Tratemos de ser objetivos. Camino al estadio, no estaba muy seguro de qué iba a pasar. Y asumo que esa era la sensación, racionalizada o no, de la gran mayoría de asistentes al concierto. Pero hasta allí alguien me podría decir que eso siempre ocurría en cualquier presentación de Charly, porque no solo es Charly, es "el loco" Charly... claro, las noticias acerca de su recuperación eran ya vox populi y sus recientes imágenes evidenciaban la mejoría: subido de peso, con una expresión de tranquilidad en el rostro que dejaba a trás aquel rictus de agresividad al que ya nos habíamos acostumbrado sus fans. Pero esta incertidumbre no era tampoco la habitual... "no es la misma canción de dos por tres, las cosas ya no son como las ves..."
Una vez dentro, la expectativa se hacía más grande y la incertidumbre cedía paso a la ilusión. Porque más allá de lo que hubiera preparado estaba el hecho de que este grande del rock en español había decidido volver a los escenarios en Lima y sea como fuere, hasta sus más caóticos conciertos han dejado huella en quienes los han visto. De manera que, en otras palabras, no había pierde. Poco a poco el estadio se iba llenando y el telón virtual - una imagen que proyectaba elegancia, palabra difícil de asociar con el espíritu transgresor del argentino - se fue abriendo mientras sutiles notas de piano llenaban el ambiente. El concierto estaba comenzando...
Y apareció Charly García a paso lento, vestido de saco y pantalón negro. El piano de fondo no lo estaba tocando él y al lado izquierdo, en lugar del arsenal de teclados y sintetizadores que habitualmente lo esperan, se encontraba un enorme piano de cola. La primera canción fue uno de sus clásicos modernos, El amor espera y el sonido de su voz, extrañamente claro, confirmó las sospechas. El show iba a ser bueno... y vaya si lo fue.
En pocas palabras, Charly García, el espigado poeta adolescente de Sui Generis, el sorprendente músico progre de La Máquina de Hacer Pájaros, la cabeza pensante del supergrupo Serú Girán y el impenitente rocker hispanohablante de los escándalos y excesos, regresó a la vida tranquilo, sosegado (los más suspicaces dirán que estaba dopado) para demostrar porqué es un músico por excelencia.
Sin bajar el tono a ninguna de las canciones, sin olvidar las letras ni hacerle malcriadeces al público que tanto lo esperó, Charly tocó de todo: desde sus introspecciones más complejas como No soy un extraño, Canción de dos por tres o Adela en el carrusel hasta sus éxitazos comerciales, léase Hablando a tu corazón, Demoliendo hoteles o Nos siguen pegando abajo, pasando por dos de sus covers más celebrados, Me siento mucho mejor e Influencia. Desde luego faltaron muchas otras pero el setlist fue un condensado viaje por su discografía solista (1982-2003) que difícilmente haya dejado insatisfecho al público. Y por si fuera poco sorprendió a casi todo el mundo al incluir una alucinante versión de Llorando en el espejo, tema clásico de la época Serú Girán, específicamente del álbum Peperina (1981). Solo para conocedores...
El grupo que lo apoya en esta gira denominada Vuelve el más grande cuenta con la presencia de tres conocidos nuestros: Fabián Von Quinteiros en teclados, Carlos García López en guitarra e Hilda Lizarazu en voces y pandereta. El resto de la banda (Kiuge Hayashida en guitarra, Toño Silva en bajo y Carlos Gonzáles en batería) complementan muy bien el ensamble y demostraron el extenso trabajo de ensayo realizado previamente. Charly García, en los últimos 10 ó 15 años, convirtió a sus conciertos en un abierto culto al caos pero esta vez el show mostró estar estructurado y pensado minuciosamente, con preocupación y detalle.
Después de casi dos horas de rock and roll, melodías sinuosas y éxitos de radio, Charly tocó No voy en tren y en medio del tema desapareció con todo y banda. Las luces se apagaron casi tres minutos. El público coreó su nombre incesantemente y el músico, nuevamente a paso lento, volvió a escena. Hizo tres temas más, el último de ellos su nuevo single, Deberías saber por qué, cantado hasta el desfallecimiento por los jóvenes adictos al Internet y al mp3, sus nuevos fans. Luego se despidió con un simple "chau" y nuevamente desapareció.
Las luces se volvieron a apagar. Desde los parlantes comenzó a sonar Something de The Beatles, por lo que la gente imaginó que ahora sí, el concierto había llegado a su fin. A la mitad de la canción, cuando ya varias personas habían salido de las instalaciones, todo se encendió de golpe y García, sonriendo maliciosamente, consciente de la confusión generada, se sentó por última vez al piano y cantó No toquen. Un tema no muy conocido pero lo suficientemente rockero como para despedirse sin dejar la impresión de que las dos horas y algo más lo habían dejado cansado.
Una vez finalizado el concierto desaparecieron las dudas con respecto a su estado actual. Ahora la incertidumbre hace que nos preguntemos cuánto durará esta positiva recuperación. Por su bien y por el de la música, que sea mucho tiempo más. Aguante Charly... y bienvenido de regreso...
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