Se ha convertido en lugar común eso de preguntarse, sin esperanza de recibir respuestas, "en qué momento se jodió el Perú" como lo hace el personaje de Mario Vargas Llosa en Conversación en La Catedral, obra ambientada durante el gobierno de Manuel A. Odría. En esa época vivía Raúl Porras Barrenechea, político, escritor, científico y catedrático que hoy no es conocido por nadie entre la masa de peruanos absorbidos por la tecnología, el reggaetón, la cumbia y las opiniones del pensamiento único, aquellas que los impulsa a rechazar al presidente electo sin haber gobernado y que los lleva a tomarse fotos junto al Cristo del Pacífico para colgarlas, de inmediato, en "su face".
A pesar de ser el rostro de un billete de amplia circulación, el nombre Raúl Porras Barrenechea no podría ser reconocido por la inmensa mayoría de admiradoras de Magaly Medina, los televidentes fieles a Al fondo hay sitio o los borrachosos seguidores de la mil veces derrotada selección peruana de futbol, que se alista para salir por enésima oportunidad, por las patas de caballos en la próxima Copa América.
En su última edición, el semanario Hildebrandt en sus trece reproduce partes de uno de los míticos discursos de Porras en el Congreso de 1956, en el que no nos dice cuándo se jodió el Perú pero sí por qué: por el culto a la impunidad que se inició en el siglo 19 y que hoy reina, orondo, ante la vista y paciencia de todo el mundo, en todas las esferas de la vida social y política de nuestro querido país. Lo comparto con ustedes, amables lectores, confiado en que solo unos pocos lo entenderán y el resto seguirá silbando y mirando al techo. Saludos...
EL CULTO A LA IMPUNIDAD
Todas las básicas instituciones resultan falseadas en nuestro medio por el predominio del provecho personal y la ausencia del propósito del bien común... El mal proviene de nosotros mismos porque no tenemos un ideal colectivo, una meta segura en el porvenir y, en nuestra incertidumbre del futuro, en la falta de nexos sociales estables y definidos, no sabemos dónde queremos ir juntos y nos debatimos en una perfecta vacilación y discontinuidad de propósitos colectivos. El "peruano oprimido", el de la "cruel servidumbre", el de la "indolencia de esclavo" - como dice la deprimente estrofa del Himno Nacional - olvidándose de muchos ejemplos de varonía y de civismo, tiene la tendencia a buscar la moral de la tranquilidad y del acomodo, con un espíritu, sobre todo, de aquiescencia, de aceptación de los hechos que, según los sociólogos modernos, es una señal de estado primitivo, de barbarie, porque lo que caracteriza precisamemte a los pueblos civilizados, a los pueblos evolucionados, es la lucha constante por el derecho.
El mal más grave que produce este conformismo, esta falta de beligerancia contra el abuso, es la improvisación en la vida pública, la selección al revés, el desdén por la tecnicidad y por la inteligencia, el empirismo audaz, el culto de la incompetencia y la falaz y nociva convicción de que no son necesarios para la función pública preparación y estudio y que cualquier compadre puede servir para cualquier función, por alta y especializada que sea, desdeñando los títulos que otorgan las instituciones y desdeñando la seguridad que el Estado ofrece a quienes estudian las carreras públicas. Este sistema de improvisación y del empirismo trajo ya fatales resultados en la primera etapa republicana y se ha acentuado en los últimos años... En el Perú hemos hecho un culto y una carrera de la impunidad. Somos el país más impunista de América.
More trouble every day, versión del tema original Trouble every day del primer álbum de Frank Zappa & The Mothers of Invention, Freak out de 1966. Con este sonido más blues y en tiempo diferente, la banda de FZ reinterpretó esta canción durante los 70s... pocas veces la canción se tocó en su forma original, de sonido más psicodélico...
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