miércoles, 29 de julio de 2009

FIESTAS PATRIAS


Me contaba un amigo que hace un par de días, el "líder comercial" de una oficina perdió una valiosa oportunidad de afianzar su posición frente a sus colaboradores (conocido eufemismo creado por los expertos en psicología laboral moderna para reemplazar al término "empleado") y de quitarle las comillas a su cargo, cuando convocó a un pequeño brindis por Fiestas Patrias y demostró que no tenía absolutamente nada qué decir.

En lugar de originar una amena tertulia con respecto a cómo siente el Perú cada uno de los miembros de esa oficina, desde sus particulares e individuales puntos de vista - pensaba yo para mis adentros - se perdió en los lugares comunes de siempre, evidenciando la urgencia que tenía por pasar lo más pronto posible ese embarazoso momento de tener que expresar cosas que no siente, de tener que demostrar esa inteligencia, esa experiencia y esa clase que supuestamente le han permitido estar por encima de los demás, ostentar un cargo importante, de responsabilidad y gozar, desde luego, de un sueldo muy superior al del resto.

¿En cuántas oficinas del Perú habrá pasado lo mismo el último fin de semana? ¿en cuántos lugares, públicos y privados, se habrá vivido con la misma indiferencia un momento que debería ser de orgullo para todos los peruanos, sean de donde sean? ¿o es que el mundo verde que nos describe nuestro Presidente en su tradicional - y cada vez de mayor sinsentido - mensaje a la Nación solo existe en aquellos sitios en los que nunca estamos nosotros? Mientras escuchaba el relato de lo que sucedió en esa anónima oficina, me preguntaba si hubiese sido posible motivar en ese grupo indeterminado de personas alguna reflexión con respecto al Perú que celebra, a trancas y barrancas, su 188mo. cumpleaños como país independiente.

Y me pude a pensar en lo que es para mí el Perú. Muchas veces no tenemos la opción de decirlo y muchas otras ni siquiera lo pensamos, pero imaginarme un escenario en el que confluyen varias personas, de distintas procedencias, me impulsó a buscar en mi propia experiencia la noción de patria, la idea de nacionalidad. Quienes pertenecemos a la mal llamada "Generación X" (los nacidos entre 1970 y 1985, más o menos) hemos adoptado una posición que ha sido catalogada de indiferente ante los problemas del país. Somos apolíticos, relativistas, alienados, y vemos la identidad con la misma individualidad como vemos la religión. Como decía un viejo profesor de la universidad, practicamos el manierismo y nos dedicamos a ver "lo malo en el lado de lo bueno, lo bueno en el lado de lo malo, etc., etc." para tener una opinión que se ubique siempre en el medio, sin comprometernos con nada, sin sesgarnos.

En parte todo eso es cierto. Pero no corresponde necesariamente a la pertenencia a una generación, por lo menos no es ese el único motivo de tal actitud. Es, en todo caso, una consecuencia de lo que nos dejaron quienes nos anteceden en edad. Ante una sociedad cada vez más descarriada, un sistema político que se diferencia muy poco del de hace 20 años, ante las injusticias y corrupciones que vemos crecer a diario como malahierba y el estancamiento que sufrimos por no pertenecer a las élites (entiéndase como élites a los grupúsculos de influencia que aseguran buenos trabajos, a quienes dependen del tarjetazo para colocarse económicamente bien, etc.) no queda otra que declararse independientes de pensamiento y de acción. Pero eso no significa, por lo menos en mi caso particular, que no sintamos al Perú. Y puedo dar fe de que una o dos personas de mi entorno más cercano piensan y sienten lo mismo.

Hubiera sido interesante por ejemplo, en la oficina a la que hago referencia, que cada uno contara algo de su lugar de nacimiento que los hiciera sentir orgullosos de ser peruanos. Según mi fuente, en el recinto había gente que podía ser ubicada cronológicamente dentro de la "Generación X"y además, formaban un heterogéneo collage de nuestras regiones: gente de Lima, de la Sierra, de la Selva, del Norte. Es decir, un pequeño resumen de esa rica diversidad que solo a unos cuantos nos enorgullece de veras y estoy casi seguro que las respuestas habrían apuntado hacia un mismo resultado. Los motivos para querer al Perú están en las antípodas de aquellas cifras, perogrulladas y mentiras que repiten una y otra vez todo tipo de autoridades: presidentes, ministros, premieres, congresistas, empresarios y demás, cada vez que tienen la oportunidad de hacerse de un micrófono.

Nunca he vivido fuera del país pero estoy seguro que de hacerlo, además de extrañar a mi familia y a mis afectos más personales, extrañaría ver un gallardo caballo de paso, una elegante pareja bailando marinera, unos cimbreantes conjuntos de música negra o disfrutando un buen cebiche, un refrescante pisco sour o cualquiera de las innumerables delicias musicales y gastronómicas de nuestro país. Que eso también es un lugar común, podrían pensar algunos. Pero uno escucha a los políticos, a los deportistas, a la mayoría de líderes de opinión o a las estrellas de farándula - que constituyen los modelos en los cuales la gran masa busca su propia opinión, formada a retazos por el bien estudiado esquema de repetición de mentiras y ocultamiento de verdades controlado desde el poder y termina entendiendo que no es tan común como parece.

