Toda esta historia de Gianmarco Zignago y su engreído berrinche por redes sociales es una pequeña metáfora de la idiosincrasia de nuestra sociedad viciosa, cargada de egos monumentales, huachaferías diversas y una incontinencia pertinaz cuando se trata de creerse lo que no se es, gracias a las bombardas publicitarias que un cantautor de calidad común y corriente ha recibido y sigue recibiendo.
Y además de engreído, ese berrinche virtual no es más que expresión de la piconería de quien ve que el negocio no le salió bien. Me explico: habría que ser demasiado ingenuo -o demasiado hincha de Gianmarco- para creer que la indignación del susodicho por el uso indiscriminado de pirotécnicos en Navidad es mayor que sus ansias egocéntricas de convertirse en trending topic, esa enfermedad que padecen todos los adictos al pajarito azul que es incapaz de decir frases que contengan más de 140 caracteres.
Me parece que este compadre buscó concitar, a través de su "indignado" tweet, una corriente de opinión contra los cohetones que lo colocara como líder de opinión en las encuestas de fin de año, Claro, es la fórmula perfecta: escoges un tema sensible y lanzas un petardo -sin alusión intencional al tema de los fuegos artificiales en cuestión- que te catapulte (o que te vuelva a catapultar) a los picos más altos de la popularidad de las encuestas de poder. Quizás este año terminas junto a Beto Ortiz en el ranking de "personas influyentes". Pareciera un consejo emanado de la fábrica de mentiras de Gustavo Rodríguez, el publicista de lentecitos con montura aérea que se cree escritor.
Y no es que las críticas ante la quema compulsiva de silbadores, ratas blancas y demás artilugios de dudosa procedencia estén equivocadas. Por supuesto que no. De lo que se trata, en este caso por lo menos, es que el señor Gianmarco Zignago que es, en este país, más omnipresente que el mismísimo Niño Jesús, hasta el punto que hablar mal de él en las redes sociales (por lo menos antes de este escandalete) podía terminar en la excomunión y que conversar con Regina Alcóver es casi como conversar con la Virgen María en persona...
Decía que en este caso, Gianmarco alzó su "voz de protesta" porque una bombarda cayó en la puerta de su casa, o sea en el templo sagrado al cual acuden en peregrinación (por lo menos él lo cree así), miles de incautos musitando Una canción de amor y chillando de placer porque se ganaron una guitarra autografiada o porque tienen entre sus cosas el cancionero con recetas del BBVA lleno de fotos del "pelao" junto a Gastón Acurio. Claro, la Marca Perú hecha carne a través de la invasiva figura de Gianmarco, el artista nacional más sobrevalorado de los últimos 60 años.
Desde hace años Gianmarco dejó de ser la persona sencilla y hasta medianamente agradable que alguna vez fue, para convertirse en un monumento al egocentrismo y la actitud divesca de quien se siente un iluminado por los dioses y las musas de la inspiración. Cantautor de carisma chacotera y vulgaridades encubiertas, el compadre se crió entre tablas y telones gracias a sus padres, y apareció en cámaras desde que era un niño. Esa imagen del muchachito engreído que calla a todos los adultos para cantar en medio de la reunión familiar fue replicada por Gianmarco en cadena nacional y, poco a poco, se fue incrustando en la farándula local la (falsa) idea de que el tipo era algo así como un genio.
Algunas baladas cumplidoramente bien escritas captaron la atención de Emilio Estefan y desde entonces su carrera, que no daba para nada más que para vender miles de discos a nivel local y conducir un programa ridículo junto a otro niño mimado de la tele nacional -Bruno Pinasco- se transformó en una megainversión transnacional que operó el cambio de personalidad que hoy lleva a Gianmarco a comportarse como se comporta: ahora es un insufrible ególatra con poses de trovador, que se ha metido en todos los conciertos de artistas de habla hispana que ha podido como "invitado" y que lidera los rankings sobre la base de una música que tiene lo mismo de inocua como repetitiva. Hasta libros de autoayuda dice que escribe, con máximas y consejos al mejor estilo de ese otro personaje de nuestro folklore farandulero llamado Mauricio Diez Canseco.
Pero hay una cosa que invalida la protesta de Gianmarco frente a los pirotécnicos y los evidentes peligros y molestias que generan: él los utilizó a discreción en su personalísimo concierto en el que celebró sus 20 años de carrera en el estadio de San Marcos, hace un par de años si la memoria no me falla. Como todos sabemos, la universidad se encuentra frente a zonas urbanas y los bombazos con los que Gianmarco cerró "su noche" deben haber dejado sin dormir a más de una familia y sin paz a más de una inocente mascota.
Por eso su destemplada reacción -llamar "perros" a quienes lanzan cohetes en Navidad- y su posterior bloqueo, no cierre, de sus cuentas en Facebook y Twitter -que son lo máximo cuando todos son halagos y "me gusta" pero que pueden ser de lo más reveladoras cuando se enciende la ira popular- dejan al descubierto una personalidad inflamada por la arrogancia, incapaz de aceptar que ha cometido un error, como cuando insultó a quienes abandonaban su concierto en algún lugar de los EE.UU.
Gianmarco ha vuelto a activar sus cuentas, según dice por los sabios consejos de su madre, la venerada actriz y personalidad de radio y televisión Regina Alcóver. Y en las últimas 48 horas he visto su imagen cuidadosamente calculada para caerle bien a la Lima que no deja nunca de mirarse el ombligo, recorriendo los sets de Canal N, Canal 9 y Canal 4, casi como en desagravio. O sea que, por mucho que este tema haya mostrado el verdadero fustán de esa cuasi perfección orquestada, el mito de Gianmarco-eres-lo-máximo seguirá siendo explotado por los mercachifles de la prensa convencional.
Una más para el anecdotario de esta ciudad que parece haber olvidado lo que realmente cuenta: la sencillez, la autenticidad artística, el ser consecuentes y tener sentido común.