Una crónica acerca del infierno sonoro que Slayer desató la noche del sábado 11 de junio en la tribuna norte de San Marcos no puede ser muy larga ni descriptiva. Y básicamente porque debería escribirse a gritos, desaforados y horrísonos, como los que lanzó el chileno Tom Araya armado de su clásico bajo negro de cuatro cuerdas de sonido brusco y sólido. Araya no es un virtuoso, y a pesar de que los años no pasan en balde y algunas intervenciones quirúrgicas ahora le impiden hacer el agresivo movimiento de cuello de sus primeras épocas, aun conserva esa imagen salvaje que arrasa con todos los vocalistas que uno recuerde. Porque lo suyo no son esos bramidos guturales y animalescos del death metal. No. Lo suyo son gritos estentóreos, capaces de angustiarte o de liberarte de alguna presión familiar, laboral o existencial. O de todas juntas.
Atrás, como si de una ametralladora se tratara, el baterista cubano-norteamericano Dave Lombardo demostró por qué es considerado “el padre del doble bombo”. Desde los ataques incansables en temas como War ensemble, Dittohead, Postmortem o Chemical warfare (uno de los mejores temas de la noche, sin duda) hasta el clásico martilleo del inicio del fin en Angel of death, Lombardo parecía estar conectado a alguna fuente de energía eléctrica, sobrehumana. Esos pedales parecen no detenerse nunca. Han venido grandes bateristas de las vertientes más extremas del heavy metal pero creo que ninguno sonó tan contundente como este señor, pieza importante del sonido más furiosamente veloz y agresivo de esta banda californiana que viene azotando nuestros oídos desde hace más de 25 años.
De las cuatro grandes bandas norteamericanas de thrash metal, Slayer hubiera sido la única en presentarse en Lima con su formación original, de no haber sido porque Jeff Hanneman (el “nazi” del grupo, según sus críticos más recalcitrantes) no pudo participar en esta parte de la gira debido a que padece de una extraña enfermedad cutánea tras ser mordido por una araña. En su lugar, Gary Holt, guitarrista de Exodus (y que ya ha tocado en nuestro país en dos oportunidades con su grupo original) se colocó al lado de Kerry King, responsable de las crudas y polémicas letras anti-religiosas de temas como Disciple, South of heaven, The antichrist, Hate worldwide (del último disco), entre otras. King no escatimó energía durante sus veloces y delirantes solos cacofónicos y la dupla que hizo con Holt generó una atmósfera realmente tétrica en introducciones como las de Seasons in the abyss, Raining blood, South of heaven o Mandatory suicide, atmósfera que se redondeaba gracias a un espectacular juego de luces. Esta banda no necesita de pirotecnia ni lenguas de fuego para recrear la oscuridad de su propuesta, por momentos parecía como si las canciones brotaran del mismo centro de la tierra.
El ambiente no pudo ser mejor. Casi siete mil headbangers de Lima y provincias gritaron, saltaron y gozaron con los latigazos de Slayer, que se sucedían unos tras otros, casi sin pausa entre canciones. Araya saludó brevemente al público antes de anunciar, a gritos, el tema War ensemble y posteriormente, se despidió escuetamente agradeciendo a sus fans, que esperaron 25 años su llegada. Fueron 23 canciones en total y el pogo parecía no acabarse en las primeras filas. O mejor dicho, en toda la zona de abajo porque francamente dio la impresión de que nadie dejó de participar en este ritual metalero.
Epilepsia y Mortem, los teloneros, a pesar de las obvias y eternas limitaciones del sonido nacional, hicieron lo suyo y quedaron bien, pues contaron con la complicidad del público que conocía bastante bien su material. El caso de Mortem es especial, digno de comentarse: es una banda de death metal que hace música desde hace más de 20 años y ha tenido mucho éxito en EE.UU. y Europa, hasta el punto de ser la única banda peruana, que ha sido objeto de un tributo por parte de grupos de otros países, algo que no ha conseguido ningún artista nacional de otro género musical, popular o subterráneo.
De principio a fin, Slayer ofreció el concierto masivo más ruidoso y catártico en lo que va de toda la ola de grandes espectáculos internacionales que ya son costumbre en nuestra capital. Con su llegada se cierra el círculo de grandes visitas de bandas metaleras. Luego de ver a Anthrax, Megadeth (dos veces), Metallica y Slayer – conocidos como los Big Four – los fanáticos del metal podemos estar más que tranquilos. Lo demás es lo de menos. Aquí el setlist de una noche infernalmente inolvidable:
1. World Painted Blood - World painted blood - 2010
2. Hate Worldwide - World painted blood - 2010
3. War Ensemble - Seasons in the abyss - 1990
4. Postmortem - Reign in blood - 1986
5. Temptation - Seasons in the abyss - 1990
6. Dittohead - Divine intervention - 1994
7. Stain of Mind - Diabolus in musica - 1998
8. Disciple - God hates us all - 2002
9. Bloodline - God hates us all - 2002
10. Dead Skin Mask - Seasons in the abyss - 1990
11. Hallowed Point - Seasons in the abyss - 1990
12. The Antichrist - Show no mercy - 1983
13. Americon - World painted blood - 2010
14. Payback - God hates us all - 2002
15. Mandatory Suicide - South of heaven - 1988
16. Chemical Warfare - Haunting the chapel - 1984
17. Ghosts of War - South of heaven - 1988
18. Seasons in the Abyss - Seasons in the abyss - 1990
19. Snuff - World painted blood - 2010
20. South of Heaven - South of heaven - 1988
21. Raining Blood - Reign in blood - 1986
22. Black Magic - Show no mercy - 1983
23. Angel of Death - Reign in blood - 1986
Un final atronador con este clásico de 1986, del álbum Reign in blood...
War ensemble, el primer punto alto de la noche, de 1990...
Un par más: Chemical warfare del EP Haunting the chapel (1984) y Ghosts of war del álbum South of heaven (1988)...
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