viernes, 7 de mayo de 2010

LUCHO BARRIOS


El Perú no deja el duelo por sus músicos. A las sensibles partidas de Arturo "Zambo" Cavero, María de Jesús Vásquez y Roberto "Tito" Chicoma se suma la del cantante Lucho Barrios, el más representativo intérprete del llamado "bolero cantinero": esa extensión del bolero clásico asociada al pasillo ecuatoriano, de letras melodramáticas que siempre tenían como protagonista la traición, el amor no correspondido o la ilusión pero siempre bajo un marco musical que llamaba a la necesidad de ahogar las penas, manifiestas o no, en alcohol.


En Lima se le conoció como bolero cantinero debido a que en los años 50s y 60s, este estilo romántico se convirtió en el más tocado en las famosas cantinas, en las que se encontraban las rockolas, estos aparatos en los que uno ponía su canción predilecta por unas cuantas monedas. Cantantes como Lucho Barrios, Iván Cruz, Pedro Otiniano, Guiller, Johnny Farfán, entre otros, se convirtieron en los favoritos de una enorme masa de gente trabajadora, gran parte migrantes de provincia (principalmente obreros y subempleados), que se veían reflejadas en esas letras llorosas y esas voces entrecortadas, marcadas por el quejido y uno que otro gallo soltado sin ninguna vergüenza. Y de aquella generación de ídolos populares, Lucho Barrios fue, sin lugar a dudas, el más grande de todos.


Sin embargo, esta sutil conexión con la marginalidad generó una serie de anticuerpos - injustos hasta donde yo entiendo - que terminaron relegando al bolero cantinero del gusto nacional. Las fuertes dosis de clasismo y racismo disimulado (y a veces no tajn disimulado) le quitaron presencia a estos cantantes y por efecto espejo, ellos mismos fueron dedicándose a cantarle a públicos de extracciones socio-económicas cada vez menores, por lo que quedó la percepción de que el bolero cantinero era pues, un género menor.


Por eso, los principales exponentes peruanos del bolero cantinero - rockolero en Ecuador, cebollero en Chile - cobraron mayor fuerza fuera de nuestro país, hasta el punto de que la muerte de Lucho Barrios haya sido llorada casi con tanta pena como aquí, y por momentos parece que con más pena. Tanto ha sido el impacto que el alcalde de Valparaíso se atrevió a decir que considera "chileno" al intérprete de inolvidables temas como Marabú, Rondando tu esquina o Mi niña bonita e inclusive corrieron los rumores de que se le pretendería enterrar en nuestro vecino del sur, tan afecto a apropiarse de todo aquello que nuestra sociedad, gracias a su alienación y su desidia, deja en el olvido.


En el caso de Barrios, la figura es la misma de siempre, aunque con ciertos matices. Su música se mantuvo vigente siempre en las radios dirigidas a públicos populares y mayores mientras que la telebasura moderna y dummy nunca lo tomó en consideración. Nunca hasta ahora, que ha fallecido en un conocido hospital de salud pública, aquejado por múltiples males en diversos órganos de su cuerpo. Ahora, todos los noticieros hacen reseñas, rebuscan imágenes y realizan "sentidos" homenajes y no reparan en que, en lugar de deicar minutos a sus canciones cunado estuvo vivo, prefirieron saturar los oídos y los ojos de sus televidentes con las estupideces que hasta ahora no dejan de sonar mañana, tarde y noche en todas partes. Lo mismo ocurrió con Cavero, Vásquez y Chicoma, a quienes todos alaban una vez que mueren. No hay derecho.


No hay derecho a que se utilice la muerte como herramienta de rating. No hay derecho a que los políticos, empezando por el presidente de la república, se ponga a cantar junto a los familiares cuando durante años el artista peruano vive sin que se le reconozca su contribución - que a pesar del ninguneo de los medios convencionales, existe en cada casa, en cada barrio, en cada lugar donde alguien escuche sus canciones - más allá de frías condecoraciones o palabreos, con una manifestación concreta a nivel de legislación y pensiones.

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