lunes, 24 de febrero de 2020

CONGRESO ENCINAS: CUANDO LA EDUCACIÓN NO ES NOTICIA




Estuvieron todos los que tenían que estar: analistas reconocidos, funcionarios del Minedu, ex ministros y ex viceministros, maestros innovadores de Lima y provincias, integrantes del Consejo Nacional de Educación, representantes de importantes instituciones como Unesco y Fundación SM, dirigentes del Sutep, catedráticos de La Cantuta y la Facultad de Educación de la Cayetano Heredia.

Hasta el nuevo Ministro de Educación, en su primera aparición pública tras su nombramiento hace una semana, clausuró el evento, ante cientos de docentes del sector estatal. Pero nadie habló del tema en la gran prensa. Y, como bien establecieron los sabios de Egipto hace centurias, aquello que no se nombra simplemente no existe.

¿A qué se deberá tanta indiferencia? ¿Será porque este evento de tres días (del 19 al 21 de febrero), que lleva el nombre de uno de los educadores más importantes y a la vez más olvidados de nuestra historia republicana, el puneño José Antonio Encinas (1888-1958), fue organizado por la Derrama Magisterial, esa entidad previsional que para los periodistas viejos -y los jóvenes supuestamente informados- sigue siendo un rezago de la izquierda más ortodoxa, mientras que para los gacetilleros y bustos parlantes de la televisión es un permanente enigma que se conforman con asociar, de manera reduccionista, a prejuicios y desinformaciones de todo calibre?

Si Martín Benavides Abanto, ex cabeza de la Sunedu y hoy nuevo Ministro de Educación, que cubrió la hasta ahora inexplicable renuncia de Flor Pablo Medina -quien, a pesar de un inicio accidentado y errático, básicamente por el escándalo de los links sexuales en el material educativo elaborado por su cartera, había alcanzado cierta estabilidad en la gestión- hubiera debutado ante auditorios públicos y reflectores en algún evento organizado por la Cámara de Comercio de Lima, la Confiep o la UPC habría sido titular de bandera en todos los noticieros nocturnos, portada en todos los diarios "serios" y tema central de las entrevistas de los KOL de moda (para los no iniciados en las estúpidas frases en inglés de las que abusan las empresas dedicadas a la asesoría en imagen, "KOL" es el acrónimo de "Key Opinion Leaders", en lengua romance "Principales Líderes de Opinión"). Pero ahora pasó desapercibida su presencia en estas jornadas de conferencias que giraron en torno a la educación inclusiva, la diversidad territorial y la modernidad tecnológica.

Pero más allá de que tenga relación con la institución organizadora, asociada indisolublemente al Sutep, uno de los pocos sindicatos activos y fuertes que quedan en el Perú, a pesar de sus divisiones internas y limitante politización, el desprecio de la prensa concentrada hacia los temas educativos en general es muestra inequívoca de que, por más campañas y comerciales de alto presupuesto y calculadas imágenes construidas para causar identificación emotiva y sensación de que les preocupa el futuro del país, las prioridades siguen siendo otras.

El escándalo político de poca monta (el audio de un funcionario resinoso insultando a una ministra), el morbo babeante (los detalles del descuartizamiento de una joven) y el embrutecimiento de las masas (las últimas de Farfán y su ex), son temas que, al imponerse como noticias de alta relevancia, facilitan que el eterno status quo permanezca inamovible. 

El poder y el control social de unos pocos está asegurado si la educación sigue en ese estado de fracaso y abandono continuo, incapaz de ingresar al imaginario colectivo con la importancia y urgencia que debería tener, porque los medios de comunicación solo voltean a mirarla por dos motivos: a) escándalos en el sector (cambios ministeriales, crímenes y abusos, huelgas) y b) cuando alguno de sus asociados, generalmente agentes del poder hegemónico y privilegiado, requieren posicionarse como adalides de la buena educación y/o necesitan desprestigiar a los "radicales" que exigen mejoras para el magisterio o que intentan cortar el negocio de los colegios privados. 

