Desde siempre, el periodismo alternativo -la "free press" de la contracultura norteamericana en tiempos de hippies y freaks- se mantuvo en la marginalidad. Su precariedad presupuestaria y parcial amateurismo le hacía imposible competir con los medios convencionales, la gran prensa. Escritores, artistas y difusores de opinión anti-establishment se hacían notar, de vez en cuando, por sus altos niveles de irreverencia, pero siempre en la oscuridad, como parte de una cultura subterránea y, generalmente, ajena a la vida de las masas y al debate político cotidiano.
En estas épocas de redes sociales consolidadas y plenamente incorporadas al quehacer diario de ciudadanos y familias comunes y corrientes, esto ha cambiado de manera rotunda y, hasta cierto punto, saludable. Los medios de comunicación digitales -webs, blogs, FanPages, canales de YouTube, cuentas de Twitter- son, desde hace un par de décadas, lo que va del siglo 21, ya no solo una alternativa diferente y marginal (léase pequeña, menor, de segunda clase o difícil acceso) al clásico tridente prensa escrita/radio/televisión. Se han convertido en la primera y principal fuente de información de una población hiperconectada que ya no confía, que ya no cree en los medios tradicionales.
Esta tendencia global es, en países como el Perú, en el que tenemos además un problema de concentración monopólica de medios de comunicación que los convierte en maquinarias descaradas de desinformación y parcialización en defensa de los grupos de poder político y económico, ha dado en los últimos años pasos agigantados en su crecimiento, como válvula de escape para emociones que van desde la indignación frente a las mentiras del "discurso oficial" hasta unas olas de refrescante ingenio y creatividad de la mano de jóvenes usuarios cibernautas -en muchos casos, estudiantes y comunicadores de las nuevas generaciones- que están usando las redes sociales para desbaratar patrañas, analizar críticamente todo aquello que los demás ocultan o tuercen y divertirse levantando los ánimos, propios y ajenos, con altas dosis de buen humor y abierta desfachatez e incorrección.
El último proceso electoral, concluido formalmente el pasado 6 de junio con el acto de votación en segunda vuelta y que hoy nos tiene en permanente tensión por la agobiante, prepotente e inagotable capacidad para hacer pataletas irracionales del partido perdedor, ha terminado de solidificar el peso y poder de convocatoria de este multiforme elenco de comunicadores que podríamos englobar en el membrete que ellos mismos se inventaron hace poco: "La Liga Electoral", un nombre que conecta con la subcultura de los superhéroes y películas del universo Marvel/DC Comics que se junta en "La Liga de la Justicia", muy popular entre personas cuyas edades oscilan entre los 18 y los 55 años, sin contar a los menores de edad.
Este grupo de nuevas voces, de manera (en muchos casos) independiente, orgánica e intencionalmente desacartonada, se ha propuesto dar batalla, con todo, al apoyo y cobertura cerrada que la gran prensa concentrada local, encabezada por el Grupo El Comercio, RPP y Willax TV, da sin la menor vergüenza a la mafia fujimorista, al que se unen, de forma un poco más asolapada, medios que se identifican a sí mismos como no integrantes del cogollo empresarial y mediático (ATV, TV Perú, La República, una que otra web y varios importantes "líderes de opinión" de experiencia y prestigio), apuntando a una "masa crítica" de jóvenes y adultos hartos de la manipulación y mentiras malintencionadas que Keiko Fujimori y sus operadores lanzan en cadena nacional, para tumbarse unas elecciones que perdieron a pesar de tener tantas ventajas a nivel de propaganda y capacidad de gasto en campaña.
