" porque no recordaba con exactitud la fecha en que falleció Cliff Burton, uno de los bajistas más prometedores de aquella dorada generación ochentera de headbangers de la cual han sobrevivido algunas cuantas luminarias como Les Claypool (Primus... entre otras cosas) y Joey DeMaio (Manowar) y que vio frustrada su carrera en un terrible accidente de carretera. Es una fecha fría y de fácil ubicación gracias al google: 27 de septiembre de 1986. En estos tiempos de hiper-información al instante y accesible a golpe de mouse, la idea de hacerse fan de algo sobre la base de conocer de memoria esta clase de datos es tan inocente como incompleta.
Es verdad. Ser fanático de algo implica saber todo, o casi todo, de la materia que uno idolatra. Y en ese sentido el fanatismo puede llegar a tener dimensiones enfermizas y totalmente absurdas, como la de coleccionar pedazos de ropa o pagar millones de dólares por una guitarra semi-destruida. Porque otra de las características del fanatismo es el afán por coleccionar todo acerca de lo que uno demuestra o pretende demostrar, devoción: libros, discos, DVDs, accesorios, merchandising y un largo etcétera de cosas abundan en el mercado preparadas estratégicamente para satisfacer la necesidad del fanático y para llenar las arcas de quienes ven en su adicción (más allá de que sea genuina o no) un enorme, lucrativo y permanente negocio.
En ese sentido, quizás tengan razón quienes afirman que no soy "fan de Metallica". Y cuando estoy de buenas conmigo mismo considero que puedo ubicarme en un nivel superior de fanatismo. Puede que no sea "fan de Metallica" (tampoco recuerdo en qué fecha nació James Hetfield a pesar de que me sé al detalle sus riffs, sus solos, sus gestos en el escenario y su papel preponderante en la formación de la banda) porque en realidad soy fan de la música, así a secas.
Y como comprenderán, la música no tiene fecha de vencimiento, nacimiento ni muerte. Es eterna. Siguiendo ese razonamiento sería imposible para mí hacerme de todas aquellas cosas que alimentan mi fanatismo por la música porque tendríamos que hablar de conseguir desde las partituras originales de Johann Sebastian Bach o de Wolfgang Amadeus Mozart hasta las congas que utilizó Ray Barreto en el concierto de la Fania All Stars en Zaire o la guitarra con la que componía sus foxtrots don Felipe Pinglo Alva, pasando por miríadas de objetos, con valor o sin él, relacionados al sublime arte de la creación de atmósferas y sentimientos a través de notas, acordes, progresiones, melodías, armonías, géneros, etc., etc., etc...
Y desde ese punto de vista tan amplio y difícil de abarcar, Metallica es de una importancia capital en mi vida como oyente y adicto a la música. Como alguna vez le he comentado a un amigo mío, escuchar a Metallica siendo adolescente definió mis futuros gustos musicales y los marcó a fuego. Sé que hay muchas personas por allí que le deben haber dedicado años a conocer al detalle cada aspecto particular del grupo, sus integrantes y su carrera y que hasta podrían ser capaces de superar mis conocimientos sobre el mismo (que no son pocos) pero difícilmente los veré como fanáticos porque en estas épocas, como dije al principio, eso no se define por cuánta información posees ya que es lo más fácil de conseguir a través de Internet y la piratería indiscriminada de CDs y DVDs.
Por ejemplo, mi madre se ha vuelto fanática de Michael Jackson desde que murió el 25 de junio del 2009 y hoy puede hasta decirme cuando nació, cuántos hermanos tiene y a qué edad una joven actriz de Hollywood quiso estrenarlo sexualmente en su departamento californiano. Sin embargo en 1983 yo tenía 11 años, remedaba los movimientos del Wacko en el video de Beat it y mi mamá, desde la cocina o desde su habitación, ni cuenta se daba, ni de lo que yo hacía ni de lo que sonaba en la televisión. No soy fanático como mi mamá, pero sé más de Michael Jackson que ella, de eso no tengo la menor duda.
