lunes, 21 de junio de 2021

PERIODISMO ALTERNATIVO: ANÁLISIS, RABIA Y MUCHA CHACOTA


Desde siempre, el periodismo alternativo -la "free press" de la contracultura norteamericana en tiempos de hippies y freaks- se mantuvo en la marginalidad. Su precariedad presupuestaria y parcial amateurismo le hacía imposible competir con los medios convencionales, la gran prensa. Escritores, artistas y difusores de opinión anti-establishment se hacían notar, de vez en cuando, por sus altos niveles de irreverencia, pero siempre en la oscuridad, como parte de una cultura subterránea y, generalmente, ajena a la vida de las masas y al debate político cotidiano.

En estas épocas de redes sociales consolidadas y plenamente incorporadas al quehacer diario de ciudadanos y familias comunes y corrientes, esto ha cambiado de manera rotunda y, hasta cierto punto, saludable. Los medios de comunicación digitales -webs, blogs, FanPages, canales de YouTube, cuentas de Twitter- son, desde hace un par de décadas, lo que va del siglo 21, ya no solo una alternativa diferente y marginal (léase pequeña, menor, de segunda clase o difícil acceso) al clásico tridente prensa escrita/radio/televisión. Se han convertido en la primera y principal fuente de información de una población hiperconectada que ya no confía, que ya no cree en los medios tradicionales. 

Esta tendencia global es, en países como el Perú, en el que tenemos además un problema de concentración monopólica de medios de comunicación que los convierte en maquinarias descaradas de desinformación y parcialización en defensa de los grupos de poder político y económico, ha dado en los últimos años pasos agigantados en su crecimiento, como válvula de escape para emociones que van desde la indignación frente a las mentiras del "discurso oficial" hasta unas olas de refrescante ingenio y creatividad de la mano de jóvenes usuarios cibernautas -en muchos casos, estudiantes y comunicadores de las nuevas generaciones- que están usando las redes sociales para desbaratar patrañas, analizar críticamente todo aquello que los demás ocultan o tuercen y divertirse levantando los ánimos, propios y ajenos, con altas dosis de buen humor y abierta desfachatez e incorrección.

El último proceso electoral, concluido formalmente el pasado 6 de junio con el acto de votación en segunda vuelta y que hoy nos tiene en permanente tensión por la agobiante, prepotente e inagotable capacidad para hacer pataletas irracionales del partido perdedor, ha terminado de solidificar el peso y poder de convocatoria de este multiforme elenco de comunicadores que podríamos englobar en el membrete que ellos mismos se inventaron hace poco: "La Liga Electoral", un nombre que conecta con la subcultura de los superhéroes y películas del universo Marvel/DC Comics que se junta en "La Liga de la Justicia", muy popular entre personas cuyas edades oscilan entre los 18 y los 55 años, sin contar a los menores de edad. 

Este grupo de nuevas voces, de manera (en muchos casos) independiente, orgánica e intencionalmente desacartonada, se ha propuesto dar batalla, con todo, al apoyo y cobertura cerrada que la gran prensa concentrada local, encabezada por el Grupo El Comercio, RPP y Willax TV, da sin la menor vergüenza a la mafia fujimorista, al que se unen, de forma un poco más asolapada, medios que se identifican a sí mismos como no integrantes del cogollo empresarial y mediático (ATV, TV Perú, La República, una que otra web y varios importantes "líderes de opinión" de experiencia y prestigio), apuntando a una "masa crítica" de jóvenes y adultos hartos de la manipulación y mentiras malintencionadas que Keiko Fujimori y sus operadores lanzan en cadena nacional, para tumbarse unas elecciones que perdieron a pesar de tener tantas ventajas a nivel de propaganda y capacidad de gasto en campaña.

Aún no se ha realizado un estudio serio y detallado sobre la historiografía de este fenómeno. Pero podemos ubicar los cimientos de esta nueva forma de hacer periodismo digital en el trabajo de Marco Sifuentes (@ocram), fundador de "El Útero de Marita", escatológico nombre ligado a uno de los crímenes más atroces del fujimontesinismo, pero de gran pegada que se erigió como faro de aquella información alternativa a la prensa formal. De hecho, Sifuentes proviene de esa prensa convencional, debido a su trabajo como reportero de La Ventana Indiscreta, uno de los programas dominicales más sintonizados de finales de los noventa e inicios del siglo 21, dirigido por Cecilia Valenzuela, antes de entregarse a la ultraderecha. Desde hace años, Sifuentes encabeza los rankings de periodistas digitales "de más poder". Sifuentes, actualmente, conduce diariamente "La Encerrona", un mininoticiero de 15 a 20 minutos que sale por YouTube y se replica en múltiples plataformas (Twitter, Instagram, Facebook, Spotify) en versiones en video y audio (podcast).

Detrás de El Útero... surgieron, entre otros, Desde el Tercer Piso (José Alejandro Godoy), La Mula (portal de noticias y crónicas, también con Sifuentes detrás) y, más recientemente, weblogs como Ojo Público, El Foco, Wayka y Sudaca, que siguen la misma lógica, ser portales de noticias no tradicionales, de bajo presupuesto y alto efecto multiplicador por su estrategia multicanal. Uno de los primeros en aparecer, como individualidad dedicada a desmontar mentiras de la fauna política fue "El Diario de Curwen" (un youtuber de nombre Víctor Caballero, su alias en Twitter es @DiarioDeCurwen) -actual director de "utero.pe"- que se posicionó rápidamente entre los cibernautas. A pesar de eso, La Encerrona es, actualmente, el medio digital de información más sintonizado e influyente entre las juventudes consumidoras de noticias de actualidad política durante la pandemia, debido al arrastre de Sifuentes y sus proyectos previos.

