viernes, 25 de septiembre de 2009

EL REGRESO DEL LOCO


Tratemos de ser objetivos. Camino al estadio, no estaba muy seguro de qué iba a pasar. Y asumo que esa era la sensación, racionalizada o no, de la gran mayoría de asistentes al concierto. Pero hasta allí alguien me podría decir que eso siempre ocurría en cualquier presentación de Charly, porque no solo es Charly, es "el loco" Charly... claro, las noticias acerca de su recuperación eran ya vox populi y sus recientes imágenes evidenciaban la mejoría: subido de peso, con una expresión de tranquilidad en el rostro que dejaba a trás aquel rictus de agresividad al que ya nos habíamos acostumbrado sus fans. Pero esta incertidumbre no era tampoco la habitual... "no es la misma canción de dos por tres, las cosas ya no son como las ves..."

Una vez dentro, la expectativa se hacía más grande y la incertidumbre cedía paso a la ilusión. Porque más allá de lo que hubiera preparado estaba el hecho de que este grande del rock en español había decidido volver a los escenarios en Lima y sea como fuere, hasta sus más caóticos conciertos han dejado huella en quienes los han visto. De manera que, en otras palabras, no había pierde. Poco a poco el estadio se iba llenando y el telón virtual - una imagen que proyectaba elegancia, palabra difícil de asociar con el espíritu transgresor del argentino - se fue abriendo mientras sutiles notas de piano llenaban el ambiente. El concierto estaba comenzando...

Y apareció Charly García a paso lento, vestido de saco y pantalón negro. El piano de fondo no lo estaba tocando él y al lado izquierdo, en lugar del arsenal de teclados y sintetizadores que habitualmente lo esperan, se encontraba un enorme piano de cola. La primera canción fue uno de sus clásicos modernos, El amor espera y el sonido de su voz, extrañamente claro, confirmó las sospechas. El show iba a ser bueno... y vaya si lo fue.

En pocas palabras, Charly García, el espigado poeta adolescente de Sui Generis, el sorprendente músico progre de La Máquina de Hacer Pájaros, la cabeza pensante del supergrupo Serú Girán y el impenitente rocker hispanohablante de los escándalos y excesos, regresó a la vida tranquilo, sosegado (los más suspicaces dirán que estaba dopado) para demostrar porqué es un músico por excelencia.

Sin bajar el tono a ninguna de las canciones, sin olvidar las letras ni hacerle malcriadeces al público que tanto lo esperó, Charly tocó de todo: desde sus introspecciones más complejas como No soy un extraño, Canción de dos por tres o Adela en el carrusel hasta sus éxitazos comerciales, léase Hablando a tu corazón, Demoliendo hoteles o Nos siguen pegando abajo, pasando por dos de sus covers más celebrados, Me siento mucho mejor e Influencia. Desde luego faltaron muchas otras pero el setlist fue un condensado viaje por su discografía solista (1982-2003) que difícilmente haya dejado insatisfecho al público. Y por si fuera poco sorprendió a casi todo el mundo al incluir una alucinante versión de Llorando en el espejo, tema clásico de la época Serú Girán, específicamente del álbum Peperina (1981). Solo para conocedores...

El grupo que lo apoya en esta gira denominada Vuelve el más grande cuenta con la presencia de tres conocidos nuestros: Fabián Von Quinteiros en teclados, Carlos García López en guitarra e Hilda Lizarazu en voces y pandereta. El resto de la banda (Kiuge Hayashida en guitarra, Toño Silva en bajo y Carlos Gonzáles en batería) complementan muy bien el ensamble y demostraron el extenso trabajo de ensayo realizado previamente. Charly García, en los últimos 10 ó 15 años, convirtió a sus conciertos en un abierto culto al caos pero esta vez el show mostró estar estructurado y pensado minuciosamente, con preocupación y detalle.

Después de casi dos horas de rock and roll, melodías sinuosas y éxitos de radio, Charly tocó No voy en tren y en medio del tema desapareció con todo y banda. Las luces se apagaron casi tres minutos. El público coreó su nombre incesantemente y el músico, nuevamente a paso lento, volvió a escena. Hizo tres temas más, el último de ellos su nuevo single, Deberías saber por qué, cantado hasta el desfallecimiento por los jóvenes adictos al Internet y al mp3, sus nuevos fans. Luego se despidió con un simple "chau" y nuevamente desapareció.

