lunes, 13 de diciembre de 2010

DEL PALACIO AL CALLEJÓN



Hoy arribó a nuestro país Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010. El viaje de regreso comenzó ayer y lo hizo pasar en día y medio del glaciar sueco al indefinido e indefinible clima peruano. De Estocolmo a Lima, como hemos podido columbrar quienes vimos la ceremonia con ojos abiertos a la maravilla, con la humildad de quien se reconoce ignorante en miles de cosas de esa abstracción económica denominada "Primer Mundo", hay un abismo sideral, insondable cual agujero negro en páginas escritas por Stephen Hawkings.

Al llegar, don Mario ofreció una breve conferencia de prensa, quizás con la ilusión de que la algarabía popular produciría un cambio, aunque fuese mínimo, en el acercamiento de los periodistas. Quizás imaginó preguntas que navegaran entre el agradecimiento y el elogio, entre la emoción y la racionalidad culturosa, entre las últimas páginas escritas por él - El sueño del celta y Elogio a la lectura y la ficción - y sus primeras impresiones tras recibir el mismo premio que recibieran, años atrás, sus maestros Faulkner, Hemingway, Camus, Sartre...

Pero nada de eso sucedió. Mario Vargas Llosa no solo cambió el hielo de Estocolmo por la humedad de Lima en su tan ansiada vuelta al hogar, tras el torbellino sin duda placentero de los múltiples efectos relacionados a su importante galardón. Mario Vargas Llosa pasó del palacio luminoso, fantástico e ilustrado de Suecia al callejón oscuro, escatológico y vulgarizado del Perú.

Y no estoy hablando del pueblo peruano, legítimamente emocionado y a la vez sorprendido por esta premiación que irrumpe en sus vidas comunes y silvestres, que se interpone en el diario caminar entre Al fondo hay sitio y El gran show. No. Hablo de la miasma periodística que, con la impertinencia que brinda la ignorancia supina y atrevida, retiró la sonrisa que hasta hace poco parecía permanente en el rostro de nuestro con preguntas absurdas, tontas e irrelevantes.

Los reporteros de pacotilla que enviaron medios "importantes" como El Comercio, Perú21, Canal 7, entre otros que seguramente se colgarán la medalla de "haber estado allí", autorizados por sus credenciales huecas y/o mal ganadas, naufragaron con intervenciones lamentables, perdiendo el tiempo - y haciéndoselo perder al Nobel - solicitando su opinión respecto a las pequeñeces de la política nacional, buscando un titular para sus pasquines de dos por medio: "Vargas Llosa participará en política"...

¿A qué clase de débil mental se le ocurre preguntar qué opina el escritor, recién bajado del avión que lo trajo desde Madrid, acerca de la frase "la plata llega sola" que el presidente Alan García le dijo en conversación privada a Jaime Bayly? Solo puede ser un periodista de última calaña, un don nadie que se pavonea por allí porque trabaja en un medio de comunicación de gran lectoría, un payaso arrogante que considera que una conferencia de prensa de Mario Vargas Llosa puede cubrirse con la misma ligereza con la que se cubre una conferencia de prensa de Erick Elera.

Mario Vargas Llosa concedió esta ronda de prensa como una deferencia a ese Perú que "lleva en las entrañas" pero a cambio recibió impertinencia, pobreza intelectual, inmediatez banal y chabacana. Una muestra clara del nivel paupérrimo de los reporteros y de la inexistencia de periodistas culturales jóvenes. Por lo menos parece que no trabajan en los medios que marcan la pauta de la opinión pública.

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