martes, 24 de marzo de 2015

EL ÚLTIMO PASAJERO: ¿ERES CAPAZ DE TODO POR GANARTE EN VIAJE DE PROMOCIÓN?

La telebasura se mete en las casas, y lo que es peor, en las cabezas de la gente a diario y de maneras cada vez más peligrosas e irreversibles. De la mano con las campañas sobrevaloradas de "Buen Inicio de Año Escolar", con personajillos del circo beat de Somos -como Javier Echevarría o la clown Wendy Ramos- comenzó también una nueva temporada de El Último Pasajero, un programete que siempre fue espantoso, y que ahora, atendiendo al curso natural de todos estos productos televisivos evacuados por esos torrentes diarreicos de creatividad cenagosa que da plata, se ha ido pudriendo y pudriendo, hasta que los efluvios intoxicantes de la hediondez fueron tan execrables que han hecho saltar a la teleaudiencia: Adolescentes de 5to. de Secundaria, animados por sus padres y hasta por sus maestros, se someten a los castigos, pruebas y retos que un equipo de producción merecedor de la cárcel más oscura y hedionda (aunque quizás eso último les guste, ya que les recordaría sus reuniones de trabajo) que ahora incluyen su última creación de letrina: la ingesta de insectos, cucarachas, vivas y a puñados. Reproduzco aquí un interesante punto de vista de mi colaboradora ocasional, Yvette Ubillús, a quien agradezco haya plasmado en blanco y negro -algo que debería hacer más seguido- algunas de las tantas interesantes ideas que solemos discutir mientras renegamos después de las taradeces con que nos suele sorprender -e indignar- la televisión local abierta:



Denígrate por tus sueños: El último pasajero o la nueva filosofía del peruano “triunfador” 
por Lic. Yvette Ubillús

Tuve la suerte en la vida de haber nacido en una familia que me dio educación, amor y respeto por los valores humanos, en la que viajar no era una situación especial sino, por el contrario, era parte de nuestro día a día y tal vez por eso es una de las experiencias que más atesoro y que jamás cambiaría. Pero si me preguntaran hasta dónde estaría dispuesta a llegar por hacer eso que tanto amo, hasta dónde podría sacrificarme por conseguir ese viaje soñado y todavía no alcanzado, sin dudar un segundo respondería: hasta donde fuera necesario. 

Por esa razón me pregunto: ¿Por qué si un escolar está dispuesto a todo por un viaje de promoción, si sus padres los apoyan su sometimiento a sacrificios absurdos y deplorables, si sus maestros no opinan al respecto, si los televidentes quieren ver si son realmente capaces de esforzarse al máximo, si sus auspiciadores no tienen pierde y sus canales se encumbran con tal barbarie, por qué, repito, no se sacrifican estudiando hasta ser sobresalientes y así ganar su tan añorado viaje de promoción? 

Sí, ya sé. Me van a decir: “Ay… qué ilusa eres, eso no vende, nadie lo vería”. Y eso puede ser cierto pero no es tan descabellado puesto que el leitmotiv de este “programa” es obligarte a hacer justamente aquello que no quisieras tener que hacer y, obviamente, lo que a todos estos alumnos menos les interesa es estudiar. De hecho, el programa se inicia a la par con el año escolar, lo que demuestra que sus verdaderas inquietudes están en convertirse en los “últimos pasajeros” del bus o avión parrandero y no en los mejores de su clase. 

Y es que hasta el nombre es sintomático. Concursar para ser el último parece ser el lastre que arrastran nuestros escolares ¿Por qué no suben al bus los mejores o los primeros? A simple vista, porque todos se pueden superar en caer cada vez más y más bajo que el otro, con la venia de unos padres que dan pena y una televisión que es la meca de la bajura y el mal gusto. Hasta a sus padres les vendría bien regresar a las aulas para participar con sus hijos respondiendo a una pregunta de cultura general de manera solvente, en lugar de trasquilarse la cabeza recordando prácticas que se utilizaron en la antigüedad para avergonzar a herejes y delincuentes. 

Porque reclaman modernidad pero se comportan como retrógradas: Comen insectos, se afeitan las cejas, se cortan el pelo entre lágrimas, se golpean, es decir, esto es el regreso a la época primitiva. Claro, para qué mandarlos a estudiar si el mensaje es: “el estudio es aburrido, no te hace popular, ni te dará la posibilidad de realizar viajes”. Lo cual yo coronaría con el título: “Denígrate por tus sueños”. Todo lo demás qué importa. 

