Sobreponiéndose a las más absurdas críticas y reacciones negativas hacia su iniciativa, que fueron desde la falta de apoyo de algunos connotados artistas latinos, en particular cubanos, hasta la inconcebible quema de sus producciones discográficas, el popular cantautor colombiano Juanes llevó adelante la segunda versión del concierto Paz Sin Fronteras, esta vez en la histórica Plaza José Martí, más conocida como de la Revolución ante un impresionante público que pasó largamente el millón de personas. Además de la movilización por la paz implícita en el concierto, la multitud de jóvenes cubanos se reunió para ver a diversos artistas que normalmente no tienen la oportunidad de visitar La Habana.
Más allá del ecléctico listín de artistas que acompañaron al cantante y guitarrista en esta aventura (desde maestros como Silvio Rodríguez, Carlos Varela o Miguel Bosé, artistas establecidos como Olga Tañón, Juan Formell y Los Van Van y booms comercialones como Orishás o Pitbull), vale la pena recalcar el valor integrador que posee la música cuando las voluntades se encuentran y anteponen los altos valores que encarnan frente a sus seguidores a los apetitos comerciales o las ideologías políticas. Aquí la única consigna era la de disfrutar de la música sana y plenamente, dejando de lado, aunque solo haya sido el tiempo que duró el concierto, las mezquindades a las que nos tiene acostumbrado el establishment, provenga de donde provenga.
Aun habrá detractores que le impriman significados alternos a la multitudinaria convocatoria del concierto pero lo cierto es que ese mar humano no está pensando en quien se va a hacer de la isla cuando Fidel desaparezca (un hecho que cada vez es más cercano) o en cuál es el juramento que hizo tal o cual conspicuo personaje de la aristocracia cubana residente en Miami. El resultado superó las espectativas de ambos bandos y definitivamente, Juanes y compañía hicieron historia sobre la base de su talento, su actitud y sobretodo, su honestidad.
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