Pero si algo ha desatado la euforia en el ciberespacio son los programas de conversación, en los que se reúnen analistas políticos jóvenes, con información privilegiada por haber trabajado en el Estado, como asesores de congresistas, ministerios u otras instituciones públicas, pero en una onda super informal, haciendo así contraparte a las clásicas "mesas de conducción" o "paneles" donde abunda la diplomacia, el acartonamiento y el acomodo. Chicharrón de Prensa se llamó el proyecto que dio el pistoletazo de salida para este formato irreverente que trasladó al YouTube la conversa de cuatro patas, entre chelas y piqueos.

Con la chacota por delante y un ácido ejercicio de crítica al ambiente y actualidad política y periodística, los cuatro discutían sin tregua. El impacto de Chicharrón de Prensa, que se creó en el contexto de la campaña presidencial del 2016, pasó desapercibido por los medios convencionales pero fue muy amplio en la realidad paralela de las redes sociales, con sus conductores -Carlos León Moya, Luis Davelouis, Patricia Gamarra y Miguel Villalobos (columnistas de medios escritos "formales" y un realizador y publicista) convertidos en líderes subterráneos de opinión, expresando el hartazgo frente al cinismo habitual del establishment local. 

El COVID-19 trajo un nuevo cambio en este fenómeno periodístico y de opinión política. Girando en torno al éxito e influencia de La Encerrona ("Tu Mininoticiero en Cuarentena/Pandemia"), y en el marco de la segunda vuelta electoral y la exacerbante pataleta de Keiko Fujimori, se ha generado un interesante movimiento de canales de YouTube, cuentas de Twitter ("La Liga Tuitera"), páginas de Facebook y blogs independientes, para hacer resistencia a la maquinaria pesada de Keiko y sus medios concentrados. Y lo hacen con absoluta libertad y actitud beligerante, canalizando la indignación de quienes no aceptan las intenciones de Fuerza Popular de tumbarse el proceso electoral. 

En esta nueva oferta de análisis e información destaca el canal de YouTube del politólogo Carlos León Moya (@contracultural en Twitter). Cada noche, el también columnista del semanario Hildebrandt en sus Trece, desata un torbellino de análisis estadístico, crítica en tiempo real a los medios y líderes de opinión entregados a la defensa mañosa del fujimorismo y furibundos ataques, sin ningún filtro ni concesión, a los absurdos y malintencionados operadores de Fuerza Popular. Al principio se notaba una fuerte y efectiva descarga de auténtica rabia frente al estado de cosas, una actitud punk necesaria -¿quién no quiere mandar a la mierda a Jaime de Althaus, a Vania Thays, a Beto Ortiz, a Mávila Huertas y sus invitados?- pero, en las últimas semanas la chacota -y la imperiosa obligación de responder saludos- le hacen perder tiempo reduciéndose a una catarsis sin mayor efecto concreto que el de la burla y el escapismo. Aunque, al parecer, es eso lo que más le gusta a su creciente comunidad de "followers". 

En la misma línea acaba de lanzar su canal Miguel Villalobos (@litolobo en Twitter), más conocido en el ciberespacio como Man Ray. Al aire libre -así se llama su programa nocturno en YouTube- viene ganando adeptos conforme pasan los días y usa el mismo formato y estilo de León Moya, a veces compartiendo sus públicos y apareciendo uno en el programa del otro, una suerte de trabajo conjunto que en lugar de competir, complementan y enriquecen sus respectivas audiencias.

Lo interesante de esta "Liga Electoral" es que se ha vuelto un conglomerado de periodistas que, a través del efecto multiplicador de las redes, se han vuelto una fuerza influyente, un muro de contención y una fuente de esperanza ante la aplastante y demoledora plataforma de medios alineados con Keiko Fujimori y sus intentos de hacerse del poder ninguneando y arrastrando la decisión de las urnas, la voluntad popular. 

Cómo será de grave esta situación que hasta César Hildebrandt -el verdadero padre fundador de la resistencia periodística y único sobreviviente de aquella prensa cercana a la literatura y dueña de un discurso totalmente independiente del coro monocorde de la concentración de medios-, antes reacio a todo contacto con las redes sociales, hoy ha salido de su escondite analógico con emisiones semanales (cada lunes) desde su casa-biblioteca-sala de redacción, uniéndose de forma tácita a La Liga Electoral. De hecho, muchos jóvenes adictos a los canales modernos aquí descritos podrán tener contacto con su análisis siempre certero y puntual, que no necesita, gracias a su amplio recorrido de lecturas y su experiencia- del agravio cantinero. Nadie como Hildebrandt para decirles sus verdades a los periodistas serviles y los corruptos de siempre sin lanzar una sola procacidad. 

