sábado, 28 de septiembre de 2013

MALMSTEEN Y SLASH SE ACERCAN A LIMA: DOS ESTILOS, UNA SOLA PASIÓN: LA GUITARRA


Durante la década de los 80s, surgió una marejada de géneros musicales asociados al rock, y ampliaron una paleta sonora que en años anteriores no ofrecía muchas variables a los consumidores habituales de estas expresiones de rebeldía juvenil. Las polarizaciones pop versus rock, progresivo versus punk o disco versus hard rock, que por lo general planteaban dicotomías de estilos supuestamente opuestos (aunque en el fondo formaban parte de la propia evolución de esa subcultura rockera) fueron reemplazadas por nuevos rótulos que aumentaban con la aparición de cada nuevo artista.

Este aluvión de géneros -algunos sólidos y otros no tanto- fue relegando a la guitarra a roles secundarios (de simple acompañamiento), diferentes (creación de barreras de distorsión) o simplemente nulos (para dar paso a la electrónica). Y los guitar hero, esas legendarias figuras dominantes en la escena rockera mundial, se fueron convirtiendo en símbolo de lo caduco, una falsa percepción de lo que supuestamente era llamado "progreso" en la música. Las actitudes sectarias de ciertos públicos y críticos especializados demarcaron este camino de forma errónea, y fueron creando la sensación de que escuchar rock basado en guitarras era algo desfasado. Los míticos solos de guitarra son ahora considerados "retrógrados" y quienes no entienden eso están en nada en apreciación musical. Nada más falso, desde luego. Esta absurda creencia sigue viva en la actualidad, y son pocas realmente las personas que entienden el desarrollo del rock, como término genérico, como una historia integral, en la cual cada estilo, tendencia, cambio o deformación actúa como capítulos del todo y no como rupturas absolutistas de la matriz original. 

A pesar de este contexto, en esa década ochentera, el hard rock y las raíces blueseras de este vicio llamado rock and roll continuaron cultivándose, desarrollando nuevos estilos y vehículos de expresión. Desde los más genuinos guitarristas de blues que seguían creando conmovedores fraseos y finos pasajes hasta los agresivos y, a veces, excesivos guitarristas del heavy metal y todos sus subgéneros; nacieron en esos años de efervescencia creativa muchos músicos que, a contramano de lo que decían los rankings, defendieron con uñas y dientes el poder de la guitarra, esa arma de seis cuerdas que, bien tocada, basta y sobra para generar a su alrededor una ola de electricidad capaz de atravesar una pared. Jack White -el último guitar hero del que se tiene noticia- es el mejor ejemplo de ello.

Dos de los nombres más importantes de esta forma de vivir y entender el rock están acercándose a Lima, para ofrecer conciertos en noviembre. Dos guitarristas que harían renegar a cualquier defensor y amante del "do-it-yourself", los tres acordes, el amateurismo del rock independiente y lo anti-académico que, además, encarnan cada uno por su lado, dos vertientes que, en el seno mismo del rock guitarrero, producen discusiones, sentimientos encontrados y fanaticadas aparentemente opuestas. Ambos surgieron en los 80s y ambos se mantienen vigentes, demostrando con sus carreras que toda esa tendencia a ningunear a la guitarra rockera ultra virtuosa no es más que una actitud que encierra, detrás de su supuesta intención de promover la vanguardia, una irreprimible pose.

Hablamos de Yngwie Malmsteen y Slash. Uno sueco y el otro británico, representan como dije en un párrafo anterior, las dos caras de una misma moneda: la capacidad de convertir una guitarra y un amplificador en armas de destrucción masiva. Mientras que el primero lleva al extremo su formación como músico clásico -amante de Paganini, los compositores barrocos y el folklore de su país- el segundo se convirtió, en menos de una década, en el mejor exponente de esa guitarra callejera, urgente, cargada de explosiva influencia blues pero con una calidad en la ejecución impropia en tiempos en que escuchar hard rock se consideraba un asunto de ancianos.



