lunes, 30 de septiembre de 2019

HISTORIAS: CUANDO LENNON LE ROBÓ A ZAPPA



En junio de 1971, Frank Zappa & The Mothers of Invention tocaron dos noches en el Fillmore East, legendaria sala de conciertos en el Bajo Manhattan, New York, que Bill Graham, promotor y dueño del local, estaba a punto de cerrar. 

Para el segundo show, el 6 de junio, Zappa tuvo como invitados a John Lennon y Yoko Ono, a sugerencia del periodista neoyorquino Howard Smith. El ex Beatle y Frank acordaron que ambos podrían lanzar sus propias versiones del encuentro, organizado como cierre del concierto de la banda de Zappa, que en ese entonces incluía algunas de sus mejores rutinas satíricas sobre circos italianos (The Sanzini Brothers), músicos pervertidos (The Mud Shark) y groupies, combinadas con la extrema complejidad musical de sus composiciones. 

El encore arrancó con un clásico del R&B, Well (Baby please don’t go) de 1958 de The Olympics, para luego embarcarse en una interesante jam session de casi media hora, malograda por los horrendos y desafinados alaridos de Yoko. 

Pero lo que pasó después generó una de las polémicas menos difundidas de la historia del rock. 

Aunque no existen imágenes oficiales -en YouTube circula un video de muy mala calidad-, la célebre pareja Lennon-Ono decidió lanzar una mezcla del concierto en su álbum doble Some time in New York City (1972), alterando groseramente el audio original del tema Scumbag, para eliminar las voces de Howard Kaylan y Mark Volman, ex vocalistas de The Turtles, que se habían unido a The Mothers of Invention el año anterior. 

Pero eso no fue todo. En el lado B del segundo disco del mencionado álbum figura una canción llamada Jamrag, sin créditos, que no es otra cosa que King Kong, instrumental compuesto por Zappa en 1970 y que formaba parte de su repertorio habitual en esos años. Lennon no solo cambió el título sino que además omitió toda mención de su verdadero autor, zurrándose en los derechos de propiedad intelectual del líder de The Mothers. 

En una entrevista de 1984, el genio de Baltimore dijo: “No sé si fue idea de John o de Yoko, pero ellos cambiaron el nombre a mi canción, la incluyeron en su disco y no me pagaron. No era una improvisación, se trataba de una canción organizada. Fue decepcionante”. 

Para cerrar el atropello y, a pesar de su acuerdo previo, el equipo legal de Lennon prohibió a Zappa lanzar su propia versión de lo ocurrido aquella noche. Por ese motivo, en el fantástico álbum Fillmore East, June 6th 1971 de The Mothers of Invention, no hay rastro alguno del histórico dúo. Lennon nunca se pronunció sobre el asunto. 

Recién en 1992, en su disco de recopilaciones en vivo titulado Playground psychotics, Frank lanzó su propia mezcla, omitiendo el robo de King Kong y rebautizando los últimos seis minutos del concierto, que Lennon tituló , como A small eternity with Yoko Ono, título con el cual se burla del insoportable "canto" de la japonesa.




viernes, 27 de septiembre de 2019

PERÚ: UN PAÍS DERROTADO POR LA CORRUPCIÓN



En su espléndido libro La historia de la corrupción en el Perú (publicado en el 2014, un año después de su prematura muerte a los 56 años de edad), el investigador y catedrático Alfonso W. Quiroz demuestra con precisión de cirujano y armado con una aplastante cantidad de datos concretos que el virus corrupto acompaña nuestra vida republicana desde sus inicios. 

Esta noción es la única que permite comprender la actual putrefacción del sistema político, económico, social, educativo, empresarial, periodístico, artístico, cultural y doméstico que nos aqueja, ese hedor que no nos deja respirar, ese cinismo del congresista, del abogado "líder de opinión", del columnista defensor de intereses privados, del comerciante que falsea facturas y balanzas, del vecino que roba luz y no paga sus cuentas. La densidad de esta infecta pus solo se explica a partir de una descomposición con antigüedad de doscientos años. Tiene sentido. 

Los últimos acontecimientos políticos -el cantado archivamiento del proyecto de adelanto de elecciones, la vergonzosa actuación de Aníbal Quiroga, requerido en los medios como un supuesto gurú de las leyes, tratando de liberar a Keiko (algo que ya habíamos visto con la patética defensa que Alberto Borea, otra vaca sagrada del derecho local, hizo de PPK), la estratagema mañosa de renovación del Tribunal Constitucional para volverlo mesa de partes de Fuerza Popular, la inacción de Martín Vizcarra- hacen que las esperanzas de los pocos hombres y mujeres de bien que quedan en el Perú sean, por enésima vez, pisoteadas y arrastradas. La corrupción manda y decide. La corrupción pone la agenda. La corrupción es tratada con temor y sumisión. La corrupción ordena. La corrupción gana. 