A las cabezas más visibles -Sifuentes, León Moya, Man Ray- se unen periodistas y analistas más asociados a los medios convencionales pero que sí han sabido mantener su independencia. Así, comentaristas como Gonzalo Banda, Edison Tito (abogado conocido como "Tito Wanka") y periodistas como Glatzer Tuesta (Ideele Radio, programa online No Hay Derecho), Claudia Cisneros, Raúl Tola, entre otros, entran y salen de los diferentes espacios que son aprovechados por estos nuevos influencers políticos que hacen muy bien su trabajo pero aún no están del todo conscientes de su verdadero potencial. Otros como Juan Manuel Robles, Eduardo Adrianzén, Jacqueline Fowks, Pedro Salinas, muy activos en Twitter desde hace tiempo, también contribuyen a esta defensa de la verdad frente al atropello elefantiásico de las fake news con sus imaginativas plumas y profundas investigaciones.

La única forma de lograr que la chacota, la palomillada y la descarga de ira a través de burlas e insultos deje de ser un escapismo estéril es moderando esa intensidad para canalizarla hacia la creación de un sólido pensamiento crítico entre juventudes ávidas de diversión pero que aún no tienen muy clara la idea de que también pueden ser parte de ese cambio que intuyen necesario pero que no terminan de asumir como una responsabilidad propia de cara a su futuro. 


 

domingo, 6 de junio de 2021

SEGUNDA VUELTA: UNA CAMPAÑA DESIGUAL QUE DESNUDÓ LO PEOR DE NOSOTROS

 


A unas horas del flash electoral, el panorama es sombrío. Pero no solo por la (cada vez más remota) posibilidad de que gane la mafia, construida a pulso durante esta campaña desigual. Si no -y principalmente- por las demostraciones de pobreza espiritual, falta de empatía, discriminación disfrazada de oposición a una ideología que tuercen de manera tendenciosa o que no conocen en absoluto, complacencia/tolerancia ante la ilegalidad y profundo desprecio hacia el prójimo que han dado, sin descanso, las huestes de uno de los dos partidos en competencia.

Esas huestes están conformadas por una combinación -habría que hablar de "coalición" para darle sentido político- de reconocidos agentes y operadores de la más grande corruptela de nuestra historia reciente, empresarios (banqueros, mineros, lobbistas de todo color y pelaje), periodistas mercenarios, politólogos en alquiler, faranduleros, peloteros y un ejército deforme, desencajado y anónimo de soldaditos rasos, peruanos comunes y corrientes de todos los niveles socioeconómicos, formaciones académicas y procedencias que, por falsa identificación, complejo de autorracismo o por pura y dura ignorancia, han trabajado de forma servil e indigna, en muchos casos traicionando sus propios orígenes, para desinformar, insultar, ofender y ser comparsa útil de los objetivos oscuros de quienes buscan el poder para obtener impunidad, dinero y cancha libre para sus nuevas tropelías.

Como dijo algún columnista por ahí, en una de las últimas ediciones del semanario Hildebrandt en sus Trece, uno de los tres únicos medios que no se unieron a la aplanadora mediática proKeiko -los otros dos fueron Ideele Radio (No Hay Derecho) y las redes sociales, a través de diversos activismos individuales-, este proceso ha ocasionado que caigan muchas caretas, haciendo visible el sarro profundamente racista y de discriminación de clase que, en tiempos normales, quedaba convenientemente oculto ante la no necesidad de escarbar de manera cotidiana sobre estos temas.

La altisonancia que muchos ciudadanos de a pie hemos visto y padecido en nuestras redes sociales personales -y en la cual, inevitablemente, también hemos caído por la ferocidad de ataques sumamente virulentos y argumentaciones ridículas, ante los cuales resultaba imposible callarse- nos ha mostrado el lado más oscuro de amigos de barrio, ex compañeros de colegio y universidad, familiares y conocidos ocasionales que antes pasaban como personajes sencillos, como uno, con idea(le)s que podían ser idénticos, parecidos, ligeramente distintos o incluso radicalmente opuestos a los nuestros, pero en ningún caso estaban reñidos con el sentido común o con la decencia.

Personas a las que uno creía conocer por haber sido parte de nuestra infancia, adolescencia, formación académica o vida laboral pero que recién ahora exhiben la clase de adultos en la que se han convertido: individuos manipulables, prepotentes, insensibilizados y dispuestos a enlodarse con tal de defender a su candidata. Que se han dedicado a difundir mentiras (fake news), terruqueos y toda clase de miedos inexistentes, actuando repetidoras impagas de esos desagües de Willax TV y el Grupo El Comercio, con sus distintos instrumentos (des)informativos, cuidadosamente segmentados y repartidos en televisión, medios impresos e internet.

Unos lo hicieron disimuladamente, disfrazando sus ataques a través de memes "divertidos", chistes y burlas de uno y de otro lado, pero bastaba con ver la animosidad hacia Castillo para detectar sus verdaderas intenciones. Pero hubo otros que, sin vergüenza alguna, desataron una guerra en chats privados y grupos de WhatsApp con ironías lacerantes, adjetivos de grueso calibre y calificativos que denotaban, por igual, su agresividad y su ignorancia: "chavista", "terruco", "rojete"... Y cosas peores.

En su frenesí por convencer, primero, y atropellar, si ya no podían jalar para su bando a sus interlocutores, a estos extraños peruanos no les ha pesado poner en riesgo sus amistades y afectos en aras de defender un "modelo" político y económico perverso, que equivocadamente consideran provechoso para el futuro del país, poniéndose así de espaldas a la historia y a todo aquello que no ocurra en sus casas y trabajos.