Aún no se ha realizado un estudio serio y detallado sobre la historiografía de este fenómeno. Pero podemos ubicar los cimientos de esta nueva forma de hacer periodismo digital en el trabajo de Marco Sifuentes (@ocram), fundador de "El Útero de Marita", escatológico nombre ligado a uno de los crímenes más atroces del fujimontesinismo, pero de gran pegada que se erigió como faro de aquella información alternativa a la prensa formal. De hecho, Sifuentes proviene de esa prensa convencional, debido a su trabajo como reportero de La Ventana Indiscreta, uno de los programas dominicales más sintonizados de finales de los noventa e inicios del siglo 21, dirigido por Cecilia Valenzuela, antes de entregarse a la ultraderecha. Desde hace años, Sifuentes encabeza los rankings de periodistas digitales "de más poder". Sifuentes, actualmente, conduce diariamente "La Encerrona", un mininoticiero de 15 a 20 minutos que sale por YouTube y se replica en múltiples plataformas (Twitter, Instagram, Facebook, Spotify) en versiones en video y audio (podcast).
Detrás de El Útero... surgieron, entre otros, Desde el Tercer Piso (José Alejandro Godoy), La Mula (portal de noticias y crónicas, también con Sifuentes detrás) y, más recientemente, weblogs como Ojo Público, El Foco, Wayka y Sudaca, que siguen la misma lógica, ser portales de noticias no tradicionales, de bajo presupuesto y alto efecto multiplicador por su estrategia multicanal. Uno de los primeros en aparecer, como individualidad dedicada a desmontar mentiras de la fauna política fue "El Diario de Curwen" (un youtuber de nombre Víctor Caballero, su alias en Twitter es @DiarioDeCurwen) -actual director de "utero.pe"- que se posicionó rápidamente entre los cibernautas. A pesar de eso, La Encerrona es, actualmente, el medio digital de información más sintonizado e influyente entre las juventudes consumidoras de noticias de actualidad política durante la pandemia, debido al arrastre de Sifuentes y sus proyectos previos.
Pero si algo ha desatado la euforia en el ciberespacio son los programas de conversación, en los que se reúnen analistas políticos jóvenes, con información privilegiada por haber trabajado en el Estado, como asesores de congresistas, ministerios u otras instituciones públicas, pero en una onda super informal, haciendo así contraparte a las clásicas "mesas de conducción" o "paneles" donde abunda la diplomacia, el acartonamiento y el acomodo. Chicharrón de Prensa se llamó el proyecto que dio el pistoletazo de salida para este formato irreverente que trasladó al YouTube la conversa de cuatro patas, entre chelas y piqueos.
Con la chacota por delante y un ácido ejercicio de crítica al ambiente y actualidad política y periodística, los cuatro discutían sin tregua. El impacto de Chicharrón de Prensa, que se creó en el contexto de la campaña presidencial del 2016, pasó desapercibido por los medios convencionales pero fue muy amplio en la realidad paralela de las redes sociales, con sus conductores -Carlos León Moya, Luis Davelouis, Patricia Gamarra y Miguel Villalobos (columnistas de medios escritos "formales" y un realizador y publicista) convertidos en líderes subterráneos de opinión, expresando el hartazgo frente al cinismo habitual del establishment local.
El COVID-19 trajo un nuevo cambio en este fenómeno periodístico y de opinión política. Girando en torno al éxito e influencia de La Encerrona ("Tu Mininoticiero en Cuarentena/Pandemia"), y en el marco de la segunda vuelta electoral y la exacerbante pataleta de Keiko Fujimori, se ha generado un interesante movimiento de canales de YouTube, cuentas de Twitter ("La Liga Tuitera"), páginas de Facebook y blogs independientes, para hacer resistencia a la maquinaria pesada de Keiko y sus medios concentrados. Y lo hacen con absoluta libertad y actitud beligerante, canalizando la indignación de quienes no aceptan las intenciones de Fuerza Popular de tumbarse el proceso electoral.
