
Si yo desapareciera en una zona montañosa y alejada de cualquier tipo de civilización ¿mi padre saldría a buscarme? ¿mis hermanos dejarían sus trabajos para realizar la búsqueda que debiera haber hecho la policía? Creo que no. Y no se trata de un reproche hacia ellos, porque en realidad creo que la mayoría no lo haría. De lo contrario las montañas o los caminos perdidos en los que desaparecen a diario infinidad de anónimos estarían repletas de familias que, determinadas a no resignarse a la pérdida, dispuestas a no permitir que su ser querido pase a engrosar la estadísticas de "casos cerrados judicialmente", binoculares en mano las recorrerían día tras día para hallar a quien imaginan tiritando de frío, angustiado por el hambre y muy probablemente por el dolor de las heridas que alguien, no se sabe quién, le infringió y que siguió con su vida segura de que la impunidad y el cansancio jugarían a su favor.
La fuerza espiritual y física del Dr. Ciro Castillo Rojo tienen carácter de extraordinarias. No cualquier padre, más allá de si trata bien o mal a sus hijos en las condiciones normales de una vida común y corriente, con problemas que no exijan sacrificios extremos o radicales - como abandonar el trabajo y exponer su propia integridad física - hace lo que él hizo por su hijo Ciro, quien después de medio año desaparecido por fin va a recibir las exequias y despedidas terrenales que tanto se necesitan para reconectarse con el alma de un cuerpo que ya no puede sonreír, que ya no puede abrazar, que ya no puede hablar.
El apoyo de gran parte de la prensa nacional ha sido fundamental para apuntalar el ánimo indesmayable de una familia acosada por la incertidumbre, que veía como el otro lado de la ecuación, es decir Rosario Ponce, familia y amigos, lanzaban estiercol con ventilador sobre la puerta de su casa, cuando el Perú entero veía cómo el círculo familiar de Ciro demostraba, con sus actos desinteresados y su abierta decisión a no separarse nunca, que era la unión y el amor lo que predominaba. Esto sin hablar de las estrategias para dilatar investigaciones, interrumpir diligencias, etc., que configuraron un halo de sospecha permanente sobre la rescatada, una señorita a la cual nunca se le vio derramar una lágrima por su enamorado misteriosamente extraviado en las alturas congeladas del Colca.
El Dr. Ciro Castillo Rojo es un héroe moderno. La señora Rosario, su esposa, ha pasado de la tristeza del no saber a la tristeza del saber a ciencia cierta, que su hijo murió y que murió sufriendo. Por eso ahora la vemos más indignada, exigiendo explicaciones. Y los hermanos miran al futuro con la expresión de duelo por tan sensible pérdida. La prensa continúa apoyando y aunque no es ajena a la explotación mediática de este intenso drama familiar que nos mantuvo en vilo todo este tiempo, prefiero eso a la inexplicable defensa que hace una periodista y abogada con años de recorrido en televisión como Sol Carreño, que parece incapaz de entender que la indignación popular frente a la principal sospechosa de la trágica muerte de Ciro, que ha tenido tiempo para salir a la peluquería y decir, con fingidos y psicópatas mohines de niña, que "leyó una frase bonita que dice que ante los problemas siempre hay que mantener la sonrisa en la cara", es comprensible y justa. ¿Saldría Sol Carreño a las montañas, pagando a rescatistas para continuar con la búsqueda de un hijo suyo, cuando las instancias legales le dicen que lo van a declarar caso cerrado por desaparición?. Creo que no...