Coincido con quienes dicen que, en estos casos extremos, uno no debe tener miedo a pelearse. Inclusive replantear relaciones que, hasta ahora, no parecían ser tóxicas. Pero, si algo de ti se rebela por andar conversando con personas capaces de abrazar delincuentes y considerarlos "lo mejor para el país", es hora de ir filtrando a esas amistades y realizar una limpieza. ¿Acaso invitarías a pasar a la sala de tu casa a quien te arrastró a ti, a tu pareja, a tus padres, para robarles el celular? ¿Te tomarías una copa de vino con quien estafó a tu hijo o acosó sexualmente a tu hija?

Si mantienes contacto con gente a la cual ya tenías medida, porque la conoces desde hace mucho tiempo y ya sabes, más o menos, cómo piensan o de qué pies cojean, con la cual no interactuabas tanto como en los últimos dos meses, puede ser que después de esta noche retomes esa superficialidad, ese trato cordial pero distante, ocasional. Después de todo, tus amigos o parientes no tienen  por qué pensar igual que tú. Claro está, si esas personas no excedieron los límites al momento de discutir o intercambiar opiniones políticas.

Pero si en estos días te sorprendiste por el alto octanaje de idiotez, ignorancia e intolerancia que mostraron algunos de tus "amigos" de Facebook de los cuales no te esperabas tales majaderías, borrarlos de tu red social es equivalente a abrirte a la acera del frente si ves a dos raqueteros dispuestos a cerrarte el paso para asaltarte. Y si fueron ellos quienes te eliminaron, siente el mismo alivio que sentirías si una cucaracha se te sube al brazo y te la quitas de encima, antes de pisarla.

Una de las más sorprendentes paradojas que nos ha dejado este proceso es la dicotomía del “voto ignorante” versus el “voto culto”.

La irracionalidad de los votantes promedio de Keiko Fujimori -limeños o habitantes de capitales de región, profesionales de universidades privadas, nuevos ricos- los llevó a tachar a los votantes de Pedro Castillo de IGNORANTES, en parte por la torpe asociación de ideas que hacen al ver en el candidato de Perú Libre a un profesor rural, cuyo desempeño retórico no responde a los estándares de una sociedad centralista con elementos que se creen más que los demás solo por haber nacido en la capital o por no ser quechuahablantes (aunque eso no los libre a muchos de manejar pésimamente el español, sin consecuencias ni críticas de ningún tipo). Y, por oposición, presentaban su voto por Fuerza Popular como el voto CULTO o INFORMADO. Además, por añadidura, también se adjuntaban otras categorías como voto MODERNO, voto INTELIGENTE, voto CIVILIZADO, descendiendo en la escala de la discriminación y la superioridad de los beneficios de clase que quieren disfrazar de discusión ideológica (libertad versus opresión, democracia versus dictadura, capitalismo versus comunismo)´.

Sin embargo, revisando las dos últimas semanas de esta segunda vuelta, vemos que en torno a Pedro Castillo se congregaron colectivos de historiadores, ingenieros, economistas, filósofos, artistas de la música folklórica, el teatro y el audiovisual, científicos peruanos que trabajan como catedráticos en el extranjero. Individuos muy poco conocidos pero, algunos, con amplias trayectorias de trabajo intelectual y académico, a quienes difícilmente se les podría endilgar el membrete de ignorantes.

Y, en la orilla de Keiko Fujimori, ¿a quiénes nos encontramos? A dos de las mujeres más nocivas yn escasas de la televisión en los últimos 30 años –Gisela Valcárcel y Magaly Medina, solo faltaba Laura Bozzo- cuyos contenidos empezaron mal y hoy son la peor basura que uno pueda imaginar. A los monos y monas descerebrados de Esto Es Guerra, incluyendo a sus conductores Johanna San Miguel y GianPiero Díaz, balbuceando bravatas de miedo (terrorismo, comunismo, que no te roben la libertad). A los futbolistas de la selección peruana, quienes no se caracterizan necesariamente por sus credenciales intelectuales (de hecho, circulan rumores de que a “Jeffrey”, acostumbrado a las juergas con bataclanas y a burlarse del himno nacional, le habrían pagado 100,000 dólares para grabar ese video que ha ensuciado, para siempre, la casaquilla de la que otrora fuera “la selección de todos”. Entonces ¿cuál voto es el culto y cuál el ignorante? No es muy difícil la respuesta.

Pero lo más duro y triste es el racismo o, mejor dicho, la profunda discriminación y desprecio hacia la identidad nacional que toda esta maquinaria está dejando, como una espesa sanguaza, en el entramado social peruano. Que además está fuertemente marcada por la hipocresía. Porque nadie lo dice abiertamente pero acá lo real es que muchos de los que acusan a Pedro Castillo y lo tildan de ignorante, radical, ligado al terrorismo y todo lo demás, tienen miedo de que un hombre común y corriente, serrano, nacido y criado en las alturas cajamarquinas, sin ningún vínculo con la política o la academia manejada desde Lima, llegue a ser Presidente de la República. Por eso se burlaron, despreciativa e irracionalmente, de su acento, de su español atropellado, de su léxico incompleto, de la formación ineficiente que el mismo Estado le dio.

