En esta ocasión quiero compartir con ustedes un interesante artículo del analista Francisco Durand, publicado hace un par de semanas en el semanario Hildebrandt en sus Trece, el único medio escrito en el que se llaman a las cosas por su nombre. Aunque definitivamente no es infalible, el análisis de César Hildebrandt es contundente en materia política y al momento de analizar a los medios de comunicación masiva, entregados a la danza de los millones que les caen por publicidad en sus noticieros incapaces de poner el dedo en ninguna llaga y sus programas de entretenimiento basura, resulta implacable. Pero, más allá de sus propias columnas, Hildebrandt ofrece un variado coctel de analistas, que presentan aquel lado oscuro de la realidad que El Comercio y sus tentáculos cubren con toneladas de papel mojado en tinta, publicherries de toda clase, páginas web con las últimas andanzas de leones y cobras y radios acostumbradas a poner la música que más les gusta bailar a los que siempre tienen la sartén por el mango. En esta ocasión, Durand nos cuenta, con detalle y en sencillo, la historia de la CONFIEP y sus razones para andar siempre colgada del poder, aunque tanta exposición pública reciente no sea del todo de su agrado. Para quienes no conocíamos el origen de este poderoso gremio empresarial, es una lectura sustanciosa...
La CONFIEP al descubierto
Por Francisco Durand, Hildebrandt en sus Trece, edición 233 del 16 de enero de 2015
De un tiempo a esta parte, lenta pero persistentemente, la cuestión del poder político de la CONFIEP viene formando parte de la agenda política nacional, hecho que no le conviene a este gremio de gremios empresarial. En realidad, desde que Humala ganó la elección los analistas políticos y luego, con el paso del tiempo, la parte de la ciudadanía políticamente activa no dejan de comentar el enorme grado de influencia que ostenta, sobre todo porque opera detrás de bambalinas y tiene trato silencioso y privilegiado, con el MEF en particular. Su poder no es solo una cuestión de influencias, tema que ha brotado desde mediados de diciembre a partir de la aprobación de la Ley Pulpín y una marcha contra su local sanisidrino, sino más bien sus alianzas. Se trata de una trama urdida hace tiempo y donde la CONFIEP (mejor dicho las multinacionales y los principales grupos de poder económico) han desarrollado un sistema de dominio indirecto que deben mantener (el pueblo elige a los presidentes y los presidentes, en privado, se alienan con ellos), en la próxima elección.
NACE CON MAMADERA
La CONFIEP (Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas) se fundó en 1984, en plena época de hiperinflación y terrorismo, gracias al apoyo de los entonces más poderosos y mejor organizados gremios empresariales. Querían unirse ante la doble amenaza que enfrentaban. Sin embargo, no eran los únicos interesados en confederarse. Para ese entonces el gobierno de Reagan también quería ver unidos a los empresarios peruanos para formar un muro de contención contra la insurgencia. La USAID de Reagan había concebido un plan para apoyar confederaciones gremiales empresariales en Centro América, Nicaragua en particular, e incluyó al Perú en ese programa ante la creciente influencia política de Izquierda Unida y los dos grupos insurgentes. De modo que la hoy todopoderosa CONFIEP no nació tanto de la capacidad interna de unirse, sino de un sponsor externo poderoso que financió (y de algún modo orientó) su creación. Luego se desarrolló repentinamente gracias a los desatinos de un joven gobernante.
En 1985, ni el nuevo presidente García El Joven, ni los partidos prestaron mucha atención a la CONFIEP. Incluso los propios empresarios, según pude comprobar en entrevistas, le vaticinaban una corta vida. Solían andar desunidos y no querían gastar en gremios, pero ahí es donde entra la USAID y les resuelve el doloroso problema. En 1985, en momentos en que García quería reunirse personalmente con los Doce Apóstoles y no con gremios, el propio “ninguneo” presidencial los animó a mantenerse unidos, pues emergía como un tercer elemento de incertidumbre. Hasta que al bisoño y bipolar presidente se le ocurrió la estatización del sistema financiero en julio de 1987. La sorpresiva medida, y el hecho de que quería atacar al corazón de la emergente clase empresarial peruana, los cohesionó rápidamente. A partir de ese momento, los principales grupos de poder comenzaron a apoyar a la CONFIEP para que voceara públicamente sus demandas e impidiera la nacionalización de su principal base de acumulación. Luego emergió la candidatura de Vargas Llosa y se formó el FREDEMO. En ese momento la CONFIEP y sus dirigentes entraron “a hacer política”. Intentaban instituir una fórmula de dominio directo, eligiendo un presidente de derecha para “voltear la tortilla” en 1990 (privatizar todo activo estatal, desarmar a los sindicatos y derrotar a la insurgencia) por medio de una victoria electoral.
