Este no es un tema de simpatías o antipatías, ni políticas ni personales. No importa que algunos piensen, por ilusión o por conveniencia, que fue él quien nos liberó del terrorismo ni que otros pensemos que fue un farsante de primera línea, capaz de falsear hasta sus documentos de identidad para hacernos creer que era peruano, para después levantarse el erario nacional en complicidad con Vladimiro Montesinos, fugar y renuncia por fax.
Tampoco interesa que nos dé cólera que sus hijos hayan estudiado en las mejores universidades de Estados Unidos con dineros del Estado y que aun así sean, por un lado una señora incapaz de condolerse por el estado semi-catatónico en el que su adorado padre dejó a su madre y por otro, un tipo que no puede ni siquiera expresar claramente lo que piensa, si es que lo hace, y que esté apoltronado en una curul, cobrando puntualmente las montañas de plata que otros profesionales tardarán años en reunir a costa de esfuerzos, estudios, reflexiones, desarrollo de la inteligencia, respeto por el prójimo, etc. De los otros dos ni hablamos porque nadie los conoce, aunque es evidente que también disfrutaron de los latrocinios del pater familias.
El tema es muy sencillo: el indulto humanitario - que es el que finalmente han pedido los cuatro retoños del dictador, fundador de la cleptocracia noventera, después de negarlo en todos los tonos durante un par de años, por lo menos - procede si el reo está moribundo. Y no es el caso. Fujimori, a decir de expertos oncólogos, padece de un cáncer leve (que tiene un nombre más largo, repetido con fines de dramatismo por personajes como Aguinaga, Cuculiza, Salgado, etc.) que probablemente haya sido ya superado a través de las intervenciones quirúrgicas a las que ha sido sometido. La lesión que, con un exceso de mal gusto hasta para sus propios estándares, el oligofrénico Kenji mostró a la prensa (que de inmediato la puso en primera plana, dando forma a un diálogo perfecto entre discapacitados mentales) es sin duda una dolencia terrible y que no debe darle gusto a nadie. Pero no lo tiene al borde de la muerte, ni impedido de moverse, ni respirando con la ayuda de aparatos. Ni mucho menos.
A lo mucho, como escuché decir al prestigioso doctor Elmer Huerta, la lesión en la lengua que tiene Alberto Fujimori le impide alimentarse como cualquier otra persona (lo cual no implica que haya dejado de hacerlo) y que eso debilita física y anímicamente a cualquier persona. Pero ¿es esa una razón atendible para considerar el indulto humanitario? No soy oncólogo ni abogado penalista, pero un mínimo de sentido común basta para darse cuenta de que no. Fujimori camina, habla claro, pinta, recibe visitas todo el tiempo, lee, escribe, ve televisión, cuida sus plantas y ostenta un régimen carcelario único en su género, que quizás se pueda conceder debido a que se trata pues, nos duela o no, de un ex presidente del Perú.
Pero sería absurdo que se le ofrezca, desde este gobierno que demoró tan poco tiempo en desilusionarnos, la gracia de librarse de una condena a todas luces justa, que ha "sentado precedentes" - como les gusta decir a los gacetilleros de la prensa local - a nivel jurídico internacional. Este no es tema de cálculos políticos ni de rencillas personales, como dije al principio. Si la enfermedad que tiene, que definitivamente es terrible y fatal, termina postrándolo y disminuyéndolo como ocurre en los casos terminales (algo sé de eso por experiencias familiares muy cercanas) sería ilógico y mezquino no indultarlo. Pero así como está, será para que apenas indultado salga a correr y organicen fiestas de disfraces, con Carlos Raffo y Keiko Fujimori bailando un patético y realmente escalofriante Thriller.
2 comentarios:
Fujimori se da el lujo de que el mismo presidente de la república revise su petición, ¿y quien revisa la de miles de reos que están en una situación mucho mas complicada de la de el?
http://www.angusold.blogspot.com
No al induldo del Reo Fujimori.Primero que pague los millones que debe al País,y prociga las investigaciones.
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