lunes, 20 de mayo de 2019

BLACKBERRY SMOKE: ROCK DE CARRETERA


La última visita de Slash trajo una inesperada y grata sorpresa: la oportunidad de ver en acción a una banda de auténtico rock de carretera, con el sonido y la actitud que adoraron millones de fanáticos en los años setenta y ochenta. Los teloneros del legendario exguitarrista de Guns N' Roses y Velvet Revolver conquistaron al público limeño a pesar de que (casi) nadie sabía quiénes eran ni qué iban a hacer.

Directo desde Atlanta, los Blackberry Smoke derrocharon seguridad y experiencia sobre el escenario con su efectivo combo de country-rock, blues, boogie y soul. El quinteto, integrado por Charlie Starr (voz, guitarra), Paul Jackson (guitarra, coros), Richard Turner (bajo), Brandon Still (teclados) y Brit Turner (drums), hizo saltar a todos con su remozada versión de lo que hicieran artistas como Bob Seger, Lynyrd Skynyrd o John Cougar.

Hace cuarenta años, Blackberry Smoke habría llenado estadios. Hoy se conforman con tocar en festivales, clubes pequeños o como teloneros de estrellas establecidas. Además de Slash, el quinteto ha salido de gira con pesos pesados como ZZ Top, Derek Trucks, Gov't Mule y otros.

Activos desde el 2000, los Blackberry Smoke han lanzado seis álbumes: Bad luck ain't no crime (2003), Little piece of Dixie (2009), The whippoorwill (2012), Holding all the roses(2015), Like an arrow (2016) y Find a light (2018). En todos, la impronta del rock sureño se manifiesta en cada acorde, cada riff cortado, cada solo filudo. De los Allman Brothers a The Black Crowes, de Georgia Satellites a Drive-By Truckers, esta banda resucita ese sentimiento libre y canchero del rock and roll pero con un espíritu fresco y atemporal que los hace, a la vez, clásicos y modernos.

Las voces de Starr y Jackson recuerdan lo mejor de este género -38 Special, Alabama, Bruce Hornsby-, quizás desfasado para la actual industria musical, pero que sigue emocionando a miles de rockeros en el mundo. Los barbudos hermanos Turner parecen sacados de un vídeo de los motociclistas Hell's Angels. Y el Hammond B-3 de Still llena los espacios con relajada precisión y sobriedad. Charlie Starr es un guitarrista de calle, fuertemente influenciado por los Rolling Stones, Faces y Tom Petty. Un verdadero rockstar. Y sus composiciones le hablan al oído al trabajador agobiado, al joven rebelde, al inconforme que solo confía en su invalorable libertad.

Blackberry Smoke -como Royal Southern Brotherhood, Whiskey Myers o The Kentucky Headhunters-, es uno de esos grupos que mantienen su genuino deseo de hacer buena música más allá de las convenciones que hoy determinan quién se hace famoso y quién no. En ese sentido, más que ser una banda "retro", se ubica a la vanguardia al recobrar esa marginalidad que siempre caracterizó al rock and roll.

https://youtu.be/Lfjfnn5aNk0
Waiting for the thunderbird

https://youtu.be/hBGPpZ_6erw
Shaking hands with the holy ghost

https://youtu.be/AQ1mBjaXz2M
Ain't got the blues




martes, 14 de mayo de 2019

SIR SIMON RATTLE: BATUTA DE LUJO



Su nombre y rostro no significan nada para las vulgares masas que consumen latin-pop y reggaetón en las radios locales y engordan el rating de los programas de Frecuencia Latina o las producciones de Michelle Alexander. Sin embargo allá, en el Primer Mundo -ese lugar lejano al cual los politicastros dicen que vamos a llegar dentro de poco, con la misma facilidad con la que dicen que un suicida cobarde es un héroe- Sir Simon Rattle y su rebelde melena blanca son sinónimos de lo mejor de la música clásica, una de las batutas más famosas del último medio siglo.

Rattle nació hace 64 años en Liverpool, la tierra de los Beatles y del equipo de fútbol más nombrado del momento, y sintió vocación por pentagramas, claves y corcheas desde muy temprano. Pianista y percusionista de esmerada formación clásica, se decidió por la dirección por su concepción integral de lo que significaba interpretar las grandes obras del vasto catálogo del periodo clásico y contemporáneo de la música académica.

Tras casi dos décadas al frente de las sinfónicas de Birmingham (Inglaterra) y Los Angeles (EE.UU.) emigró a Alemania, para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Berlín, en reemplazo del reconocido director italiano Claudio Abbado. Con este legendario ensamble trabajó entre el 2002 y el 2018 y consolidó su perfil como uno de los mejores conductores de su generación. Sus grabaciones para el sello Deutsche Grammophon, de sinfonías de autores como Beethoven, Brahms, Elgar y, sobre todo, su dominio del repertorio de fines del siglo 19 e inicios del 20 -Stravinsky, Birtwistle, Mahler, Sibelius- son oro puro para conocedores.

