De vez en cuando la lectura frecuente de periódicos produce una especie de amodorramiento, un letargo que bloquea la percepción y produce un efecto masificante sobre el pensamiento crítico. Lo mismo pasa cuando uno, unas veces de manera intencional y otras desde la más inocente subconsciencia, se toma demasiado en serio los noticieros de la televisión o la radio. Uno llega a creer que el Perú es un país viable, que ha alcanzado la madurez necesaria como para permitirse perder el tiempo tras sesudos análisis situacionales y recuerdos históricos de nuestra vasta real politik. Que los líos gubernamentales, los cambios de gabinete, los paros, plantones y protestas citadinas, la bolsa y la cotización del dólar, las movidas políticas, son situaciones dignas de verse.
En esos momentos, uno de verdad llega a pensar que esto de mantenerse informado, haciéndole seguimiento pormenorizado a las idas y vueltas de los mismos de siempre en Palacios, Congresos, Ministerios, etc., vale la pena. Porque el subtexto de esa actitud es la secreta esperanza de que algo puede realmente llegar a cambiar, mejorar, empezar un camino en ascenso hacia la tan ansiada y prohibida justicia social. Esa secreta esperanza se desvanece cuando la burbuja amodorrante se desvanece, cuando el letargo provocado por ese cotidiano orden de cosas que propone dejar de ver el país tal cual es termina de un momento a otro, cuando la realidad de nuestra política nos golpea en su más oscura manifestación...
Esta reflexión se me agolpa en el cerebro al asistir al desenlace del escándalo PerúPetroPerú según el cual, después de una semana de audios, acusaciones, fugas, enfrentamientos y análisis de toda clase, Yehude Simon es el nuevo Premier. Como último rezago del letargo, debo decir que estoy de acuerdo con ese nombramiento. Pero apenas la noticia se difunde y mucho antes que el íntegro de la población se entere por completo del giro de los acontecimientos, resulta que ese nombramiento es sólo el comienzo de otra ola nueva: porque el tan auspicioso nuevo Premier probablemente tenga fuertes vínculos personales y políticos con Remigio Morales Bermúdez (otro de esos "mismos de siempre"), porque los audios del escándalo PetroPerúPetro son parte de un chuponeo que tenía como principal objetivo a Hernán Garrido Lecca, porque ese Garrido Lecca, el "loco chalina", andaba como loco (valga la redundancia) por construir hospitales para favorecer a Fortunato Canaán, que llegó al Perú recomendado por una señora, personaje de la política dominicana, miembro de la Internacional Socialista y amiga del Apra... y así hasta el infinito...
Todo es parte de esta especie de
Truman Show político que es nuestro querido Perú. Vivimos en estado permanente de irrealidad, manipulados, adormecidos, creyendo que una nación escindida e injusta como ésta puede llegar a formar parte del Primer Mundo porque tiene tres o cuatro hoteles cinco estrellas en la capital, porque el 25% de empresarios que se reparten el país de cuando en vez, manejan buenos carros, no bajan de dos celulares por cabeza y viajan entre cuatro y cinco veces por año al extranjero en clase ejecutiva. Y porque detrás de ellos estamos todos nosotros, profesionales y trabajadores en general que, repartidos en diferentes niveles (como en el infierno de Dante) andamos distraidos pensando como Abraham Valdelomar, que
"el Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión y el Jirón de la Unión es el Palais Concert".
Reemplacemos el Jirón de la Unión y el Palais Concert por cuestiones más contemporáneas como la macro-economía, el CADE, el APEC, los rankings de los más poderosos y las componendas en el sector público y tendremos una versión siglo 21 de aquella aristocracia malentendida que, olvidándose del prójimo, dio comienzo a esta situación de la que, al parecer nadie nos va a salvar...
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