Se lo debemos a César Hildebrandt, creo que vale la pena rebotarlo... ¿han escuchado o leído algo tan claro en los demás "líderes de opinión"? Me parece que no...
"PUNZADA EN LA CONCIENCIA
"PUNZADA EN LA CONCIENCIA
por César Hildebrandt
publicado el 29 de julio, Revista Hildebrandt en sus trece
Escucho a García dando su mensaje y comprendo por qué hay que huir de la política, esa franquicia habitual del cinismo.
¿Cómo se puede mentir tanto sin sentir una punzada en la conciencia?
Bueno, la punzada de la que hablo requiere de la conciencia como sede. Y Alan García estranguló la suya cuando supo que, de persistir, terminaría por conducirlo al suicidio.
Alan García hace rato que es sólo presente, una máquina de sobrevivir, una autoamnistía caminando. Se ha librado de la memoria, tan incómoda y llena de cadáveres en su caso. Se ha librado de los escrúpulos, a los que mató en su primer mandato. Se ha librado de la oposición, tullida y sin líderes.
Ha entrado a saco sin miedo, ha mandado matar sin que la boca se le tuerza, ha mentido con entusiasmo, ha prometido sin pena, ha decepcionado como parte de una vocación, ha escrito sin sintaxis, ha pensado sin ideas, ha publicado sin necesidad, ha acrecentado su familia más allá de su familia mientras deglutía las hostias de Cipriani, ha encumbrado a las mulas obedientes, ha traicionado a los que él creía semejantes y adversarios, ha exigido lo que jamás hizo, ha predicado lo que no podrá hacer, ha hablado de nacionalismo mientras un corazón sin país le latía bajo la tetamancia, ha hablado del gas para el Perú al mismo tiempo que le decía a los de Repsol que se preocuparan, ha hecho del Apra un baño de visitas, ha jurado que será neutral en las próximas elecciones después de decirle a “El Comercio” que ya nadie puede poner “en duda” las bases del sistema, ha aludido a los que reciben estipendios extranjeros cuando todos saben que él recibe dineros de Odebrecht, se burla de los deprimidos desde su condición de maniaco bipolar, maldice al odio mientras le reza a los pequeños dioses de la envidia, dice que el mérito será el referente de la burocracia mientras ha llenado con chusma partidaria todo el aparato del Estado, se jacta de los cambios en la educación cuando todos sabemos que seguimos siendo los penúltimos de América Latina y que no mejoraremos si el presupuesto sigue siendo tan exiguo como es hoy, se enorgullece porque estamos libres de analfabetismo en nueve de los 23 departamentos, levita cuando la barra aprista lo viva en el Congreso y le sobajea el ego enfermo, reclama la gloria por la creación del Ministerio de Cultura cuando es obvio que el Instituto Nacional de Cultura bajo su inspiración ha sido en cuatro años menos que nada, anuncia nuevas glorias del sector salud como si la gente no sufriera las crueldades de la atención sanitaria actual, alude a la “alta cirugía” como de las altas cualidades se tratara, le echa la culpa al Gobierno Regional de Puno por los niños muertos de frío pero se apropia del éxito preventivo de los otros gobiernos regionales donde no hubo mortalidad de invierno, lanza cifras de contable para aturdir a los tontos cuando de inversiones del Estado se trata mientras dice que él quiere un Estado pequeño e inofensivo, se lanza a las aguas cordiales de Taboada sin recordar que ha demorado ese proyecto durante cuatro años, se enorgullece de la nueva planta de agua potable de Iquitos cuando esa es obra del financieramente asfixiado gobierno regional, imita a Fernando Belaunde en eso de enumerar la obra pequeña anunciada con la boca grande, habla de los beneficios de la energía eléctrica como si de Balta se tratara, despotrica de los excesos de la descentralización cuando él es el responsable de lo peor de ese proceso alentando enemistades y proyectos discutibles pero jugosos, insiste en que la exportación del gas fue la garantía para la inversión foránea en Melchorita y que se vecinan “renegociaciones” respecto del contrato original “sin violentar el régimen jurídico” (amarrando el desenlace a lo que “acepten” las empresas dueñas del gas peruano), miente como un cosaco alucinado citando otra vez la cifra de 11 trillones de pies cúbicos de gas como reserva, afirma que se han creado dos millones de puestos de trabajo sin decir que más de la mitad de ellos es “empleo indecente”. Etcétera. Un aburrido etcétera de este gris articulista de “El Comercio”.
Nadie puede discutir que el Perú ha mejorado en muchos aspectos. Pero la dinámica de esa mejora no pasa por palacio de gobierno sino por la creatividad empresarial, el sacrificio de las clases medias, el mantenido precio de las materias primas, la extensión y cultura del crédito, la inversión extranjera planteada muchas veces en condiciones leoninas para el Perú. Y, también, por la venta y concesión inaceptables de grandes extensiones de mar, costa y selva.
Es una mejora que no llega a todos y que, en muchos casos, agrava las desigualdades favoreciendo sólo a los de siempre. Es, en resumen, un capitalismo corrompido por la intervención presidencial, la mugre del lobismo y de su prensa y, sobre todo, la absoluta carencia de un plan de desarrollo nacional. Necesitamos más que nunca de un plan que parta del diseño de un país reconciliado y que no dependa de la mudable rapacidad del dios mercado.
El asunto es si queremos un país o una feria de inversionistas.
Un mundo de grandes escaseces elementales será el del siglo XXI.
Triunfarán los países que planifiquen la lucha ante esos desafíos: la nueva agricultura, los problemas de ríos y acuíferos, la finitud de ciertos recursos, las demandas de pesadilla de las ciudades abarrotadas, las migraciones del hambre, la crisis global del empleo, la sociedad posinformática, la revolución de la educación. Es un futuro amenazante que exigirá nuevos políticos, miradas más limpias, otras mentes, otra ilustración.
Escuchando a García este 28 de julio viajé al pasado. Al más viejo y agobiante pasado: un líder aldeano que le mentía a su rebaño."
¿Cómo se puede mentir tanto sin sentir una punzada en la conciencia?
Bueno, la punzada de la que hablo requiere de la conciencia como sede. Y Alan García estranguló la suya cuando supo que, de persistir, terminaría por conducirlo al suicidio.
Alan García hace rato que es sólo presente, una máquina de sobrevivir, una autoamnistía caminando. Se ha librado de la memoria, tan incómoda y llena de cadáveres en su caso. Se ha librado de los escrúpulos, a los que mató en su primer mandato. Se ha librado de la oposición, tullida y sin líderes.
Ha entrado a saco sin miedo, ha mandado matar sin que la boca se le tuerza, ha mentido con entusiasmo, ha prometido sin pena, ha decepcionado como parte de una vocación, ha escrito sin sintaxis, ha pensado sin ideas, ha publicado sin necesidad, ha acrecentado su familia más allá de su familia mientras deglutía las hostias de Cipriani, ha encumbrado a las mulas obedientes, ha traicionado a los que él creía semejantes y adversarios, ha exigido lo que jamás hizo, ha predicado lo que no podrá hacer, ha hablado de nacionalismo mientras un corazón sin país le latía bajo la tetamancia, ha hablado del gas para el Perú al mismo tiempo que le decía a los de Repsol que se preocuparan, ha hecho del Apra un baño de visitas, ha jurado que será neutral en las próximas elecciones después de decirle a “El Comercio” que ya nadie puede poner “en duda” las bases del sistema, ha aludido a los que reciben estipendios extranjeros cuando todos saben que él recibe dineros de Odebrecht, se burla de los deprimidos desde su condición de maniaco bipolar, maldice al odio mientras le reza a los pequeños dioses de la envidia, dice que el mérito será el referente de la burocracia mientras ha llenado con chusma partidaria todo el aparato del Estado, se jacta de los cambios en la educación cuando todos sabemos que seguimos siendo los penúltimos de América Latina y que no mejoraremos si el presupuesto sigue siendo tan exiguo como es hoy, se enorgullece porque estamos libres de analfabetismo en nueve de los 23 departamentos, levita cuando la barra aprista lo viva en el Congreso y le sobajea el ego enfermo, reclama la gloria por la creación del Ministerio de Cultura cuando es obvio que el Instituto Nacional de Cultura bajo su inspiración ha sido en cuatro años menos que nada, anuncia nuevas glorias del sector salud como si la gente no sufriera las crueldades de la atención sanitaria actual, alude a la “alta cirugía” como de las altas cualidades se tratara, le echa la culpa al Gobierno Regional de Puno por los niños muertos de frío pero se apropia del éxito preventivo de los otros gobiernos regionales donde no hubo mortalidad de invierno, lanza cifras de contable para aturdir a los tontos cuando de inversiones del Estado se trata mientras dice que él quiere un Estado pequeño e inofensivo, se lanza a las aguas cordiales de Taboada sin recordar que ha demorado ese proyecto durante cuatro años, se enorgullece de la nueva planta de agua potable de Iquitos cuando esa es obra del financieramente asfixiado gobierno regional, imita a Fernando Belaunde en eso de enumerar la obra pequeña anunciada con la boca grande, habla de los beneficios de la energía eléctrica como si de Balta se tratara, despotrica de los excesos de la descentralización cuando él es el responsable de lo peor de ese proceso alentando enemistades y proyectos discutibles pero jugosos, insiste en que la exportación del gas fue la garantía para la inversión foránea en Melchorita y que se vecinan “renegociaciones” respecto del contrato original “sin violentar el régimen jurídico” (amarrando el desenlace a lo que “acepten” las empresas dueñas del gas peruano), miente como un cosaco alucinado citando otra vez la cifra de 11 trillones de pies cúbicos de gas como reserva, afirma que se han creado dos millones de puestos de trabajo sin decir que más de la mitad de ellos es “empleo indecente”. Etcétera. Un aburrido etcétera de este gris articulista de “El Comercio”.
Nadie puede discutir que el Perú ha mejorado en muchos aspectos. Pero la dinámica de esa mejora no pasa por palacio de gobierno sino por la creatividad empresarial, el sacrificio de las clases medias, el mantenido precio de las materias primas, la extensión y cultura del crédito, la inversión extranjera planteada muchas veces en condiciones leoninas para el Perú. Y, también, por la venta y concesión inaceptables de grandes extensiones de mar, costa y selva.
Es una mejora que no llega a todos y que, en muchos casos, agrava las desigualdades favoreciendo sólo a los de siempre. Es, en resumen, un capitalismo corrompido por la intervención presidencial, la mugre del lobismo y de su prensa y, sobre todo, la absoluta carencia de un plan de desarrollo nacional. Necesitamos más que nunca de un plan que parta del diseño de un país reconciliado y que no dependa de la mudable rapacidad del dios mercado.
El asunto es si queremos un país o una feria de inversionistas.
Un mundo de grandes escaseces elementales será el del siglo XXI.
Triunfarán los países que planifiquen la lucha ante esos desafíos: la nueva agricultura, los problemas de ríos y acuíferos, la finitud de ciertos recursos, las demandas de pesadilla de las ciudades abarrotadas, las migraciones del hambre, la crisis global del empleo, la sociedad posinformática, la revolución de la educación. Es un futuro amenazante que exigirá nuevos políticos, miradas más limpias, otras mentes, otra ilustración.
Escuchando a García este 28 de julio viajé al pasado. Al más viejo y agobiante pasado: un líder aldeano que le mentía a su rebaño."