Esta reacción destemplada de ciertos medios considerados líderes de opinión pública contrasta con su silencio absoluto ante otras situaciones que, siendo más graves e involucrando directamente al bien común de no pocos vecinos, reciben poca difusión e inclusive hasta son contrarrestados con posturas anacrónicas, de apoyo al abusador, de ninguneo a la ciudadanía.
Me estoy refiriendo a lo que ha ocurrido en Miraflores y Barranco con ciertas minorías que pretenden establecer el libertinaje social como norma, saltándose con garrocha la consideración hacia quienes no practican sus deportes, manifestaciones artísticas o deseos de diversión sin final y sin límites.
En Miraflores, el alcalde Manuel Masías hizo uso nuevamente de su minúscula capacidad neuronal para desalojar a skaters y músicos improvisados de los parques y plazas, aduciendo que generan desorden, hacen bulla y - aquí viene lo peor, lo que desbarranca su aparente buena intención - vienen "de otros lados".
Y en el golpeadísimo Barranco, la policía municipal arremete contra unos cuantos conspicuos representantes de "la gentita" que deciden una vez al año, ahorrarse el local y armar un fiestón de "carnabales" (sí, con "b" de Brahma) en medio de la calle, alterando la paz de los otros vecinos que, a diferencia de ellos, no desean disfrazarse ni bailar ni tomar hasta altas horas de la madrugada.
Curiosamente, los canales de televisión saltaron hasta el techo en ambos casos y aunque Masías y Mezarina sean realmente unos alcaldes de pacotilla, sus informes y la exagerada cobertura brindada a estos temas menores me hacen pensar en cuáles son las prioridades de la opinión pública y qué tan digitadas están por lo que se vé en la prensa convencional.
Seamos honestos: ¿es más importante salvaguardar la libertad de estos "deportistas extremos" o estos "músicos ambulantes" que emplazar al alcalde por no permitir que la feria del libro se desarrolle nuevamente en el Parque Kennedy? ¿es más grave que una bola de fiesteros sea desalojada a la fuerza, ya que no entendían por las buenas, que la abierta indiferencia que el alcalde de Lima ha demostrado frente a los sufridos vecinos de la zona monumental de Barranco que protestan por los muros y la construcción prepotente de los paraderos del famoso, sobrevalorado e interminable corredor vial El Metropolitano?
Todos sabemos que los jovencitos practicantes del skate están más cerca de ser considerados unos vagonetas que unos deportistas. Por lo menos yo, no creo que alguno de ellos llegue a las grandes competencias de deporte extremo que se dan en el primer mundo y más bien es fuente de tiempo perdido y riesgo permanente, no solo para ellos sino para los demás. Y aquello de que "vienen de otros lados" es francamente inaceptable. ¿Acaso no hay skaters miraflorinos que se pasan las botellas y los porros en medio de sus volteretas? De qué distrito provengan no tiene nada que ver pues hay delincuentes juveniles tanto en Los Olivos como en Miraflores, tanto en San Juan de Miraflores como en San Isidro. De manera que no parece ser una causa digna de lucha y protesta ciudadana.
Por otro lado, la gentita pretende hacer pasar su afán por la juerga al aire libre y sin permiso casi como un renacimiento de las tradicionales fiestas carnavalescas del Barranco que Castañeda y sus huestes pretenden desaparecer "en aras del progreso y la modernidad". Francamente es triste ver cómo los vecinitos bien acomodados en ciertas zonas de las callejuelas barranquinas, actorcillos de segunda y performers - que seguramente pertenecen a las mismas comunidades de tamborileros urbanos que fueron desalojados en Miraflores - son buscados por las cámaras de los noticieros para que expresen su rechazo ante el abuso cometido por la autoridad. Sin embargo todos esos callan en siete idiomas ante lo que está pasando en el verdadero Barranco, ese que está tratando de defenderse de los embates del mudo y su ballet.
Como dice César Hildebrandt en su columna de La Primera: "Hay también una tribu urbana que parece salida de Somos y que lo que intenta es convertir la ciudad en su garito, los parques públicos en sus discotecas sin boletería, los jardines municipales en sus guariques. Son los que ensayan sus músicas a todo volumen y linchan la paz con sus alaridos, sus aplausos, su estereofonía a la intemperie, su “medalagana” de tiro corto. Detrás de ellos están viejas glorias del hippismo derrotado, veteranos del alcohol y de los tronchos y abuelas rockeras que aspiran a que la bulla, de algún modo, las despierte. Y esta masa de bividíes y sobacos libertarios y mausoleos de largo aliento chupa como loca, se entusiasma, se excita y se pone en marcha. Y, claro, todo estaría bien si alquilaran un local donde desahogarse como les diera la gana y desordenarse como quisieran y multiplicarse como Dios manda. Pero no, ellos eligen la calle..."
Y es que al parecer sigue imperando entre nosotros ese afán por vivir una vida que no nos corresponde. Ni las rampas delos parques de Miraflores son los torneos que se pueden ver en ESPN ni la calle Cajamarca es el Mardi Gras de Nueva Orleans. La publicidad y la falta de prioridades definidas hacen que algunos periodistas y otros notables pretendan ser defensores de algunas de las libertades individuales menos importantes para el desarrollo de una sociedad justa y bien estructurada
Un poco de música para cerrar: el maestro Joan Manuel Serrat y un tema que podría dedicarse a toda la clase política, la gran mayoría de la empresarial y a esa tribu urbana salida de Somos (y habría que añadir de Polizontes y Mesa de Noche)...
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