Hace algunas décadas todavía se contaba con un poco de integridad en la familia, en la escuela, en la televisión, en la sociedad. Pobres los niños y jóvenes de ahora que ya no alcanzaron eso y que actualmente crían a otros peores aún, que son presa fácil de la televisión, los diarios, la radio y todos los medios de comunicación decadentes que tiene este país. Noticieros plagados de sin sentido, noticias que giran en torno a cómo se llenan los bolsillos de plata unos cuántos infames sin principios que empobrecen a las masas con “historietas” baratas, falsas y mal escritas. Solo Dios sabe qué clase de gente serán los hijos de esta última generación de imberbes. 

Pero volviendo a mi desafío: si de esfuerzo, constancia, valor y sacrificio se trata, estos ansiosos estudiantes del último año de secundaria deberían proponerse hacer algo que parece que les resulta desgarrador: estudiar. Ya que la maquinaria embrutecedora de la televisión peruana les pide actos de supuesto valor extremo, por qué no nos presentan sus resultados escolares, por qué no nos enseñan sus métodos de estudio, tarde a tarde, para lograr un mejor rendimiento, por qué no hacen gala de sus aptitudes personales para las materias liderando grupos de ciencias, de letras, de todo lo que incluye su programa de estudios, de paso que así acompañan a sus similares en casa con sus complicaciones para estudiar a cabalidad y no “copiar, pegar”. 

Con tanto genio autoproclamado de la producción y dirección televisiva de seguro podrán armar un excelente programa de entretenimiento con esos elementos y hacerlo atractivo al gusto infantil y juvenil. Después de todo, el profesional de los medios de comunicación es quien debe resolver el problema de los detalles y conseguir que tan novedoso espacio se convierta en el favorito del público en horario prime-time, demostrando así su inmenso talento y creatividad. 

Un “reality” sobre un grupo de niños que quieren aprender a tocar el violín, la batería o el piano, qué maravilloso sería ¿Cuánto tiempo les tomará? ¿Cuántas horas de ensayo? ¿Tienen los medios para comprar un instrumento propio? ¿Puede la producción hacerle ese regalo si progresa y consigue ganar? ¿Pueden ser aceptados en una escuela superior de música? ¿Por qué solo es divertido desvestirse en pantalla o vestirse de lo que no eres? ¿Por qué es un reto comer insectos vivos y no lo es leer una partitura, analizar un texto escrito en alemán, interpretar un cuadro? ¿Por qué solo la burla y la mofa barata hacen reír a nuestros niños y jóvenes? Y lo que es peor, por qué divierte e ilusiona tanto a sus padres y maestros. 

Estudiantes que quieran ser pintores, poetas, científicos, maestros, ebanistas, ceramistas, técnicos, diseñadores. Personas reales, que inspiren a otros. No, eso no, se aburren los últimos pasajeros, ellos tienen que practicar la burla, el abuso, el exceso, la humillación pero después les pedimos respeto a la sociedad, mano dura para quien maneja y atropella en estado de ebriedad, alto al abuso escolar y al acoso callejero. Por favor ¿A quién creen que engañan? A muchos ciertamente, que además protestan por su derecho legítimo a escoger ser engañados en virtud a su poder sobre el control remoto. ¿No será que esta dinámica de la humillación como obstáculo que se vence está armada a los gustos oscuramente morbosos de estos exitosos productores y productoras? 

 Esta gran masa produce lástima porque no puede darse cuenta, está idiotizada. A costa de ella se reparten el botín unos cuantos, en muchos casos ya no es necesario que ganen un premio, ellos se alegran viendo como los mamarrachos de poca ropa, mucha cirugía y sustancias cuestionables, se llevan los carros, las motos y los viajes gracias a la estupidez de los espectadores que los idolatran y pagan con sus niveles de teleaudiencia todos los caprichitos de estos adefesios de alcantarilla. 

¿Será posible que sin autoestima y sin cultura sobreviva este país? ¿Un poco de beneficio económico que no está ligado al progreso de un pueblo podrá subsistir en el tiempo y la historia? ¿Cómo será el Perú gobernado, ya no solo por corruptos e incultos sino por corruptos, incultos e imbéciles? ¿Cómo competiremos en un mundo, cada vez más hostil y con pocas oportunidades, que se aprovecha las debilidades para oprimir a los pueblos? 

Qué lástima que tantos chicos y chicas se empeñen en ser los últimos pasajeros de este barco que va en picada, qué pena que no se unan a la cruzada por ser considerados seres pensantes, que triste que no reclamen elevar el nivel su diversión y entretenimiento tanto como el de su educación y cultura. Qué inconcebible resulta esta competencia por ser todos los días peor.