Me imagino que eso se preguntan los principales "líderes de opinión" de la prensa convencional cada vez que reciben una carta, un correo electrónico, un post desesperado de los vecinos pugnando por conseguir su atención. Y supongo que la respuesta es negativa porque, ni siquiera ahora que el tema de la defensa del patrimonio barranquino ha ocupado algunos titulares en prensa escrita y televisiva, ha salido una voz fuerte que respalde los reclamos del vecindario de este emblemático distrito limeño y que haga frente, sin cálculos ni diplomacias que más suenan a complicidad, a las tropelías de la actual administración edil, liderada por la señora Jessica Vargas (del PPC), que se han visto coronadas por la venta, "en subasta", de los acantilados a las constructoras y los nuevos ricos que les hacen el negocio adquiriendo hedonistas departamentos con vista al mar, sin que les importe un rábano que esas moles de concreto, por muy bonitas que parezcan ser, depredan un espacio natural y público. Eso sin hablar del desprecio por su propia seguridad, pues para nadie es un secreto que, el día del gran terremoto, todos esos "lofts" desaparecerán con ellos dentro.
Desde hace más de tres años, soy testigo de excepción de los esfuerzos que realizan decenas de vecinos de Barranco -algunos de tercera y hasta cuarta generación- por conseguir apoyo en los medios de comunicación locales. Sus protestas, que se remontan a la construcción de las estaciones del Metropolitano, jamás fueron tomadas en serio por nadie. Desde la oficialidad, el municipio de Barranco jugó en pared con Castañeda para hacer realidad ese despropósito y levantar estaciones antitécnicas, antiestéticas y antipáticas en medio de la Av. Bolognesi -la principal avenida que daba orden al tráfico en el pequeño distrito- convirtiéndola en una extensión suprarrealista de la Vía Expresa (el mismo estropicio hicieron en el Centro Histórico de Lima y ahí tampoco escucharon a nadie, mientras los "líderes de opinión", fieles a su estilo, miraban para otro lado y silbaban al techo).
Barranco es un distrito que debería interesarnos a todos en Lima, y quizás no solo en Lima sino en todo el Perú. Es lo que pienso cuando me pongo en planes idealistas. Porque tiene historia, porque es cuna de artistas, porque posee algunos de los lugares más representativos del paisaje limeño, porque -con todo y el desorden que hoy se ha instalado en sus calles- sigue siendo mencionado como lugar turístico en cuanta guía de viajes y paseos por Lima uno encuentra. Pero la realidad es otra y el ninguneo que la prensa convencional hace con estas protestas vecinales -para favorecer, cómo no, los intereses particulares de toda la vida- me hace concluir que, cuando se trata de hablar de temas importantes, la protección de Barranco no aparece en la agenda de ninguno de estos periodistas, a quienes las asociaciones de vecinos buscan con desesperación, con la ilusión de que alguno de ellos se compadezca y haga suya sus denuncias.
Cuando veo que los principales canales de televisión y periódicos de señal abierta hablan de la venta de los acantilados, casi como si se tratara de una novedad, sin asumir ningún compromiso ni ahondar en el tema, sin perseguir a las autoridades, sin criticar a los negociantes que están detrás de todo este problema, me doy cuenta de que la superficialidad de la nota es lo único que importa. Atrás han quedado los tiempos en que un periodista, un líder de opinión, se compraba los pleitos de una población desfavorecida y se iba contra las autoridades, capaces de poner miles de barreras, palabreos abogadiles, contratos, subcontratos y demás pretextos y argucias para no explicar nada y salirse con la suya. Ahora son sus cómplices, sus voceros y defensores. Las notas sobre "vecinos que protestan por la venta de los acantilados en Barranco" son solo dos o tres minutos de tomas anodinas que sirven para llenar una pauta y luego pasar a otra cosa. Con ese silencio mediático, las constructoras se sacuden un poco el polvo que les produjo el supuesto remezón y después siguen haciendo sus proyecciones, calculadora en mano, y vendiendo "depas" que, en algunos casos, terminan siendo comprados por los mismos periodistas a quienes buscaron los vecinos para que los defiendan.