Cada una de las cientos de notas que Malmsteen es capaz de lanzar por compás parecen haber sido escritas previamente sobre el pentagrama. Quienes lo acusan de "pretencioso", "pecho frío" o "demasiado técnico-demasiado virtuoso", padecen una ceguera muy grave, que les impide apreciar la tremenda complejidad de sus desarrollos instrumentales y el evidente talento artístico que esto exige. Y su presencia escénica -que alcanzó picos míticos entre 1986 y 1992, sus años de oro- no tenía nada de encorsetado ni académico. Desde Ritchie Blackmore hasta Brian May, desde Eddie Van Halen hasta Frank Zappa, todos resuenan corregidos y aumentados en los dedos de este velocísimo guitarrista, y sus álbumes instrumentales son actualmente clásicos de todos los tiempos, que se ubican un peldaño por encima de personajes como Joe Satriani o Steve Vai. Yngwie Malmsteen siempre quiso ser parte de un grupo, pero sencillamente no podía hacerlo. Tenía que ser solista y protagonista pues su habilidad no podía contenerse en el formato común de "primera guitarra" en una banda.



Por su parte,  Saul Hudson -o simplemente Slash- se inscribe en la tradición establecida por gigantes del hard rock y blues como Jimmy Page, Eric Clapton, Jeff Beck, Duane Allman, entre otros. Fue el guitarrista que salvó al hard rock de la desaparición a fines de los ochentas e inicios de los noventas, una desaparición liderada por los sintetizadores, las bandas de glam metal y todos los hijos menores del punk (new wave, gothic rock, etcétera). Aun con la aparición del grunge, la Gibson Les Paul naranja de Slash, reminiscencia inmediata de Led Zeppelin, supo imponerse a fuerza de espectaculares riffs y afilados solos, todos contenidos en los álbumes de Guns 'N Roses en los cuales participó (entre 1986 y 1993). En años posteriores, Slash se convirtió en un solicitado guitarrista de sesiones con una variopinta cartera de clientes y lanzó diversos proyectos solistas, además de fundar Velvet Revolver. En todos estos trabajos, la guitarra de Slash brilla con luz propia, y su sonido es identificable en cualquier contexto.

Yngwie Malmsteen (50) y Slash (48) pertenecen a una generación de guitarristas que han tenido que batallar con la estigmatización del rock y la inevitable atomización de los públicos, debido a una oferta de géneros tan diversificada y a menudo impuesta por los medios de comunicación y las tendencias que privilegian la vacuidad de propuestas musicales esporádicas, condenadas al fácil olvido y el consumo masivo. Y aun así, su talento como artistas y su leal apasionamiento por componer música para guitarras han resistido el paso de los años y la sola mención de sus nombres equivale a hablar de las ligas mayores en cuanto a músicos de rock. Eso los convierte en clásicos.


lunes, 23 de septiembre de 2013

CASOS TOLEDO Y GARCÍA: GRITERÍOS Y SILENCIOS DE LA PRENSA PERUANA


un viejo adagio que "cada pueblo tiene a los gobernantes que merece". En nuestro país, esta fórmula podemos aplicarla, con la misma eficacia, a su selección de fútbol, a sus programas de televisión, a su clase dirigente (política y económica) y por supuesto, a su prensa. Nuestro pueblo -aunque yo prefiero siempre utilizar el término "población", que no tiene la carga demagógica hoy inscrita, a sangre y fuego, en el vocablo "pueblo"- merece el enmierdamiento de su cotidiano andar, de su tráfico insufrible dominado por salvajes (montados, indistintamente, en 4x4, Kias Picanto, micros y combis), de sus futbolistas fracasados a nivel selección y exitosísimos en sus equipos internacionales que les pagan millones de dólares y claro está, de su política y su prensa, que es capaz de quedarse muda en todos los idiomas frente al endiosamiento de corruptos y convertirse, al minuto, en ensordecedora vocería acusadora, dirigida a destruir a todo aquel que apunte a ser competencia de esos corruptos que admiran y catalogan de estadistas.

Esto último podemos ejemplificarlo claramente con las recientes cuitas de nuestra politiquería y el doble rasero de la prensa mercenaria. No es que sorprenda, pues basta con mirar las fotos de cócteles sociales y foros internacionales para entender que la agenda noticiosa y el tono editorial se define a través de las influencias (algunas veces acompañadas de sendos contratos y comisiones testaferreadas), pero sí indigna, porque algunos de nosotros creímos haber aprendido, en las aulas universitarias, que la función del periodista era mostrar una opinión siempre imparcial y siempre alineada al interés público, y no regalar sus espacios, cintillos, reportajes, titulares y columnas -muchas de ellas consideradas como insumo básico para la formación de ese concepto, siempre gaseoso, llamado "opinión pública"- al mejor postor.

