Con el auditorio al tope de su capacidad, el guitarrista
Steve Vai dejó sin palabras a quienes lo vimos la noche del martes 30 de mayo.
Al final de las casi dos horas que duró el concierto, se notaba que las
furibundas y ensordecedoras ráfagas de electricidad lanzadas desde su icónica
Ibanez blanca aun resonaban en los oídos de las personas que iban saliendo del
recinto, con ojos y bocas abiertas, balbuceando adjetivos –“alucinante”, “espectacular”-entre
sonrisas que podían ser de satisfacción pero también de una genuina
perplejidad.
Y es que no importa cuántas veces haya escuchado uno el Passion and warfare, disco que Vai
grabara en 1990 y que tocó íntegramente en Lima, como parte de la gira mundial
que inició a mediados del 2016 para celebrar un cuarto de siglo de su
lanzamiento. Porque los niveles de volumen e intensidad que es capaz de
alcanzar en vivo son simplemente imposibles de describir con palabras, lo cual
se hace más evidente en esas digresiones en los que la guitarra de Vai simula
estruendosos cohetes a punto de explotar o estrellarse, gritos eléctricos que
convierten el Star spangled banner de
Jimi Hendrix en un arrullo de cuna.
El concierto arrancó con un video, casi dos minutos de la
cinta Crossroads (1986) en la que Vai
representa a Jack Butler, un guitarrista endemoniado, durante la emblemática
escena del duelo entre Butler y Eugene, papel representado por la estrella
juvenil de la época, Ralph Macchio (Karate Kid). A lo largo del show, se
proyectaron coloridas animaciones y otras sorpresas, como la aparición de
diversos amigos y colegas de Vai y los clips promocionales del Passion and warfare.
Para el arranque, desde la oscuridad salió Vai, media hora
después de lo anunciado, encapuchado y apuntando al público con rayos láser de color rojo
intenso que salían de sus ojos, moviéndose sinuosamente y lanzando extraños ruidos desde
su guitarra, que por momentos parece un arma de destrucción masiva. Junto a su
banda -Dave Weiner (guitarra, teclados), Philip Beynoe (bajo) y Jeremy Colson
(batería)- tocó cuatro poderosos temas
de su amplia trayectoria discográfica: Bad
horsie y Tender surrender (del EP
Alien love secrets de 1995), The crying machine del disco conceptual Fire garden (1996) y Gravity storm, de The story of light (2012), una de sus últimas producciones en
estudio.
Para ese momento la audiencia ya estaba preparada. Unas breves
palabras en inglés, en que Vai hizo gala de su facilidad expresiva y sentido
del humor y con todo, el Passion and
warfare de principio a fin y en orden, alcanzando cotas impresionantes de
incendiario volumen, con esos sostenidos agudos y el casi maltrato físico al
que somete a su instrumento para arrancarle solos imposibles, riffs pesados y
estructuras sumamente complejas incluso para otros guitarristas de su
generación.
Aquí comenzaron las apariciones especiales: Para Liberty, las pantallas –una al centro,
dos a los lados- mostraron imágenes de Vai junto al legendario Brian May de
Queen, en un concierto de 1992. Durante The
audience is listening, el simpático videoclip en el cual un “Little Stevie” vuelve loca a su profesora con su arrebatada canción inspirada en el clásico de Van Halen, Hot for teacher, es interrumpido por
John Petrucci, guitarrista de Dream Theater, para introducir su contundente
estilo e intercambiar solos con Steve. Y para la conocida Answers, Vai recibió el saludo y visita virtual de su amigo,
profesor y cómplice en el proyecto guitarrero G3, Joe Satriani quien, sentado
en su estudio y con divertidas máscaras, realizó impresionantes intervenciones
para acompañar a Vai.
Durante los temas I
would love to, The audience is
listening y For the love of God,
la banda hacía lo suyo y se proyectaban los videos correspondientes a cada
tema, con Steve tocando en vivo y en estado de gracia, mientras la pantalla nos
mostraba las imágenes del músico, hace 27 años, conectando pasado y presente. En
suma, una celebración que fue más allá del emblemático disco de rock
instrumental –el segundo de su carrera en solitario- para convertirse en un
repaso por una trayectoria marcada por el éxito pero también por duras críticas
a su personal y emotiva forma de ver y entender la música, con composiciones de
complejas estructuras y sonidos que, para el común de las personas, pueden
llegar a ser desesperantes por la saturación y el volumen que alcanzan.
