A menudo vemos en los principales medios masivos entrevistas a personas que, en nombre de sectores minoritarios de la sociedad, realizan sus reclamos "aprovechando las cámaras" de los inaccesibles líderes de opinión quienes les hacen el inmenso favor de recoger sus denuncias para así lavarse la cara y aparentar que cumplen con su rol de apoyo a los menos favorecidos. Pero en realidad todo tiene que ver con un universo de intereses, lobbies y amistades que son los elementos que hacen realidad la ansiada cobertura para que las autoridades "respondan al llamado" hecho desde un canal, una estación de radio o una revista.
Si una junta vecinal o asociación civil busca comunicarse con un noticiero matutino, un reportero de prensa o alguna otra persona relacionada a los medios de comunicación convencionales, termina por darse cuenta que acercarse a ellos o llamar su atención es tan difícil como solicitar una audiencia con el Presidente de la República o conseguir una mirada de Bono rumbo al Cusco. Salvo que esa junta vecinal o asociación civil lleguen a los portones del medio de su preferencia, de la mano de algún padrino: alguien que trabaje dentro, un político interesado en hacer suya la denuncia (para fines políticos, personales o las dos cosas) o que el caso sea extremadamente dramático como para asegurar unos buenos minutos de rating.
Por eso me nace la pregunta que da título a este post. Y la respuesta es no. No es tan cierto que cualquiera puede acercarse a un canal, a una revista o a un periódico con sus genuinas preocupaciones, muchas veces referidas a situaciones cotidianas que nada tienen que ver con la Marca Perú, los niveles de crecimiento macro o los indicadores Dow Jones y ser atendidos de manera cordial y abierta. Y tampoco es que deba ser de inmediato pues efectivamente, toda área de prensa que se respete se tomará un tiempo comprensible y prudente para verificar, cruzar información, tomar conocimiento del caso y ver si realmente merece exponerse sin riesgo de caer en equivocaciones o desinformaciones tendenciosas, que también las hay.
El asunto es que los filtros que utilizan estos medios grandes tampoco tiene que ver con el espíritu de apoyo a la sociedad civil, de dar voz a quienes no la tienen, de buscar espacios y soluciones a los problemas de la gente. Si llega una asociación civil formada por vecinos de a pie, sin respaldo de alguna ONG conocida o de algún partido político, la solicitud pasa de la mesa de partes a la papelera de reciclaje en cuestión de minutos. Si alguien denuncia maltrato por discriminación, injusticia laboral, abuso de autoridad, etc., si en medio de eso no está involucrado un nombre (a veces solo se necesita eso, un nombre) de una figura pública, farandulera, deportiva, política o de algún medio de la competencia, el pedido de cobertura será totalmente ignorado. Y salvo que se trate de casos que aseguren impacto mediático incuestionable es poco probable que casos anónimos sean tomados en cuenta. Es como cuando disfrazan un desfile de lencería barata de obra social, anunciando que los fondos recaudados irán a los colegios pobres de Apurímac o algo así.
Pero eso no es todo. También ocurre que ciertos columnistas, acostumbrados a pontificar sobre cualquier tema desde sus mullidos escritorios y parapetados en el papel couche de una revista política de gran lectoría, decide "bajarle la llanta" a una manifestación ciudadana ajena a estas correrías por el poder político y económico que son tan comunes en los distritos de Lima y desprestigiar una publicación sencilla y directa porque asume y sospecha que proviene de uno de sus blancos de crítica recurrentes.
Me refiero al Ing. Luis E. Lama, columnista de Caretas quien decidió denostar e insultar un volante producido por una asociación vecinal barranquina (con mucho esfuerzo y dedicación, sin financiamientos grandes), como herramienta de convocatoria a una actividad en defensa del Parque Confraternidad (que reseñé aquí hace unos días), porque le pareció "de analfabetos" y hace una serie de cuestionamientos, todos fuera de lugar, a los contenidos de dicho volante informativo. Desde hace años, esta asociación de vecinos barranquinos ha tratado de hacer llegar sus argumentos a diferentes líderes y lideresas de opinión para que sean puestos a consideración del público en general y las autoridades. Correos electrónicos, llamadas telefónicas y cartas de presentación a diferentes redacciones pero la respuesta es siempre la misma: el silencio y las semanas que se pasan sin poder recibir atención del "cuarto poder". Mientras tanto, los problemas en el distrito se suceden unos a otros y salvo cierta presencia en algunos blogs y redes sociales, nadie se entera de las manifestaciones de la comunidad huérfana de padrinos. Pero apenas esa comunidad lanza un volante, viene el gran columnista de Caretas y lo reduce a la categoría de "pataleta ignorante"
Lo curioso es que a este señor se ha referido varias veces a este tema en tonos distintos y hasta opuestos: primero apoyando la existencia del MAC y luego criticando algunos aspectos legales y técnicos de su concesión y construcción, los cuales fueron también reseñados en esta bitácora. Sin embargo ahora retrocede y vuelve a decir que el famoso MAC sí es provechoso para el distrito y pone como ejemplo los beneficios que ha traido a la ciudad española de Bilbao el Museo de Arte Contemporáneo Guggenheim, lo cual induce a una comparación delirante, por no decir otra cosa.
Sugerir que unas cuantas planchas de mapresa prefabricada, sostenidas por fierros negros ("minimalismo lineal" sería un buen eufemismo para eso) puede ser puesto en la misma lista de museos que el imponente complejo arquitectónico del mencionado museo español (verlo aquí) grafica la cortedad del comentario vertido por el señor Lama y opera en contra de un esfuerzo colectivo de vecinos que, sin apoyo de ninguna empresa importante, líder de opinión, partido político o amigos influyentes, busca concientizar a la sociedad civil con relación a un atropello contra un espacio público. Quizás se trate de un tema demasiado local, demasiado pequeño para la "gran prensa". Eso se puede aceptar como razón para dejarlo de lado. Lo que no se puede aceptar es que desde la estéril columna de una revista se intente pulverizar una acción vecinal y cívica que merece mayor respeto.
Este es el volante que el Ing. Luis E. Lama desprestigia en Caretas. Se trata de un ataque desproporcionado a un esfuerzo ciudadano por informar sobre aquellas cosas que la "gran prensa" se niega a cubrir.
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