WOODSTOCK: 39 AÑOS DESPUÉS Rock In Rio, Lollapalooza, Glastonbury, Bonnaroo, Benicassim... todos estos festivales le deben algo a Woodstock y en esta semana de su aniversario número 39 era inevitable un post acerca de este evento contracultural que marcó la historia del rock y la vida de las casi 500,000 personas que allí estuvieron. En plena efervescencia del movimiento hippie, cuatro empresarios norteamericanos: Michael Lang, John Roberts, Joel Rosenman y Artie Kornfeld unieron sus esfuerzos y capitales para realizar un festival musical que reuniera a los mejores artistas del momento y que sirviera además como plataforma de reunión para que todo aquel contingente de jóvenes que, sobre la base de la filosofía pacifista, anti-bélica y pro-drogas que servía de trasfondo ideológico del hippismo, pudiera demostrarle a la sociedad establecida - el establishment - que podían realizar un multitudinario concierto sin problemas, sin violencia. Y en buena parte lo consiguieron aunque jamás imaginaron el impacto social y cultural que tendría su aventura.
Antes de Woodstock, el Monterey Pop Festival había congregado a casi 60,000 personas dos años antes, en 1967. Tras una fuerte campaña publicitaria, con anuncios en toda la prensa neoyorquina y habiéndose asegurado un lugar lo suificientemente grande - la hacienda de Bethel, propiedad de Max Yasgur, tenía un área de aproximadamente 600 acres (equivalentes a 240 hectáreas o 2.4 kilómetros cuadrados) - los organizadores habían calculado una asistencia máxima de 200,000 personas, lo cual les aseguraba una cuantiosa ganancia en venta de entradas. Pero la enorme expectativa generada por los conciertos hizo que la cantidad proyectada terminara duplicándose, ocasionando una serie de problemas logísticos y entre otras cosas, obligó a los organizadores a declarar que el ingreso sería gratuito, debido a los cientos de miles de jóvenes que llegaban de diversos estados, trasladándose en caravanas. Esta situación se salió por completo de las manos de los encargados del mega-concierto que vieron cómo se rebalsaban, literalmente, todas sus previsiones en cuanto a seguridad, orden, servicios higiénicos, etc...
Aún así, sobre la base del slogan del festival, fueron tres días de paz, amor y música, que pasarían a la historia como la expresión más completa de lo que significó el movimiento hippie. Los saldos son conocidos: dos nacimientos, tres muertes, uno de los congestionamientos vehiculares más increíbles que haya experimentado una carretera norteamericana, líneas telefónicas colapsadas durante tres días... y un conjunto de actuaciones memorables que quedaron registradas en un excelente álbum triple y el clásico documental, estrenado un año después, que lanzó al estrellato a bandas y artistas de diversos estilos y registros, que conforman una de las bandas sonoras más impresionantes jamás elaboradas para un fenómeno social.
Hoy abundan los análisis - algunos más apasionados que otros - acerca de las verdaderas motivaciones de las personas que lo organizaron, así como los debates con respecto a la real trascendencia del hippismo y su significado: ¿eran verdaderos ideólogos juveniles protestando contra la insensatez de los "grandes" o simplemente se trataba de una masiva manifestación egocéntrica y hedonista de una generación ansiosa por validar sus comportamientos al margen de lo socialmente aceptado? Lo más probable es que haya tenido de ambas cosas, pero más allá de cualquier opinión personal o de estudios descontextualizados, resulta fácil entender que en el mundo actual, mientras que asuntos como la paz y el amor continúan en una lucha permanente por no desaparecer - una lucha que, a juzgar por los desmanes de la administrción Bush o los últimos sucesos de Georgia, viene perdiendo en el balance general de acontecimientos - la música, sobre todo la que se hizo en esos tres días, aún vive entre nosotros, aún emociona, aún sorprende...