Me refiero, específicamente, a los casos, maquiavélicamente paralelos, de Alejandro Toledo Manrique y Alan García Pérez, ambos expresidentes de la república. Toledo, cuyo único paso por Palacio de Gobierno estuvo dominado por sus banalidades -el avión presidencial, sus familiares aconchabados al poder- y sus irresponsabilidades sociales -la negativa a reconocer a su hija Zaraí, sus idas y venidas con Eliane Karp- está siendo investigado por las adquisiciones inmobiliarias millonarias que ha realizado, a través de su suegra y su amigo Yosef Maiman, y que no termina de explicar muy bien. Sus constantes contradicciones y a menudo, crasas mentiras, lo han puesto en el ojo de una tormenta mediática inmisericorde. Sin ser simpatizante de Toledo, me parece excesivo el tratamiento que todos los medios, sin excepción, le han dado a este tema. Amplificar los pedidos de "retiro de la política" (creados, eso es cierto, por el mismo Toledo en uno de sus famosos intentos por dramatizar sus declaraciones de inocencia) y llamarlo "cadáver político" por un asunto que aun no está definido al 100%, escapa de toda objetividad.

Sobre todo cuando vemos que esos mismos medios se ponen doble guante de seda cuando se trata de hablar de Alan García Pérez -dos veces presidente y con acusaciones mucho más gruesas que unas cuantas mentiras y deslices de nivel personal-, con la única excepción del periodista César Hildebrandt y su equipo de jóvenes y valientes periodistas quienes, desde su intransigente trinchera semanal, se han convertido en las únicas voces que llaman las cosas por su nombre. García, sobre quien pesan denuncias, juicios y miles de indicios razonables relacionados a los peores delitos del mundo: genocidios, enriquecimientos ilícitos, sobornos, cutras comisionables, cometidas durante sus dos períodos en el cargo; es entrevistado con respeto, devoción y hasta admiración por conductores de noticieros que, cuando se refieren a Toledo, son capaces de llamarlo "poco hombre", "mentiroso", "falso", clavando las miradas a sus camarógrafos. Una sentencia amañada del Tribunal Constitucional acaba de lanzar al triturador de papeles todas las investigaciones, declaraciones y conclusiones de trabajo de la llamada "megacomisión" del Congreso, que está destapando varias ollas de grillos cocinadas durante la última administración alanista, aduciendo una supuesta "vulneración de derechos civiles" al imputado García, tras lo cual festejó a través del twitter y, seguramente, también descorchando una que otra botella.

Es sumamente desagradable ver cómo periodistas como Milagros Leiva (El Comercio, Canal N) o Jaime Chincha (Canal 5) -solo por citar dos nombres- traten a Alan García como si se tratara de un gran señor mientras que a Alejandro Toledo le sueltan las peores imprecaciones, las más sutiles ironías y los adjetivos más terribles. Es indignante que líderes de opinión como Beto Ortiz -galardonado por segundo año consecutivo por esas dudosas encuestas de poder- despotrique contra Toledo, cada vez que puede, y sobonee a García en las mismas proporciones. ¿Por qué si todos, a coro, censuran las mentiras de Toledo, le exigen definiciones, lo insultan y emplazan desde sus programetes o periodiquetes; no actúan de la misma manera frente a la obvia maquinación mafiosa que le permite a García zurrarse, como le da la gana, en todo un trabajo congresal y se libra, de un plumazo, de acusaciones e investigaciones en curso?

Si las mentiras del líder de Perú Posible nos caen tan mal, es ilógico que los discursos del caudillo aprista nos suenen a estadismo puro. Este paralelismo desnuda, aunque no parece ser tan obvio a juzgar por el mutismo general de la calle al respecto, los intereses de la prensa, que se venden sin miramiento ni escrúpulos. Si la de nuestro país fuera una prensa realmente independiente, preocupada por informar con objetividad y brindar a la población los elementos necesarios para ejercer su ciudadanía con responsabilidad, la actitud frente a este blindaje "legal" a Alan García tendría que haber sido de absoluto repudio y no esta especie de complacencia que se desliza en cada informe. Una complacencia que no existe cuando se trata de destapar los correos electrónicos entre Eliane Karp y el abogado Pedro Allemant. Ahora resulta que las mentiras de Toledo son más condenables que los delitos de García. Mientras las primeras generan obsesionados griteríos, los segundos provocan convenidos silencios.