Las luces se volvieron a apagar. Desde los parlantes comenzó a sonar Something de The Beatles, por lo que la gente imaginó que ahora sí, el concierto había llegado a su fin. A la mitad de la canción, cuando ya varias personas habían salido de las instalaciones, todo se encendió de golpe y García, sonriendo maliciosamente, consciente de la confusión generada, se sentó por última vez al piano y cantó No toquen. Un tema no muy conocido pero lo suficientemente rockero como para despedirse sin dejar la impresión de que las dos horas y algo más lo habían dejado cansado.

Una vez finalizado el concierto desaparecieron las dudas con respecto a su estado actual. Ahora la incertidumbre hace que nos preguntemos cuánto durará esta positiva recuperación. Por su bien y por el de la música, que sea mucho tiempo más. Aguante Charly... y bienvenido de regreso...

miércoles, 23 de septiembre de 2009

UN DÍA COMO HOY...


No tengo recuerdos de celebraciones infantiles en mi honor. Mi primer gran cumpleaños lo recibí en 1993 en la semi-vacía cafetería de una austera facultad que hoy se ha convertido en una de las más instituciones más prestigiosas e influyentes en el círculo de las comunicaciones sociales del Perú. Aquella vez recibí como regalo una tarjeta y un par de zapatillas blancas que, si mal no recuerdo, conservé como amuletos tras dejarlas de usar casi durante dos años.

Después vinieron una tras otra emoción (tortas, fiestas sorpresas, saludos) que jamás desaparecerán de mi memoria. Quizás algún día me anime a contar cosas que ocurrieron durante la pasada década y media que marcaron mi vida para siempre, desde una visita inesperada en un contexto de pelea, en años pueriles de pasillos universitarios hasta una noche de ensueño, ya en años de adultez, que permanece vívida como uno de mis más preciados recuerdos, como aquello que pudo ser y no fue.

El de hoy es un cumpleaños algo diferente. Rodeado de amigos y amigas, algunos de ellos verdaderas ángeles, mi vida transcurre entre la soledad concreta de quien se encuentra en medio de cosas que van cambiando a su alrededor y la imposiblidad de estar solo. Al despertar, al subir a un bus, al caminar por la calle, al entrar a la oficina, etc., me siento cercado, casi acorralado y a un tiempo solo, completamente solo.

Pero esa soledad no me afecta en absoluto y por momentos hasta la disfruto como parte de mi sino, como una certeza que siempre me acompañó. Como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad (cito de memoria): "sentirse solo no es sentirse inferior, es sentirse distinto. Y no es posible confundir ambos sentimientos ya que a diferencia del sentimiento de inferioridad, que casi siempre es una ilusión, la soledad expresa una realidad innegable: somo en realidad, distintos, y en realidad estamos solos".

Los recuerdos y las cosas buenas que uno posee como experiencia de vida permiten que esta siga su curso sin llamarnos a la depresión inmovilizante o al rencor improductivo. Y esta reflexión personal es un homenaje a esos recuerdos que hoy, que cumplo 35 años, vienen como una película en la que a pesar de mí mismo, fui protagonista. A través de esos momentos inolvidables aprendí que mi cumpleaños también es un día especial. Y aunque haya algunas cosas que no son las mismas, no ha dejado de serlo. Por eso este post: no se trata de anunciar egocéntricamente mi onomástico, se trata de decir a mis (pocos) lectores que he pasado cumpleaños increíbles, inolvidables, que compensan la normalidad aparente del actual (digo "aparente" porque lo más probable es que Charly García me haga cambiar de opinión en un par de horas)...

Por otro lado, quienes me conocen desde hace tiempo saben de mi reticencia a las celebraciones y a los comentarios auto-complacientes en fechas como esta. Es más, cuantas menos personas se acuerden es mejor para mí. Porque al final de cuentas, esas que se acuerdan son las que valen la pena... hasta la próxima...

lunes, 21 de septiembre de 2009

PAZ SIN FRONTERAS


Sobreponiéndose a las más absurdas críticas y reacciones negativas hacia su iniciativa, que fueron desde la falta de apoyo de algunos connotados artistas latinos, en particular cubanos, hasta la inconcebible quema de sus producciones discográficas, el popular cantautor colombiano Juanes llevó adelante la segunda versión del concierto Paz Sin Fronteras, esta vez en la histórica Plaza José Martí, más conocida como de la Revolución ante un impresionante público que pasó largamente el millón de personas. Además de la movilización por la paz implícita en el concierto, la multitud de jóvenes cubanos se reunió para ver a diversos artistas que normalmente no tienen la oportunidad de visitar La Habana.

