lunes, 29 de abril de 2013

FALTA DE CRITERIO EN LA TV NACIONAL


Dos casos, en apariencia distintos, me sirven de ejemplos para graficar la inmensa falta de criterio de los comunicadores que en la actualidad dirigen los programas de televisión nacional más sintonizados. Se trate de un noticiero (elijan el canal y horario que ustedes prefieran) o del espacio de entretenimiento menos nocivo (en este caso sí aludo a una producción en específico de Frecuencia Latina), los conductores han demostrado, durante la última semana, que carecen del menor sentido común y cuidado que deberían mostrar cuando los protagonistas de sus informaciones o concursos, son individuos con comportamientos que podrían ser generados por serios problemas mentales.

Como ustedes comprenderán, los conductores - las caras visibles de cada espacio televisivo - son el eslabón final de una cadena en la que también están numerosos equipos de producción, directores y hasta dueños de medios. Nadie se da cuenta de las burradas que propalan. Quizás porque nada es suficientemente importante como para detener la maquinaria, porque asuntos como el respeto o la consideración están en la lista de cosas que sus públicos no reciben de buen grado y eso, obviamente, puede costarles algunos puntos de rating. O quizás sea pura ignorancia nada más. Vayamos a los ejemplos:

a) Todos los noticieros hablaron, hasta por los codos, del caso del "loco de la catedral", un pobre hombre diagnosticado con esquizofrenia que, luego de provocar un gran susto a familiares y amigos en medio de una boda, pistola en mano; fue injustamente trasladado a un penal común y corriente. Si bien es cierto el tono de las informaciones era de indignación y denuncia, pues esta persona tendría que haber sido internada en un hospital psiquiátrico, tanto por su seguridad como por la de las personas "normales" que habitan un penal, el solo hecho de que titulares y textos leídos por los bustos parlantes lo tilden de "loco" es una falta de respeto, no para él, que probablemente ni se entere de estas minucias, sino para la familia que debe hacerse cargo de esta persona atormentada.

Como me comentaba una persona hace poco, quizás se trate de esta cultura "reality" que está tocando fondos cada vez más cenagosos y que ve, como algo llamativo para la audiencia, el arrebato triste y preocupante de un ser humano que necesita ayuda y no que estén exhibiendo su esquizofrenia como si de tratara de un personaje casi farandulesco. Eso de "el loco de la catedral" es de pésimo gusto y alguien en las áreas de prensa tendría que haberse dado cuenta de ello. ¿Porque mejor no introducen sus cámaras en el Noguchi o en el Larco Herrera, captan todos los ataques de sus pacientes, y hacen un reality de eso? 

b) En una de las "galas" de la actual temporada de Yo Soy (insisto, lo único que se puede ver de la oferta televisiva nacional sin sentir náuseas, porque ofrecen una paleta diversa de artistas y canciones, independientemente de lo buenos o malos que sean los imitadores, que comúnmente no hay opción de escuchar en la telebasura habitual), el joven que imita a Marcelo Motta, cantante y guitarrista de la banda peruana de blues-rock Amén, mostró claras señales de estar al borde de un  sincero ataque de ansiedad. Incluso mencionó que había sentido eso, en medio de una de las actuaciones o los ensayos. Con el rostro desencajado, gravedad en el tono de la voz y los ojos fijos en el suelo, el muchacho dijo que lo único que deseaba era "llegar a su casa y echarse a dormir".

Si bien es cierto lo que digo es meramente especulatorio - a diferencia del primer caso que sí trata de una persona diagnosticada como esquizofrénica - lo mínimo que debieron hacer los "jueces" es tratarlo con algo de consideración. Mientras el tontuelo ese de Adolfo Aguilar le hacía preguntas, mirándolo fijamente a la cara, como si fuera su jefe; el trío conformado por Armas-Marín-Morán le increparon, cada uno a su estilo, su falta de actitud, su poco compromiso. En suma, se zurraron en la posibilidad de estar deprimiéndolo más. Repito, quizás este señor no tenga una enfermedad mental pero tampoco parece estar emocionalmente estable, como los otros participantes que encajan mejor las burlas o críticas, según sea el caso, que se generan en el contexto de este programa, en el cual participan por voluntad y empeño propios. Las consecuencias, cuando uno trata con personas que aparentan atravesar una crisis nerviosa, con impredecibles. Por ende, que las personas encargadas de dirigir y conducir Yo soy no hayan sido capaces de manejar esta situación específica con mayor tino es, francamente, criticable y revelador en cuanto al criterio que pueden llegar a tener en contextos más complejos.


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