Barranco está abandonado a su suerte, convertido en mercancía al mejor postor, negociada por sus cuatro últimos alcaldes (Capriata, Del Pomar, Mezarina y Vargas) y en patio de fiestas de la nueva aristocracia que piensa que los museos sirven para hacer recepciones y que el distrito solo existe cuando se trata de restaurantes de moda, fotos en secciones sociales de papel couché y demás huachaferías de esta Lima inclusiva que no incluye a nadie. Solo los vecinos tratan de defenderlo, y no claudican en sus esfuerzos a pesar del silencio de la prensa, la clase política y los artistas que tanto se reclaman hijos del Puente de los Suspiros y as Estación. La licenciada Yvette Irán Ubillús Mimbela, vecina barranquina, expone con quirúrgica precisión los problemas que aquejan a su distrito y dice las verdades que nadie dice (por ignorancia, indiferencia o por complicidad)...
LOS NUEVOS LÍMITES DEL "NUEVO" BARRANCO
por Lic. Yvette I. Ubillús Mimbela
Las ciudades crecen inevitablemente, eso es cierto. Cierto es también que con ese crecimiento llegan los cambios que llenan de nostalgia a los que ven modificarse lugares entrañables para dar paso a lo nuevo, a lo “moderno”, a algo mejorado para provecho de la ciudadanía.
Todo eso lo entendemos los barranquinos. No somos pretenciosos, ni resentidos, ni hacemos rabietas porque no queremos ser parte de la ciudad de Lima o no nos interesa la mejora de la capital. Lo que nos indigna hasta la ira es que la impunidad triunfe, que se deprede nuestro hogar en beneficio de unos pocos, que se diga que hay progreso, cultura y respeto por la ecología cuando no es así; que se engañe y se calumnie acerca de la justa protesta de nuestra población haciéndola pasar por intolerante, caprichosa e indiferente, mientras unos cuantos se acomodan en las mejores posiciones del distrito para sacarle todo el provecho posible.
Sabemos que toda Lima colapsa por el tema del tránsito vehicular, ese en el que a todos se nos pasa la vida entre ruidos de claxon y groserías, entre combis y camionetas cuatro por cuatro que compiten por el título de los “más salvajes al volante”. Pero la responsabilidad de todo eso no es de Barranco señores, nuestro pequeño distrito es solo una víctima más de esas autoridades -pasadas y actuales- que con su ineptitud y poca honestidad nunca tomaron decisiones trascendentales para la ciudad y todo lo manejaron al menor presupuesto, el mejor postor y la mayor comisión.
Hoy Barranco les queda en el camino, les estorba, entonces la solución es reducirlo a la mínima expresión, cercenarlo con intencionado cuidado, dejarlo reducido a los nuevos límites que les convienen a los pudientes, que les gustan a los distinguidos. Entonces el nuevo Barranco limita: Por el norte Pedro Osma hasta los museos (MATE y Osma), por el este Grau hasta los restaurantes más conocidos, por el sur hasta el MAC y por el este hasta los acantilados y las playas tomadas por las construcciones ilegales. El resto del distrito es un desfogue, un corredor vial más por donde quisieran hacer pasar todo ese tráfico que les afea sus paseos, sus vistas desde las cafeterías, sus llegadas espectaculares a las alfombras rojas, entre otros; cosa que nunca lograrán porque, de Grau al Malecón, la prepotencia no tiene la facultad de ensanchar calles, crear avenidas; la prepotencia solo sabe mancillar e imponer.
Ese es el nuevo Barranco, el del Museo de Arte Contemporáneo que funge de local comercial para eventos sociales, incluidas bodas rimbombantes, que no se celebran gratuitamente de seguro, y donde las exposiciones no congregan tantos asistentes como la cafetería con ambiente interno y al aire libre dentro de un parque que pagaron los vecinos y que, con el cuento de que iba a impartir cultura, se lo quedaron unos cuantos empresarios influyentes, aplaudidos por nuestros alcaldes, intelectuales y líderes de opinión que no tienen la mínima idea de su valor para Barranco, ni les interesa saber y si lo saben, les da lo mismo. Lo que importa es salir en las revistas Cosas, Hola y Somos, posando con cualquier cosa que cuelguen en la pared o brindando con la socialité.
