lunes, 15 de marzo de 2010

SUDÁFRICA 2,010 Y LA EXPLOTACIÓN DE NIÑOS EN CHINA


Todos los amantes del futbol estamos contando las semanas para el inicio de la 19na. edición del Mundial, a realizarse en Sudáfrica. Desde que se anunció, hace cuatro años, a la tierra de Nelson Mandela y del apartheid como sede del evento deportivo más importante del mundo después de las olimpíadas, tuve una sensación de incertidumbre con respecto a las posibilidades de este país, cuya prosperidad económica es relativamente nueva, para afrontar la organización de un mundial bajo los estándares actuales pues el futbol se ha convertido en un negocio de proporciones inmensas y tanto la infraestructura netamente deportiva (estadios, hoteles y gimnasios para las delegaciones, etc.) como los espacios necesarios para la recepción de cientos de miles de periodistas y visitantes de los cinco continentes exigen inversiones multimillonarias. Pero a pesar de esas dudas, la ilusión asociada al mundial en sí mismo logró imponerse y la larga espera está llegando a su fin.

Atrás han quedado las épocas en que los mundiales eran vistos única y exclusivamente para apreciar a las mejores selecciones del planeta y disfrutar de partidos vibrantes, llenos de adrenalina y espíritu deportivo. Hoy más que nunca el campeonato de futbol es un acontecimiento comercial de gran magnitud. Si bien es cierto el merchandising y toda la parafernalia de productos relacionados a un evento de esta naturaleza han existido desde siempre, la coyuntura actual ofrece un panorama de gigantesca sobreestimulación para todo aquello que represente réditos económicos, ganancias, compra-venta: contratos millonarios de transmisión televisiva, contratos millonarios de publicidad en los uniformes de jugadores y en las marquesinas de los estadios, contratos millonarios para la confección de souvenires, réplicas, ropa, muñecos, y un larguísimo etcétera que debe incluir hasta las extravagancias menos pensadas por el ciudadano común y corriente, que solo espera ver emocionantes jugadas y espectaculares goles.

Y es en ese contexto que aparece una noticia realmente preocupante con respecto a los negociados que se producen entre las empresas autorizadas por la FIFA para la fabricación de las mascotas oficiales de Sudáfrica 2,010. Lo normal es que el país elegido como sede de un mundial de futbol haga proyecciones muy positivas con relación al beneficio que traerá para su economía la organización del mundial. El flujo turístico y la sobrecarga de trabajo para las industrias de toda clase deberían generar un ambiente de alegría para gobernantes y gobernados ya que su país se convertirá, durante los 30 días que dura el certamen, en el centro deportivo y mediático del mundo. Sin embargo esta noticia levanta una oscura nube de controversia que enlaza una de las malas prácticas empresariales más deleznables de la humanidad con un evento cuyas bases son los valores deportivos, la solidaridad y la sana competencia.

Resulta que el máximo organismo internacional de futbol, la FIFA, concedió la fabricación de Zakumi, el simpático leopardo creado como mascota oficial del mundial a una gigantesca empresa china, la Shanghai Fashion Plastic Products, que acaba de ser seriamente cuestionada por diversas auditorías que señalan haber comprobado que en sus plantas trabajan niños y adolescentes (con edades que fluctúan antre los 13 y 17 años), que cumplen jornadas de hasta 13 horas y reciben sueldos menores a los 4 dólares diarios. Según las notas difundidas en Internet, se ha suspendido la fabricación en serie de los muñecos y souvenires oficiales que contienen la imagen de Zakumi a pesar de que los voceros de la compañía asiática niegan categóricamente la acusación de explotación infantil. La empresa, que también se encargó de la confección de los personajes que caracterizaron a los Juegos Olímpicos de Beijing 2,008, tiene al inicio de su página web un mensaje que dice lo siguiente: "Good faith based principles, practice and innovation... mutual benefit, make more friends". Como para dejar en claro que los lugares comunes no son exclusividad de sociedades tercermundistas altamente corruptas como las nuestras.

Una reacción que debería tener la humanidad frente a tamaño despropósito sería la de boicotear el negocio de estos explotadores de niños y dejar de comprar, a nivel mundial, estos souvenires que al final de cuentas nada tienen que ver con la verdadera razón de ser del Campeonato Mundial de Futbol Sudáfrica 2,010. Todos sabemos la locura que se desata en Internet, en los portales de compra online cada vez que se lanzan estos productos al mercado y que los precios superan hasta en diez veces lo que reciben los miles de obreros, entre ellos muchísimos menores de edad, que los fabrican sin descanso en esos nuevos templos a la esclavitud ubicados en la gran capital de la nueva potencia económica del mundo: China. No seamos cómplices de esta barbarie y mantengámonos alertas al desarrollo de esta información.

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