miércoles, 18 de diciembre de 2019

EL CAPITALISMO SALVAJE (Y ASESINO) DE McDONALDS


La muerte trágica de Alexandra Porras Inga (18) y Gabriel Campos Zapata (19) es, qué duda cabe, la noticia más triste de este 2019, uno de los peores años de lo que va del siglo 21. 

Dos jovencitos trabajan de madrugada en el local de una de las cadenas de comida rápida más famosas del mundo y terminan electrocutados porque, a pesar del prestigio de esta franquicia transnacional, llega al Perú a ser administrada por idiotas e irresponsables que hacen de monigotes del capitalismo más salvaje, ese que encuentra valor en el abaratamiento de costos laborales a través de la no implementación de medidas de seguridad adecuadas, labores mediocres de mantenimiento y explotación de fuerza de trabajo necesitada que hará cualquier cosa por mantener su empleo. 

Anoche, en el local de McDonalds del Parque Kennedy, en Miraflores que, si mal no recuerdo, es el primero que abrió la sanguchería del payaso y la "eme de mamá" como cariñosamente la llaman varias personas que tienen buenos recuerdos de sus colores y sabores, hubo un plantón en donde pertinentes carteles y consignas se lanzaron en contra de esta marca presente en los cinco continentes. Una de las que más se gritaron fue "¡El capitalismo internacional asqueroso está matando al mercado laboral peruano!" La frase "el capitalismo nos está matando" se repetía en pancartas y pregones. No nos está matando el capitalismo. Hace tiempo nos mató y enterró. 

En todo caso, lo ocurrido con Alexandra y Gabriel que, para colmo de males y mayor desesperación de sus padres, eran buenos muchachos, estaban enamorados y habían expresado ambos en casa su incomodidad por el trato de mierda que les daba la empresa, es la versión más macabra de ese crimen que el capitalismo salvaje perpetra desde hace décadas en el mundo globalizado y adicto a la comida chatarra. 

Pero Mónica Delta, con ese tonito de voz entre monacal y achorado que la caracteriza cada vez que sale, con todo, a defender al gran billetón desde su tribuna de privilegios, salió anoche, en 90 Segundos, a ningunear las proclamas contra ese capitalismo salvaje que McDonalds hoy representa de la peor manera con estas consecuencias horribles de dolor y muerte, diciendo que "hay que tener cuida'o. Mucho cuida'o. No hay que confundir las cosas. Esto es explotación pero no es capitalismo". Y Gestión titula hoy, al día siguiente que ambos jóvenes fueron sepultados, juntos, como símbolo de esa unión que, a una edad en la que nadie sabe con quién va a terminar y que todo puede cambiar en cuestión de horas, se volvió eterna de manera arbitraria e inesperada, este agravio a su memoria: "Cadenas de fast food moverán US$ 2,500 millones el próximo año". 

Estas son solo dos muestras de lo podrida que está la prensa en nuestro país. De su pobreza espiritual, ausencia de empatía e inescrupulosa angurria para salir en defensa del poderoso, del de la plata, del que corta –en este caso- el sandwich. Delta y Gestión son operadores de ese capitalismo salvaje que, en lo político y lo económico, nos tiene sometidos como sociedad al gobierno de la corrupción y el arreglo bajo la mesa, el eufemismo y el eterno condicional. 

A veces uno piensa, ingenuamente, que si acaso es ya normal que los periodistas “líderes de opinión” –si entendemos por ello a aquellos personajes que copan medios escritos, televisivos y radiales con su plena disposición a prostituir su palabra y su imagen para estar siempre vigente en las encuestas de influencia y poder- nunca se pongan del lado de la gente en temas de índole político, por los evidentes conflictos de interés de los dueños de sus centros de trabajo y, a veces, de ellos mismos, la cosa debería cambiar en casos de naturaleza humana como la lamentable muerte de dos peruanos en pleno florecimiento laboral y personal, que buscan un futuro en este país que no les ofrece nada más que subempleos, frustraciones, entretenimiento barato y, finalmente, una desgracia para sus familias. 

Pero no. Ni eso los mueve a ponerse del lado de la población que, entristecida e indignada, enfila sus débiles -siempre débiles- baterías contra el funcionario que declara sandeces, el abogado que cobra dinero grasiento y mezclado con una MacDoble con queso cheddar y papas fritas en aceites requemados para lanzar leguleyadas en medio de lo evidente. Alguien me dijo anoche que, si esto hubiera ocurrido en Chile, varios locales de McDonalds habrían amanecido incendiados y los editorialistas exigirían el retiro de la franquicia de su país. Jamás tendrán una gastronomía, una historia y un pisco como el nuestro pero empiezo a pensar que, en esa capacidad de reacción ciudadana sí nos superan nuestros “vecinos del sur”. 

¿Quién demonios va a irse a la cárcel por este doble asesinato en McDonalds? ¿Quedará impune esta terrible negligencia? ¿Qué clase de Navidad van a pasar las familias Porras y Campos ahora que sus hijos no están? ¿Dónde está el CEO de McDonalds Perú? El silencio como respuesta y prácticamente nadie en la prensa convencional sale a ponerle el cascabel a este gato con cara de payaso y orejas en forma de M. Temas como la “precarización de la relación laboral entre empleadores y empleados” por ejemplo, tocado por Rosa maría Palacios, cuestionando el uso del término “colaboradores” para definir a los trabajadores, una práctica común entre las empresas comerciales, de servicios y consumo, son importantes. 

Pero más que análisis despersonalizados y atemporales lo que necesitamos es señalamientos directos, críticas y hasta insultos hacia los responsables, hasta que las autoridades y la ley hagan lo correcto e impongan multas, cierren locales, dicten sentencias. Eso no traerá de vuelta a Alexandra y Gabriel pero algo de consuelo podría dar a sus sufrientes padres, quienes deben estar en este momento al borde de la locura. Si fueran mis hijos, yo lo estaría. 

¿Y el público? ¿Cómo reaccionará el público? Lo ideal sería que, una vez que el tiempo le eche más tierra a la que ya tienen encima estas dos inocentes víctimas del capitalismo salvaje que Mónica Delta y Gestión defiende a capa y espada, el público castigue a McDonalds dejando sus locales vacíos a tiempo completo, a ver si de una vez se largan con sus cables sueltos, sus pisos mojados y sus subempleos de madrugada a otra parte. A ver si de una vez dejan de consumir esas camionadas de grasas saturadas y carnes de cartón que tanto bloquean las arterias y electrocutan jóvenes.

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