Mientras acá, en nuestro querido Perú, aparece una película-documental -Sigo Siendo- que, a manera de collage inconexo y con ciertos rasgos de oportunismo Marca-Perú-Style, se proyecta como éxito taquillero local pero insiste con el reduccionismo que busca comprimir géneros, artistas y canciones a pequeños bits de información cargables en una tablet, un iPad o cualquiera de esos alienantes artilugios tecnológicos para dummies; y el Ministerio de Cultura brilla por su ausencia en cuanto a la generación de programas que muestren la verdadera diversidad de nuestra música y nuestros músicos, intérpretes tanto de folklore nacional como de géneros universales como el rock, el jazz, el reggae, etc.; en Argentina ocurre todo lo contrario, a través de un programa musical que se emite en un canal del Estado y que ofrece, en formato amplio y sin ninguna clase de filtro o discriminación a la vista, la diversa gama de artistas (compositores, instrumentistas, cantantes, solistas, dúos y grupos) que han hecho historia en los múltiples géneros de la música popular contemporánea, para beneplácito de conocedores y ventana informativa para iniciados. Un lujo que, al parecer, jamás llegaremos a tener.
Encuentro es un canal de televisión estatal argentino, manejado por el Ministerio de Educación de ese país. Y en su programación, que está íntegramente dedicada a temas educativos y culturales, dirigidos a todo público -desde escolares y amas de casa hasta profesionales e investigadores- brilla el espacio denominado Encuentro en el Estudio, una hora dedicada a la música hecha por argentinos, en el cual un conocido personaje de la radio y televisión local, Eduardo "Lalo" Mir, realiza entrevistas largas y tendidas a los principales e históricos exponentes del tango, la chacarera, el reggae, el jazz y por supuesto, el rock. Con estilo nada acartonado, casual y una producción esmerada -alta definición de imagen y sonido- el diálogo entre Mir y sus invitados se desarrolla en las míticas y a la vez remozadas instalaciones de los Estudios ION en Buenos Aires, el equivalente argentino de los estudios Abbey Road de Londres, por la importancia que han tenido en la industria discográfica del país gaucho.
La inversión que este programa debe demandar es solo un atisbo de los años luz que nos separan de Argentina en cuanto a gestión cultural. Nuestro Ministerio de Cultura -recientemente creado y hasta ahora, sin rumbo en muchos temas- es incapaz de promover algo similar y en nuestro Canal 7 TV Perú, siguen pensando que una hora debe ser para la música andina (Misky Takiy, Canto Andino, o como se llame), una para la música criolla (Una y mil voces) y así, prolongando el aparcelamiento musical, la odiosa segmentación por públicos y el denso muro que separa unas expresiones artísticas de otras y que también, como efecto inmediato, las aleja no solo entre sí sino de la posibilidad de ser conocidas por todos sin distinción, con miras a crear una verdadera identidad musical, independientemente del género que se interprete.
Porque a estas alturas no importa mucho si tocas un vals, una marinera, un festejo electrónico o un didgeridoo australiano. Lo que importa es que, si eres músico, tienes una trayectoria estimable y eres peruano, eso debería bastar para que las nuevas generaciones entren en contacto con ese saber y lo incorporen a su cultura musical. Esa es, me parece, la intención del Ministerio de Educación argentino, y revisando algunos capítulos de Encuentro en el Estudio, creo que consiguen largamente su objetivo.
Situaciones como estas me refrescan la envidia sana que siento siempre que pienso en la escena musical argentina, apoyada por sus gobiernos, por lo menos desde hace 30 años tras las oscuras décadas de las dictaduras militares, durante las cales muchos padecieron exilios, cárceles y demás maltratos, como hace pocos meses nos relatara el experimentado periodista Daniel Ripoll, editor de la legendaria revista Pelo.
¿Por qué aquí debemos conformarnos con programas como Sonidos del Mundo, dedicado a la world music y a destacar a aquellos músicos peruanos cuya principal bondad es ser amigos de la conductora, que además aparece más tiempo en pantalla que las canciones que presenta, constantemente interrumpidas por sus auspiciadores? ¿Por qué nos parece re-cool un espacio como el que conduce Lucho Quequezana, que es básicamente un vehículo de autopromoción del ahora famoso multi-instrumentista? No pongo en cuestión el talento de Quequezana, de carrera larga a pesar de su juventud, pero ese programa que tiene, aunque a veces muestra situaciones interesantes, la mayor parte del tiempo cae en lo improvisado y en una excesiva sobre exposición de sí mismo que termina por aburrirme. ¿Por qué Sigo siendo es lo máximo a lo que podemos aspirar como espectadores?
Quizás sea porque en el fondo sabemos que nuestra escena musical, en todos los géneros, no da para tanto. Soy de los que piensan que, en aras de no aceptar nuestra falta de dedicación, nuestro apego a lo improvisado y falto de rigor y, en muchos casos, nuestra falta de talento; nos hacemos fantasías con respecto a la historia, por ejemplo, del rock nacional, que ha merecido libros completos en que se describe con pelos y señales las gestas de intérpretes que jamás cruzaron los linderos de sus barrios y que ahora son reconocidos como parte de un pasado que, en virtud de la moda retro, adquiere más valía de la que realmente tuvo en su momento. Y como no hubo en realidad un movimiento sólido, lo que hay en nuestros días es un inconexo manojo de nombres que, a trancas y barrancas, hacen lo que pueden en una escena musical débil, ahogada por lo comercial y lo masivo, sin el respaldo de una historia de éxitos artísticos que los pongan por encima de lo superficial, lo efímero, lo marcado por la tendencia mediática actual.
Por el lado de nuestra música -criolla y andina- pasa lo contrario: tenemos un amplio bagaje cultural de autores e intérpretes, muchos de ellos aun vivos y en perfecta actividad, como los geniales guitarristas Pepe Torres y Raúl García Zárate por ejemplo, que son sistemáticamente olvidados y solo resurgen cuando, como en el documental Sigo siendo, consiguen aparecer para adornar una producción cuyas intenciones van por otro lado. Esto, desde luego, no es culpa de los músicos, sino de esta tendencia a convertir todo en comerciales HD que impacten en las cajas registradoras y sean considerados "embajadores de la Marca Perú", pero que no homenajean, individualmente, sus carreras, trayectorias y aportes a la cultura nacional. Y los nuevos intérpretes son, la mayoría, personajes oportunistas que mezclan todo con la electrónica y generan música para ascensores de centro comercial, gimnasios y eventos sociales, pero que no trascienden más alládel beneficio comercial que eso les da ni se dirigen al público en general.
Aun así, considero que el modelo de Encuentro en el Estudio sí podría replicarse entre nosotros. Hay músicos de rock, de jazz, de bolero, de salsa, de músicas criolla, negra y andina de gran calidad y trayectoria que podrían coincidir en un espacio de esa naturaleza, en el que sean ellos y no los conductores, los principales protagonistas y en el que, a través de estos homenajes, se extienda la nueva idea de que no hay segmentos ni géneros para cada música hecha por artistas peruanos, sino que ya son parte de nuestra cultura solo por el hecho de haber nacido aquí. Eso es lo que nos diferencia de la escena musical Argentina: all[a la música sí es cultura, aquí es solo un producto.
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