lunes, 16 de septiembre de 2013

LA HORROROSA MÚSICA DEL GIMNASIO


Ir al gimnasio -o al gym, como escribirían los cronistas hipster de las revistas en papel couché tipo Cosas-Somos-DedoMedio y afines- no era, hasta hace un par de años, algo que pudiera consignar en mi hoja de vida. Si bien es cierto fui un jugador compulsivo de fulbito entre los 10 y los 16 años, la verdad es que durante las dos décadas siguientes, mi mayor ejercicio consistió en las largas caminatas que solía hacer, ya sea buscando trabajo o ejerciendo alguno de los subempleos con los que mi querido país premió mis esfuerzos por estudiar, leer algunos buenos libros, ver algunas buenas películas y escuchar mucha, pero mucha buena música. Sin embargo, hace dos años casi, decidí hacer el esfuerzo y asistir, por lo menos dos veces por semana, a ese recinto rodeado de espejos, máquinas que asemejan ser instrumentos de tortura y cientos de personas -entre hombres y mujeres- que realizan exageradas rutinas físicas para mantenerse fitness

Como mi objetivo en la vida no es convertirme en un gorilón de esos, que no pueden ni siquiera juntar los brazos porque sus abultados bíceps no se lo permiten, jamás me verán en un gimnasio con las venas del cuello a punto de explotar mientras intento levantar una colección de discos de acero que me cuadruplican el peso. Suficiente con mantener una rutina de ejercicios que compense los años de sedentarismo en los que me interné voluntariamente y que me haga sentir que, por lo menos cuatro horas a la semana, hago algo positivo por el aspecto corporal de mi vida. Sigo pensando que entrenar la mente y el espíritu es tan o más reconfortante y que, en todo caso, asumir la necesidad y la importancia de hacer ejercicios es una decisión inteligente y responsable, sobre todo al borde de los cuarenta años.

Muchos prejuicios que tenía con relación al gimnasio se han ido diluyendo con el correr de los meses y, en la actualidad, debo decir que no me incomoda. Al contrario, me siento bien física y anímicamente. Utilizo las instalaciones y los aparatos a mi propio ritmo y decisión, y no me alineo al comportamiento de los demás, en cuanto a sus costumbres de usuarios compulsivos. De alguna manera, soy un outsider entre toda esa población de obsesionados con sus músculos, que se miran a los espejos cada vez que levantan una pesa, comparan sus abdominales y comentan sus experiencias con tal o cual suplemento vitamínico, tal o cual cocktail de pastillas, tantas o cuantas repeticiones por máquina. Puedo decir que ya estoy acostumbrado a todo lo que uno puede ver en una estadía dentro del gimnasio. A todo menos a una cosa: a la música espantosa que ponen, a todo volúmen, todo el tiempo.

Siendo el melómano empedernido que soy, es francamente una tortura auditiva cada mañana. Es insufrible. La asociación de ideas que existe entre hacer ejercicio, en cualquier modalidad -llámese caminar o correr en la banda, hacer pasos de escalera (me resisto a decir steps), flexiones, abdominales, bicicleta estacionaria o sala de máquinas y pesas- y escuchar la más aburrida e insoportable sucesión de éxitos de discoteca, desde Novalima hasta Lady Gaga pasando por Don Omar, Bruno Mars, Katy Perry y demás engendros de la música pop moderna, es actualmente la única razón por la cual abandonaría el gimnasio. 

Ya atoré dos buzones de sugerencias pidiéndoles que varíen las canciones, que cambien de DJ, que compren otros discos y nada. No me hacen caso. Y ni siquiera los audífonos sirven porque lo ponen a tal volúmen que prácticamente un simple nerd como yo no lo puede evitar. Es la metáfora perfecta del poder que tienen la moda y la ignorancia, en términos musicales, desde luego. Esto es lo que le gusta a la mayoría así que lo aceptas o te vas si no te gusta. Y como pretendo seguir con mi sencilla rutina de ejercicios, pues lo acepto nada más. Pero no me callo, por eso escribo este post.  

