miércoles, 22 de enero de 2020

ELECCIONES 2020: UN SUEÑO INCUMPLIDO



Las elecciones de este domingo 26 de enero son una de esas tantas pantomimas que, a diario y de distintas formas, la sociedad peruana ejecuta para perpetuar la falacia aquella de que somos un país organizado, orgullo de la región, a un paso del Primer Mundo y la OCDE, adalides de la democracia participativa, el respeto a los derechos humanos y la estabilidad jurídica que promueve la inversión... 

Con tal de no aceptar una realidad que nos avergüenza -la del profundo y espeso primitivismo en el que nos arrastramos-, los ciudadanos de esta nación inconclusa y fracasada aspirante a república cumplimos cívicamente el ritual sufragante y, con el holograma pegado al DNI, validamos la farsa una vez más. Y seguimos nuestra vida superficial, homogeneizada por las tarjetas de crédito y lobotomizada por el reggaetón, las redes sociales y los realities.

Pero pudo no ser así. 

Si el Jurado Nacional de Elecciones no hubiera estado dirigido por un topo fujimorista quizás no habría perpetrado, desde sus resinosos escritorios, esa doble traición a los vientos de esperanza que llegaron tras la disolución y cierre constitucional del Congreso chavetero y obstruccionista. Doble traición porque, primero, les abrió las puertas a los disueltos para que participen en este proceso extraordinario, razón por la cual tenemos a Mulder, Bartra, Vilcatoma, Sheput, Heresi, todos ellos personajes que deberían haber sido legalmente expectorados de la vida política nacional, a punto de volver, orondos, a sus curules. 

Y segundo porque, a solo dos semanas de la ya contaminada jornada electoral, ese mismo despacho le lanza un centro perfecto a los partidos y movimientos más despreciables anunciando que, así no superen la "valla electoral" (5% de votos válidos), no perderán su inscripción y podrán participar, por lo tanto, de las presidenciales/congresales del 2021. O sea, acá no pasó nada.

Si, en lugar de ello, las decisiones post-disolución hubiesen incluído inhabilitaciones, investigaciones y juicios sumarios, sentencias y demás instrumentos legalmente aplicables a todos esos maleantes que han vivido a cuerpo de rey como parlamentarios, para que la actividad política hubiera sido realmente fumigada de tanto cinismo, estaríamos frente a un momento de renovación obligada, que habría tenido ciertamente dificultades (la pregunta "¿de dónde sacamos 130 personas totalmente nuevas para el Congreso?", válida desde todo punto de vista, circuló mucho apenas Vizcarra anunció el cierre) pero que, en esa novedad, habría generado una participación social y ciudadana inevitable.

¿No hubiera sido perfecto un proceso electoral sin Fuerza Popular, sin Solidaridad Nacional, sin el Apra, sin Alianza por el Progreso, sin Contigo, partidos y movimientos cuyos líderes están encarcelados, procesados o cuestionados? ¿Por qué tenemos a organizaciones criminales usando la franja electoral pagada por el Estado diciéndole al electorado que todo va a cambiar, como por arte de magia, con esas "caras nuevas" que usan los mismos polos naranjas o amarillos, que siguen rindiendo culto al suicida mitómano, al plagiario que se jacta de no leer, al lobbista descarado? Si ese proceso de limpieza le hubiese cerrado las puertas a todos los congresistas disueltos y sus allegados (familiares, asesores, protegidos, testaferros, chalecos y demás) las cosas habrían sido muy diferentes.

En esa ucronía tendrían que haber salido a la palestra los verdaderamente desconocidos, los sin experiencia congresal, los mejores. Los partidos y movimientos que hubieran quedado tras la purga que nunca se logró por culpa del JNE, tras el enjuague estomacal que necesitaba (que aun necesita) el Perú, se hubieran visto en la obligación de abrir convocatorias públicas, visitar universidades y barrios, escarbar entre artistas y filósofos, para ofrecerles la oportunidad de, por primera vez, servir al país desde un punto de partida básico, elemental. 

Si eso hubiera sido así, ¿quiénes tendrían que haber tomado la responsabilidad de reemplazar a toda esa gavilla de impresentables que fueron disueltos en septiembre/octubre del año pasado? Profesionales comunes y corrientes, como usted o como yo. Mi padre, que en paz descanse, solía decir una frase con la que concluía aquellas míticas conversas de sobremesa, en las que todos los apolíticos hemos participado más de una vez, en familia o entre amigos, para analizar y desmenuzar todo: la economía, el gobierno, la educación, la salud pública, la televisión, la religión, el fútbol: "¡A los que sabemos no nos llaman, carajo!" 

Ese dicho condensaba la indignación de ver, siempre desde fuera, cómo los mediocres son los que están enquistados en el poder satisfaciendo sus propios intereses, los mismos pobres de espíritu incapaces de hacer algo por el país, mientras que la gente bienpensante está ahí, en casa y en su trabajo, rumiando soluciones basadas en la buena voluntad y en una cierta ingenuidad sobre cómo funcionan realmente las cosas en el Estado. Si el JNE los hubiera erradicado como esperábamos tras el valiente y constitucional acto de Vizcarra, ciudadanos de a pie y con buenas intenciones tendrían que haber iniciado la nueva clase política. 

Pero lamentablemente la realidad es otra. Y si bien es cierto no todos están pugnando por regresar -personajes como Vitocho, Salgado, Tubino, Letona, Chacón, Velásquez Quesquén, entre tantos otros, se han hecho a un lado para aparentar desprendimiento o para permitir que el tiempo traiga consigo el olvido de sus fechorías- hay unos cuantos que sí lo hacen con descaro, amparados en las traiciones del JNE y dispuestos a mantenerse como cuñas para conservar sus privilegios y evitar que la fumigación sea completa. Y, por otro lado, los partidos que deberían haber sido borrados del espectro electoral han sembrado sus listas de multiformes topos, agentes patógenos de diversa índole: desde zombies reciclados como Martha Chávez, Omar Chehade, Luis Solari, Nidia Vílchez... hasta nuevos lunáticos como Mijail Garrido Lecca, Mario Bryce, Diethel Columbus... a quienes la juventud no les sirve para nada pues exhiben las mismas mañas que sus líderes, maestros, padres y padrinos políticos. Todos con los primeros números en cada lista, para asegurarse el ingreso sí o sí. Todas se las saben...

Así las cosas, este domingo 26 de enero no será la base fundacional de una nueva realidad parlamentaria. Será un acto protocolar y rutinario con algunas novedades que son, en esencia, misterios pero que, en líneas generales, provienen de las mismas canteras de donde salieron estos cálculos biliares que tienen postrado al Perú desde hace décadas. Así no querramos y un breve porcentaje de votantes hayamos comprendido cómo votar para cerrarles el paso a estos desgraciados, hay una enorme masa desinformada y, por otro lado, mucho empresario cómplice, que nos sobrepasará e impondrá, en virtud al mal uso del sistema electoral como "herramienta democrática", el retorno a sus escaños de apellidos nefastos para la historia reciente del Perú como Bartra, Heresi, Mulder y Sheput.

Ojalá me equivoque...


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