Pero les es más fácil fingir que se preocupan por el retorno del terrorismo o de la instalación de un modelo económico chavista que aceptar que sienten repulsión frente a la posibilidad de que una persona de sus características ostente el más alto cargo político del país, cuando han crecido pensando que las personas de la sierra solo pueden venir a la capital a ser heladeros, obreros de construcción civil, conserjes, maestros de escuela pública. La pregunta es: ¿es posible una reconciliación después de tantos insultos, después de tanto terruqueo, después de tanto serraneo? ¿Estarán los votantes del partido perdedor a la altura de las circunstancias? Yo, personalmente, lo dudo. Y mucho.

A estas alturas, es casi un hecho que Pedro Castillo será el Presidente del Bicentenario. Habrá que ayudar, desde donde nos toque, y estar atentos, si el caso lo requiere, para corregir rumbos equivocados, aun cuando no sean ni la más mínima parte del terror económico y político que esas huestes naranjas han logrado instalar en casi la mitad del Perú, sobre todo en los sectores urbanos.

Se trata de un peruano de 51 años que nació sin la más mínima oportunidad de nada, en un pueblo hermoso pero olvidado y lejano, que se hizo profesor y sindicalista, quizás el aspecto que más cuestionamientos podría generar y que, sospechosamente, no ha sido del todo estudiado. Después de todo, esa experiencia como dirigente magisterial es la que lo asocia con la búsqueda de trato justo para un gremio de trabajadores, algo que no cuadra mucho con el perfil violentista descrito por la concentración de medios. Y que probablemente nunca pensó llegar a estas instancias. Y eso, a punto de llegar a una fecha tan emblemática como la del Bicentenario de nuestra independencia, tiene algo de poético. Como también tiene de poético el hecho de que, de ganar Pedro Castillo, habría derrotado a la maquinaria pesada del fujimorismo y sus medios, sus líderes y lideresas de opinión, sus conciertos con pantallas LED y sus paneles millonarios, no con una mortal arma de fuego sino con un inofensivo lápiz.

lunes, 8 de febrero de 2021

CANCIONES ROMÁNTICAS: EN PELIGRO DE EXTINCIÓN


"Te amo desde el primer momento en que te vi, hace tiempo te buscaba y ya te imaginaba así. Te amo...". Esta frase pertenece a una de las baladas más conocidas del cantautor venezolano Franco de Vita (Te amo, 1988), y encarna el espíritu de la canción romántica esencial, creíble: letra que describe sentimientos profundos y pueriles, melodía cadenciosa y suave, voz desgarrada y conmovedora.

Freddie Mercury, rockero británico, extravagante y excesivo líder de Queen, cantaba a estadio lleno, ante 50 mil almas: !Love of my life can't you see? Bring it back, don't take it away from me because you don't know what it means to me" ("Amor de mi vida ¿no puedes verlo? tráelo, regresa, no lo alejes de mí porque no sabes lo que significa para mí...", 
Love of my life, 1975). Los mismos elementos -emoción, profundidad, melodrama- se conjugan en perfección romántica. 

Escuchando las babosadas sexistas y mononeuronales que hoy aplauden los adolescentes, en “canciones” como las de Maluma, Romeo Santos, Shakira o cualquiera de sus afines, uno se pregunta: ¿Cuándo pasó de moda el amor en términos musicales?

Quizás las sociedades de antes, cautivadas por los tormentosos romances de la historia, la literatura clásica, la ópera, el cine y las telenovelas, y sin la contaminación del consumismo salvaje que actualmente domina todas las interacciones humanas, se dejaban llevar por sus emociones sin avergonzarse. 

O será que la modernidad materialista se encargó de arrancarle a la humanidad esa careta falsa de romanticismo para que pueda entregarse, con absoluto cinismo, a la ansiedad práctica e inmediatista de los emparejamientos pasajeros concentrados en una sexualidad epidérmica y comercializada por los medios de comunicación, los contratos matrimoniales donde se discuten más patrimonios que sentimientos y las relaciones “serias” en las que la estabilidad depende de un cuidadoso -y a veces psicópatico- juego de roles, intereses y conveniencias.

No lo sabemos. Lo cierto es que hoy Franco de Vita, Freddie Mercury o cualquier otro de los tantísimos creadores e intérpretes de música popular romántica occidental del pasado difícilmente tendría éxito masivo hoy con esta clase de canciones. Los más culturosos los acusarían de “cursis”, mientras que la oceánica masa de jóvenes que deliran por reggaetoneros, latin-poperos o bachateros con pinta y labia de sicarios simplemente pasaría de largo al escuchar estas declaraciones de amor musicalizadas para vivir un rato felices los cuatro buscando hombres mayores que les abran las puertas y les traigan flores. O cosas peores.

La extinción de la canción romántica no es total gracias a que aún hay quienes disfrutan de su auténtica belleza. Cómo no emocionarse, por ejemplo, escuchando aquellos boleros de Los Panchos, los lamentos de Lucho Gatica o Daniel Santos, las sutiles canciones de Carpenters o las grandiosas baladas de la era dorada del pop hispanoamericano, en que surgieron grandes intérpretes como José José, Nino Bravo, Camilo Sesto, Rocío Durcal, Isabel Pantoja, José Luis Rodríguez, José Luis Perales y tantos otros. 

La devaluación del sentimentalismo musical tiene que ver con los excesos y fórmulas en los que cayeron varios artistas durante los ochenta, en inglés y en español, lo cual fue tomado como pretexto para descalificar todo un género que ha unido, con sus letras intensas -desde las infantiles hasta las sugerentes- y sublimes instrumentaciones, a millones de parejas genuinamente enamoradas. Pero si bien esos disfuerzos existieron, no justifican el encanallamiento que padecemos actualmente, comprobable con solo darle una vuelta a las emisoras de moda.