Una de las cosas más irritantes de la inexistente cultura musical de los gimnasios es que programan canciones propias de la actual generación de jóvenes, cuando su público objetivo está mayoritariamente entre los 25 y 35 años, y de allí para arriba. ¿Música de adolescentes en un gimnasio repleto de treintones y cuarentones? ¿para qué? ¿para que se sientan más jóvenes? Ese subtexto del fondo musical en un gimnasio me parece de lo más huachafo y engañoso. Si el objetivo de ejercitarse es mantenerse en buena forma física, más allá de la edad que se tenga ¿por qué no abren el espectro y programan canciones con las cuales los usuarios nos sintamos más identificados? Claro, no digo que pongan pues Hello Dolly de Louis Armstrong, la Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner o alguna selección de discos de Van der Graaf Generator (aunque yo no me opondría en absoluto). Pero hay cientos, si acaso miles, de canciones de los setentas, ochentas y noventas que le irían muy bien a una sala de máquinas, a un espacio repleto de bicicletas estacionarias o a una fila de corredores, que corren en su sitio, en la banda elástica.

Por mi parte, prefiero imaginarme mi propio soundtrack durante las breves y provechosas sesiones de ejercicio que realizo cada fin de semana: ¿quién dice que uno no puede correr escuchando Atom heart mother o Close to the edge? ¿no sería bacán ir a un gimnasio en el que, en lugar de escuchar a Marisol dando de gritos, como si nos encontráramos en una combi, uno pudiera oir, a todo volúmen, Highway star

jueves, 12 de septiembre de 2013

HERBERT RODRÍGUEZ HABLA SOBRE EL MAC


El mal llamado Museo de Arte Contemporáneo de Barranco, más conocido como el MAC, se construyó sobre las cenizas de la otrora Lagunita, espacio público de particular belleza, hoy desaparecido. Donde antes los niños corrían libres o se divertían con los recordados "pedalones" en la pequeña laguna, ahora se levanta un insólito armatoste de fierros y paneles de drywall que ni siquiera cumple con aquello para lo que supuestamente fue construido: en lugar de una intensa vida artística, inclusiva y popular, lo que hay es restaurancito lounge-sushi-style al aire libre, espectáculos de títeres para hijos de las familias top de esta ciudad, fiestas y hasta recepciones post-matrimoniales. Los impulsores de este despropósito no levantaron un museo de arte, sino que se apropiaron del espacio público para construirse un Centro de Convenciones para sus eventos, más afines a la sección Sociales de Cosas que a cualquier escena de arte moderno del mundo. Pero mejor leamos este interesante artículo del pintor y activista cultural Herbert Rodríguez, acerca de este "museo": 

Visite Ud. el museo de la elite del Perú 
por Herbert Rodríguez (Blog Controversiarte)

Visite Ud. el museo de la elite del Perú, pero no se olvide que el MAC LIMA es ejemplo de mala práctica en gestión cultural. El MAC Lima, museo del arte de la elite del Perú, está levantado sobre un atentado cultural: la destrucción de La Lagunita. Este museo se presenta arrogante e incapaz de admitir errores y de pedir disculpas. Si la “cultura de la elite” se presenta soberbia y encerrada en sí misma no es extraño que muchos la vean con distancia, que les resulte indiferente o hasta les genere tirria y aversión. Y artistas plásticos y visuales aparecemos conformistas y cómplices del hecho consumado. 

¿Qué pasa?, ¿hemos perdido la capacidad de imaginar una realidad distinta?, ¿no aspiramos ya a un museo de arte que se relacione horizontalmente con la comunidad, un museo público cuya colección responda a la capacidad colectiva de memoria, reconocimiento y valoración de nuestra pluralidad de modos de creación artística? ¿Saben qué pasa?, sucede que no estamos en la década del 40. El abstraccionismo y su énfasis en la expresión individual correspondieron, por un lado, a la euforia modernista por la técnica, y, por otro lado, a la creencia del valor de la originalidad, la innovación constante y lo nuevo como mejor que lo tradicional (visto como lo antiguo y obstáculo al “progreso”). 

La euforia modernista por la técnica, es decir: las máquinas, corresponde al momento en que la ciencia y la razón eran vistas como la esperanza de mejora de la humanidad; ¿de dónde creen si no que viene ese afán de sintetizarlo todo en formas geométricas a semejanza de una máquina?, y, para dar un ejemplo, ¿qué es la pintura de Szyszlo si no volúmenes geométricos pero con su agregado de textura, atmósfera y color local o “ancestralista”? 