Más allá del ecléctico listín de artistas que acompañaron al cantante y guitarrista en esta aventura (desde maestros como Silvio Rodríguez, Carlos Varela o Miguel Bosé, artistas establecidos como Olga Tañón, Juan Formell y Los Van Van y booms comercialones como Orishás o Pitbull), vale la pena recalcar el valor integrador que posee la música cuando las voluntades se encuentran y anteponen los altos valores que encarnan frente a sus seguidores a los apetitos comerciales o las ideologías políticas. Aquí la única consigna era la de disfrutar de la música sana y plenamente, dejando de lado, aunque solo haya sido el tiempo que duró el concierto, las mezquindades a las que nos tiene acostumbrado el establishment, provenga de donde provenga.

Aun habrá detractores que le impriman significados alternos a la multitudinaria convocatoria del concierto pero lo cierto es que ese mar humano no está pensando en quien se va a hacer de la isla cuando Fidel desaparezca (un hecho que cada vez es más cercano) o en cuál es el juramento que hizo tal o cual conspicuo personaje de la aristocracia cubana residente en Miami. El resultado superó las espectativas de ambos bandos y definitivamente, Juanes y compañía hicieron historia sobre la base de su talento, su actitud y sobretodo, su honestidad.











miércoles, 16 de septiembre de 2009

PLÁCIDO DOMINGO EN LIMA

Desde hace meses llevo en el tintero un post acerca de la ignorancia en nuestro país. La ignorancia, que según la primera acepción consignada en el DRAE es simple y llanamente la "falta de ciencia, de letras y noticias, general o particular", se refleja permanentemente en el diario discurrir de la sociedad: en el tráfico, en las relaciones interpersonales, en los programas de televisión, en los rankings de las radios, en los modelos de comportamiento, etc. Y sin intención de explayarme en el tema concreto de la ignorancia, quisiera adelantar que el post hasta ahora en el tintero pretende incidir en 3 de sus principales características, según mi modesto entender: la ignorancia es arrogante, es afrentosa y carece de conciencia de sí misma.

Este intento de radiografía del fenómeno de la ignorancia regresó a mi tras la llegada a la capital de uno de los artistas fundamentales de lo que solemos llamar música clásica. Tras el fallecimiento de Luciano Pavarotti, Plácido Domingo es para muchos - me incluyo - el mejor tenor del mundo de la actualidad. Y yendo un poco más allá del unidimensional análisis vocal, podríamos decir sin temor a equivocarnos que el español supera al italiano en términos de versatilidad, capacidad de adaptación y calidez interpretativa.

Frente a los impresionantes sostenidos y elevados tonos que podía alcanzar el estruendoso Luciano, el sosegado Plácido pudo combinar sus casi 140 protagónicos en el repertorio clásico (óperas, operetas y zarzuelas) con una intensa carrera discográfica que lo llevó a cantar desde baladas románticas hasta tangos, pasando por boleros, bossa novas, rancheras y cómo no, valsecitos y canciones folklóricas. Domingo, un verdadero hombre-record del mundo de la música (a la cantidad mencionada de papeles principales debemos añadir la ovación más larga de la historia: el público lo aplaudió durante una hora de pie en la ópera de Viena y una cantidad impresionante de grabaciones, premios y condecoraciones de todo orden, además de su capacidad para cantar con solvencia hasta en siete idiomas) estuvo hace una semana en Lima para ofrecer un recital de gala, ante un público de casi 10 mil personas en la explanada del Estadio Monumental.

Y es aquí donde reaparece, arrogante, agresiva e incapaz de reconocerse a sí misma, la ignorancia. No solo porque lo más probable es que un mínimo porcentaje de ese contingente de público haya disfrutado verdaderamente del concierto, debido a las pocas concesiones que hizo en cuanto a sus interpretaciones operísticas, sino por todo lo que pasó durante y después de su presentación.

Durante la primera parte, compuesta íntegramente por material clásico, cientos de personas interrumpieron a quienes trataban de escuchar las interpretaciones de Plácido Domingo y su acompañante la soprano puertorriqueña Ana María Martínez pues no conformes con haber llegado tarde, pasaban por delante de las filas de asientos arrastrando los pies, abriendo envolturas de golosinas y pasándose la voz por celular, totalmente convencidos de que, como ellos, todos los demás estaban poco interesados en apreciar las hermosas notas de arias como O souverain, o juge o père (de Le Cid, compuesta por Jules Massenet) o Aus dem Wald trieb es mich fort (de la ópera Die Walküre de Richard Wagner), cantadas en perfecto francés y alemán respectivamente.

