miércoles, 20 de marzo de 2019

UNA TRAGEDIA QUE PINTA DE CUERPO ENTERO A NUESTRA SOCIEDAD ENFERMA


Un escolar manipula una pistola cargada en clase. El arma se dispara y el adolescente termina matando a un compañero e hiriendo a otro. De todos los lugares que conforman un colegio, el salón en hora de clase es -era- el más seguro de todos. 

Las notas de prensa son lastimeras, descriptivas, hasta morbosas. Pero nadie hasta ahora escarba en la(s) terrible(s) arista(s) que hacen posible este despropósito. Porque vista con lupa, está situación no solo tiene como responsables a los actores más obvios (el padre irresponsable que deja el arma de fuego suelta y cargada al alcance de sus hijos, el colegio al que ahora exigen que revise a los alumnos al entrar, como si fuera un banco o una entidad pública para trámites de adultos). 

Esta tragedia también ha sido ocasionada por nuestras nociones básicas de convivencia, nuestros gustos y prioridades, nuestras formas de entretenimiento, los modelos de comportamiento que son difundidos e impuestos a niños y adolescentes por los mismos medios de comunicación masiva que hoy lloriquean y pontifican acerca de este lamentable caso. 

¿Por qué un empresario, un civil con licencia para portar armas, es capaz de "olvidarse" de dejar su pistola a buen recaudo antes de salir de la ciudad? ¿No será que hablar y exhibir pistolas como símbolos de poder, de masculinidad, de ese "ser imbatible" que hoy es tan apreciado, era común en esa casa? ¿Qué nos diría eso -de confirmarse- respecto de las relaciones entre los integrantes de esa familia? ¿Qué hábitos tiene ese padre? ¿Juega con su adorable hijo, ahora ad portas de ingresar a Maranguita, esos videojuegos en los que se mata a diestra y siniestra? ¿Verían juntos, en su TV LED de 80", Narcos en Netflix? 

En los años ochenta hubo en los EE.UU. una cruzada oficialista contra diversos artistas del mundo del pop-rock, acusándolos de provocar suicidios, alteraciones en la identidad sexual y comportamientos antisociales en niños, jóvenes e incluso adultos. Nombres como Ozzy Osbourne, W.A.S.P., Prince, Frank Zappa, Twisted Sister, entre otros, fueron señalados con el dedo de asociaciones encopetadas que encontraban en las letras de sus canciones las razones de problemas que ellos eran incapaces de controlar. 

El rock y sus variables, al no formar parte del establishment, quiso ser estigmatizado y tomado como chivo expiatorio. Sendas sesiones en el congreso norteamericano, programas televisivos como CrossFire y otros trataron el tema y, después de mucho análisis quedó demostrado que las obras artísticas no tenían el poder suficiente para influir y concretar acciones como asesinatos, suicidios o violaciones, ya que las familias y el Estado estaban en la obligación de dejar claro a sus menores hijos cuáles eran los límites entre lo real y lo ficticio. 

Ocurre todo lo contrario en estos tiempos. A diferencia de los rockeros, quienes mostraban una imagen en público e incluso tenían estilos de vida extremos, jamás intentaron imponer a los demás sus decisiones ni hábitos como deseables a niños y adolescentes. Hoy, los reggaetoneros se exhiben en videoclips en enormes mansiones rodeados de dealers (vendedores de drogas), matones, mujeres a su disposición, estilos de vida asociados al narcotráfico. Incluso en muchos casos, todos estos personajes representan con esas imágenes el lujo y la bonanza económica alcanzada sin necesidad de leer ni ser una persona común y corriente. El ascenso social y sobretodo económico es conseguible si eres como nosotros, mi pana. Los jóvenes ven eso a diario y, por supuesto, lo desean fervientemente para sus vidas. 

Los vídeos de Mötley Crüe, Motörhead o Twisted Sister mostraban un mundo paralelo, de ficción, casi de dibujos animados que, con la orientación adecuada de padres y maestros, hasta se convertía en fuente de aprendizaje y construcción de identidad, para cuestionar lo establecido y formar una personalidad propia. O simplemente para entretenerse. Y, salvo patologías declaradas, no eran capaces de convertir a un niño en adolescente por muchas veces que lo vieran o escucharan. 

Pero hoy, series como Narcos, El Patrón del Mal, Las Muñecas de la Mafia, Escobar; videojuegos de realidad virtual en los que se simulan con hiperrealismo diversas formas de matanzas; y los mencionados videos de reggaetón que son fácilmente asociados a la actitud agresiva y sinvergüenza de los narcotraficantes, al lujo y la libertad/libertinaje para hacer lo que te dé la gana; son parte de las fuentes de entretenimiento oficial, no marginal, publicitadas y halagadas hasta la náusea por expertos, opinólogos y demás, con la finalidad de vender más televisores, más consolas, más discos, más likes en redes sociales, más vistas en YouTube. 

Conceptos nocivos que promocionan modos de vida que lindan con lo delincuencial y que, gracias a Netflix y a Frecuencia Latina, se inoculan sistemáticamente hasta llegar a las sobremesas de las casas de las nuevas clases medias/altas para quienes tener licencia para portar armas ya no es únicamente un asunto de seguridad sino de poder, de invencibilidad y hasta de estatus. 

Todo eso es lo que lleva a un adolescente a querer "lucirse" frente a sus compañeros de clase, mostrando una pistola. Todo eso y el haber aprendido, en casa, que tener pistola "es bacán". 

Las presiones que nuestra enferma sociedad actual impone a las nuevas generaciones -ser exitoso, popular y poderoso lo más rápido posible y sin el mayor esfuerzo-, el consumismo y las tendencias de moda esparcidas por los medios ha venido formando, desde hace ya algunos años, a individuos agresivos y desenfocados. Y esos individuos, con la mentalidad carcomida por la insensibilidad y la ambición, ya comenzaron a tener hijos, que aprenden en la comodidad de su hogar que ser patán, malcriado, egoísta y superior da más resultado, en el camino hacia el éxito y la realización personal, que ser respetuoso, educado, solidario y perfil bajo. Habilidades "blandas" las llama la educación oficial. 

No vamos a solucionar este asunto con peroratas acerca de quién es responsable, ni con propuestas estúpidas como las de colocar detectores de metales en las puertas de los colegios. La sola idea de que esa medida sea parte de una solución deja claro que la enfermedad que padece nuestra sociedad está tan extendida que ya no le queda espacio libre a su piel gangrenada para el pinchazo que contenga el coctel de antibióticos que nos libere de tamaña infección. 

Necesitamos refundar la educación e intervenir los medios masivos. Necesitamos sacar de la televisión a tanto idiota que esparce basura impunemente y después se lava las manos por la democracia del control remoto. Necesitamos, como dice un conocido empresario/educador español, crear una nueva generación de buenas personas para que este mundo no siga convirtiéndose en este fuego cruzado en el que los insensibles, los corruptos y los agresivos tienen siempre las de ganar.

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