El énfasis exacerbado del valor de la originalidad(*) era para reforzar la visión del artista como ser proteico que maneja los demonios de la creación; sea como fuera, más bien era para distanciarse de lo social, dado que en el contexto de la Guerra Fría el enemigo era el comunismo, el cual hacía énfasis en lo colectivo y en la función social del arte... el abstraccionismo era el oponente ideológico al arte comprometido. Caído el muro de Berlín, finalizado el mundo bipolar (comunismo o capitalismo), surge la necesidad de reconocer que convivimos con la diversidad, emergen como temas centrales: la identidad cultural y los derechos culturales... y en este tema, el MAC es ejemplo de todo lo que no hay que hacer, es símbolo del pasado y de mala práctica en gestión cultural. 

La elite impulsora del MAC cree que su cultura es la referencia para medir todas las culturas del planeta, desde un plano de superioridad se pretende universal. ¿Puede esto seguir sosteniéndose en la globalización?, hoy convivimos con las distintas culturas del planeta, surge la necesidad de la interculturalidad, para celebrar la diversidad dejando de lado prejuicios etnocentristas. 

(*) Con la originalidad viene también la oposición “lo nuevo versus lo antiguo”; por eso la idea de la innovación constante, por eso la creencia de que lo nuevo es mejor que la tradición. Con la originalidad viene la subordinación de las culturas cuyo sistema de valores no pone como central el cambio constante; y de la originalidad viene el rechazo a la obra producida en serie (sea grabado, Diseño o “artesanía”). La originalidad, entonces, es un símbolo de distinción... en el fondo no es más que ignorancia etnocentrista.

lunes, 9 de septiembre de 2013

EXITOSA MARCHA EN BARRANCO...


El domingo 8 de septiembre, entre las 10 de la mañana y la 1 de la tarde, un centenar de vecinos barranquinos realizaron una caminata y pasacalle informativo, a lo largo del malecón. Desde el Parque de la Familia (al frente del Estudio 4) hasta el malecón Bresciani, donde se ubica el ilegal edificio Acquamarine, una delegación de la Asociación Civil Salvemos Barranco guió a los vecinos y les mostró, in situ, los estropicios que las recientes administraciones ediles -incluyendo a la actual- han perpetrado contra los acantilados y las playas.

La caminata se realizó en un ambiente de fiesta, con muchas mascotas, niños y artistas; pero también con mucho sentido crítico. Las explicaciones respecto de las irregularidades que diversos grupos de poder (constructoras, restaurantes, apellidos poderosos como Dasso o Miró Quesada, entre otros) han cometido para apropiarse de espacios públicos fueron precisas y concretas, alejadas de todo oportunismo electorero o militancias partidarias.

Además de los integrantes de Salvemos Barranco, pudimos ver gran cantidad de familias, padres y madres con sus hijos y mascotas, marchando pacífica y ordenadamente. Una comparsa de percusionistas femeninas, llamada Parió Paula, puso ritmo permanente al paso vecinal, mientras dos integrantes de la escuela de talentos de La Tarumba daban vueltas alrededor de los marchantes, animando a la gente y haciendo malabares en sus monociclos.

Herbert Rodríguez, el mítico fundador e integrante del colectivo artístico y cultural Huayco, muy activo en los 80s, cubrió todo el recorrido con su cámara digital y realizó detallados reportes en fotos y vídeo desde su interesante página de Facebook. Actualmente, Rodríguez es un activista defensor del patrimonio histórico y desde su blog Controversiarte, realiza campañas frontales contra la depredación de Puruchuco, entre otras causas.



Destacaron también las instalaciones preparadas por Salvemos Barranco para esta caminata y pasacalle: un biombo de madera que simula un  puesto de periódicos, donde se exhibieron creativos e irreverentes memes, los cuales explican con precisión los problemas de Barranco: la inacción de la alcaldesa Jessica Vargas, las pretensiones de subastar el acantilado a las constructoras, la desaparición de las playas, la congestión vehicular, entre otros. No había vecino, participante de la marcha o no, que no se detuviera a leerlos. Y la segunda, un afiche preparado especialmente para que las personas puedan tomarse una foto junto a la frase "Soy barranquino de corazón y por eso tomo acción", lema oficial de la convocatoria.