Un tercer motivo por el cual los medios convencionales "hablan" de educación es, por supuesto, cuando llega en la forma de jugosos contratos publicitarios: Un afiche a página completa en la edición dominical, un creativo comercial de 40 segundos con un actor/actriz conocido disfrazado de escolar, un slogan para repetir por la radio a cada rato, a 50 dólares la mención. Así, política, poder y dinero hacen que la educación deje de ser percibida como un servicio para convertirse en una mercancía.

Claro, no quiero decir con esto que si el Congreso Encinas hubiese sido cubierto con la misma intensidad y cantidad de espacio que el affaire Farfán versus Klug o el escabroso asesinato de Solsiret seríamos un país mejor. 

De hecho, el Congreso Encinas adolece de los mismos males de otros cónclaves profesionales más publicitados y pomposos, de esos que tienen auspiciadores como bancos, mineras o constructoras (que, casualidades de la vida, también auspiciaron a organizaciones criminales disfrazadas de partidos políticos): discursos cargados de buenas intenciones, estadísticas, menciones a Finlandia y Corea del Sur, Howard Gardner y sus inteligencias múltiples, la importancia de la diversidad idiomática nacional, etc. pero que, al final, terminan olvidándose con la misma facilidad con la que se pronuncian.

Y es que, precisamente, el poco interés de la prensa por los conceptos y propuestas desplegadas en los eventos de esta clase -algunos pueden ser de legítima excelencia, otros estar más cerca del absurdo o la improvisación y otros simplemente son cantaletas que se repiten año tras año sin opción de implementarse- lo que hace que temas importantes se conviertan en cuestiones superficiales que no despiertan interés en los públicos consumidores de noticias. Mientras autoridades y periodistas juegan a la dinámica del analista de realidades, las masas viven de espaldas a todo ello, con su atención y sus devociones entregadas a cosas diametralmente opuestas.

¿Por qué, si no es por otra cosa, la gente en la calle sabe perfectamente cuántos minutos duró la presentación de JLo/Shakira en el Super Bowl y lo recuerda durante semanas pero no tiene idea de qué debe hacer exactamente si siente una fuga de gas en casa? ¿Por qué conocen al detalle las idas y vueltas del juicio entre Farfán y Klug pero no tiene idea de quiénes fueron/son Antonio Gramsci, Eric Hobsbawm, Patti Smith, Alan Parsons, Bobby Charlton, Leo Masliah o Los Morochucos? ¿Por qué saben las razones por las cuales Nicola Porcella estuvo en titulares la semana pasada pero no saben que los adolescentes en la selva sueñan con emigrar a Lima porque no quieren parecerse a sus padres/abuelos porque los consideran pobres e ignorantes (Martín Vegas, integrante del CNE, en el Congreso Encinas)?

La respuesta es simple. Todos los días, a todas horas, los medios de comunicación nos repiten esas babosadas que todos, incluso aquellos a quienes no nos interesa saber de ellas, hasta instalarlas en nuestros cerebros de forma indeleble, imborrable. Si así nos repitieran las recomendaciones para evitar explosiones a causa de fugas de gas, las capitales de los países de Europa Oriental o tantos otros datos e informaciones valiosas de historia, arte, páginas web de excelencia, cine, música, modernidad, tecnología, etc. nuestras juventudes estarían mejor educadas. Ni hablar de valores que nadie conoce ni respeta porque todos están pensando en hacerse millonarias y poderosos como la Klug y Daddy Yankee, ganando miles de dólares sin hacer nada de valor, para gastarlo en viajes al Caribe, lentes de sol, carros de lujo y demás.

Por eso, eventos como el Congreso Encinas pasan desapercibidos mientras que noticias sórdidas sin solución ni enseñanza social alguna brillan con detalle de antropólogo forense en las sobremesas de familias en el Perú entero.