Para quienes siguen pensando que el toque vertiginoso y
extremadamente técnico de Steve Vai es maquinal o robótico, deberían prestar
mayor atención a la digitación natural con la que acomete diversos pasajes en
canciones como For the love of God, Greasy kid’s stuff, Blue powder y especialmente el breve interludio Ballerina 12/24, en que Vai se luce con
un veloz bluegrass eléctrico, en ese tiempo difícil indicado en el título. En la
otra cara de la moneda, las pesadas y cambiantes The riddle, Erotic nightmares,
The animal y, particularmente Love secrets, que cierra el disco
original, van del hard-rock al rock progresivo con densidad pero con mucha
fluidez en los arreglos, por más complicados que estos sean para el oyente
promedio. La habilidad desarrollada por Vai a lo largo de los años obedece a
tres cualidades 100% humanas: talento, disciplina y mucha práctica. Ninguna de ellas pueden conseguirse a través de softwares o descargas virtuales.
La banda que trajo Steve Vai tiene también, por supuesto, una
gran responsabilidad dando soporte a las locuras del guitarrista y compositor,
y la cumplen cabalmente, sin atenuantes: Philip Beynoe es un extraordinario
bajista que combina su macizo acompañamiento para los temas pesados con una
soltura ultrafunky que retumba y sacude el cuerpo de quien lo escucha. Jeremy
Colson, el baterista, lanza unos bombazos con tal contundencia que compite en capacidad atronadora con su jefe, mientras que el guitarrista/tecladista
Dave Weiner no se queda atrás al momento de replicar las veloces y frenéticas líneas
de Vai –como en su momento lo hiciera Mike Keneally, su amigo y reemplazante en
la banda de Zappa, hoy dedicado a sus propios proyectos musicales- o de hacerle
fondo con una guitarra especial, que lanza enigmáticos arpegios parecidos a los de una
cítara.
Una vez finalizadas las catorce canciones del Passion and warfare, Vai subió al
escenario en dos ocasiones: la primera para hacer un extracto de Stevie’s spanking, aquel pesado tema que
Zappa compuso acerca de sus extravagantes hábitos cuando iba con él de gira,
apenas a los 21 años de edad, mientras las pantallas mostraban imágenes del DVD
Dub room special, en el que quedó
registrada una actuación de ambos en 1981; seguida de Racing the world, del álbum The
story of light. Ante las llamadas del exhausto público, Vai regresó
nuevamente y cerró la faena con la última sección de la suite Fire garden, del disco del mismo título,
una extraña y misteriosa composición titulada Taurus Bulba, durante la cual bajó enloquecido a tocar en medio de
las primeras filas, provocando un sano alboroto y un bosque de celulares
tratando de captar ese momento.
Casi a la medianoche, las luces se apagaron y de los parlantes
surgió la canción Hallelujah de Leonard
Cohen, en la versión que grabara Jeff Buckley en 1991, casi como tratando de
acariciar nuestros oídos, que habían sido satisfactoriamente machacados por uno
de los mejores guitarristas del mundo. Steve Vai desató una apasionada guerra en
nuestra ciudad, mezcla de incontenible locura y profunda espiritualidad. Prometió
volver. Le tomamos la palabra.
SETLIST
PRIMERA PARTE
SETLIST
PRIMERA PARTE
- Intro: Video de película Crossroads (1986)
- Bad horsie
- The crying machine
- Gravity storm
- Tender surrender
- Liberty (video: Brian May)
- Erotic nightmares
- The animal
- Answers (video: Joe Satriani)
- The riddle
- Ballerina 12/24
- For the love of God (con videoclip de 1990)
- The audience is listening ((con videoclip de 1990, interrumpido por John Petrucci)
- I would love to (con videoclip de 1990)
- Blue powder
- Greasy kid's stuff
- Alien water kiss
- Sisters
- Love secrets
- Stevie's spanking (video: Frank Zappa)
- Racing the world
- Taurus Bulba (Fire garden suite, part IV)