“No todo está perdido”. Eso fue lo primero que pensé tras escuchar a Snarky Puppy, un colectivo de jóvenes músicos que realiza, desde el año 2006, un trabajo encomiable en estas épocas de adefesios reggaetoneros, DJs y estrellas pop superficiales, interpretando un explosivo repertorio en el que convergen jazz, funk, pop-rock, progresivo, soul y world music en un hirviente crisol cargado de talento y relajado virtuosismo.
Este combo instrumental de 16 integrantes ha establecido un particular modus operandi con la finalidad de rescatar la música en vivo: siete de los once álbumes que han lanzado hasta el momento son conciertos cerrados, organizados en grandes estudios donde reciben a públicos reducidos y selectos -mayormente jóvenes alumnos de escuelas de música-, donde presentan canciones especialmente compuestas para cada sesión, que además queda registrada en audio y video, haciendo de su propuesta una experiencia musical completa y muy intensa.
Cada producción de Snarky Puppy es un vendaval de música en estado puro, ejecutada con precisión y sentimiento. En cuestión de minutos el oyente experto es capaz de reconocer las diversas influencias setenteras que conforman su experimentación musical: guitarras vertiginosas (The Mahavishnu Orchestra), lánguidos solos de trompetas (Miles Davis), disonantes progresiones que recuerdan al King Crimson más oscuro, pianos y teclados inspirados en Chick Corea, bajos y baterías ultrafunky, ensambles de metales que lanzan melodías regulares estilo Chicago e impredecibles fraseos propios de The Grand Wazoo, aquella legendaria big-band que formara Frank Zappa tras su accidente en Londres.
Después de una década de arduo trabajo en conciertos y clínicas, dejó de ser un grupo “underground”, para convertirse en una de las principales figuras del jazz, recibiendo elogios y premios de medios especializados como las revistas DownBeat o The Jazz Times. Su última producción, Culcha Vulcha (2016), obtuvo el Grammy este año como Mejor Álbum Instrumental Contemporáneo.
Michael League, bajista y compositor del 90% de las canciones de Snarky Puppy, es líder y director musical de esta banda formada entre Texas y New York, cuyos miembros han desarrollado extensas carreras tocando para celebridades del soul y del pop como Aretha Franklin, Erykah Badu, Chaka Khan y hasta Justin Timberlake, por lo que poseen amplia experiencia tanto en estudios de grabación como en conciertos de gran escala.
Destaca el tecladista Cory Henry, que disfruta como un niño al tocar esos sorprendentes solos que parecen inspirados en George Duke, Jan Hammer o Chick Corea. Junto a él están Shaun Martin, Bill Laurence y Justin Stanton en distintos teclados (Hammonds B-3, Fender Rhodes, pianos, etc.). Stanton, además, toca trompeta, y conforma con Jay Jennings, Mike Maher (trompetas), Bob Reynolds (saxo) y Chris Bullock (saxo, flauta, clarinete), la prominente sección de metales que adapta el formato big-band a sonoridades y ritmos más elaborados y sinuosos.
Los guitarristas Bob Lanzetti, Mark Lettieri y Chris McQueen entrecruzan sus versátiles estilos pasando del jazz al rock, del funk al soul, de manera casi imperceptible, según las necesidades de cada tema. Los bateristas Larnell Lewis y Robert Searight son una máquina rítmica que combina sutileza con contundencia, y los percusionistas Nate Werth y Marcelo Woloski, quienes dominan un amplio rango de instrumentos africanos, latinos y asiáticos, complementan esta deliciosa receta sonora con elementos de raíces étnicas. Álbumes como groundUP (2008) o We like it here (2014) son lo mejor que le ha pasado a la escena musical en mucho tiempo.
En sus conciertos Family dinner Vol. 1 y 2, lanzados en 2013 y 2016, tienen destacados invitados como David Crosby (EE.UU.), Salif Keita (África) y hasta nuestra compatriota Susana Baca, entre otros, en un proyecto que es descrito en la web http://snarkypuppy.com como “una muestra de cómo la música puede ser un puente entre diversas culturas para crear algo único, apreciable tanto por el público promedio como por el conocedor”.
En el desarrollo histórico de la música popular siempre ha existido esa dicotomía: los que se suben a la ola de las modas y tienen éxito sin hacer mucho esfuerzo; y los que trabajan seriamente por hacer que el arte musical no muera asfixiado por tanta mediocridad y facilismo. Snarky Puppy, que tocará en Lima el próximo 7 de diciembre como parte de su primera gira por Latinoamérica, pertenece a la segunda categoría.