En la década de los años 50s, el pensador español José Ortega y Gasset desentrañó una de las características de la sociedad de masas, en ese entonces en pañales. Puntualizó y criticó - y llevaba toda la razón en su momento - que el hombre, a partir de la revolución industrial, fue haciéndose cada vez más y más dependiente de la tecnología hasta convertirse en usuario de todo y con tanta irracionalidad que llegó a asumir que las cosas estaban así porque sí, porque así era el mundo. En consecuencia, negaba el mérito de aquellos seres humanos extraordinarios que hacían posible que su vida se hiciera más y más fácil gracias al avance tecnológico.
Al dar todo por sentado, el ser humano "moderno" usufructúa las producciones de mentes prodigiosas, no abyectas ni limitadas como la suya propia, y a un tiempo se especializa en este uso irreflexivo y carente de discreción. Lógicamente y a diferencia de los recursos naturales, que también depreda diligentemente, el hombre hace uso y abuso de la tecnología malgastándola y obligando a las brillantes inteligencias creativas, que se pasan años estudiando y trabajando sin descanso, a sobreproducir y aumentar la frecuencia con la que un avance sucede al otro. En nuestros días, la dinámica monstruosamente comercial y el componente de los millones de dólares que esto genera convierte a algunos genios de nuestra era en verdaderas máquinas - en todo el sentido de la palabra - hacedoras de productos tecnológicos, ultra sofisticados y fantásticos, que facilitan la vida en los quehaceres prácticos cotidianos y las necesidades de comunicación en tiempo real. Así, estamos en el estadio más grave del ser humano convertido en un organismo dependiente de sus prótesis, como diría Marco Aurelio Denegri estamos ante la versión más exagerada y patética del ser humano protético.
Ortega y Gasset también hablaba del incomprensible y paradójico desprecio que los miembros de la sociedad consumista de tecnología expresaba con relación a las élites que, ajenas y aisladas de la medianía y la superficialidad de sus vidas comunes y corrientes, dedicaban todo su tiempo a desarrollar aparatos y objetos para que sean usados por las masas (entiéndase por "masa" a todas aquellas sociedades de comportamientos homogéneos, sin importar si son de clase alta o baja. De hecho, el mayor uso de artilugios tecnológicos se produce en las masas de elevados niveles económicos). La cultura del desprecio al "nerd" (el estudioso, capaz de hacer cálculos matemáticos de profunda complejidad en su mente pero de nulas "habilidades sociales") que se inició en los 70s y que perdura hasta hoy - relativizada a conveniencia por los medios de comunicación masiva que juegan ahora con la estética "nerd" de vez en cuando - es la más clara demostración de eso.
Los tiempos cambian y hoy no se puede ser tan radical como Ortegay Gasset frente a lo que es nerd y lo que no, aunque ese desprecio hacia lo nerd, que normalmente se relaciona con lo aburrido, con lo poco arriesgado, sigue demostrándose en diversas manifestaciones humanas. ¿Cómo explicar entonces la pena mundial que ha ocasionado la muerte de Steve Jobs, co fundador de Apple y McIntosh, quizás uno de los nerds más exitosos y millonarios del mundo? Difícil de explicar en pocas palabras. El tipo era un genio, tanto así que supo adaptarse al discurso de la modernidad (modernidad que él cambiaba permanentemente con sus revolucionarios, aunque por momentos ya absurdos de lo complejos que son, inventos). Era un genio pero aun así no se dio cuenta de que sus aparatos, así como demostraron llevar al paroxismo de la realidad los sueños más lisérgicos de Marshall McLuhan - lo cual se le tendrá que agradecer en las próximas décadas, cuando su recuerdo sea eso, un recuerdo, y no la noticia de la muerte de una pop-star de la tecnología - también ayudaron a configurar al homo sapiens más protético de todos.
Bien utilizados, los juguetes tecnológicos de Steve Jobs constituyen el grado sumo de la inteligencia humana en cuanto a su creatividad, habilidad para superar sus propios límites e inagotable deseo de ir más allá. Mal utilizados hacen que el hombre se desconecte de su propio ser, porque no es ni siente nada si no es en función a esos aparatos y el día que los pierden, se sienten solos, se desesperan, aúllan de dolor y sufren. No ante el hecho de no poder comunicarse con los otros, sino ante una realidad aun más insoportable, aun más oscura y psicoanalíticamente patética: el tener que comunicarse y convivir consigo mismos.
Es lógico que el mundo de la tecnología (tanto los expertos desarrolladores de adelantos como la gran masa irreflexiva de usuarios) y desde el mundo de la intelectualidad sintamos la muerte de Steve Jobs, a causa del cáncer. Sin duda se trataba de un genio que ya pasó a la historia por la enorme revolución que ocasionaron sus visionarios objetos a la tecnología de la comunicación. Pero me pregunto al mismo tiempo si era consciente de que sus inventos, esas prótesis de las cuales hoy prácticamente dependen muchas personas para ser, para sentir que son, iban creando lenta e imperceptiblemente al ser humano actual, inútil para ensimismarse, inútil para sensibilizarse, incapaz de no evitar caer en la tentación de digitalizar absolutamente todo, cuando hay cosas que no se pueden y no se deben digitalizar. Hasta los genios cometen grandes errores en nombre del negocio. Que en paz descanse Mr. Steve Jobs, a quien rindo homenaje desde este pequeño blog que tampoco existiría sin la Computación y la Internet, esas dos maravillas que él ayudó a desarrollar y consolidar.
El caricaturista peruano Carlos Tovar "Carlín" escribió esto hoy en su Facebook y me parece bueno difundirlo en este pequeño blog, que no existiría de no ser por la computación y la Internet, dos de las cosas que el genio de Steve Jobs ayudó a desarrollar y consolidar. Se los dejo:
Dífícil aquilatar la enorme figura de Jobs desde tan cerca como estamos ahora. Tal vez está subvalorado, porque la noticia es “murió Steve Jobs, el fundador de Apple”. Eso se queda corto. Fue el mayor visionario y, con Bill Gates (que pirateó el MacOs para crear el Windows) los mayores impulsores de la revolución tecnológica actual (la computadora personal se la debemos a ellos, y la internet se debe a la computadora personal). Que la tecnología, que debería servir para liberar al hombre, en manos del capital se convierta en instrumento de esclavización, eso no es culpa de los que crean la tecnología. Lo que nos falta hacer es, precisamente, la jornada de 4 horas, para apropiarnos del beneficio de la tecnología, que hoy nos es escamoteado impunemente por el Capital.
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