La letra de Sweet child o'mine se aparta por completo de los tópicos que abordan las demás canciones de aquel primer álbum que sirvió de catapulta para la carrera de los Guns N' Roses. Y es aun más paradójico cuando consideramos el título del disco: Appetite for destruction. ¿Simple bipolaridad o riqueza de matices? Eso queda para la interpretación que cada uno haga del asunto. Pero la verdad es que es una increíble canción de hard rock, llevada por un riff inicial que construye un solo de guitarra en sí mismo. Cada vez que uno ve a Slash conectar esa Gibson en el videoclip original, la emoción y la adrenalina que surge de sus cuerdas es imparable.
Alguna vez, el guitarrista del sombrero de copa y los pelos sobre la cara declaró que era la canción que menos le gustaba de su grupo y jamás consideró que se convertiría en un clásico, quizás por ese feeling casi baladístico que posee o porque estaba más ligada a la historia personal del cantante, pero el hecho es que, de no ser por este tema, muchas personas que hoy se alistan a ver en vivo a esta nueva versión de la banda ni siquiera los conocerían.
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