O souverain, o juge, o père (Le Cid, Jules Massenet)
O peor aun, durante los segmentos instrumentales en que se lució la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Eugene Kohn, con magistrales performances de las Hungarian Marches de La Damnation de Faust de Héctor Berlioz o el intermedio de la zarzuela Las Bodas de Luis Alonso, se podían escuchar conversaciones por todas partes, evidenciando una absoluta falta de respeto hacia los artistas. Ni siquiera la conocidísima obertura de Il Barbieri di Siviglia de Gioachino Rossini mereció el silencio de una enorme cantidad de desubicados(as) que "aprovechaban" esos momentos para ponerse al día del último chisme de la oficina o para preguntarse a qué hora iba a cantar La flor de la canela.

A esto, debemos sumar la patética participación de nuestro Canciller, don José Antonio García Belaúnde quien ni siquiera se tomó el trabajo de preparar un buen discurso para el solemne momento de investir al maestro con la Orden del Sol y terminó soltando una cantinflada que ni a Gisela Valcárcel le hubiera salido tan bien ("lo honramos y nos sentimos honrados al honrarlo porque sé que la va a llevar honrosamente..."). No conforme con esa inaceptable improvisación, se dirigió al público dándole la espalda al tenor y la soprano, en una actitud que demostró falta de tino y de respeto. Esto contrastaba con la mirada, casi de admiración, que los artistas prodigaban a nuestro dignatario político, en señal de reconocimiento ante su investidura y las sentidas palabras de agradecimiento del artista, quien prometió volver para cumplir uno de sus proyectos inmediatos: cantar a dúo con Juan Diego Flórez.

El "discurso" del Canciller José Antonio García Belaúnde...

Hasta aquí lo que pasó en el concierto. Al día siguiente, leí en Internet hasta cinco reseñas (El Comercio, RPP, Terra y un par más) y todas compartían la misma inexactitud en los títulos de algunas de las arias y romanzas. Para prueba, dos ejemplos: el dúo romántico En mi tierra extremeña de la zarzuela Luisa Fernanda fue mencionado como Mi tierra es extremeña y no conformes con ello, los improvisados cronistas de espectáculos musicales, que deberían por lo menos leer un poco antes de escribir, le cambiaron el título a la conocidísima ranchera Ella, compuesta por José Alfredo Jiménez, rebautizándola como Me cansé de rogarle. Obviamente ninguna hacía mención del papelón del popular "Joselo".

Y ni hablar de la mezquindad de los segmentos de espectáculos de la televisión, que apenas si dedicaron tres o cuatro minutos a una de las visitas musicales más importantes en lo que va del año. Quizás suene algo extremo, pero es degradante ver cómo son capaces de dedicar entre 20 y 30 minutos a los Hermanos Yaipén cada vez que hacen sus multitudinarios y a menudo sangrientos conciertos de mala muerte y en esta ocasión, no se hayan tomado la molestia de cubrir con mayor propiedad y espacio un evento de tanta calidad.

El segundo segmento del recital estuvo dedicado a los géneros populares que tanto éxito le han traido al excelente cantante, pianista y director de orquesta. Derrochando carisma, Plácido Domingo deleitó al público con temas del repertorio latino como Bésame mucho, El día que me quieras, la espectacular Granada y hasta un segmento de rancheras acompañado de un conjunto de mariachis que puso la nota jocosa de la noche. Frente a los casi 100 músicos de la orquesta, sentados e inmóviles, las trompetas algo destempladas y un irreverente "qué te dijo!" en medio de la estrofa de El rey en la que el tenor cuenta lo que le dijo el arriero le dieron un aire fresco a un show caracterizado elementalmente por la precisión y la tensión de la interpretación académica, propias del género que cultivan nuestros visitantes.

La anécdota ocurrió durante la interprtación de La flor de la canela. La canción más esperada de la noche se convirtió en el punto menos notable del concierto debido a lo que asumo fue un error de la producción. Al parecer, por exceso de confianza no se colocó sobre el atril la letra de nuestro segundo himno nacional y Plácido Domingo tuvo tremendos problemas al momento de atacar cada verso. Visiblemente nervioso, el cantante volteaba buscando ayuda para poder entrar a tiempo y aunque supo salir airoso del embrollo, las fallas fueron muy notorias. A pesar de ese desliz, el público se mostró agradecido y ovacionó al español de pie, pues no había nada que pudiera empañar el regalo de e¡su prodigiosa voz.

