Me imagino que eso es lo que grita, desde sus coloniales entrañas, la ciudad de Lima ante ese bullicio que armaron anoche en la "serenata" organizada por la alicaída Municipalidad de la señora Villarán. ¿No les ha pasado a ustedes que el día de su cumpleaños se convierte en pretexto para que todos los invitados - y los colones que nunca faltan - se diviertan más que usted mismos? Es indignante que, ni siquiera en el aniversario de nuestra capital estemos libres de los mofletudos rostros de Los Hermanos Yaipén y su insoportable sonido norteño, con esa recatafila de mequetefres que hacen aeróbicos en chaleco y manga larga de camisa. Inconcebible que, ni siquiera en su onomástico, Lima no se abstenga de los broders de Bareto y su irritante pachanguería, con camisas floreadas y fingida actitud inclusiva. Es triste que grandes de la música criolla como don Oscar Avilés, Eva Ayllón, Cecilia Barraza y Willy Terry se presten a este circo en el que además de los gigantes y cabezudos - que finalmente no tienen la culpa - solo faltaba un aparatoso y provincianísimo cortamontes.
Y no me malinterpreten, que no son comentarios racistas, por si acaso. Soy limeño, quizás uno de los pocos que aun quedan, hijo de padre victoriano y madre colombiana y a veces reniego de no tener en mis venas, por lo menos no ubicable en tres o cuatro generaciones hacia atrás, algún gen que me haga tenaz, resistente y orgulloso como algunos compatriotas del interior. Soy el primero en criticar la criollada y ese limeñismo que se mira al ombligo desde los años 50s, o del más moderno cosmopolitismo acriollado que ejercen tanto los que se computan "más blancos" como los infiltrados de todas partes del Perú que, abandonando sus identidades, se hacen al modo de vida del limeño moderno y son huachafos, informales, conchudos, hipocritones y todo lo demás, también.
Pero esto de meter a todos en un mismo saco bajo el engañoso lema de "todas las sangres", mal parafraseando a Arguedas, que también hoy cumple años, y usar la falacia de la inclusión como pretexto para convertir a Lima en una inmensa fiesta tropical El Huaralino-style, rezuma mal gusto y oportunismo electorero, populista. Prefiero lo que está haciendo, por ejemplo, el Sexteto de Jazz Afro-Peruano de Gabriel Alegría quienes, con un abierto espíritu de homenaje a Lima, están recorriendo diversos puntos de esa Lima moderna, tugurizada y peligrosa que tanto emociona a nonagenarios desorientados como ese señor José Matos Mar, y celebrando como lo hacían los criollos de antaño, desde la antevíspera. Desde Los Olivos hasta Barranco, desde el Centro hasta Comas, una inteligente y muy bien hecha fusión de jazz con música negra costeña resuena en homenaje a la ciudad que Chabuca Granda, en ese vals tan bonito llamado Zeño Manué (escrito para su amigo el periodista Manuel Solari Swayne), ya le había dicho adiós con frases tan exactas como esta: "Sus calles, como en la copla / son unas calles cualquiera / son unas calles cualquiera / camino de cualquier parte".
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