En estos días no he podido postear seguido, por falta de tiempo ocasionada por motivos laborales. A pesar de que hay cierta cantidad de personas que me leen con atención, siguen esta bitácora y, de vez en cuando, hasta se animan a participar con sus comentarios, no tengo la suerte -ni el talento, dirán algunos ponzoñosos- de cruzar el umbral del hobbie y convertir Quiero Hablar en una fuente de pingües ingresos. Para mí sigue siendo un sueño de opio aquello de la "monetización" (qué horrible palabra... no?) de mis publicaciones virtuales, tal y como veo que consiguen otros bloggers que escriben sobre asuntos baladíes, lugares comunes, cosas de moda o simplemente tonterías. En fin, como no he posteado de manera regular, les ofrezco estos breves comentarios sobre dos noticias producidas en la última semana, que pintan de cuerpo entero, una vez más, a nuestra vergonzosa clase política. Solo son comentarios sobre acontecimientos que, a pesar de haber llamado la atención de las masas, no son lo suficientemente interesantes como para hacer de ellos un artículo completo.
LA LUZ VERDE DE CATERIANO: La expresión "me dieron luz verde" es muy común entre empresarios, políticos, futbolistas, lobbistas y dummies cibernecios (parafraseando a Víctor Hurtado) que equivale, sin lugar a ninguna duda, a que "me permitieron pasar", "me aceptaron la propuesta", "me dieron permiso". Y tiene su origen, cómo negarlo, en la simbología de colores de un semáforo, trasladada después al mundo del comercio exterior (el "canal verde" en terminología aduanera significa que el embarque, mercadería, etc., literalmente "puede pasar" o pasó con éxito los controles de la autoridad. ¿Quién te da luz verde?, hablando de educación vial, pues la policía, "el palito de abollar ideologías" como diría Mafalda. Un ente que es superior a tí, en poder de decisión y hasta de conocimiento, sobre lo que más conviene a tu vida pública, de comunidad. En teoría, por lo menos. Te da luz verde tu jefe, tu superior, tu patrón. Aquella persona que gobierna tus pasos al milímetro, aquella persona que decide, de manera irrevocable e irreversible, respecto de lo que tú tienes intención de hacer. Y si te da luz verde es porque te mantenía, hasta ese momento, en luz roja, en stand-by, en compás de espera, en angustiante salmuera. Todo eso se aplica a la luz verde que el ministro de Defensa, Pedro Cateriano, recibió de ese remedo de primera dama, Nadine Heredia, una graduada en comunicaciones de la de Lima que cumplió el sueño de cualquier protagonista de Al fondo hay sitio: pasó de los jeans al vestido de diseñador porque su esposito "ganó las elecciones". Y ahora pasa revista a sus ministros dando órdenes, despachando, soltando las luces verdes según le dicte su mínimo criterio, inflado hasta la náusea por la prensa convencional. Y escuchar a Cateriano decir que esa "luz verde" no era para hacer las compras -algo que además, se escucha con claridad en su audio- resulta, por decir lo menos, patético.
EL TC Y LA DP: César Hildebrandt escribe, con su agudeza y precisión habituales, que importa poco si existe o no una Defensoría del Pueblo o un Tribunal Constitucional, porque al final de cuentas solo se trata de pomposos nombres sin sustancia, cargos ocupados por gente que es incapaz a conveniencia, de manera maquiavélica para hacer que las cosas sigan igual y sacar provecho -económico, básicamente- de ello. Después de la batahola civil producida por la designación -entre gallos y medianoche y a mano alzada- de Pilar Freitas en la DP y de una gavilla de jalados en derecho pero doctorados en el arreglo, liderada por Rolando Sousa, soldado del shogunato fujimontesinista, tuvieron que dar el famoso "paso al costado" -uno de esos insufribles eufemismos de la prensa y politiquería actual- y dejar las cosas como estaban. O sea, en nada. Hasta nuevo aviso seguro. No es la primera vez que nuestros gobernantes y/o congresistas lanzan una de esas decisiones absurdas, creyendo que la gente "no va a decir nada" y luego deben retroceder porque, a pesar de la anomia que nos caracteriza como sociedad, resulta evidente que todo, hasta la conchudez de nuestros políticos, tiene un límite. Las manifestaciones espontáneas organizadas el mismo día de esos despropósitos fueron determinantes para evitar que se consume este atropello, este nuevo atropello, contra el sentido común. Es decir: si Rolando Sousa llega a ser investido como presidente del Tribunal Constitucional -otrora institución conformada por jueces serios, de experiencia, casi como un consejo de ancianos, tomando el lugar de lo que hace muchas décadas, representaba el Senado, tan añorado por Valle Riestra-, el paso siguiente es que Kenji Fujimori sea nombrado Premier y Tongo, ministro de Cultura. El problema es que, como dice Hildebrandt, no importan las instituciones ni sus nombres rimbombantes sino quiénes las ocupan. Y en ese sentido, el panorama sigue igual de oscuro.
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