En el nuevo Barranco, los estudios de televisión invaden las calles, pistas y veredas para su uso permanente, transmitiendo desde las afueras de sus sets, con autorización de la alcaldía que es agradecida durante la transmisión en vivo, mientras todos los pobladores y visitantes de Barranco se enfrascan en un tráfico infernal porque el caos vehicular se multiplica por mil para favorecer las emisiones de los programas más rentables del entretenimiento nacional.
El Barranco de hoy le da la espalda a todo lo que está después de la Avenida Bolognesi, si pudieran lo donarían a Surco para que se hagan del problema del Metropolitano destructor e intocable, ese que los confinó al olvido hasta en los mapas de reordenamiento vial, que los discriminó sin reparos y que le brinda a la ciudad poco alivio en tema de transporte, sobretodo en el tramo barranquino.
Nunca hemos estado de acuerdo con un servicio de transporte público indigno y peligroso, pero advertimos que este no es la maravilla que nos quieren hacer creer, esa maravilla llamada Metropolitano cuyos buses se pueden incendiar en segundos, que viajan atestados de pasajeros, que ni siquiera es rentable para el municipio limeño, que no soluciona la necesidad de transporte de Lima. El Metropolitano es solo menos peor que los demás buses o combis.
En este nuevo Barranco, los acantilados son vendidos porque sí y listo. No se defiende el patrimonio porque demora mucho y seguro nos ganan, así que mejor lo rematamos a los mismos infractores, con lo que el círculo vicioso se hace perfecto. Lo mismo sucedió con las playas, donde no existe la autoridad y reina la diversión sin problemas, ni remordimientos. Todo hasta que ocurra un desastre natural. En ese momento todos se echarán la culpa por la tragedia y finalmente a ninguno tendrá la responsabilidad como en tantos casos de nuestra realidad nacional. En eso se amparan estos alcaldes de quinta, sus regidores incompetentes, los empresarios inescrupulosos que construyen hasta sin piso; en eso se amparan los que hacen muy buena caja con sus locales “de categoría”, esos que tanto ponderan los que se creen ciudadanos del primer mundo, en eso se amparan los que consumen esos servicios y compran esos inmuebles. Pero la factura de la naturaleza no admite coimas, ni arreglos bajo la mesa, solo se cobra cuando llega el día.
Nos acusan de creer que Barranco merece un tratamiento especial cuando no es así, sin embargo nuestro distrito aparece en segundo lugar en las guías turísticas después del centro histórico, es locación de los conciertos de muchos artistas nacionales, lugar de parada obligada para los artistas extranjeros, estudio de grabación al aire libre de comerciales, presentaciones de programas y capítulos de novelas y series. No les vamos a recordar nuestra tradición como distrito cultural para no sonar repetitivos, pero la realidad demuestra que Barranco es un lugar de mucha demanda y si todos esos usuarios frecuentes lo hubieran defendido tanto como lo utilizan y las autoridades hubieran sido inteligentes y honestas lo habrían preservado lo más intacto posible para realce de nuestra ciudad capital.
La verdad es que a nadie le importa, a unos porque están muy ocupados, a otros porque ni se enteran, a otros porque sus problemas les hacen desdeñar las de los demás, existe demasiada indolencia, indiferencia y olvido, de eso se valen todos estos infames para hacer lo que les da la gana. Mientras tanto se apaga la luz de un distrito amigable, que siempre ha dado la bienvenida a los visitantes y ha compartido con todos su belleza, un distrito diverso, ni de pitucos ni de pobres, sino el hogar armonioso de todos sus vecinos.
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