Hace treinta o cuarenta años, en la era del cassette, uno de los regalos más comunes entre las (no tan) inocentes parejas universitarias e incluso escolares era una cinta con canciones especialmente seleccionadas que se intercambiaban como demostración de afecto. No podían faltar Air Supply, Chicago, Journey, Billy Joel, Elton John, Bee Gees. También entraban Nino Bravo, Raphael, Dyango y Mocedades. Hasta finales de la década de los noventa llegaban buenas canciones celebrando al amor: las viñetas poéticas de Juan Luis Guerra, uno que otro tema de artistas juveniles como Luis Miguel o Cristian Castro. O las emotivas baladas de Celine Dion y Laura Pausini, solo por mencionar algunos nombres, que continuaban la larga tradición de música popular romántica.

Incluso géneros como la salsa, el heavy metal y la trova insertaban el romanticismo en medio de sus temas habituales. Así tenemos poesías de Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat o Luis Eduardo Aute; power ballads de Bon Jovi, Poison o Warrant; rítmicas confesiones de Rubén Blades, Willie Colón o Willy Chirino. Más allá de preferencias específicas, es innegable que todas estaban en las antípodas del abyecto mal gusto que hoy difunden las radios populares. 

Este domingo es el Día de San Valentín, uno muy diferente a causa de la pandemia. Y, en ese sentido, escuchar y, como ya es costumbre, abundarán las promociones comerciales que nada tienen que ver con ese sentimiento que, cada vez más desprestigiado, aún persiste en aquellas parejas que se expresan lo que sienten a través de una canción sin acomplejarse. Aunque estén en extinción, las canciones de amor abren pecho a la muerte y despeñan su suerte por un tiempo mejor, por quien merece amor (Silvio Rodríguez, 1982).


viernes, 1 de enero de 2021

IN MEMORIAM: LOS GRANDES MÚSICOS QUE SE FUERON ESTE 2020


UNA BREVE INTRO

Es una tradición inevitable esto de hacer recuentos cada vez que se acaba un año: las frases, las noticias, las imágenes que marcaron este ciclo de 12 meses que ayer llegó a su final van circulando por medios e internet. 

En el tema de la música popular, como ocurre también en otras manifestaciones artísticas como la literatura, el cine o las artes plásticas –solo por mencionar las más populares- este recuento nos viene dejando una idea clara, desde hace prácticamente una década: estamos asistiendo a la desaparición física de aquellos creadores que fueron referentes de diversas épocas y estilos. 

Para quienes consideramos la música como parte fundamental de la vida, esto constituye un serio golpe a la sensibilidad de un mundo cada vez más corroído por la viruta de lo banal, lo grosero y lo burlesco. Se van los talentosos, los creativos, los referentes. Se quedan los reggaetoneros, la farándula local.

Este año, para colmo de males, tenemos un nuevo componente letal: el coronavirus, que además de tener entre sus miles de víctimas a importantes músicos de todo el mundo, mató esos rituales emocionantes, multitudinarios, los conciertos. El impacto económico, cultural y anímico de ese asesinato perpetrado por el COVID-19 no tiene perdón. 

MÚSICA Y COVID: PRIMERA LÍNEA 

Como no podía ser de otra forma, a partir del mes de marzo del 2020 aumentaron las noticias de extraordinarios músicos que morían víctimas del COVID-19. La última de ellas, ocurrida el 28 de diciembre, hace apenas unos días, llenó las pantallas de canales y páginas web. Armando Manzanero, el último gran compositor de boleros románticos, falleció por complicaciones del virus de Wuhán. Tenía 86 años.

El listado de luminarias musicales que sucumbieron al COVID-19 incluye, por ejemplo, al pianista norteamericano Ellis Marsalis (1 de abril, 85), padre de Brandon, Delfeayo y Wynton; el camerunés Manu DiBango (24 de marzo, 86), compositor del himno afrobeat Soul Makossa (1972), usado luego por Michael Jackson para su hit Wanna be startin’ something del álbum Thriller (1983) y reactualizado por Rihanna en Don’t stop the music, una de las canciones pop más escuchadas del 2007. 

También fallecieron de coronavirus el saxofonista de jazz Lee Konitz (15 de abril, 92); el bajista británico de new wave Matthew Seligman (17 de abril, 64); que trabajó con los Thompson Twins, David Bowie, entre otros; el guitarrista de jazz Bucky Pizzarelli (9 de enero, 94); y el norteamericano Trini López (11 de agosto, 83), famoso por su éxito de 1963 If I had a hammer. Las leyendas del country John Prine (7 de abril, 73) y Charley Pride (12 de diciembre, 86) engrosaron esta lista de caídos a causa del COVID-19.

Pero quizás la muerte por coronavirus que más impactó al mundo de la música fue la del cantautor, poeta y cineasta filipino-español Luis Eduardo Aute, ocurrida el 4 de abril, a los 76. Con una carrera que superó las cuatro décadas, Aute fue proveedor de enigmáticas y sensuales canciones que se instalaron en la memoria colectiva de los amantes de la nueva trova, alternando siempre con los grandes de este género. Serrat, Sabina y, en especial, Silvio Rodríguez, fueron sus grandes amigos y colegas.