Decir que me da vergüenza ser peruano cuando veo y escucho a Alan García burlándose año tras año de la ciudadanía a través de sus delirantes discursos o cuando veo a Javier Velásquez Quesquén ceñirse orondo el fajín de Premier o a cualquier representante del sector público que repite consignas y se zurra en las necesidades reales de la gente no resulta ser políticamente correcto. Si esta bitácora tuviese la difusión masiva que yo quisiera, sería considerada intolerante, anti-democrática, "anti-sistema"... y terminaría siendo sistemáticamente ninguneada por todos los medios posibles.

Pero esa es la realidad. No siento orgullo de ser peruano cuando escucho las monsergas de los que, llevándose hasta el último centavo a sus casas, se llenan la boca de frases como "estamos trabajando en favor de las grandes mayorías", "el Perú avanza", "el crecimiento será sostenido", "nuestra prioridad es la inclusión social", etc.

Sentir orgullo de ser peruano no pasa por querer encaramarse en un balcón y desarrollar una carrera política fulgurante que te lleve, a los 36 años y sin haber hecho nada admirable, a ser ministro de Estado. Sentir orgullo de ser peruano pasa por conocer la historia, la música, saber apreciar la diversidad de nuestras razas y respetar las opiniones ajenas.

Defender el estado de derecho, esa abstracción tan manoseada por los grupos de poder, corresponde a toda esa masa de inescrupulosos que algún provecho sacan de todo este caos. Y en ese universo de peruanos corruptos, hay tantos miembros de la famosa "Generación X" que los sociólogos que acuñaron aquel concepto, sobre la base de un mayoritario comportamiento irreverente y de pensamiento libre, deberían revisarlo y ajustarlo a lo que nos ofrece la realidad.

El gran cambio en nuestro querido país se iniciará el día en que en los periódicos y en los canales de televisión veamos más noticias relacionadas a aquellos aspectos que nos acerquen más a nuestra peruanidad, en lugar de dar tanto espacio a políticos intrascendentes, entretenimiento de baja calidad y que seamos capaces de exteriorizar todos esos sentimientos y valores que hoy son considerados poco importantes y darles el lugar que verdaderamente merecen, frente al desafío diario de vivir en medio de esta jungla cargada de hostilidad y marginalidad, de la cual es cada vez más difícil abstraerse. Después de escuchar mensajes a la Nación como el último, vino a mi mente esta pequeña viñeta musical del siempre impredecible Manu Chao. Hasta la próxima...

domingo, 26 de julio de 2009

LA MÚSICA ES LO MEJOR

En esta pequeña bitácora creemos que nuestro país realmente avanzaría si se le diera más espacio y se cultivara con verdadero sentido progresista la experiencia y la interacción con el arte musical. Gran parte de problemas como la contaminación sonora, la intolerancia urbana, la banalización del espectáculo, el mal gusto difundido a discreción por las radios y los canales de televisión que van desde las avalanchas inagotables de cumbias y bachatas hasta los videoclips de artistas de dudosa procedencia, pasando por los insoportables participantes de cierto programa sabatino que acapara ratings semana a semana, tienen que ver directamente con la pobreza que exhibe el público en general con respecto a la apreciación musical.

No es posible entender cómo personajes que supuestamente poseen un nivel por encima del común de los tele-espectadores (desde críticos con aires académicos hasta reconocidas bailarinas de danzas modernas, pasando por una de nuestras más destacadas cantantes criollas y un actor talentoso en la comedia y las rutinas conocidas como stand-ups o unipersonales), el cual les dotaría de una capacidad de crítica objetiva y especializada, reparten adjetivos tales como "fantásticos", "maravillosos", "sensacionales" a los pseudo actores-cantantes-bailarines después de demostrarnos con total desparpajo la más supina mediocridad. No es posible entender, decía, salvo que veamos esta abierta ausencia de control de calidad en los filtros sociales, que pueden ser superados prácticamente por cualquiera si viene envuelto en un falso halo de popularidad, también dudosamente adquirida, desde luego.

En sociedades del Primer Mundo - ese al cual perteneceremos, según Alan García, al finalizar su segundo mandato - la educación musical es parte de la currícula desde los primeros años de escolaridad y sea que los alumnos decidan o no dedicarse a la música como carrera y forma de vida, egresan de los colegios con los suficientes conocimientos como para discernir si una propuesta sonora es válida como expresión artística, si tiene meros fines de entretenimiento o comerciales, si vale la pena o no. Por eso es tan común ver en ciudades europeas o en algunas de las principales urbes de los EE.UU. a talentosísimos músicos callejeros, que bien podrían ser violinistas de alguna sinfónica o saxofonistas de algún combo de jazz de primera categoría y que por circunstancias ajenas a su talento, no tienen ni siquiera un trabajo fijo con qué mantenerse.