LOS ARTISTAS DE WOODSTOCK
En esta época de cantores urbanos, metrosexuales, andróginos y sumamente homogeneizados, es revitalizador ver por ejemplo a un descosido, desdentado y frenético Richie Havens, con su poderosa voz y su golpeada guitarra de palo, estremeciendo el escenario con sus lamentos Freedom y Sometimes I Feel Like A Motherless Child. Una de las imágenes que siempre me han fascinado de ese primer día de conciertos es ver cómo Havens se aleja del micrófono, inmerso en su rasgueo incansable, a pesar de haber roto una cuerda, cantando sin importarle si el público lo escucha o no... O por ejemplo la celestial y encantadora voz de Joan Baez, embarazada, entonando a capella Sweet Low Sweet Chariot, clásico himno de lucha por los derechos civiles, que se cantaba en las reservas indias del siglo 19. O esa joyita de Arlo Guthrie - hijo de Woody Guthrie, el padre musical de Dylan - titulada Coming Into Los Angeles. Además de los mencionados, aquel viernes 15 de agosto, desde las 5:17pm, desfilaron otros grandes trovadores como Melanie, Tim Hardin y The Incredible String Band, así como el maestro Ravi Shankar, que ya había cautivado a los rockers de la época con sus cítaras en el festival de Monterey.
El sábado 16, desde el mediodía - tras haber descansado casi toda la madrugada - la electricidad se fue apoderando del escenario y el mar humano que conformaba el público en Woodstock se aprestaba a ver en vivo a algunos de los artistas que marcaron a fuego el desarrollo del rock, como expresión artística de enorme carga emocional y poder de convocatoria. Ese día un cantautor algo relegado de las reseñas del género folk, líder comunitario y activista político, Country Joe McDonald, hizo cantar a todo el mundo su I Feel Like I'm Fixin' To Die Rag, una de las proclamas anti-Vietnam más directas del concierto. Posteriormente, el reflexivo y filosófico set de John Sebastian, uno de los abanderados de la onda musical de San Francisco, dio paso a una ráfaga desconocida para los norteamericanos, un sonido que los hizo enloquecer. Las congas y ritmos caribeños del guitarrista mexicano Carlos Santana (en aquel entonces un desconocido inmigrante de 21 años de edad) deben haberse escuchado como traidos del espacio en los oídos de los miles y miles de jóvenes, que, subidos en LSD y marihuana, sentían que cada nota les estremecía el alma y el cuerpo. Esa versión de Soul Sacrifice es una descarga de energía y talento musical indescriptible.
En la versión oficial del documental destacan del segundo día de festival (que se extendió hasta el amanecer del tercero) las actuaciones de Santana, Sly & The Familiy Stone (I'm going to take you higher) y The Who (con el excelente tema de la ópera Tommy, See Me Feel Me) que reflejan el espíritu psicodélico y la fuerza rockera desplegada con el público a tope, sobrepoblando los campamentos y haciendo colapsar cualquiera de las instalaciones que se abrían para los servicios básicos. Lamentablemente, diversos problemas nos impidieron apreciar en esta primera versión de la película las actuaciones de artistas como Janis Joplin (según cuenta Thelma Schoonmaker, editora y camarógrafa, hubo unos inconvenientes con la cinta que contenía el concierto de la extraordinaria intérprete de Ball And Chain), C. C. Revival (cuestiones contractuales no permitieron que los realizadores incluyeran canciones de la banda de John Fogerty) o The Grateful Dead (uno de los grupos más esperados del festival), cuyo concierto sufrió una serie de accidentes debido a la lluvia. El sonido falló permanentemente e incluso Jerry García y Bob Weir, líderes de la banda, recibieron descargas eléctricas de sus guitarras y micrófonos).
Aunque el programa oficial de conciertos anunciaba a Jefferson Airplane para "cerrar la noche" del sábado, lo que hizo la banda de Grace Slick fue abrir el domingo con sus alucinadas canciones, viñetas sonoras de la movida de la Costa Oeste. Ella recibe al público con un saludo en el que anuncia las canciones de ensueño tras los latigazos de electricidad que los ingleses liderados por Pete Townshend habían lanzado un par de horas antes. Eran las 6 de la mañana. Luego del receso, en el que los asistentes aprovechaban para dormir, comer, bañarse en el río o divertirse jugando en el lodo producido por la intensa lluvia, llegó el turno de Joe Cocker y su grupo, The Grease Band. Ninguna de las versiones que el inglés ha cantado en años posteriores supera a su interpretación, esa tarde, del clásico de The Beatles With A Little Help From My Friends. El tema, que en nuestro medio se hizo super conocido como cortina de la serie Los Años Maravillosos (que es un homenaje al espíritu libre y desprejuiciado de los 60s), es uno de los momentos cumbres del festival.
