Desde las clásicas páginas de Monos y Monadas, temporada 1985-1990, Carlos Tovar ya mostraba el sello de su genialidad. Mordaz, siempre actualizado, Carlín resume en una viñeta el pensamiento y el sentir de la gran mayoría que ya no puede más con su indignación.
Además de ser un talentoso dibujante, capaz de retratar con exactitud los rasgos más característicos de sus personajes, con la exageración pertinente que requiere el fino arte de la caricatura, Tovar ha refinado su trabajo adecuándose al uso de herramientas de diseño gráfico computarizado de alta especialización, redondeando una obra que debería trascender, si es que no lo ha hecho ya, las fronteras del humor político con sabor local.
Y como si fuera poco, Carlín demuestra un alto nivel de nervio crítico y periodístico. Sus viñetas no son solo parodias gráficas de personajes públicos, son también complejos artículos de opinión, aprovechando al máximo la materia prima de la realidad y no solo de las informaciones convencionales de la prensa escrita o televisiva, sino que incorpora a su propuesta humorística elementos de la cultura popular, tanto la nacional como la internacional.
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