El caso del tráfico es otro ejemplo de lo poco que les interesa Barranco a los llamados "líderes de opinión". En lugar de plegarse a la protesta de quienes viven allí y hacer eco de las voces que se alzaron en las redes sociales, respecto al desmadre provocado por el cambio de sentido en las avenidas Grau, San Martín y Centenario; los canales y periódicos pasaron por encima del asunto y escucharon como si fueran paredes, incapaces de poner en práctica esa ancestral técnica periodística de la repregunta, a los representantes de la alcaldesa Jessica Vargas decir que el impacto negativo fue mínimo, que de todas maneras "hay que seguir analizando los resultados del Plan Piloto" y que las protestas provienen de un sector reducido de la población de Barranco, porque siempre hay pues, inconformes dispuestos a no aceptar los cambios.
Todos -periodistas, artistas y políticos- se llenan la boca hablando de Barranco, el Puente de los Suspiros, la Ermita, Chabuca y veinte cosas más; cuando se trata de ensalzar algún subproducto de PromPerú o cuando se habla de las visitas de Mario Testino y sus modelos alfeñiques (cuyos pasajes aéreos son pagados por el Estado peruano) o cuando alguna personalidad del espectáculo mundial llega y se toma fotos en el bar Ayahuasca (como ocurrió con Jennifer López hace un tiempo). Sin embargo, cuando se trata de defender a este distrito que debería ser un remanso de paz en lugar de ser el infierno de tránsito intransitable que es (por culpa, básicamente, de esa sección del Metropolitano que no debió nunca pasar por allí y que debería ser removida para salvaguardar al distrito como bien público), ahí nadie dice nada.
Si se trata de celebrar el día del pisco sour, el día del cebiche, la noche en blanco con hora loca incluida, el carnaval mamarrachento de "todas las sangres", ahí abundan las coberturas y hasta ponen de fondo el vals de Chabuca que habla del "puentecito dormido entre follajes y añoranzas". Pero si se trata de hacer una campaña para que cierren el restobar Picas -lo más cercano a una "zona roja", después del Parque Kennedy a medianoche- para recuperar el Puente de los Suspiros; o de hacer una campaña para que devuelvan el espacio de la clásica y familiar Lagunita, ahora convertido en esa cosa llamada Museo de Arte Contemporáneo (MAC) que tiene de museo lo que yo tengo de holandés y que es utilizado para fiestas y recepciones de la socialité limeña, como si se tratara de un Centro de Convenciones; o de hacer una campaña para que desaparezcan las estaciones del Metropolitano de Barranco y que en lugar de ellas, circulen buses alimentadores y el pequeño distrito vuelva a la tranquilidad... nadie dice nada. Nadie se compra el pleito. Nadie arremete, con el peso de sus pantallazos y periodicazos, para que la voz de los ciudadanos se escuche y se obedezca.
Salvo al apoyo público de Juan Sheput Moore, que ha sido, a la sazón, vecino de Barranco; ningún político ha salido a defender a las calles y acantilados del distrito de la destrucción a la que vienen siendo sometidas por el tráfico infernal y las construcciones inescrupulosas. Salvo Gianfranco Brero -que vive en una de las calles que terminaría más afectada si se perpetra el llamado Plan Piloto- ninguna personalidad del espectáculo (ni del serio ni del farandulesco) se toma la molestia de apoyar a la vecindad barranquina que, sin contactos en la prensa, sin padrinos y sin presupuesto, lucha a duras penas y desde hace años, por recuperar para la ciudad un distrito cuya imagen es utilizada por propios y extraños a conveniencia. Esa actitud de desinterés por lo importante, es la que ha definido a nuestras dos últimas generaciones, con las excepciones que siempre hacen la regla.
Por cada persona que entiende la importancia de defender el patrimonio barranquino, hay cientos que salen a decir que "si no es de importancia nacional no es noticia" y pasan de largo, pensando que son exageraciones de gente resentida o mezquinas intenciones de soliviantar a la gente con fines electorales. Pero salen corriendo a las discotecas del boulevard Sánchez Carrión a pegársela cada fin de semana, a tomarse fotitos en el Parque Municipal para el "feis" y a tomarse un coca sour en el Ayahuasca, bien poseros todos. A ellos habría que preguntarles si consideran Barranco como algo importante o si les da igual que pase de ser un distrito emblemático a ser patio de juergas de quienes no viven allí.