Un artista barranquino se tomó incluso el trabajo de hacer el recorrido completo enfundado en un colorido traje de payaso y se unió a las Parió Paula con su propia tarola. Lo mismo hizo un joven vecino, que cargó su pesado bombo todo el camino, junto a dos personas que hicieron retumbar el distrito con los sonidos profundos del pututo, ancestral instrumento que representa el clamor de la tierra cuando es atacada. Desde los balcones, los vecinos saludaban y apoyaban el paso de los manifestantes y algunos hasta se animaron a expresar sus propias denuncias.

En suma fue un día de fiesta vecinal y ciudadana que pone en la agenda, para malestar de algunos, temas que la prensa convencional siempre mira de soslayo. Los periodistas, que también fueron convocados a cubrir esta caminata, brillaron por su ausencia, y prefirieron seguramente irse por enésima vez a Mistura, a tomarle fotos al mismo chancho al palo del año pasado y a decir las mismas líneas de sus reportajes del año pasado; mientras que los estudiantes de periodismo de la Universidad San Martín de Porres, que aun no se contaminan de estos acomodos y extrañas prioridades comerciales del periodismo nacional, sí estuvieron cubriendo a los vecinos, recogiendo información, haciendo entrevistas y, lo que es más importante, interesándose por el tema, una actitud que se echa de menos en los reporteros supuestamente experimentados que salen en la televisión.



domingo, 1 de septiembre de 2013

ENCUENTRO EN EL ESTUDIO: EL ROCK ARGENTINO SÍ ES CULTURA EN SU PAÍS


Mientras acá, en nuestro querido Perú, aparece una película-documental -Sigo Siendo- que, a manera de collage inconexo y con ciertos rasgos de oportunismo Marca-Perú-Style, se proyecta como éxito taquillero local pero insiste con el reduccionismo que busca comprimir géneros, artistas y canciones a pequeños bits de información cargables en una tablet, un iPad o cualquiera de esos alienantes artilugios tecnológicos para dummies; y el Ministerio de Cultura brilla por su ausencia en cuanto a la generación de programas que muestren la verdadera diversidad de nuestra música y nuestros músicos, intérpretes tanto de folklore nacional como de géneros universales como el rock, el jazz, el reggae, etc.; en Argentina ocurre todo lo contrario, a través de un programa musical que se emite en un canal del Estado y que ofrece, en formato amplio y sin ninguna clase de filtro o discriminación a la vista, la diversa gama de artistas (compositores, instrumentistas, cantantes, solistas, dúos y grupos) que han hecho historia en los múltiples géneros de la música popular contemporánea, para beneplácito de conocedores y ventana informativa para iniciados. Un lujo que, al parecer, jamás llegaremos a tener.

Encuentro es un canal de televisión estatal argentino, manejado por el Ministerio de Educación de ese país. Y en su programación, que está íntegramente dedicada a temas educativos y culturales, dirigidos a todo público -desde escolares y amas de casa hasta profesionales e investigadores- brilla el espacio denominado Encuentro en el Estudio, una hora dedicada a la música hecha por argentinos, en el cual un conocido personaje de la radio y televisión local, Eduardo "Lalo" Mir, realiza entrevistas largas y tendidas a los principales e históricos exponentes del tango, la chacarera, el reggae, el jazz y por supuesto, el rock. Con estilo nada acartonado, casual y una producción esmerada -alta definición de imagen y sonido- el diálogo entre Mir y sus invitados se desarrolla en las míticas y a la vez remozadas instalaciones de los Estudios ION en Buenos Aires, el equivalente argentino de los estudios Abbey Road de Londres, por la importancia que han tenido en la industria discográfica del país gaucho.




La inversión que este programa debe demandar es solo un atisbo de los años luz que nos separan de Argentina en cuanto a gestión cultural. Nuestro Ministerio de Cultura -recientemente creado y hasta ahora, sin rumbo en muchos temas- es incapaz de promover algo similar y en nuestro Canal 7 TV Perú, siguen pensando que una hora debe ser para la música andina (Misky Takiy, Canto Andino, o como se llame), una para la música criolla (Una y mil voces) y así, prolongando el aparcelamiento musical, la odiosa segmentación por públicos y el denso muro que separa unas expresiones artísticas de otras y que también, como efecto inmediato, las aleja no solo entre sí sino de la posibilidad de ser conocidas por todos sin distinción, con miras a crear una verdadera identidad musical, independientemente del género que se interprete. 