Lo más triste es que todos estos grandes artistas no han podido recibir, de sus familiares, amigos y fans alrededor del mundo, las despedidas que merecían, debido a los necesarios protocolos sanitarios en materia de velorios y demás. Y eso aplica tanto para el coronavirus como para otras causas de muerte. 

EL ROCK DE LUTO: GRANDES NOMBRES

Pero hubo más lamentables e irreparables pérdidas este año, más allá de la trágica cuota viral. El universo del rock ha sufrido varias bajas este infausto 2020 que, por fin, ya se fue. 

Las más resonantes fueron las de Little Richard (9 de mayo, 87), uno de los padres fundadores del rock and roll, autor de clásicos como Long tall Sally, Tutti frutti, Good golly Miss Molly y tantos otros; el genio holandés de la guitarra eléctrica Eddie Van Halen (6 de octubre, 65), a causa del cáncer; Peter Green (25 de julio, 73), histórico guitarrista de blues británico que fundó Fleetwood Mac a finales de los 60 y fue considerado entre los mejores de su generación, junto a Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page; y Neil Peart (7 de enero, 67), extraordinario baterista y escritor canadiense de la banda Rush. 

También nos dejaron Florian Schneider, de la banda alemana de krautrock y pioneros de la electrónica Kraftwerk (30 de abril, 73); Andy Gill (1 de febrero, 64), del combo post-punk Gang of Four; y dos integrantes originales de la influyente banda británica de hard-rock UFO, el bajista Pete Way (14 de agosto, 69) y el guitarrista Paul Chapman (9 de junio, 66). Otro legendario grupo de hard-rock y progresivo inglés, Uriah Heep, perdió este año a dos de sus miembros fundamentales, el cantante, tecladista y guitarrista Ken Hensley (4 de noviembre, 75) y Lee Kerslake (19 de septiembre, 73), baterista que también trabajó con Ozzy Osbourne en los ochenta. El 19 de octubre fallecieron Tony Lewis (62), bajista y cantante de la banda ochentera The Outfield; y Spencer Davis (81), músico de blues y psicodelia sesentera. 

ESTRELLAS POPULARES E ÍCONOS DE CULTO

Ronald "Kool" Bell, saxofonista fundador de Kool & The Gang, popular, exitoso e influyente colectivo de funk y R&B (9 de septiembre, 68); la estrella del country-pop Kenny Rogers (20 de marzo, 81); Lyle Mays, extraordinario compositor y tecladista de jazz moderno, lugarteniente de Pat Metheny (10 de febrero, 66); los músicos de rock progresivo Keith Tippett, pianista (14 de junio, 72), Gordon Haskell, bajista (15 de octubre, 74) y Bill Rieflin, baterista (24 de marzo, 59) -los tres del álbum familiar de King Crimson-; el bajista y cantante de los reyes del glam-rock The Sweet, Steve Priest (4 de junio, 72) cuya voz oímos en el poderoso Ballroom blitz (1973); y la leyenda del country y el bluegrass Charlie Daniels (6 de julio, 83). Ese mismo día fallecieron el baterista norteamericano de jazz Joe Porcaro (90), padre de Jeff, Mike y Steve, del grupo Toto; y el extraordinario compositor italiano de soundtracks Ennio Morricone (91).

También nos dejaron este 2020 el baterista de heavy metal ochentero, del grupo Quiet Riot, Frankie Banali (20 de agosto, 68); la vocalista Genesis P-Orridge (14 de marzo, 70), fundadora de Throbbing Gristle, uno de los colectivos musicales y artísticos más controversiales de la era moderna; y el cantante de soul Bill Withers (30 de marzo, 81), inolvidable por sus éxitos Ain't no sunshine (1971), Lean on me (1972) y Just the two of us (1981), grabado con la banda del saxofonista de smooth jazz Grover Washington Jr. El hermano de Carlos Santana, Jorge, también guitarrista, que se paseó entre el rock y la salsa con su grupo Malo, murió a los 68, el 14 de mayo. Alan Parker, cineasta asociado a la música por haber dirigido, entre otras, Fame y The Wall, nos dejó el 31 de julio, a los 76 años.

Hace apenas una semana, el 22 de diciembre, supimos de la muerte de Leslie West (75), guitarra y voz de Mountain, icónica banda norteamericana de hard-rock y blues. West, uno de los animadores del Festival de Woodstock, fue un guerrerazo que incluso siguió tocando tras perder una pierna, en el 2011, a causa de la diabetes. 

OBITUARIOS DE LA MÚSICA EN ESPAÑOL

En la música en nuestro idioma, además de Manzanero y Aute, lamentamos la muerte del guitarrista y cantante español Pau Donés (9 de junio, 53), líder de la banda pop-rock Jarabe de Palo, muy querido por el público por sus canciones positivas y su sonido que combinaba lo flamenco con lo latino; el guitarrista y cantante argentino Juan Carlos Saravia (17 de enero, 89), integrante de Los Chalchaleros, los reyes de la zamba y la chacarera; el bolerista mexicano Benjamín "Chamín" Correa, voz y viola de Los Tres Caballeros (14 de enero, 91); el bachatero tradicionalista dominicano Víctor Víctor (16 de julio, 71); y los baladistas argentinos Juan Ramón (30 de julio, 80), estrella de la nueva ola, y Sergio Denis (15 de mayo, 71), famoso en los años ochenta. 

