A nosotros, que fuimos universitarios de pre-grado en los 90s, se nos llamó - aun no entiendo por qué ni a quién se le ocurrió - "La Generación X". Esa generación, la nuestra, aun tenía algunos arrestos culturales, algunas inquietudes por ir más allá de nuestras narices, cierto idealismo con fuertes dosis de indiferencia hacia el discurso oficial, viniese del gobierno, de la prensa o de las "estrellas" de la farándula.
¿Cómo deberíamos llamar a esta generación de jovenzuelos que, sin haber leído suficientes libros ni escuchado suficientes discos ni visto suficientes películas ya ejerce el periodismo reporteril y gacetillero? ¿qué nombre le calza a estos repetidores de frases hechas, aparentemente incapaces de decir lo que piensan, pero no porque se los prohíban sus jefes sino porque en realidad, no piensan en nada en absoluto, salvo que se trate del éxito material, la hora loca o lo último de la tecnología protética, que casi imperceptiblemente los va haciendo cada vez más y más inútiles?
Cada vez que escucho a un joven reportero hablar de "el Emporio Comercial de Gamarra" se me paraliza la cara de pura cólera. Y es que no puedo entender que una mente fresca, unos ojos bien abiertos y un esquema de personalidad moderna formado a base de la sobre estimulación sensorial que le llega desde ese primer mundo al que seguramente quiere pertenecer, pueda llamar "emporio comercial" a ese tugurio, a ese mercado de pulgas (de las que a uno se le suben al cuerpo), a esa bomba de tiempo ubicada en el lado más peligroso de La Victoria.
Claro, ellos dirán - o mejor dicho, repetirán - hasta el cansancio el argumento de que se trata de "empresas florecientes" (la frase aparece en la tercera acepción del vocablo "emporio" en el Diccionario de la Real Academia, les aviso) pero no todo es dinero, estimados. Gamarra apesta y uno puede sentir esa mixtura de olores con muchas cuadras de anticipación. Asociar eso a otros términos de moda como "progreso económico", "desarrollo" o "lugar de emprendedores" es repetir la cantilena de establishment, que todo lo reduce a ganancias monetarias, pero no tiene una pizca de sentido común.
El caso del "Mercado Mayorista de La Parada" es otro de esos temas en los que la bisoñez mental de nuestros actuales observadores periodísticos, encargados de darle forma a la opinión pública del país, juega en contra. En paralelo al tugurizado mercado de Gamarra, que combina confecciones de algodón peruano de dudosas procedencias y mínimos porcentajes de formalidad con charcos hediondos de líquidos diversos, "marcas" esperando su momento y bolsiqueadores de todas las edades, el otrora Mercado Mayorista de "La Parada" (llamada así porque los comerciantes provincianos que llegaban a LIma en los años 50s, vendían sus productos de pie) es hoy un mercado mayorista entre comillas, pues se ha convertido en el peor foco infeccioso de América Latina, donde a la vez que comerciantes de todos los rincones del Perú y cocineros de restaurantes embajadores de la Marca Perú, pululan por sus peligrosos alrededores una enorme cantidad de maleantes, dispuestos a todo por quitarte todo lo que lleves puesto o en las manos.
Hubo una época, cuando ambos centros comerciales recién comenzaban sus operaciones, hace cinco décadas, en que se perfilaban como futuros emporios, esto es, en verdaderos lugares de negocios florecientes, de raigambre popular. Pero los procesos migratorios, la instalación de la cultura de la informalidad y la lumpenización ciudadana que, actualmente, es transversal a todos los sectores sociales, económicos, educativos y culturales, han convertido a estos lugares en puntos de alto riesgo en cualquier época del año. Lo que acaba de ocurrir es producto de la mala planificación de la Municipalidad por un lado, y de intereses políticos por el otro, que soliviantan a ese lumpenaje para hacer caer una gestión que, sin ser perfecta, inició un proceso que ninguna de las otras gestiones había querido acometer, para no perder votos entre esas hordas a las que protegían.
Por eso es increíble que sigan llamando "emporios comerciales" o "mercados mayoristas" a estas cuevas de donde salen, como ya hemos podido ver en cadena nacional, los peores actos de vandalismo, capaces de arrasar con todo a su paso, desde policías caídos hasta una noble yegua que, dicho sea de paso, nada tenía que hacer allí porque hace tiempo que, en el mundo civilizado, las guardias montadas son solo elementos decorativos, casi de lujo y no divisiones policiales o armas para batallas campales. Por último, la imagen de esos niños, corriendo con las manos llenas hasta las barbillas de ropa que acababan de saquear, es la más clara demostración de la pobreza en la que se encuentra esta sociedad "emergente", "emprendedora" y ya no sé qué más palabra agregar.
Con esta cierro: cada uno de esos reportajes, en los que las cámaras muestran a estos delincuentes haciendo caras, saludando, casi como si se tratara de uno de sus realities que ven todas las noches en sus casas después de "trabajar", deberían estar musicalizados con alguna de esas cumbias gritadas por el irritante Tony Rosado...
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