jueves, 4 de abril de 2019

Y NOSOTROS KÉ: SENTIMIENTO DE REIVINDICACIÓN



Lo primero que sorprende de este libro, cuyo título completo es Eutanasia: ¿Y nosotros ké? Hasta el global colapso, 1985-2012 (Muki Records, 2018) es su voluminoso peso. Son 500 páginas, en couché de alto gramaje, dedicadas al cuarteto victoriano Eutanasia. De entrada, esto lo hace difícil de manipular, minimizando su potencial efectividad como medio para dar a conocer, a los jóvenes actuales, el impacto que tuvo esta banda en la movida subte de Lima en los ochenta. Ningún adolescente rebelde moderno, que con las justas y a regañadientes lleva su maletín a cuestas y todo lo hace a través de su Smartphone, se subirá al Metropolitano cargando un ladrillo de papel de casi tres kilos de peso.

Sin embargo, su lectura resulta gratamente ilustrativa sobre cómo se sentían los jóvenes en esos tiempos de apagones, toques de queda, corrupción aprista y barbarie terrorista. Recientemente se ha idealizado demasiado el fenómeno del rock subterráneo en el Perú, hasta convertirlo en un capítulo más de las rentables ondas retro que explotan lo nostálgico como mercancía. Exposiciones, reediciones, libros, revivals y hasta documentales -algunos de ellos de muy mala calidad- vienen proliferando sin ton ni son para sacar alguito de esta moda, según la cual un movimiento que causó abierta repulsión en el discurso oficial, hoy es casi un artículo atractivo para los asiduos a la agenda de actividades arty de fin de semana.

Este libro, afortunadamente, escapa a ese estigma por su lenguaje descarnado, directo, de calle. Con una cuidadosa labor de arqueología documentaria, la publicación nos ofrece una recopilación de aquellos medios alternativos que, desde la más absoluta informalidad y amateurismo, dieron cobertura amplia al fenómeno "subte" -me refiero, por supuesto, a los fanzines, artesanales pasquines que se distribuían a través de fotocopias- y uno que otro reportaje de revistas respetadas por la oficialidad como Oiga o Gente, que daban cuenta del punk y lo subterráneo desde sus raíces. 

Una de las cosas más interesantes, ajenas al tema del libro, es la información que, sin querer, se cuela entre sus páginas, que nos muestra cómo estaba el mundo de la cultura a nivel global. En uno de los primeros capítulos, que en la columna derecha da cuenta de una nota informativa sobre el punk publicada en los ochenta, se puede leer el remate de lo que parece ser un extenso artículo sobre los hábitos de lectura de la juventud norteamericana, donde mencionan que los jóvenes se emocionaban con Hermann Hesse. Hoy, que las juventudes gringas también se han alejado de la gran cultura, ese dato resulta de lo más elocuente.

Sobre el sonido de Eutanasia no hay mucho que se pueda añadir. Y aunque la parcialización con su supuesta evolución sea a veces un poco invasiva, resulta interesante ver cómo estos chiquillos de barrios populares vivieron su sueño de hacer punk en una ciudad hostil y con el mínimo presupuesto, sin contar con el desprecio del gran público, no tanto porque tocaran mal (que definitivamente lo hacían) sino por asuntos más prosaicos como la discriminación racial o socioeconómica. El rock nacional siempre ha sido, por naturaleza y salvo contadas excepciones a la regla. deficiente y amateur. La ausencia de políticas de educación musical en las escuelas públicas y el desprecio por todo lo que no esté de moda que siempre han mostrado los medios de comunicación masiva, han hecho que tanto músicos como oyentes hayan desarrollado un pobrísimo criterio sobre lo que es hacer y apreciar expresiones musicales de diversos géneros. La estética del punk, desaliñada y antimusical, fue perfecta para que las limitaciones de Eutanasia -y de otras bandas de la época, fueran comerciales o marginales- pasen como componentes de orgullo e identidad. Su único registro discográfico oficial, Sentimiento de agitación (1990), es prueba de ello. Canciones urgentes y rabiosas, por supuesto, con mensajes muy acordes a lo que pasaba -desesperanza, temor mezclado con odio hacia el poder corrupto, energía adolescente desperdiciada en frenéticos desbordes de agresividad- pero de una pobreza musical evidente y hasta intencional.

Pedro Grijalva, autor y ex integrante de Sociedad de Mierda (otro grupo de aquel entonces), entrevistó a todos los "eutanásicos" –entre ellos Mario “Tifoidea” Mendoza, quien años después fundaría, con Jorge “Cocó Ciëlo” Revilla, el dúo shoegazer Silvania, en España; y Rafo Ráez- y sus allegados, para armar esta biografía que incluye harto material gráfico, entre fotos, revistas y fanzines que dieron cobertura tanto a la carrera del grupo, entre 1985 y 1991, como a su regreso a los oscuros escenarios del underground nacional, en la gira Global Colapso del año 2012, con su formación definitiva: Guillermo "Kike Excomulgado" Castro (voz), Nicolás "Nico" Morales (guitarra), José Luis "Pepe Asfixia" Matta (bajo) y José "Auxilio" Valdez (batería). Aun cuando ya han sido mencionados en otras publicaciones en esta onda retro-subte, es en este libro que por primera vez se resalta la importancia de los locales en los que estas bandas solían hacer sus tocadas, a ambos espectros del movimiento. Desde El Hueko de Santa Beatriz hasta la Casa Hardcore de Barranco, las hordas subterráneas vivían su fantasía rockera en una ciudad a la que el rock nunca le ha importado. Y lo hacían con pasión y, hasta cierto punto, ese compromiso solo posible cuando uno es adolescente y no está contaminado por intereses subalternos o simplemente por la necesidad de mantener un trabajo, una familia, las cuentas al día.

¿Y nosotros ké? es un libro ambicioso que descubre los entresijos de una subcultura musical con matices sociales, económicos y políticos, desarrollados en un mundo distinto, en que las diferencias entre grupos sociales/raciales supuestamente antagónicos se resolvían en las calles y no en las redes, que continúan vigentes. Y lo hace a través de la reivindicación de la carrera de Eutanasia que, aunque ha sido reconocida por sus pares como la primera banda punk peruana, no resulta tan familiar para los nuevos públicos consumidores de rock local como, por ejemplo, Jorge "Pelo" Madueño o Daniel F.

No hay comentarios: