Cuando me preguntan por qué me expreso con tanto desprecio por la prensa futbolera nacional que cubre las mediocres jornadas del Descentralizado, siempre respondo lo siguiente: "Porque me gusta el fútbol". Y este mundial, el vigésimo de la historia, ha conseguido reconectarme con esa ansiedad que, antes, de niño y adolescente, llenaba mis tardes de vacaciones al pensar que se acercaba una nueva justa mundialista. En esas épocas, dicho sea de paso, también me emocionaba con el fútbol local. Hasta llevaba estadísticas de goleadores, equipos que ascendían tras ganar la Copa Perú y esas cosas.
Todo eso, antes de 1985 y el inicio del desastre que ahora hace que una generación de periodistas mermeleros y masa desinformada y acrítica le ponga el mote de "cuatro fantásticos" a cuatro babosos, tatuados e indisciplinados señoritos que se han vuelto multimillonarios sin saber leer ni escribir, y lo que es peor, sin saber jugar con profesionalismo. Tendría que hacer la excepción con Paolo Guerrero pero, lamentablemente, cuando hablamos de verdfadero fútbol, justos pagan por pecadores.
Este Mundial Brasil 2014, futbolísticamente hablando, es atractivo. No es extraordinario, ya que viene macerado con toda la dinámica del fútbol-negocio, que también detesto. Pero sí ha tenido la capacidad de mantenerme en vilo ante los partidos que he tenido oportunidad de ver, completos o resumidos durante los noticieros nocturnos. Da gusto ver que, a la hora de la hora, los más pintados en el fútbol-negocio, ese que genera millones de millones de dólares mientras poblaciones enteras mueren de hambre en los mismos países en los que operan estas planillas doradas, se han tenido que ir a su casa al final de la primera ronda.
Pienso, desde luego, en Cristiano Ronaldo, a quien intuyo no le da tanta pena haber fracasado -de nuevo- con la casaquilla de su país, Portugal, como el haber perdido la ocasión de ser portada de revistas orientadas al público femenino, metrosexual y homosexual. Tendrá que esperar a la Champions para retomar su reinado de shampoo y fotos "arty" tipo publicidad para magazine de papel couché.
Otros grandes, como Messi, por ejemplo, han hecho poco, ni siquiera lo justo, casi de suerte se ha hecho notar el virtuoso 10 del Barcelona y la selección de Argentina. Cuatro golazos en las cuatro únicas jugadas que ha hecho bien, le bastaron para decir que él sí está en la foto y que los gauchos, como es ya tradición, seguirán siendo potencia futbolística a nivel mundial. El sobredimensionado Neymar también figura en el ranking de goleadores, gracias a unpenal regalado por un árbitro japonés y a que pudo jugar el segundo partido porque, ese mismo árbitro, decidió no expulsarlo a pesar del alevoso codazo que le propinó a un bosnio-herzegovino. Lamentable forma de llegar a octavos de final para el pentacampeón. Uma vergonha.
Las sorpresas, qué duda cabe, las selecciones de Costa Rica, EE.UU. y Argelia, que tratará de darle a su musulmán población una revancha de aquel patético contubernio en el que alemanes y austriacos se aliaron para sacarla de carrera en el ya lejano España 1982, el último al que Perú fue e irá. Ellos son los verdaderos protagonistas, y eso es lo bonito de los mundiales. Las emociones que, nosotros los peruanos, hemos aprendido a disfrutar aunque no nos pertenezcan (desde hace 32 años hacemos hurras e hinchamos a otros países) son reales y contienen un sentido patriótico que no viene contaminado por la paga. Por lo menos nos ilusionamos pensando que eso es así.
¿Qué nos espera en octavos? Pues los típicos partidos de infarto que terminan en penales, las tomas en HD de los perdedores queriendo que se los trague la cancha y las clásicas caravanas de los triunfadores, esta vez a ritmo de samba y quién sabe qué más.
Y aquí es donde comienza lo feo, porque este mundial, atractivo y futbolísticamente placentero, constituye en toda su extensión un placer culposo, con serios problemas de conciencia social y moral. Las protestas en Río de janeiro, Porto Alegre, Sao Paulo, Manaos y demás ciudades sede del Mundial han continuado sin descanso desde que empezaron los partidos. Ha habido detenidos, heridos, actos vandálicos y revueltas de miles (esos miles se han ido reduciendo desgraciadamente, porque a muchos les ocurre lo mismo que a nosotros) que están hartos de las corruptelas de las constructoras encabezadas por Odebrecht, las componendas de Dilma Rousseff que, cual Mussolini en 1934-1938 o Videla en 1978, ya está haciendo sus lobbies para que Brasil campeone sí o sí, como medida de control, condicionamiento y anestésico social (a esos lobbies pertenece la vergonzosa actuación del referee japonés en el primer partido).
Eso sin de todos los vicios que deben estarse produciendo en Brasil con esta mega explosión turística (más de medio millón de personas reportaban horas antes de la inauguración: el expendio de drogas duras, la prostitución heterosexual, homosexual, transexual e infantil deben estar a la orden del día -y de las noches- en este enorme país que exuda pobreza y promiscuidad, celebrada a mandíbula y palma batiente por los mercaderes de la vulgaridad y la corrupción, los mismos que disfrutan como cerdos cuando las agencias de publicidad y los medios de comunicación, carcomidos por la bosta, asocian jugadas, goles y seleccionados a mujerzuelas de diversos países o a asuntos supuestamente fashion como la esperpéntica música de ese trío de ventas millonarias (Shakira-Pitbull-Jennifer López) que han producido algunos de los sonidos más desagradables que yo haya escuchado en bandas sonoras deportivas. Atrás quedaron las épicas de Vangelis o de Sergio Mendes, las agradables melodías de Chuck Mangione o el grandilocuente y ominoso himno del mundial actual, sepultado por los waka-waka y los perreos encubiertos por el exitosísimo dealer de Miami que ahora es llamado "producer" y la "reina del Bronx" que no debería salir de Hollywood a gangrenar una fiesta deportiva.
LA DEL CIERRE (o cortita y al pie, como titulaba El Gráfico): El caso de Luis Suárez es francamente patético, pero más patéticos son quienes salen a decir que es una "sanción injusta y desproporcionada". ¿Morder a otro ser humano en el hombro no es acaso una actitud desadaptada, social y cultural hablando? ¿Por qué calificar de injusto un castigo a una actitud que va en contra del fair-play (política de juego limpio) que se promueve desde hace décadas en el fútbol y en todas las disciplinas deportivas? Los expertos en box, que es un deporte de muchísimo mayor contacto que el fútbol, hasta ahora critican y condenan a Mike Tyson por la mordida que le propinó a Evander Holyfield en los noventa. ¿Y ahora reciben a este papanatas como un héroe en su país? ¿Serán los efectos de la legalización de marihuana en el país gobernado por Mujica?