En el 2012, Rattle tuvo su primer contacto con el público masivo global. Fue invitado para conducir a la Orquesta Sinfónica de Londres (LSO) en la inauguración de los Juegos Olímpicos en su país, y participó de una hilarante parodia en la que el comediante Rowan Atkinson (Mr. Bean), finge tocar los teclados en Chariots of fire, famosa composición de Vangelis para la película homónima de 1981.

Sir Simon Rattle, que promueve intensamente la educación musical en diversos programas académicos en Inglaterra, Alemania, EE.UU. y en redes sociales, ocupa desde septiembre del 2017 el podio de director en la centenaria LSO –como lo hicieran Leonard Bernstein, Andre Previn, entre otras figuras de la música clásica-, mundialmente famosa por haber grabado cientos de bandas sonoras, como la primera trilogía de Star Wars. Rattle y los noventa músicos de la LSO ofrecerán dos conciertos en Lima (14 y 15 de mayo en el Gran Teatro Nacional), con piezas de Antonín Dvorák, Hector Berlioz, Benjamin Britten y Gustav Mahleruna visita histórica que los amantes de la música clásica no se pueden perder, gracias a TQ Producciones.



miércoles, 8 de mayo de 2019

SLASH EN LIMA: GUITARRISTA ENCENDIÓ LA CIUDAD (martes 7 de mayo de 2019)



LA PREVIA

En los alrededores del Parque de la Exposición se vivía la expectativa desde muy temprano. No eran ni las seis de la tarde y las colas ya llegaban hasta la Av. Grau y, a cada paso, uno podía ver que la fanaticada se iba a entregar por completo a esta nueva cita con el virtuoso guitarrista anglo-norteamericano Saul Hudson, Slash para los patas. Padres e hijos con sus polos negros, estampados con el clásico sombrero de copa y la maraña de pelos negros, enredados, cubriendo su cara; carátulas de Guns N' Roses, Velvet Revolver, The Conspirators. 

Es la tercera visita que nos hace este ícono del hard-rock que remeció la escena global a mediados de los ochenta con esos interminables solos del Appetite for destruction -¿recuerdan el final de Paradise city o la intro de Sweet child o'mine?- pero sus seguidores se cuentan por miles y nadie quería perderse esta nueva tocada. Hace un par de años, en el 2017, más de 40 mil peruanos llenaron el Estadio Nacional para ver a Slash junto a W. Axl Rose, en la anunciada reunión de Guns N' Roses. Ahora venía a repetir el plato con su banda, Myles Kennedy & The Conspirators, con quienes vino por primera vez al Perú, en el 2015.

LOS TELONEROS

Como en esos clásicos conciertos de rock que cada vez se ven menos, por culpa de esa infección purulenta y multidrogorresistente llamada reggaetón, había dos bandas teloneras programadas, una peruana y la otra, norteamericana. Representando al rock nacional, el power trío Cuchillazo abrió fuegos, pocos minutos antes de las siete, ante un lleno aun en gestación. Nicolás Duarte (voz, guitarra), Rafael Otero (bajo) y Capi Baigorria (voz, batería) descargaron casi una hora de sus poderosas canciones que suenan a grunge noventero y al funk-metal de Molotov, con letras directas contra la política corrupta, la sociedad hipócrita y el desenfreno rockero. Duarte y compañía mostraron un sonido muscular y cuajado, producto del trabajo sostenido que vienen realizando desde el año 2002 en que debutaron con su álbum epónimo. El hijo mayor del conocido periodista Nicolás Lúcar no necesitó colgarse nunca del apellido de su famoso padre, que dejó de usar por dolorosos líos familiares, y lleva adelante a su grupo con consecuencia, algo que celebran sus fieles seguidores cantando, a voz en cuello, sus temas. Sin embargo, lo mejor estaba, definitivamente, por venir. 

A las 7.45pm subió Blackberry Smoke, un quinteto de Atlanta de largo recorrido en las arenas del rock sureño, el mismo que practican bandas como The Kentucky Headhunters, Royal Southern Brotherhood o The Fabulous Thunderbirds. Con una actitud super relajada y sonido ultra rockero, la banda se metió al bolsillo al público, a pesar de que (casi) nadie tenía la menor idea de quienes eran. De inmediato saltaron las enormes diferencias entre una banda peruana cumplidora y un combo norteamericano de oficio, que ha compartido escenario con pesos pesados como The Allman Brothers Band, Gov't Mule o ZZ Top. Con canciones que nos recordaron el sólido y, por momentos, rugoso country-rock de Tom Petty, Bob Seger, John Cougar o The Black Crowes, los liderados por el vocalista/guitarrista Charlie Starr se comieron el escenario mostrando seguridad y contundencia con una selección de ocho temas de sus álbumes The whippoorwill (2012), Holding on the roses (2015), Like an arrow (2016) y Find a light (2018), su último disco. 