Muchos pensamos que, con la renuncia de Kuczynski y la consiguiente subida de Vizcarra al trono de Palacio, se acercaba un período diferente, de limpieza. Sobre todo por sus primeras apariciones y palabras públicas. Sin particular brillo intelectual y esgrimiendo un perfil bajo pero con ciertos visos de eficiencia y carácter que inspiraba confianza y empatía con el ciudadano de a pie, el ex Presidente Regional de Moquegua parecía tener las cosas claras. En poco tiempo pasó de ser el "presidente por accidente" al "presidente con mayor aceptación de la historia". Todo parece indicar que, a pesar de esas buenas señales, que se tradujeron en una abierta y creciente popularidad, eso no era tan real como hubiésemos querido. 

Que Vizcarra haya permitido que las cosas lleguen a este punto instala, en el imaginario colectivo, una idea absurda y nociva: en nombre de la democracia debo llamar a la conciencia al ladrón, al chavetero, al insultador, al agresivo bujiero, al venezolano descuartizador. En lugar de despedazarlos con la fuerza de la indignación, meterlos presos, poner en evidencia sus majaderías y sus culpas, combatirlos y erradicarlos, ahora debo conversar con ellos. Negociar. Las futuras generaciones se sentarán a almorzar con quienes les arrebaten sus celulares o se roben los ahorros familiares luego de meterse, con engaños, a sus casas y haber matado a hachazos a sus padres y abuelos. Porque eso los hace demócratas. Exigir destierro y cárcel para los traidores a la patria, desde la más alta encargatura política, será dictatorial e inconstitucional. Defender tu casa de delincuentes será mal visto por los demás. 

Nuestro país sueña con ser del Primer Mundo, con ingresar a la OCDE, con organizar el Mundial (esto último, dirán algunos, es posible tras el éxito de los Panamericanos, pero aún tengo mis dudas). Sin embargo, es incapaz de deshacerse de una muchedumbre lumpenesca de congresistas, asesores, colaboradores y sobones que está aferrada al poder y dispuestos a todo para mantener intacta la fuente del enriquecimiento para ellos y sus adláteres -que van desde los cómplices directos tan merecedores de prisión como ellos hasta espontáneos tuiteros y opinólogos que, desde la ignorancia más vergonzosa, defienden al sistema político ("la clase política") y ridiculizan el hartazgo de la gente en las calles, sin recibir un sol, o un tupper, por ello. 

No había otra solución. Si el Congreso está podrido por el descaro y la malcriadez de los fujiapristas, la analogía perfecta es la del brazo gangrenado, negruzco y maloliente, que debe amputarse de inmediato, como en la chocante escena de aquella película del año 2000 llamada Requiem for a dream, del director norteamericano Darren Aronofsky. No cabía seguir conversando con los asaltantes. Si usted logra capturar a la banda criminal que ha robado su negocio seis veces en dos años, asustando a su personal, insultándolo a diario, amenazándolo de muerte todo el tiempo, mandándole a sus policías y matones a sueldo, corruptos como ellos, para imponer sus propósitos... digo, si los logra usted capturar ¿Se sentaría con ellos a la mesa para llegar a un acuerdo, para trabajar de la mano en pro del desarrollo de la cuadra? No ¿verdad? Exactamente eso es lo que ha hecho Vizcarra y su gabinete. Con una equivocada postura de "policía bueno" o "representante moderado de la reflexión política" Vizcarra se sentó a conversar con una turba que, gracias a una manipulación que existe desde hace décadas, ha cambiado los verduguillos por herramientas legales -cargos públicos, leyes, la mismísima Constitución- y las bermudas sucias por los cuellos, corbatas, trajecitos de sastre y peinados de peluquería fina. Ni más ni menos. 

Lo han dicho con claridad los tres únicos periodistas en quienes se puede confiar al 100%, en términos de análisis político: César Hildebrandt, Gustavo Gorriti y Glatzer Tuesta: estos no son políticos, son una organización criminal escondida detrás de un manto de legalidad trucha para defender sus oscuros intereses. Sin condicionales ni "presuntos". Sin las ironías tetudas de quienes creen que aún están en pregrado y piensan, a veces con demasiado convencimiento, que la vacía e inútilmente escapista chacota ayuda. Y sin el doble rasero de quienes hoy, ante lo innegable, se ubican al frente de la condena al fujiaprismo pero siempre dejando ese pedacito de ambigüedad que les permita no caer tan antipáticos cuando se recompongan los círculos de poder y quedar siempre vigentes en las agendas de todas las autoridades de turno, sin importar de qué color político sean o a qué mafia pertenezcan. Porque siempre hay que dejar la puerta (giratoria) abierta para cualquier posibilidad: un coctelito, un evento institucional, una consultoría. 