Ni las malacrianzas descritas líneas arriba ni el intenso frío ni el desdén de los medios convencionales podrán borrar de la memoria las melodías que nos obsequió uno de los protagonistas de la historia de la música del siglo 20. Gracias, señor Plácido Domingo.

martes, 8 de septiembre de 2009

¿DÓNDE ESTÁ EL MOLINO DE BARRANCO?


Barranco, distrito de símbolos y tradiciones, atraviesa por una de las etapas más difíciles de su historia. Golpeado desde hace ya un par de décadas por el nuevo estilo de "bohemia" citadina, que cambió las inteligentes y contraculturales tertulias de cafetín por las discotecas ruidosas y según el cual los reducidos cenáculos de artistas y fanáticos del arte fueron reemplazados por hordas de jóvenes - y no tan jóvenes - en búsqueda de diversión pasajera y de dudosa calidad, afronta ahora los desmanes de una administración municipal que está descuidando los últimos bastiones de aquel pueblito limeño en el cual un puentecito escondido entre follajes y entre añoranzas aun podía guardar, en su grato silencio, nuestras confidencias.

Tras el incomprensible desorden provocado en la Av. Bolognesi y ese monumento al absurdo llamado MAC (Museo de Arte Contemporáneo) ahora se produce la desaparición del clásico molino, que podía verse como faro limítrofe entre Barranco y Miraflores.

Aunque no soy vecino de este hermoso distrito, me aúno a la campaña que un nutrido grupo de ellos viene desarrollando para poder obtener una explicación coherente con respecto a su desaparición.

Agradezco a la Lic. Yvette Irán Ubillús por permitirme publicar este artículo suyo, publicado en uno de los foros que buscan proteger el patrimonio barranquino de la insensatez y el oportunismo de quienes no son capaces de entender la importancia que tienen los monumentos para el mantenimiento de su identidad. Hasta la próxima...


"¿DÓNDE ESTÁ EL MOLINO?

por Lic. Yvette I. Ubillús


Estimados vecinos y amigos de Barranco:En primer lugar, saludo la iniciativa de indagar acerca de un símbolo y un bien del distrito como siempre lo fue el molino, ese que los barranquinos conocíamos tan bien y que daba la bienvenida o despedía a los visitantes en el límite con Miraflores. Han desaparecido tantas cosas entrañables en nuestro querido distrito, que uno se siente casi huérfano cuando pasea por sus calles, pero esta iniciativa ciudadana por recuperar algo de lo que se perdió, es un buen ejemplo de que nunca es tarde para reaccionar ante los atropellos e imposiciones de las autoridades que han pasado y siguen haciéndolo, por el municipio de nuestra pequeña gran ciudad.

Barranco siempre fue un distrito de gente que resultaba familiar solo con encontrársela en la calle, cálido, íntimo, lleno de recuerdos y de emblemas para su gente; por ello no podemos, ni debemos abandonar la lucha por recuperar todo lo posible de ese ambiente que nos ha sido arrebatado, casi en su totalidad, por los mal entendidos usos de la modernidad urbana de Lima.

Pero siempre tengamos presente la cuota de dignidad y respeto que merece un acto tan importante como este, no caigamos en provocaciones absurdas que pretenden debilitar y desprestigiar un legítimo reclamo. En esas reacciones es donde se aprecia quien ama de verdad a Barranco y quien tan solo ocupa un cargo con sueldo fijo.

Las autoridades de los municipios deben entender de una vez por todas que los vecinos tenemos el derecho de ser informados y consultados acerca de las acciones que se llevan a cabo durante sus gestiones y que los resultados de las reuniones en las que se discuten estos temas deben ser difundidos para conocimiento de todos los habitantes del distrito, lo cual en el pequeño y querido Barranco no es ninguna tarea titánica.

Me despido con los más sinceros deseos de que pronto vuelvan a girar las aspas anaranjadas del molino, como cuando tenia 15 años y aprovechaba un descuido de mi madre para dar una vuelta en bicicleta por el parque, mientras empezaba a caer la tarde…

http://www.cafeparafernalia.blogspot.com

P.D: Quiero agradecer profundamente sus visitas y comentarios a la publicación del “Café de la Ciudad al filo del Barranco” y espero sinceramente que el próximo artículo sea acerca de la recuperación de nuestro molino.

http://cafeparafernalia.blogspot.com/2009/04/el-cafe-de-la-ciudad.html"

jueves, 3 de septiembre de 2009

AMÉRICA LATINA ¿PODRÁ UNIRSE ALGÚN DÍA?