En ese contexto quiero resaltar en este breve post, dos expresiones musicales muy disímiles entre sí pero que tienen el común denominador de ser de aquellas manifestaciones que terminan ninguneadas de una u otra manera por ese establishment ramplón, de simplonería agresiva y afrentosa, que gobierna los medios de comunicación masiva:

La primera de ellas es la última y muy agradable revelación peruana de nacimiento y residente en España, la joven Brenda Mau, que tuvo que soportar estoicamente los ataques intolerantes de un comentarista fracasado, miembro conspícuo de la callejonera prensa rosa española. En el video que sigue, la niña interpreta de forma sorprendente el tema Teach me tonight, de la inmortal Dinah Washington. Para tener una idea de lo bien que canta la señorita Mau, escucharemos este clásico interpretado por Amy Winehouse...





La segunda, el cierre de un círculo histórico y familiar: en 1969 Frank Zappa publicó Hot Rats y dedicó este álbum instrumental a su primer hijo, recién nacido. Cuarenta años después, Dweezil Zappa recibe un Grammy por mejor interpretación instrumental de rock, por la versión en vivo de Peaches en regalia, tema que abre el mencionado disco, tocada por la banda Zappa Plays Zappa, que él formó en el 2006 para llevar el legado discográfico de su padre al público rockero del siglo 21. Lamentablemente, el galardón fue otorgado en el segmento "no televisado" de la ceremonia, ante un reducido grupo de familiares y amigos.

http://www.youtube.com/watch?v=nWoM5Yqt2Es (Dweezil recibe el premio junto a su banda)

miércoles, 15 de julio de 2009

TEMPLE DIABLO TOCA EL TURRÓN


Aunque resulte difícil abstraerse de la realidad que nos aqueja, plagada de toda clase de hechos entristecedores e indignantes que van desde las vueltas de carrousel que dan los politicastros de última categoría que nos gobiernan, que pasan de un cargo al otro como quien muda de camisa (o camisón) o gastando ingentes sumas en publicidad utilizando gente joven que por unos billetes más es capaz de contribuir a la desinformación y la mentira, hasta los asesinatos crueles y espantosos que nos demuestran cómo el ascenso económico de la plebe - esa plebe que es presentada en todos los medios como nuestras "popstars" - destruye cualquier posibilidad de generar una sociedad sólida, de altas aspiraciones humanas, es imperioso tratar de hacerlo y de esa manera evitar la caída en los oscuros fondos de la desesperanza.

En esos afanes andábamos, escuchando buena música en medio de la atroz distorsión de lo que ofrece la televisión local y de repente vino a su memoria aquella conocida marinera que en medio de su coro principal, presenta un graciosísimo toque de trombón que alarga una nota en descenso, como si el aire se le acabara a su intérprete. Y quisimos escucharla. Pero no recordábamos el nombre...

Entonces comencé a buscar entre los discos que, años atrás, ofrecí a los clientes de una conocida cadena de tiendas musicales, seguro de que esa famosa marinera estaba en una de las ahora clásicas - y poco difundidas - grabaciones de la Banda de la Guardia Republicana, auspiciadas en aquellos años de gobierno militar y hoy reemplazadas por nuevas interpretaciones entre sofisticadas y destalentadas de los oportunistas de siempre. La marinera tocada con guitarra y cajón es la mejor manera de disfrutarla, pero ante las pocas opciones que tenemos de hacer eso en la actualidad, siempre es agradable recordar la calidez de unas bien templadas tarolas y el brillo de unos afinados metales.

Entre los títulos del disco apareció de repente, como uno de esos clicks que activan la memoria y rescatan ese dato, recuerdo, imagen o sonido que parecía imposible de ubicar en nuestros discos duros, el nombre de la bendita marinera: "¡EL TURRÓN!", exclamamos casi al unísono y, emocionados, nos dispusimos a escuchar el clásico inicio de redoble y a esperar el momento en que aquella nota larga del trombón nos hiciera reír de nuevo, como cuando la oíamos de niños, en dos distritos diferentes, en dos mundos diferentes.

La magia del youtube nos fue, de primera mano, esquiva. Nadie ha tenido aun la genial ideal de colgar siquiera el audio de tan conocida melodía de nuestro acervo musical norteño. De segunda mano, nos entregó uno de los secretos mejor guardados de la escena musical contemporánea (por lo menos para nosotros). El Cuarteto de Cuerdas Temple Diablo es un conjunto de jóvenes guitarristas peruanos de formación clásica, muy talentosos, que han colgado en el portal de videos peor usado del mundo (si lo dudan, tómense un par de minutos para revisar cuáles son los 10 videos más vistos del momento), una alucinante versión de la marinera El Turrón, que ahora comparto con ustedes.

Temeroso de que alguien le pase el dato a Mabela Martínez y su arte se convierta en un producto más para yuppies y desubicados pero convencido de que vale la pena difundirlos a través de esta pequeña bitácora, los dejo con el Cuarteto de Cuerdas Temple Diablo...




Visitar http://www.templediablo.com/