Porque a estas alturas no importa mucho si tocas un vals, una marinera, un festejo electrónico o un didgeridoo australiano. Lo que importa es que, si eres músico, tienes una trayectoria estimable y eres peruano, eso debería bastar para que las nuevas generaciones entren en contacto con ese saber y lo incorporen a su cultura musical. Esa es, me parece, la intención del Ministerio de Educación argentino, y revisando algunos capítulos de Encuentro en el Estudio, creo que consiguen largamente su objetivo. 

Situaciones como estas me refrescan la envidia sana que siento siempre que pienso en la escena musical argentina, apoyada por sus gobiernos, por lo menos desde hace 30 años tras las oscuras décadas de las dictaduras militares, durante las cales muchos padecieron exilios, cárceles y demás maltratos, como hace pocos meses nos relatara el experimentado periodista Daniel Ripoll, editor de la legendaria revista Pelo.




¿Por qué aquí debemos conformarnos con programas como Sonidos del Mundo, dedicado a la world music y a destacar a aquellos músicos peruanos cuya principal bondad es ser amigos de la conductora, que además aparece más tiempo en pantalla que las canciones que presenta, constantemente interrumpidas por sus auspiciadores¿Por qué nos parece re-cool un espacio como el que conduce Lucho Quequezana, que es básicamente un vehículo de autopromoción del ahora famoso multi-instrumentista? No pongo en cuestión el talento de Quequezana, de carrera larga a pesar de su juventud, pero ese programa que tiene, aunque a veces muestra situaciones interesantes, la mayor parte del tiempo cae en lo improvisado y en una excesiva sobre exposición de sí mismo  que termina por aburrirme. ¿Por qué Sigo siendo es lo máximo a lo que podemos aspirar como espectadores? 

Quizás sea porque en el fondo sabemos que nuestra escena musical, en todos los géneros, no da para tanto. Soy de los que piensan que, en aras de no aceptar nuestra falta de dedicación, nuestro apego a lo improvisado y falto de rigor y, en muchos casos, nuestra falta de talento; nos hacemos fantasías con respecto a la historia, por ejemplo, del rock nacional, que ha merecido libros completos en que se describe con pelos y señales las gestas de intérpretes que jamás cruzaron los linderos de sus barrios y que ahora son reconocidos como parte de un pasado que, en virtud de la moda retro, adquiere más valía de la que realmente tuvo en su momento. Y como no hubo en realidad un movimiento sólido, lo que hay en nuestros días es un inconexo manojo de nombres que, a trancas y barrancas, hacen lo que pueden en una escena musical débil, ahogada por lo comercial y lo masivo, sin el respaldo de una historia de éxitos artísticos que los pongan por encima de lo superficial, lo efímero, lo marcado por la tendencia mediática actual.

Por el lado de nuestra música -criolla y andina- pasa lo contrario: tenemos un amplio bagaje cultural de autores e intérpretes, muchos de ellos aun vivos y en perfecta actividad, como los geniales guitarristas Pepe Torres y Raúl García Zárate por ejemplo, que son sistemáticamente olvidados y solo resurgen cuando, como en el documental Sigo siendo, consiguen aparecer para adornar una producción cuyas intenciones van por otro lado. Esto, desde luego, no es culpa de los músicos, sino de esta tendencia a convertir todo en comerciales HD que impacten en las cajas registradoras y sean considerados "embajadores de la Marca Perú", pero que no homenajean, individualmente, sus carreras, trayectorias y aportes a la cultura nacional. Y los nuevos intérpretes son, la mayoría, personajes oportunistas que mezclan todo con la electrónica y generan música para ascensores de centro comercial, gimnasios y eventos sociales, pero que no trascienden más alládel beneficio comercial que eso les da ni se dirigen al público en general.

Aun así, considero que el modelo de Encuentro en el Estudio sí podría replicarse entre nosotros. Hay músicos de rock, de jazz, de bolero, de salsa, de músicas criolla, negra y andina de gran calidad y trayectoria que podrían coincidir en un espacio de esa naturaleza, en el que sean ellos y no los conductores, los principales protagonistas y en el que, a través de estos homenajes, se extienda la nueva idea de que no hay segmentos ni géneros para cada música hecha por artistas peruanos, sino que ya son parte de nuestra cultura solo por el hecho de haber nacido aquí. Eso es lo que nos diferencia de la escena musical Argentina: all[a la música sí es cultura, aquí es solo un producto.