Me enteré, gracias a un compañero de trabajo - César Medina Chalco, quien produce y conduce con tenacidad y mucho corazón un programa radial por Internet dedicado a difundir rock en nuestro idioma (mayoritariamente peruano y argentino), llamado Mixtura - que el fundador y editor de la mítica revista de rock argentino PELO, Daniel Ripoll, estaba en Lima para ofrecer una conferencia respecto de su activa participación en la formación del movimiento de rock argentino que hoy, gracias al talento de sus principales exponentes y a la solidez de sus diversas propuestas artísticas, es motivo de orgullo para el país gaucho. Como preámbulo a su ponencia, se proyectaría la clásica película de 1973 Hasta que se ponga el sol, que registra las incidencias del festival Buenos Aires Rock de 1972 (llamado coloquialmente B. A. Rock o Barrock), en el que actúan algunos de los padres fundadores del rock clásico argentino.
Entre mis filias musicales más queridas está el rock argentino producido entre 1969 y 1989, sobre todo el asociado a géneros como psicodelia, hard rock, rock progresivo y algunos vuelos acústicos-místicos fusionados con el folklore. Como se imaginarán, fui a la conferencia, realizada el jueves 28 (sí, el Jueves Santo) en un pequeño sitio ubicado casi frente al Teatro Marsano en Miraflores, que se llama El Local. La onda, como era de esperarse, era bastante subte: un lugar pequeño, oscuro, ligeramente descuidado y un público reducido aunque ciertamente comprometido con la causa.
Definitivamente quienes allí estaban, sabían de qué se trataba el asunto. Vasos de cerveza a ocho soles, chilcano de pisco a seis. Nada de empresas auspiciadoras de publicidad invasiva ni prensa ni figurettis de ninguna clase. Confundidos entre el público, Daniel F. y Christian Van Lacke preparaban oídos y ojos para la película mientras que por allí desfilaban los mismos personajes de siempre: vendedores de las galerías Brasil, de Quilca, alguno que otro miembro del colectivo virtual FaceRock, en fin; una reunión de extraños dispuestos a hermanarse a través de la música que han escuchado toda la vida. Y a conocer a uno de sus principales promotores, el ahora sexagenario Daniel Ripoll.
Ripoll es un tipo amable y sencillo, un señor mayor con espíritu juvenil y rebelde que despotrica contra los militares y contra Palito Ortega y todo lo que surgiera del afamado Club del Clan de los 60s ("Palito Ortega es el personaje más siniestro de la cultura argentina") y se deshace en halagos cuando habla de Luis Alberto Spinetta, a quien considera "el profeta incorruptible del rock nacional argentino" (estoy de acuerdo con ambas cosas, aunque reconozco que la "nueva ola" argentina representada por el compositor de La felicidad tuvo gran resonancia entre el público masivo latinoamericano). Su conferencia fue interesante pues relató, en primera persona y con lujo de detalles, cómo se inició este movimiento cultural que hasta hoy perdura, a pesar de que sus principales nombres ya no están en la palestra y sobre todo cuál fue el contexto que permitió la aparición de la revista PELO, conocida por muchos melómanos limeños de los 70s y 80s, gracias a las ediciones contrabandeadas que llegaban en aquellos años de dictadura militar.
Las referencia a la relación entre la represión de los "milicos" y la efervescencia artística que se desarrolló en Argentina tanto en la música como en el cine, la literatura y las artes plásticas es casi obvia pero más allá de las palabras del periodista - que diserta acompañado de su esposa, quien no deja de grabarlo a él y al público con su cámara digital - yo prefiero detenerme en el film Hasta que se ponga el sol, un verdadero documento histórico para quienes admiramos a las bandas fundacionales de aquel movimiento.
Hace unos días, un par de mequetrefes hablaban en Canal 7 (programa Tiempo después, para más señas) acerca de la historia del rock peruano y repetían lugares comunes con respecto a Los Saicos, Los Doltons, Los Belkings y demás nombres que, siendo respetables e importantes, no tenían ni la mitad de talento ni tuvieron la décima parte de influencia en nuestro país de lo que tuvieron esos jóvenes melenudos que finalmente llevaron su arte a toda Latinoamérica. Francamente, al ver este festival argentino, filmado con la calidad amateur del Woodstock de 1969 (apenas tres años antes) y mostrando bandas muy sólidas, dispuestas a reventar al establishment con su sonido, sentí una profunda envidia ajena y reafirmé mis opiniones con respecto a la mentada "historia del rock en el Perú" que algunos tratan de poetizar desde diversos puntos de vista: acá no hubo nada, señores. Solo unas cuantas canciones hechas en el momento, sin profesionalismo alguno, sin intenciones de trascender ni remover ningún cimiento social ni artístico.
Definitivamente las escenas más aplaudidas de Hasta que se ponga el sol - que no es un documental 100% perfecto pues tiene secuencias demasiado preparadas, incluso aquellas en las que se le ve a Ripoll presentando a los artistas, con planos medios y fondos retocados en estudio - son las canciones de Pescado Rabioso (Despiértate nena y Post-crucifixión), tocadas con furia por Luis Alberto Spinetta y David Lebón, jovencísimos; y la entonces nueva Canción para mi muerte de Sui Generis, que es presentada como una banda "de la nueva camada". Charly García y Nito Mestre interpretan este himno de campamentos con una sobriedad propia de músicos experimentados y no de los casi adolescentes que eran en ese momento.
También son relevantes los temas del guitarrista bluesero Norberto Aníbal Napolitano, "Pappo" para los amigos, Color Humano, Lito Nebbia (cantante de Los Gatos) con su set acústico, Vox Dei y los temas de su segundo álbum La Biblia (1971), Claudio Gabis y La Pesada (con una estética que me hizo recordar a Canned Heat, salvando las distancias por supuesto) y una sorprendente banda progresiva llamada Orion's Beethoven, que se perdió en el olvido. Personalmente me gustó la secuencia dedicada al grupo de fusión rock-folklore Arco Iris, liderado por un irreconocible Gustavo Santaolalla, hoy uno de los productores más exitosos de tango electrónico (a él se debe la aparición de ese bodrio llamado Bajofondo Tangoclub, entre otras cosas enmarcables en el fenómeno comercial del lounge-chill-out y demás subgéneros prefabricados).
Sospecho que Daniel Ripoll, aunque no lo dijo con claridad, siente un repudio estructural frente a estas expresiones que abandonan el espíritu rebelde y transgresor del rock como expresión cultural y se convierten en música para centros comerciales y ascensores. De alguna manera, Santaolalla y su transformación representan la desaparición de esa actitud rockera genuina que ahora se vende al mejor postor, con la finalidad de conseguir más contratos de publicidad y posibilidades de difusión en una industria musical dominada por las multinacionales. La mala noticia: no existen versiones digitales de los números de la revista PELO y al parecer, según lo manifestado por don Daniel, ya no queda ninguna en circulación. Una lástima.
Color Humano - banda del guitarrista de Almendra, Edelmiro Molinari, tocando el tema Larga vida al sol.
Pescado Rabioso: Luis Alberto Spinetta (voz, guitarra), David Lebón (voz, bajo), Carlos Cutaia (teclados) y Black Amaya (batería) tocan dos de sus clásicos: Despiértate nena y Post-crucifixión (singles de 1973, incluidos en la versión CD de su primer álbum Desatormentándonos (1972). En el medio, la canción titulada Corto de su segundo LP, Pescado 2 (1973)
Ver en este enlace el análisis de la película desde un portal argentino:
http://www.dospotencias.com.ar/rebelde/esp_rock.htm