Mucho se ha dicho (aunque no lo suficiente creo yo) en los medios acerca de la visita de Metallica a Lima y sorprendentemente para mí, lo han hecho bien. Dejando de lado el vergonzoso papelón que hizo el "reportero" Martín Arredondo del programa Punto Final, a la sazón experto en notas acerca del impacto de la cumbia en las comunidades peruanas de Patterson y agudo entrevistador de vedettes de medio pelo, que desperdició estruendosamente los 20 minutos que le concedieron para entrevistar, de manera exclusiva y a solas, a Kirk Hammett, he notado que esta vez y a diferencia de lo que ocurrió en las visitas de Megadeth, Iron Maiden o Kiss, la infografía de Perú 21 y la breve nota de La República han sabido aprovechar las herramientas informativas de la modernidad y han ofrecido a sus lectores datos exactos de la banda y de lo que será su presentación, este martes 19 de enero, en el estadio de la Universidad Mayor de San Marcos.
Aún así no consiguen alcanzar ese nivel de involucramiento emocional necesario para hacer entender a la masa lectora que este concierto es realmente algo importante. Más allá de todos los miles de dólares que el Sr. Coqui Fernández se está llevando al bolsillo, lucrando con los sueños de toda esa multitud que va a llenar las graderías y el campo de San Marcos esa noche, más allá de que Lima ratifique su status como punto de parada obligatorio para todas aquellas grandes personalidades del rock que antes se negaban a caer por aquí, está el creciente sentimiento de emoción que produce la cercanía de este espectacular evento a medida que pasan los días.
Porque para conseguir eso es necesario haber escuchado a la banda desde siempre y haberla internalizado como parte de tu forma de ver la vida, como parte de tu personalidad. Y eso, en este país de Al fondo al sitio, de Beranos con B Grande y de depresión educativa y cultural, es tan difícil como pedir que condenen a muerte a los violadores y asesinos de niños.
PD: Los dejo con unas cuantas imágenes de Cliff Burton extraidas del DVD Cliff'em all (originalmente lanzado como un VHS en 1987)... aquí se le puede apreciar tocando el tema Anesthesia (pulling teeth) durante la gira del álbum Master of puppets, en la que terminó muriendo mientras salían de Suecia (nótese cómo intercala temas de Pink Floyd y Led Zeppelin a partir de los 2:08)... este tema, que aparece en el álbum Kill'em all, lo tocaba como intro de For whom the bell tolls o The four horsemen como se ve al final del video... ¿alguien se imagina cómo habría sonado el grupo hoy con Cliff de bajista?
No se me ocurre mejor forma de expresar mi solidaridad con el pueblo haitiano que rebotando esta excelente columna de César Hildebrandt, quien da en el clavo una vez más advirtiéndonos lo necesario para no despegar ojos y oídos de la realidad... las dolorosas imágenes de la ciudad de Puerto Príncipe en ruinas no deben servir únicamente para ampliar ratings y armar melosos reportajes plagados de frases hechas y fríos análisis allí donde por lo general se dedican a ningunear la pobreza y pasarla por alto en medio de la farra consumista, la discriminación y la indiferencia del avance oficialista... la realidad angustiante de Haití no empieza ahora con los destrozos del espeluznante terremoto (ojalá no tengan un "genio" entre ellos que, a la manera de nuestro esperpéntico ministro Rafael Rey, lance al mercado una botella de ron marca 7 grados) y desde aquí elevamos nuestras sinceras plegarias para su pueblo... al final de la columna dos homenajes musicales: el tema Haití de Caetano Veloso (extraído del DVD Fina Estampa) y la portentosa Toussaint L'Overture, que Santana grabara en homenaje al héroe haitiano allá por 1971...
"Haití y la hipocresía
César Hildebrandt, La Primera, jueves 14 de enero de 2,010
Todo el mundo habla ahora de Haití.
Claro, su terremoto llama la atención. Sus casas destruidas son fotogénicas, su palacio presidencial en escombros es espectacular, sus negros quejumbrosos tienen buena voz.
Y, además, están los aviones y las tropas de Obama, aviones y tropas que Haití conoce muy bien en otras circunstancias nada telúricas.
Y los socorristas de todos los países, que llegan de todas partes con su humanitarismo en ristre y sus perros especialistas en distinguir a vivos de muertos. Con eso y los ayes de los sobrevivientes se harán los noticieros de los próximos días.