La educación convertida en simple trámite y gran negocio también ha hecho su parte en este desmadre. Se nota en la apatía y falta de compromiso de la población, dividida entre remedos de derechistas que se sienten parte del poder porque tienen a Roque Benavides y Mark Zuckerberg de amigos en el Facebook (sin conocerlos), remedos de izquierdistas que no entienden lo que leen (las poquísimas veces que lo hacen) y, en el medio (al fondo y a los costados), una elefantiásica masa deforme, narcotizada hasta la estupidez con las redes sociales, los realities, las maratones de Netflix, la expectativa mundial por el lanzamiento al mercado del último Galaxy-iPhone y la procaz farándula con sus lobotomizados programas "de espectáculos", sus discjockeys tarados y una banda sonora interpretada por aspirantes a narcos y putas. Jóvenes millennials y viejos cojudos (hombres y mujeres) que se la pasan mirando las pantallas de sus celulares, subidos en scooters, bicicletas y camionetas desde las cuales atropellan al prójimo, en lugar de dejar a un lado, aunque sea un par de días, sus minúsculas ambiciones cotidianas y deseos de figuración y éxito social para apoyar una sola causa común, aunque sea la única o la última de sus vidas. 

Si Vizcarra no hace nada drástico, si no saca de la chistera el mágico conejo que algunos todavía creen que podría tener, la corrupción habrá derrotado otra vez al país. Conforme pasan los minutos, y tras un nuevo capítulo en el que la cuestión de confianza es interpuesta a la elección digitada del TC, ese pronóstico no hace más que convertirse en certeza. Una triste certeza.

lunes, 9 de septiembre de 2019

TOOL: EN LA REPETICIÓN ESTÁ EL GUSTO



Muy pocas bandas pueden darse el lujo de repetirse a sí mismas sin cansar. Tool es una de ellas. El cuarteto integrado por Maynard James Keenan (voz), Adam Jones (guitarra), Justin Chancellor (bajo) y Danny Carey (batería) ha logrado, con la formación clásica de las bandas de rock de antaño, crear una identidad absolutamente propia, sobre la base de otras dos características que el rock moderno, orientado al minimalismo autocomplaciente, suele despreciar: virtuosismo y creatividad.

Si uno escucha su primer álbum oficial, Undertow y, de inmediato, pone a sonar su quinta producción discográfica, Fear inoculum, sin conocer al grupo, podría pensar que se trata de uno de esos misteriosos álbumes conceptuales dobles que encierran arcanos conceptos, imposibles de dilucidar a la primera pasada, como si todas esas canciones hubieran sido escritas durante un mismo periodo de tiempo. El primero apareció en 1993. El último, hace una semana, ¡26 años después!

Tool -"herramienta" en inglés- surgió en plena era grunge, un tiempo de indefiniciones en la escena norteamericana, de ruptura -el rock de estadios, el punk y el heavy metal eran sinónimos de lo obsoleto- y, haciendo honor a su primer logo (una fálica llave de tuercas) desentornilló los engranajes de la maquinaria del espectro más oscuro del pop hasta hacer que se desmorone a sus pies.

Al sorprendente Undertow le siguieron tres álbumes más: Ænima (1996), Lateralus (2001) y 10,000 days (2006) –además de una recopilación en vivo, Salival (2000). Todos superan la hora de duración y contienen piezas de sonido metálico, letras oscuras y ejecución vertiginosa, en las que pueden sentirse sus principales influencias: pesados riffs de Black Sabbath, arrebatos de velocidad al estilo del primer Metallica, siniestros cambios de ritmo y disonancias de King Crimson, sublimes pasajes de tensa calma (también cortesía del Rey Carmesí), progresiones de drónica música oriental. La voz gritante de Keenan y las destrezas instrumentales de Jones, Carey y Chancellor (que reemplazó en 1995 a Paul D'Amour) crean una atmósfera extraña y pesadillesca que fácilmente puede convertirse en adicción auditiva.

Una de las fortalezas de Tool es su trabajo visual, desde sus conciertos, las carátulas y presentaciones de sus álbumes hasta sus espeluznantes videos en stop motion con esos seres monstruosos, masas deformes de nervios y músculos que se modifican y transforman como un caleidoscopio de tonos claroscuros que causan fascinación en sus seguidores y temor en el resto.


Pasaron 13 años antes del lanzamiento de Fear inoculum, que está batiendo récords de reproducciones en Spotify. La fórmula es exactamente la misma. Pero no porque Tool no haya evolucionado. Su continuum sonoro es una marejada que discurre con pocas variaciones en la forma pero que en los detalles no dejan nunca de sorprender. En esto tiene mucho que ver Danny Carey, probablemente el mejor baterista de estos tiempos. Desde la envolvente Fear inoculum hasta la enigmática Mockingbird, estamos ante un nuevo logro artístico del grupo.


Aquí un video de Tool en vivo, en el año 2014, tocando uno de sus (ahora) clásicos temas: Schism, del álbum Lateralus... y debajo 7empest, uno de los mejores cortes del Fear inoculum. Disfrútenlo...