En esta nueva oferta de análisis e información destaca el canal de YouTube del politólogo Carlos León Moya (@contracultural en Twitter). Cada noche, el también columnista del semanario Hildebrandt en sus Trece, desata un torbellino de análisis estadístico, crítica en tiempo real a los medios y líderes de opinión entregados a la defensa mañosa del fujimorismo y furibundos ataques, sin ningún filtro ni concesión, a los absurdos y malintencionados operadores de Fuerza Popular. Al principio se notaba una fuerte y efectiva descarga de auténtica rabia frente al estado de cosas, una actitud punk necesaria -¿quién no quiere mandar a la mierda a Jaime de Althaus, a Vania Thays, a Beto Ortiz, a Mávila Huertas y sus invitados?- pero, en las últimas semanas la chacota -y la imperiosa obligación de responder saludos- le hacen perder tiempo reduciéndose a una catarsis sin mayor efecto concreto que el de la burla y el escapismo. Aunque, al parecer, es eso lo que más le gusta a su creciente comunidad de "followers".
En la misma línea acaba de lanzar su canal Miguel Villalobos (@litolobo en Twitter), más conocido en el ciberespacio como Man Ray. Al aire libre -así se llama su programa nocturno en YouTube- viene ganando adeptos conforme pasan los días y usa el mismo formato y estilo de León Moya, a veces compartiendo sus públicos y apareciendo uno en el programa del otro, una suerte de trabajo conjunto que en lugar de competir, complementan y enriquecen sus respectivas audiencias.
Lo interesante de esta "Liga Electoral" es que se ha vuelto un conglomerado de periodistas que, a través del efecto multiplicador de las redes, se han vuelto una fuerza influyente, un muro de contención y una fuente de esperanza ante la aplastante y demoledora plataforma de medios alineados con Keiko Fujimori y sus intentos de hacerse del poder ninguneando y arrastrando la decisión de las urnas, la voluntad popular.
Cómo será de grave esta situación que hasta César Hildebrandt -el verdadero padre fundador de la resistencia periodística y único sobreviviente de aquella prensa cercana a la literatura y dueña de un discurso totalmente independiente del coro monocorde de la concentración de medios-, antes reacio a todo contacto con las redes sociales, hoy ha salido de su escondite analógico con emisiones semanales (cada lunes) desde su casa-biblioteca-sala de redacción, uniéndose de forma tácita a La Liga Electoral. De hecho, muchos jóvenes adictos a los canales modernos aquí descritos podrán tener contacto con su análisis siempre certero y puntual, que no necesita, gracias a su amplio recorrido de lecturas y su experiencia- del agravio cantinero. Nadie como Hildebrandt para decirles sus verdades a los periodistas serviles y los corruptos de siempre sin lanzar una sola procacidad.
A las cabezas más visibles -Sifuentes, León Moya, Man Ray- se unen periodistas y analistas más asociados a los medios convencionales pero que sí han sabido mantener su independencia. Así, comentaristas como Gonzalo Banda, Edison Tito (abogado conocido como "Tito Wanka") y periodistas como Glatzer Tuesta (Ideele Radio, programa online No Hay Derecho), Claudia Cisneros, Raúl Tola, entre otros, entran y salen de los diferentes espacios que son aprovechados por estos nuevos influencers políticos que hacen muy bien su trabajo pero aún no están del todo conscientes de su verdadero potencial. Otros como Juan Manuel Robles, Eduardo Adrianzén, Jacqueline Fowks, Pedro Salinas, muy activos en Twitter desde hace tiempo, también contribuyen a esta defensa de la verdad frente al atropello elefantiásico de las fake news con sus imaginativas plumas y profundas investigaciones.
La única forma de lograr que la chacota, la palomillada y la descarga de ira a través de burlas e insultos deje de ser un escapismo estéril es moderando esa intensidad para canalizarla hacia la creación de un sólido pensamiento crítico entre juventudes ávidas de diversión pero que aún no tienen muy clara la idea de que también pueden ser parte de ese cambio que intuyen necesario pero que no terminan de asumir como una responsabilidad propia de cara a su futuro.