jueves, 9 de abril de 2009

JUSTICIA EN EL PAÍS DE LOS CIEGOS


En tiempos en los que la militancia y el abrazo a ideologías pertenecen al pasado, tiempos en que nadie demuestra tener la sensibilidad suficiente como para emprender y liderar una lucha colectiva en pos de ideales relacionados al bien común y que el individualismo promueve actitudes deshumanizantes ¿cómo podemos entender las reacciones destempladas de los seguidores de Alberto Fujimori tras conocerse “la sentencia condenatoria”? ¿O es que no es posible la justicia en el país de los ciegos?

Me atrevo a pensar que todas esas personas que agitan banderolas, gritan y lloran desesperadamente, se desmayan, insultan y amenazan con participar en masivas manifestaciones públicas no saben por qué lo hacen; asimismo, parecen no tener conciencia de la inutilidad de sus pancartas y protestas callejeras, salvo que tengan claro que la única beneficiada con todo ese desgaste de energías es Keiko Sofía, quien no dudó un segundo en lanzar su prematura campaña electoral a partir del resultado final del juicio a su padre.

Lo que se vive en estos días en el Perú s sencillamente insólito, suprarreal, bizarro. Como para novela de algún autor del boom de los años 60s. De otra manera no es posible comprender que personas que evidencian niveles culturales bajos, escasez de recursos económicos, abandono social, etc. se alcen en armas defendiendo a un presidente que hizo uso, y lo hace hasta ahora, de sus situaciones de extrema necesidad para conformar una portátil que termina comportándose de manera abyecta e insensible frente al dolor de sus semejantes, repitiendo consignas y dejándose llevar de las narices hacia el descrédito nacional. Me pregunto si Vladimiro Montesinos habrá imaginado en sus mejores sueños que el poder residual de su bien estudiada campaña de manipulación, embrutecimiento y compra de conciencias iba a ser tan fuerte.

¿Cómo se explica que en un país donde nadie es capaz de regalar uniformes para un equipo de fútbol de barrio, haya decenas de señoras vestidas con polos naranja, gorras naranja, paneles naranja, banderas, etc.? ¿Cuánto gana una señora de 50 años por prestarse a este infructuoso teatro, que se inscribe en las clásicas tácticas psico-sociales del Doc? ¿Quién paga el desayuno de ese niño de 10 años que aparece en las cámaras del Canal 4 cantando el mamotreto ese que compuso Carlos Raffo?

Todo este despliegue económico debería dejar en claro la naturaleza delincuencial del oncenio fujimorista, sin embargo todo este apoyo incondicional proviene, a nuestro entender, del engaño y la desinformación en algunos y de la conveniencia por conseguir un beneficio en otros, por mínimo que este sea. La pérdida de la dignidad a cambio de una dádiva de cientos de familias que anteponen la solución de sus urgencias más elementales a la construcción de una sociedad justa, que privilegie la honestidad y la solidaridad.

Independientemente de los giros que pueda tener el proceso judicial, habida cuenta de las diversas estrategias que el abogado César Nakazaki ya comenzó a desplegar (apelaciones en segunda instancia, aplicación de beneficios penitenciarios, cálculos sobre la base del tiempo que ya tiene en prisión, etc.), la sentencia de 25 años constituye una reivindicación de la administración de justicia en el Perú, tradicionalmente asociada a fallos discutibles y un precedente para que todos aquellos que quieran aprovecharse del poder para salirse con la suya y permanecer impunes, lo piensen dos veces antes de hacerlo.




1 comentario:

rictineo dijo...

Así es...Fujimori al "disolver - disolver" se volvió omnímodo, autócrata y lo que es peor, se asoció con Vladimiro para construir un Estado criminal; ahora tuvo un juicio y la oportunidad que su Estado "de emergencia y reconstrucción nacional" no le dio a las víctimas de sus "operativos"....el tema político es tal vez inadecuado de tocar, pero a la larga todos nosotros fuimos víctimas en vida (sin estabilidad laboral, sin libertad de expresión, sin derecho a estar en desacuerdo) ojalá así como el Perú ha sido bizarro en condenar lo que parecía destinado a la impunidad, no sea bizarro en el horripilante escenario de darle a Keiko la posta para que siga "disolviendo" nuestra nación.