miércoles, 23 de septiembre de 2009

UN DÍA COMO HOY...


No tengo recuerdos de celebraciones infantiles en mi honor. Mi primer gran cumpleaños lo recibí en 1993 en la semi-vacía cafetería de una austera facultad que hoy se ha convertido en una de las más instituciones más prestigiosas e influyentes en el círculo de las comunicaciones sociales del Perú. Aquella vez recibí como regalo una tarjeta y un par de zapatillas blancas que, si mal no recuerdo, conservé como amuletos tras dejarlas de usar casi durante dos años.

Después vinieron una tras otra emoción (tortas, fiestas sorpresas, saludos) que jamás desaparecerán de mi memoria. Quizás algún día me anime a contar cosas que ocurrieron durante la pasada década y media que marcaron mi vida para siempre, desde una visita inesperada en un contexto de pelea, en años pueriles de pasillos universitarios hasta una noche de ensueño, ya en años de adultez, que permanece vívida como uno de mis más preciados recuerdos, como aquello que pudo ser y no fue.

El de hoy es un cumpleaños algo diferente. Rodeado de amigos y amigas, algunos de ellos verdaderas ángeles, mi vida transcurre entre la soledad concreta de quien se encuentra en medio de cosas que van cambiando a su alrededor y la imposiblidad de estar solo. Al despertar, al subir a un bus, al caminar por la calle, al entrar a la oficina, etc., me siento cercado, casi acorralado y a un tiempo solo, completamente solo.

Pero esa soledad no me afecta en absoluto y por momentos hasta la disfruto como parte de mi sino, como una certeza que siempre me acompañó. Como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad (cito de memoria): "sentirse solo no es sentirse inferior, es sentirse distinto. Y no es posible confundir ambos sentimientos ya que a diferencia del sentimiento de inferioridad, que casi siempre es una ilusión, la soledad expresa una realidad innegable: somo en realidad, distintos, y en realidad estamos solos".

Los recuerdos y las cosas buenas que uno posee como experiencia de vida permiten que esta siga su curso sin llamarnos a la depresión inmovilizante o al rencor improductivo. Y esta reflexión personal es un homenaje a esos recuerdos que hoy, que cumplo 35 años, vienen como una película en la que a pesar de mí mismo, fui protagonista. A través de esos momentos inolvidables aprendí que mi cumpleaños también es un día especial. Y aunque haya algunas cosas que no son las mismas, no ha dejado de serlo. Por eso este post: no se trata de anunciar egocéntricamente mi onomástico, se trata de decir a mis (pocos) lectores que he pasado cumpleaños increíbles, inolvidables, que compensan la normalidad aparente del actual (digo "aparente" porque lo más probable es que Charly García me haga cambiar de opinión en un par de horas)...

Por otro lado, quienes me conocen desde hace tiempo saben de mi reticencia a las celebraciones y a los comentarios auto-complacientes en fechas como esta. Es más, cuantas menos personas se acuerden es mejor para mí. Porque al final de cuentas, esas que se acuerdan son las que valen la pena... hasta la próxima...

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