Y ahora el tema del mes es... "Gringasho". Como lo fue "Canebo" en los 90s, ahora este criminal trujillano es la estrella de la farándula limeña. Tal parece que, tras el final del reinado televisivo de Magaly Medina ("el cierre de un ciclo en la televisión peruana" dijeron los huachafísimos gacetilleros de El Tromercio), la prensa luctuosa vuelve a reinar, empeorada con los vacíos de ignorancia y total anti-criterio que, corregidos y aumentados, gobiernan los comportamientos de nuestra sociedad tercermundista. Van a terminar extrañando las basuras de Magaly frente a la avalancha de crímenes, atropellos, violaciones y corruptelas que ahora pueblan los noticieros, sin distinción ni excepción alguna.
Es increíble que, a pesar del grave prontuario de asesinatos que tiene en su haber este personaje, la mayor parte de la prensa considere relevante el hecho de que aun no haya cumplido cronológicamente los 18 años de edad. Y que además, conscientes de que aquí las leyes han sido escritas con los pies, se cuiden de no mostrar su rostro (lo cubren con un mosaico ridículo) y de colocar en sus notas escritas "el menor de edad de iniciales A.P.M.G." y no sé qué más. Un joven tatuado, de ojos que únicamente expresan desprecio por todo lo que le rodea y que es capaz de "bajarse" a otro ser humano a balazos por 500 soles no merece seguir viviendo. Así. Léanlo bien porque no lo leerán en ninguna otra columna, blog, periódico, etc. Debió morir acribillado en los techos de Santa Anita, durante el operativo de su recaptura. Menor de edad mis polainas. La huachafería también debería ser considerada un delito.
Después de casi un año de desilusionarnos con sus idas y vueltas, sus traiciones programáticas y sus extraños coqueteos con la CONFIEP, Ollanta recuperó ligeramente el verbo castrense y habló con firmeza sobre qué debería hacerse con "Gringasho". Con respecto a Salvador Heresi, alcalde de San Miguel, distrito en el que vivo hace más de tres décadas, está haciendo pesca a río revuelto, pavimentando el camino hacia la alcaldía de Lima. No a través de revocatorias, sino para las próximas elecciones. Me parece. Conociéndolo como más o menos lo conozco - y conociendo como más o menos conozco sus orígenes y entornos - dudo que lo mueva una genuina preocupación por la comunidad sanmiguelina. Y menos por la que vive en el área de influencia de Maranguita. En política no hay que ser ingenuos.
Hoy temprano, cuando trasladaban al tipejo ese "Gringasho", de la puerta de la correccional a la comisaría de Cotabambas, en medio de la siempre incomprensible batahola de reporteros que quieren subirse por la ventana al carro policial, la voz de una niñata, que seguro gana 500 soles más pasajes por salir en la televisión, gritaba, micrófono en mano: "Gringashooooo... ¿tienes algo qué decir?". ¿Dónde demonios estudió periodismo esa señorita? ¿eso es lo que su jefe de prensa le dice que vaya a hacer? ¿realmente interesa que diga algo? Insisto, la huachafería debería estar penada en esta ciudad "de los reyes" (de la cumbia, de la papa, etc.)
Acabo de ver una película argentina llamada Elefante blanco, que podría haber estado ambientada en los sucios barracones del Callao o en la zona industrial de Santa Anita donde ese "Gringasho" debió morir baleado por algún policía con buena puntería. En ella queda claro que hay algunos adolescentes, que vinieron al mundo en condiciones infrahumanas, a quienes no vale la pena tratar de "rehabilitar". Lo único que se consigue es tirar al agua enormes cantidades de recursos públicos y provocar sacrificios innecesarios. En el caso de la película que menciono, esos sacrificios están representandos en la figura del personaje principal, un sacerdote de buenas intenciones que termina muerto por defender el supuesto derecho a la protección de un menor de edad, perdido en el submundo de la delincuencia y las drogas.
Acá los diarios peruanos, que publican cochinadas en sus portadas sin ningún pudor: las revolcaderas de los programetes-concurso líderes en sintonía, los escándalos y las imágenes no aptas para menores de manera cotidiana, se las dan de "respetuosos de la ley" y cubren la cara de un asesino a sueldo, y de esa manera colaboran tácitamente con la posibilidad de que pase desapercibido si se escapa de nuevo y se preocupan por saber si está deprimido, si estuvo con su "novia" (otra adolescente que debería desaparecer del mapa) o si tiene "algo qué decir". ¿Por qué seremos así los peruanos? Entre el Dákar y Gringasho, seguimos en caída libre hacia la barbarie.
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