Desde siempre hemos escuchado hablar acerca de la integración latinoamericana, aquella quimera inalcanzable que parece no tener explicación. Ya en el colegio nos hablaron de Simón Bolívar y sus afanes integracionistas, sobre la base del idioma común y el pasado vinculante, tanto por las raíces indígenas como por los años de dominación española. Ambas razones, entre otras, han sido siempre más que suficientes para que la famosa unidad fuese cuestión de dos o tres conversaciones para que quede lista, oleada y sacramentada. Es más, a simple vista, Latinoamérica tendría que haberse unido mucho antes que los bloques europeos y asiáticos pero las décadas transcurren y los pueblos hispano parlantes parecen estar más separados que nunca.

En la era de la videocracia (el gobierno de la imagen) y del tiempo real, en que más peso tiene la última frase dicha en un discurso que el discurso en sí mismo, resulta sintomático que el mandatario de la región que más menciona la palabra "integración" sea considerado, casi por unanimidad, como el mayor peligro para el desarrollo social y económico de la misma. Si Hugo Chávez habla acalorado acerca de la necesidad de formar una Latinoamérica cohesionado bajo los mismos ideales (frase que puede tener, naturalmente, múltiples variables, contextos y tonos de voz según la teatralidad a la que nos tiene acostumbrados) inmediatamente el tema queda contaminado y pasa a ser algo negativo. Porque para el pensamiento único, todo - absolutamente todo - lo que diga el señor "Aló Presidente" es negativo.

Pero aquella utopía denominada "integración latinoamericana" tiene como principal razón para su imposibilidad la intensa y descarnada ignorancia combinada con apetitos políticos de toda laya, que exhiben de cuando en vez, sus líderes. Obstinado en seguir echando leña al fuego del divisionismo y acrecentando la sensación de que vivimos en comarcas o tribus, el presidente Evo Morales hace complot contra su propia imagen generando controversias peregrinas, disparatadas nada menos que con Perú, el país de donde surgió el país que hoy conocemos como Bolivia.

Sin ingresar al detalle histórico y academicista, ampliamente documentado por cierto, queda clarísimo que los reclamos patrimoniales que ha lanzado con respecto primero a la Diablada y después al Ekeko no tienen pies ni cabeza. Hasta un niño de los primeros años de la secundaria tiene claro el concepto: las costumbres altiplánicas anteceden en todo orden a las delimitaciones geográficas posteriores y tratándose del origen de ambos países, es más elemental todavía.

Siguiendo la línea del primer párrafo de mi alocución, la palabra "nacionalismo" también se ha desnaturalizado tanto que hoy es considerada casi un eufemismo de "comunista", "izquierdista", "anti-sistema" y demás rótulos indeseables para quienes practican el neoliberalismo y el sueño imposible de que las grandes mayorías se conformen con el tristemente célebre "chorreo", producido cada vez menos por la mano invisible del libre mercado.

Por ende no ahondaremos en los datos que nos ofrece la realidad histórica. Simplemente basta con recordar que el Perú fue el centro indiscutido de la era colonial y que la actual Bolivia se llamaba Alto Perú. El nacionalismo en sentido extenso debería hacer que la integración dejara de ser una utopía, una quimera, un sueño imposible y se convirtiera sin mayores dilaciones en una realidad auténtica y poderosa. Pero los afanes de protagonismo de los presidentes pasajeros se empeñan en impedirlo.

Las danzas y expresiones musicales típicas poseen, por lo menos es mi sensación, el poder de generar una noción de identidad mucho más fuerte que las cumbres de mandatarios en hoteles de lujo, los desfiles militares y las míticas batallas legales frente a tribunales ajenos a lo que significa la existencia de nuestros pueblos. Y es increíble que a punto de cumplirse la primera década del siglo 21, sigamos entrampando el nacimiento y desarrollo sano de la identidad latinoamericana, tan rica en matices y manifestaciones culturales, con estas actitudes intolerantes y descabelladas.

Quien mejor que el maestro Nicomedes Santa Cruz para recordarnos a peruanos y bolivianos lo que realmente debería ser América Latina... hasta la próxima...