LLEGA FUJIMORI
No le salió bien el juego. Su candidato fue derrotado. Sin embargo, la CONFIEP y los poderes fácticos económicos abandonaron a Vargas Llosa y no tardaron en acomodarse con el nuevo presidente. Comenzó de ese modo la era de dominio indirecto que caracteriza a la República Empresarial. Economistas contratados por la CONFIEP participaron con los equipos que planificaron las reformas de mercado, de modo que el sector privado (y entre ellos las grandes corporaciones) reinaran sin competencia, sindicalismo ni oposición. Lo lograron gracias al establecimiento de una correa de trasmisión con el Ejecutivo (Presidencia, SIN y MEF), la financiación de campañas y el lobby.
En 1990, una vez que se lanza el fujishock, se selló una alianza que duró 10 años. La CONFIEP cumplió. Fue el único gremio que defendió públicamente el autogolpe de junio de 1992.uno de sus dirigentes, Jorge Camet, fue nombrado ministro de Economía ese mismo año, manteniéndose en el cargo 5 largos años. Cuando llegó la crisis externa de 1998, y nació una oposición antireeleccionista, la CONFIEP apoyó la reelección de Fujimori en el 2000, a pesar de la creciente disidencia empresarial. Los grandes empresarios que la dirigían, y que se cohesionaron entre banqueros y mineros, querían seguir con su Chinochet. Luego vino la crisis con la fuga de Montesinos (quien fuera su aliado en la “lucha contra el terrorismo” a través de un comité secreto de la CONFIEP dirigido por Julio Favre que le daba fondos). La CONFIEP siguió cumpliendo. Mantuvo su apoyo a Fujimori y manifestó que debía mantenerse en el poder un año más. Al comenzar las movilizaciones, dijeron sin vergüenza que el “ruido político” era peligroso, que ahuyentaba las inversiones. Al fugarse Fujimori al Japón, la alianza se rompió y los empresarios tuvieron que acomodarse a los nuevos tiempos.
2000 EN ADELANTE
A partir del 2000la CONFIEP tuvo que asumir un perfil más bajo y actuar solapadamente vía el MEF y al mismo tiempo influir en el Congreso. No tuvo problemas con Toledo al mantener casi sin variaciones el modelo económico. Para su buena estrella, el 2002 empezó la bonanza exportadora y se firmaron acuerdos de libre comercio, hechos que consolidaron el modelo económico que podía ser revertido en democracia. Junto a la presidencia y al MEF, la CONFIEP se concentró en manejar el Congreso. Allí aparece por primera vez la cuestión de los lobbies y la financiación de campañas. Aparte del dinero o los favores a los políticos, la debilidad de los partidos y el otoronguismo parlamentario (salvo excepciones) contribuyeron a acrecentar sus influencias.
Con la segunda presidencia de García la CONFIEP no tuvo sobresalto alguno. La bonanza continuó su curso, mientras García El Viejo mantuvo relaciones íntimas con los grandes empresarios y la CONFIEP (mientras se amistaba con Dionisio Romero). Con Humala, el 2011, tampoco tuvo sobresaltos una vez que se reunieron luego de que ganara la segunda vuelta. Fue la CONFIEP, en ese entonces dirigida por Humberto Speziani (TASA, grupo Brescia), quien propuso no solo mantener la economía en piloto automático y defender, según declarara, “la alianza Estado-Empresarios”, sino también mantener en el MEF a personajes, como Miguel Castilla (MEF) y Julio Velarde (BCRP), que les daban “garantías” para seguir acumulando.
Es recién el 2011 entonces que la CONFIEP comienza a asumir un perfil de gran poder económico proyectado a la política. A pesar de haber apoyado financieramente a personajes como PPK y Keiko Fujimori, luego de la segunda vuelta la CONFIEP terminó acomodándose con un candidato que se reclamaba nacionalista y que llegó con el apoyo de la izquierda. La voltereta de Humala fue atribuida políticamente a los poderes e influencias de la CONFIEP, hecho que no pasó inadvertido, dificultando su capacidad de seguir operando en las sombras como antes. Otro factor que la puso más al descubierto es el hecho de que su actual presidente, Alfonso García Miró (de menor calibre empresarial, pero ligado al Grupo El Comercio), movilizó a la CONFIEP para defender la posición oligopólica del Grupo El Comercio cuando adquirió EPENSA (cadena Correo) y se convirtió en el poder mediático dominante.
A medida que terminaba la bonanza el 2014, la CONFIEP comienza a entrar a la agenda nacional como un poder fáctico al participar en diálogos privilegiados con el MEF para “reactivar la economía”. Desde ese momento la CONFIEP ha aparecido más nítidamente como un poder en la sombra, conectado directamente con los tecnócratas del MEF que tienen la última palabra en materia de reformas. Las marchas contra su local indican la concientización popular en curso.
En estos momentos la CONFIEP debe estar planeando un control de daños y contratando consultores para neutralizar esta imagen popular de poder sin límites y manejos bajo la mesa. Veremos qué pasa el 2016. Estará segura con García, Keiko o PPK, pero no son candidatos fijos dada la mayor volatilidad política. Varios de sus viejos aliados se oponen ahora a la Ley Pulpín temerosos de perder votos.