En la segunda guitarra y coros, Paul Jackson parecía poseído por el espíritu de Alabama y 38 Special, mientras que el tecladista Brandon Still jugaba al piano y al Hammond B-3 al estilo Steve Miller. Mientras tanto, la base rítmica de los barbudos hermanos Richard (bajo) y Brit Turner (batería) cerraba el círculo. Starr, toda una estrella de rock con sus lentes oscuros, su voz aguarrentosa y potente y el aire lánguido de quien no tiene nada que demostrarle a nadie, se lució con esos solos guitarreros de raigambre setentera, intercalando sus propias canciones con temas reconocibles (por algunos) como Come together de los Beatles; Mississippi Kid, del primer álbum de Lynyrd Skynyrd; o el clásico del gospel y soul, Amazing Grace, que Starr tocó con su bottleneck pegado al diapasón de su guitarra. Los ataques blueseros y de puro rock carretero de Blackberry Smoke inundaron la atmósfera de Lima, dejándola suficientemente caliente para el ingreso de los esperados líderes del cartel. 

SLASH FEAT. MYLES KENNEDY & THE CONSPIRATORS

La media hora que pasó entre los Blackberry Smoke y Slash pasó rápidamente. Entre el trabajo de los "plomos" que iban desmontando la batería usada por los sureños para dejar al descubierto la del grupo central de la noche, y la grúa que iba subiendo el gran telón negro que anunciaba a Slash feat. Myles Kennedy & The Conspirators, con la ilustración que sirve de carátula para Living the dream (2018), el tercer y más reciente lanzamiento oficial de este grupo que acompaña al guitarrista desde el año 2011, tras la separación definitiva de Velvet Revolver.

Vestido con un polo blanco que homenajeaba a David Bowie y sus Spiders from Mars, Slash salió decidido a encender el escenario con sus electrizantes descargas, lanzadas desde una Gibson Les Paul roja. Myles Kennedy, vocalista de la banda post-grunge Alter Bridge, se muestra confiado en su papel de (ya no tan) nuevo partner-in-crime del guitarrista, y parece ya haber superado aquella etapa inicial en la que parecía estar imitando a sus antecesores, W. Axl Rose y Scott Weiland, para conectarse a un público dispuesto a todo con tal de hacer contacto visual con el menudo cantante. A diferencia de Slash, siempre con anteojos oscuros y con el sombrero de copa más encasquetado que nunca, la mirada directa de Myles era más que suficiente para enervar a sus fanáticos, quienes se sabían las letras de todas sus canciones, incluso las más recientes como la abridora The call of the wild, My antidote o Driving rain

Uno de los momentos más alucinantes del show fue, sin duda, el solo de casi cinco minutos de duración que Slash hizo en Wicked stone, uno de los temas más conocidos de World on fire (2014), segundo trabajo junto a los conspiradores, que llegó a la segunda mitad del show. Previamente, el bajista Todd Kerns -de una presencia escénica imponente, digna de una banda de death metal- interpretó con su poderosa voz los temas We're all gonna die y Doctor Alibis, que Slash compusiera y grabara junto a dos leyendas del hard-rock, Lemmy e Iggy Pop, en el 2010 para su primer disco como solista. Back from Cali, la primera colaboración entre Slash y Kennedy, también de ese álbum, fue una de las más coreadas durante la primera hora del concierto. Algunos temas de Apocalyptic love, el álbum debut de Slash & The Conspirators, también contribuyeron a la algarabía de los asistentes.

Slash no es muy comunicativo con el público. Solo en dos ocasiones asomó esa sonrisa de zorro viejo y alcanzó a decir dos palabras, aunque ninguna en español, como seguramente muchos esperaban. Sin embargo, sus descargas bastan y sobran para expresar la devoción por sus fans, dando lo mejor de sí en cada canción y generando aullidos de emoción, tanto entre los más jóvenes, cautivados por su imagen de Dios-de-la-guitarra, como por los más viejos que recuerdan sus años dorados en Guns N' Roses, en aquellos en que aparecía invencible y rebelde. Del recordado quinteto californiano, Slash y su banda solo tocaron Nightrain, uno de los temas menos difundidos del Appetite for destruction (1987), para muchos el debut más exitoso de la historia del hard-rock norteamericano. En este tema apareció recién la brillante guitarra de Frank Sidoris, el nuevo integrante de The Conspirators, quien se había limitado a tocar segunda guitarra. Atrás, en los tambores, Brent Fitz sostenía sin descanso la andanada de riffs de Slash y compañía.

World on fire, tema central del álbum del mismo título, fue la última antes de los tradicionales encores, que generó intensos pogos en las primeras filas. Ante los tradicionales cánticos de llamada para regresar al escenario -"olé-olé-olé..."- que Slash replicó con su guitarra, la banda salió para ofrecer dos temas más: Avalon y la esperada Anastasia, tema emblemático del primer disco, que cerró definitivamente una noche cargada de electricidad. El músico de 53 años de edad demostró, una vez más, por qué es considerado uno de los mejores guitarristas de la historia del rock, un género que, digan lo que digan algunas oportunistas y cabezas huecas, está vivo gracias al trabajo y la resistencia de sus mejores exponentes.