Por eso, si alguien se atreviera a llamar las cosas por su nombre, la única conclusión sería que los máximos enemigos de la educación peruana son los medios de comunicación. Por eso la educación per se no es noticia. Por eso estamos como estamos.

lunes, 10 de febrero de 2020

JENNIFER LÓPEZ Y SHAKIRA: REAFIRMANDO ESTEREOTIPOS NEGATIVOS


El pasado viernes 31 de enero, en Frecuencia Latina, María Teresa Braschi y Pedro Tenorio leyeron, con inocultable entusiasmo, la noticia más importante de esa semana para el mundo del espectáculo: "Jennifer López y Shakira compartirán escenario en el Super Bowl -la final de la Liga Nacional de Futbol Americano, NFL- en Miami, para reafirmar el orgullo de ser mujeres y latinas".

El mini concierto de menos de 15 minutos, producido el domingo 2 de febrero durante el entretiempo de un partido que no le interesaba a nadie más que al público norteamericano, fue visto por más de 100 millones de personas en el mundo, quienes no despegaron los ojos de las contorsiones y disfuerzos de estas dos señoras que han alcanzado gran fama y fortuna vendiéndole al público globalizado la versión más recalcitrante de anacrónicos estereotipos que dañan constantemente la imagen de la mujer de nuestra región.

El tradicional cliché de la latina siempre dispuesta para la fiesta y el coqueteo sensual, que genera tantos resquemores en ciertas agendas feministas, ha sido y es explotado hasta la náusea por estas estrellas pop quienes, junto al reggaetón y sus procacidades, terminan estigmatizando a muchas mujeres latinoamericanas cuando van de turistas por EE.UU., Europa e incluso países del Medio y Lejano Oriente, donde son comparadas con estas figuras del bataclanismo internacional por ser jóvenes y atractivas, aunque no anden sobajeándose contra paredes, pasamanos y tubos, ni les interese hacerlo.

Ante la repetitiva pobreza de sus producciones musicales, ambas construyeron su éxito en el exhibicionismo y la supuesta sofisticación de su imagen fashion con vocación de strippers, amparadas en un conjunto de características físicas que les aseguran una masiva atención, tanto de públicos masculinos como femeninos. El problema es que, aunque una ancha mayoría de mujeres las admira y sueña con parecerse a ellas, hay también muchas otras que se sienten incómodas y hasta ofendidas por quedar reducidas al superficial papel de "divas latinas" que ambas representan con interesado orgullo, valorizado en millones de dólares, por supuesto.

En realidad, la performance de JLo/Shakira en el Super Bowl fue una agresiva reafirmación de estereotipos negativos, socialmente aceptados y muy rentables, que desautorizan las eternas luchas femeninas por ser más respetadas e imponen modas y autonomías económicas logradas con la explotación de la imagen y la cosificación como bandera. Muy poco de orgullo latino y mucho, eso sí a raudales, de show vulgarón del Sunset Strip (baile del tubo, reggaetón). Estereotipos que dan mucha plata y alejan a la masa del verdadero orgullo latino. Una sofisticada salsa que ambas señoras pudieron haber bailado, con clase, fina sensualidad y algo de elegancia, hubiera quedado mejor que esa exhibición de poca monta y alto presupuesto que refleja lo peor de lo que actualmente el mundo entiende como "sabor latino".

Eddie Trunk, personalidad radial de EE.UU., publicó en Twitter: "El show del entretiempo califica como un buen video instruccional de aeróbicos, pero en cuanto a calidad musical debe haber sido el peor de la historia. ¡Bravo NFL! ¿Tuvieron a Guns 'N Roses en Florida pero escogieron transmitir esto? ¡Ridículo!" Por su parte, Dee Snider, vocalista del quinteto rockero Twisted Sister, también criticó el aclamado intermedio, considerando que fue un exceso montar un espectáculo de nightclub en un evento deportivo y familiar, como prueba de que existen puntos de vista contrarios al aparente consenso unánime de que la actuación de marras fue “épica”.