Luego de Cocker una fuerte tormenta interrumpió el desarrollo del evento que recomenzó unas horas después, con la guitarra de Alvin Lee y su grupo Ten Years After. I'm Going Home By Helicopter es un arrebatador rock and roll a mil por hora, que Lee interpreta en un estado de catarsis contagiante, aferrado a su Gretsch, solo frente al mundo. Esa noche pasaron por la arena de Bethel importantes grupos como The Band, Blood Sweat & Tears, Paul Butterfield y Johnny Winter, cuyas actuaciones no figuraron en la película pero que posteriormente pudieron verse en filmaciones de menor calidad. Otra de las máximas atracciones del festival, los debutantes Crosby Stills & Nash - con intermitentes apariciones de Neil Young, en especial en la parte eléctrica de su presentación - aparecieron sobre la tarima como portadores del nuevo sonido del folk norteamericano, casi a las 3 de la mañana. Armados únicamente de guitarras, (David) Crosby, (Stephen) Stills y (Graham) Nash pueden ser vistos interpretando su Suite Judy Blue Eyes. Finalmente, Jimi Hendrix con su recientemente formada Band Of Gypsies, irrumpió ante un público ya disminuido - la gente había comenzado a irse durante la madrugada - y su extraordinario set de canciones (que incluye la famosa alegoría al horror de la guerra, sobre la base de ráfagas de distorsión y electricidad lanzadas desde su guitarra blanca, en medio de su versión del himno nacional norteamericano) fue visto por una multitud exhausta, que quizás en ese momento no haya percibido el valor artístico de lo que, en ese preciso momento, estaba ocurriendo.
LOS ARTISTAS QUE NO TOCARON
La bitácora de las anécdotas e historias acerca del Festival de Woodstock es inmensa, pero hay algunas cosas realmente interesantes acerca de aquellos artistas que fueron invitados y no pudieron - o no quisieron - estar allí y formar parte de este histórico concierto:
- The Jeff Beck Group (Jeff Beck en guitarra, Rod Stewart en la voz, Ron Wood en el bajo y Aynsley Dunbar en batería) estuvo programado para tocar pero se separaron una semana antes.
- El manager de Joni Mitchell decidió no aceptar la invitación, porque pensó que sólo asistirían 500 personas. La compositora poco después compuso una canción dedicada al festival, llamada Woodstock, que se hizo famosa en la versión de Crosby Stills & Nash.
- Los organizadores llamaron a John Lennon para pedir que The Beatles tocaran pero Lennon exigió que también incluyeran la participación de The Plastic Ono Band, grupo donde cantaba su esposa, Yoko Ono. Los organizadores no lo volvieron a llamar.
- Jethro Tull rechazó la invitación. Su líder, Ian Anderson, dijo: "no quiero pasar todo mi fin de semana en un campo repleto de hippies que no se han bañado".
- The Mothers Of Invention recibieron una invitación, pero también declinaron. Frank Zappa rechazó la oferta: "Hay mucho barro en Woodstock".
- John Densmore, baterista de The Doors, puede ser visto en algunas escenas del concierto de Joe Cocker
- George Harrison declara en la colección Anthology de The Beatles que, en plena época de discusiones durante la grabación del álbum Let It Be, estar en Woodstock fue como un escape de la tensa realidad por la que estaba atravesando su banda.
ALGUNOS VIDEOS
Aquí algunos videos de lo que fue Woodstock: Three Days Of Peace Love & Music (15, 16, 17 y 18 de agosto de 1969):
Hasta la próxima...