viernes, 1 de noviembre de 2013

R.I.P. LOU REED (1942-2013)


El mundo de la música contemporánea está de luto. Uno de los creadores más prolíficos e influyentes de la historia del rock and roll ha dejado de existir tras algunos meses de atravesar una complicada operación de transplante de hígado. Lewis Allan Reed falleció el último domingo, a los 71 años de edad. Parecía difícil de creer y asimilar una noticia como esa. ¿Lou Reed¿El mismo que editó, en un arriesgado movimiento, un álbum a dúo con Metallica hace un par de añosEs cierto que nadie es eterno, por lo menos no en el plano terrenal, pero la desaparición física de este irreverente narrador de cuentos urbanos golpea en la médula universo rockero, que él ayudó tanto a establecer como forma de expresión que fuese considerada artísticamente respetable.

Su voz rasposa y grave, su guitarra sucia y elemental y sus letras directas acerca de los aspectos más oscuros y sórdidos de la sociedad norteamericana lo convirtieron en un artista de culto casi desde el inicio de su carrera. Influenciadas por el movimiento de las calles de Brooklyn -donde nació- hasta la Universidad de Siracusa -donde estudió periodismo y escritura creativa-, las composiciones de Lou Reed son 100% neoyorquinas, pero no en la onda luminosa y casi romántica del Billy Joel más accesible, sino desde el punto de vista de la marginalidad y la violencia, a a veces descritas de manera estridente y otras haciendo uso de brillantes metáforas rodeadas de un rock sin concesiones ni artificios muy elaborados. 



Lou Reed fue el motor de ese cuarteto llamado The Velvet Underground -que completaban Maureen Tucker, Sterling Morrison y John Cale- que con solo cuatro álbumes oficiales, marcó el derrotero de lo que hoy conocemos como "indie rock". Con extenuantes dosis de psicodelia y algo de rockabillie en su sonido, las canciones de The Velvet Underground se convirtieron de inmediato en himnos de la libertad creativa y el surrealismo musical, actitud que llamó la atención del prominente artista plástico y visual Andy Warhol, quien se volvió su protector y mecenas. 

Cuando la vida del grupo se extinguió, Reed se consolidó como autor con inmensos discos como solista que no solo tuvieron gran resonancia e influencia para otros letristas sino que además contaron con la participación de algunos de los mejores músicos de la época. Desde Steve Howe y Rick Wakeman hasta Jack Bruce y Michael Brecker, el compositor supo rodearse de aquellas personas capaces de traducir sus ideas musicales, que iban desde el rock distorsionado de tres acordes hasta los experimentos con la música electrónica y el jazz urbano. En sus lanzamientos más recientes, excelentes instrumentistas como Robert Quine (guitarra) y Fernando Saunders (bajo) -con quienes trabaja desde mediados de los 80s- se convirtieron en sus cómplices más cercanos.


Como una persona me dijo hace unos días: "el indie rock no existiría sin la existencia de Lou Reed". Esta sencilla sentencia es de una contundencia irrefutable. Quizás en nuestro medio hablar de la muerte de Lou Reed sea materia de los pequeños cenáculos en los que nos movemos quienes algo podemos saber de música, pero en New York es titular de bandera en todos los periódicos y tema de conversación en esquinas, bares y plazas. Estamos hablando de uno de los padres fundadores de este género que tanto nos apasiona. 

Y además, que contaba con una amplia cultura no solo musical sino literaria y el criterio lo suficientemente abierto para trabajar con los mejores de su tiempo: desde sus colaboraciones con David Bowie e Iggy Pop, sus musicalizaciones de Edgar Allan Poe, sus homenajes a "Drella", apelativo de Andy Warhol o su último álbum conceptual junto a Metallica que, aunque fallido, demostró que continuaba derrochando inquietud y sentido vanguardista, la obra de Lou Reed se ubica, sin duda alguna, en el exclusivo primer nivel del panteón de los grandes del rock, a quienes ahora debe estar acompañando en un psicotrópico jam, rodeado de humo, cervezas y unas cuantas buenas y oscuras historias.

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