Porque Haití puede haber sido semidestruido, pero con sus ruinas se harán periódicos y televisiones. Siempre hay un lado bueno en las desgracias.
Porque Haití ahora sí que es noticia.
Gracias a lo que el periodismo de entrecasa llama “las fuerzas de la naturaleza”, Haití es hoy noticia.
Ha necesitado un terremotazo de grado 7 y con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe para volver a ser noticia.
Digamos que Haití ha pagado el peaje tarifario para ser noticia: miles de muertos, miles de viviendas y edificios en el suelo, gente aturdida por doquier, réplicas que no parecen acabar, una polvareda humeante que amenaza su cielo siempre azul.
Pero este país espectral que ahora se luce en las pantallas de cristal líquido es el mismo de siempre: 400 dólares de ingreso anual per cápita, más de nueve millones de habitantes sobre una superficie de apenas 27,000 kilómetros cuadrados, 50 por ciento de analfabetismo, una derecha presocrática empeñada en brutalizar a quien se atreva a intentar cambiar las cosas.
Hundido en la pobreza extrema y crónica, demostración plena de que hay países inviables, Haití es, más allá de males propios, el producto degenerado de años de intervencionismo militar estadounidense.
Estados Unidos lo tuvo bajo la bota de su imperio desde 1915 hasta 1934. No parecía ese un destino muy justo para un país que Francia había inventado como fábrica de esclavos desde el año 1697, tras arrebatarle a España parte del territorio colonial de la isla La Española, y que en una gesta sin precedentes, había sido liberado gracias a una guerra liderada por dos esclavos que terminaron derrotando a los franceses el 1 de enero de 1804, el año de su precoz independencia.
Esos dos Espartacos exitosos, esos dos gigantes de la epopeya anticolonial en el Caribe se llamaron Toussaint-Louverture –que moriría en Francia vejado y torturado- y su discípulo Jean Jacques Dessalines, que aplastó a las tropas imperiales francesas en la decisiva batalla de Vertierres.
Quizá los problemas de Haití empezaron cuando Dessalines, el primer guerrillero heroico de América Latina, se proclamó, para sorpresa de muchos, emperador. La trayectoria circular pudo empezar en ese momento.
Papá Doc, esa bestia sanguinaria y rapaz que se proclamó “Presidente Vitalicio” a partir de su elección en 1957, fue un ahijado de Washington. Y lo fue también su hijito y sucesor Jean Claude, el llamado Baby Doc.
Cuando eso ya no pudo sostenerse, entonces vinieron las elecciones supervisadas internacionalmente.
Y cuando las elecciones encumbraron a Jean Bertrand Aristide, un curita respondón y de izquierdas, entonces Washington frunció el ceño.
Pero Aristide no hizo mucho por justificar su fama de cura salesiano expulsado de la Orden por subversivo. De modo que Washington lo toleró.
Lo toleró tanto que hasta ayudó a reponerlo en la silla presidencial tras haber sido depuesto por el golpe del general Raoul Cédras.
Fue en el segundo mandato constitucional de Aristide cuando las cosas se pusieron feas.
Aristide restableció relaciones con Cuba, se acercó a la Venezuela de Chávez y propuso algunas tímidas reformas.
Estados Unidos respondió como siempre, aunque esta vez el golpe de Estado fue encubierto y tuvo una pincelada de sofisticación: en febrero del 2004 Aristide se vio obligado “a renunciar a su cargo” y fue embarcado en un avión bajo la vigilancia de una misión multinacional. Se exilió en la República Centroafricana y, más tarde, en Sudáfrica.
Ayer Aristide, lamentando la tragedia de su país por lo del terremoto, reiteró lo que todos sabíamos: que Estados Unidos estuvo detrás de su derrocamiento y que aquella “renuncia” fue una farsa.
Pero ese es el Haití que no es noticia.
Porque ni la violencia imperial ni el hambre ni la miseria como norma ni la corrupción como endemia ni el dolor silencioso de los miserables son noticia.
¿Haití ha sido destruido por un terremoto?
No lo creo.
Haití vive en estado de cataclismo institucional y nadie dice nada."