Por el lado de la música pop de los ochenta, nos enteramos de dos lamentables y trágicos fallecimientos: el mexicano Xavier Ortiz (7 de septiembre) y el venezolano Anthony Galindo (2 de octubre), ex integrantes de las exitosas agrupaciones juveniles Garibaldi y Menudo, se suicidaron a los 48 y 41 años, respectivamente. 

La salsa también perdió importantes figuras este año maldito: Carlos "Cano" Estremera (28 de octubre, 62), sonero de barrio, cómplice de Bobby Valentin; el conguero Andy Gonzales (9 de abril, 69), muy activo en el latin-jazz; el pianista y arreglista Joe "The Professor" Torres (13 de abril, 76), del staff de la Fania Records; y Frankie Lebron, percusionista de The Lebron Brothers, orquesta de culto de salsa dura y boogaloo (9 de septiembre). Recientemente, el popular cantante de salsa romántica Tito "El Gallo" Rojas también se mudó "al otro barrio" como suele escribir Rubén Blades cada vez que se despide de sus colegas. Fue el 26 de diciembre, a los 65. 

En nuestro país perdimos a la importante cantautora e investigadora del folklore criollo, negro y andino Alicia Maguiña (14 de septiembre, 81); los músicos de huayno Eusebio "El Chato" Grados (16 de mayo, 66), Wilfredo Quintana Alfaro de Los Campesinos, y el legendario guitarrista ayacuchano Manuel Silva "Pichinkucha" (9 y 10 de junio, respectivamente). Otros guitarristas del ambiente criollo tradicional, Adolfo Zelada (96) y Víctor Dávalos (93) del dúo arequipeño de yaravíes y valses Los Dávalos, partieron el 14 de enero y 12 de abril, respectivamente.

Pero quizás la muerte más lamentada en el ambiente musical peruano fue la de Gerardo Manuel Rojas (4 de julio, 73), profundo conocedor e historiador del rock que condujo, durante décadas, Disco Club, programa de televisión pionero en la transmisión de videoclips, que educó el oído de varias generaciones. También quiso ser intérprete, aunque no contaba con mucho talento en ese terreno, y fue parte de importantes grupos de los sesenta como Los Shain's, Los Doltons o sus propios emprendimientos rockeros Gerardo Manuel y El Humo o The St. Thomas Pepper Smelter, muy populares en el Perú de entonces. 

SIGUEN FIRMAS...

Las partidas de Marcos Mundstock (22 de abril) y Terry Jones (21 de enero) dejan al mundo con menos razones para reír. El primero, la inconfundible voz de Les Luthiers. El segundo, creador de las alucinadas sátiras de Monty Python. De países enfrentados por la guerra -Argentina e Inglaterra- unieron al mundo a través de la cultura. Ambos hicieron de la música humorística un género que fue, a la vez, elegante, divertido, agudo y crítico, no apto para esta generación de comicidad primitiva, exhibicionismo barato y grosería institucionalizada. Ambos dejan un legado entrañable que no merece el olvido. Ambos tenían 77 años al morir.

El canadiense André Gagnon compuso Wow (1975), un tema instrumental de la era disco, con un inicio de congas, bajo y acordes de guitarra wah-wah que caracterizó y sirvió de cortina, durante años, a los programas deportivos y transmisiones futbolísticas de Canal 4 (América Televisión). Falleció a los 84 años, el pasado 3 de diciembre.

En el mundo de la música clásica y académica, despedimos a la soprano italiana Mirella Freni (9 de febrero, 89); el guitarrista británico Julian Bream (14 de agosto, 87); el pianista italiano Marcelo Abbado (4 de junio, 93); y el compositor vanguardista polaco Krszysztof Penderecki (29 de marzo, 86). Para quienes deseen escuchar algo de este último, les recomiendo los recitales que grabó la vocalista de Portishead, Beth Gibbons, con orquesta sinfónica, el año pasado en Londres. Para caerse de espaldas.

Más personalidades de la música que debemos recordar: Fred "Toots" Hibbert, de las leyendas del reggae Toots & The Maytals (11 de septiembre, 77); Ivan Kral, bajista checo de la primera banda de Patti Smith (2 de febrero, 71); las leyendas del jazz clásico McCoy Tyner, pianista (6 de marzo, 81), Jimmy Heath, saxofonista (24 de mayo, 93) y Jimmy Cobb, baterista (19 de enero, 91); Marc Fosset, guitarrista francés del grupo progresivo Magma (31 de octubre, 71); Helen Reddy, cantante norteamericana de country-pop y baladas (29 de septiembre, 78); Gary Peacock (4 de septiembre, 85), contrabajista que tocó junto a Keith Jarrett durante 25 años; Benny Mardones, cantante de soft-rock y pop (29 de junio, 73); Tony Allen (30 de abril, 79), baterista nigeriano y colaborador de Fela Kuti en Africa '70; Ryo Kawasaki (13 de abril, 73) guitarrista japonés de jazz; Gabi Delgado (22 de marzo, 61), músico español de la vanguardia electrónica; y los famosos productores de rock y pop Martin Birch (9 de agosto, 71) y Keith Olsen (9 de marzo, 74), que han estado detrás de los éxitos discográficos de artistas como Grateful Dead, Heart, Journey, Deep Purple, Rainbow, Whitesnake, Iron Maiden y un larguísimo etcétera.